En EEUU, las semillas modificadas al cambio climático no convencen a los anti-OGM
Las semillas adaptadas al clima local, obtenidas por selección o cruzamiento, existen desde hace mucho tiempo y probaron su eficacia.
Las multinacionales agrícolas promocionan las semillas modificadas para aumentar los rendimientos ante sequías, olas de calor o fuertes lluvias, pero los escépticos de los organismos genéticamente modificados (OGM) mantienen sus reservas. Foto: AFP.
En Estados Unidos, los opositores a los transgénicos ponen en duda que las semillas modificadas genéticamente permitan combatir el cambio climático.
Las multinacionales de la agricultura afirman que algunas de sus innovaciones genéticas ayudan a resistir las sequías, el calor o las inundaciones.
«No veo por qué deberíamos cambiar de opinión cuando las empresas siguen haciendo lo mismo y promueven productos dañinos para el medio ambiente», resume Bill Freese. Él pertenece a la oenegé Centro para la Seguridad Alimentaria (CFS).
Las semillas modificadas al clima local, obtenidas por selección o cruzamiento, existen desde hace mucho tiempo y probaron su eficacia.
Pero Bayer (Monsanto), Corteva o Syngenta destacan los avances en biotecnología para permitir un desarrollo más rápido de productos con mejores rendimientos. Esto, en condiciones de sequía aguda o inundaciones.
«La tolerancia a la sequía es un rasgo complejo que involucra muchos genes», comenta a la AFP un portavoz de Bayer.
«Como resultado, la capacidad de desarrollar (este rasgo) con métodos tradicionales de mejoramiento, como el cruzamiento, es limitada», agrega.
Corteva también aspira a acelerar la aplicación de nuevas tecnologías de mejoramiento, como la edición de genes. Esta aplicación ayuda a explorar más y a aprovechar la diversidad genética que ya existe en el ADN de las plantas.
Estas posibilidades son útiles a medida que se intensifican las sequías, se multiplican los huracanes y el aumento de las temperaturas trae nuevos hongos y otras plagas.
El Foro Económico Mundial, también llamado Foro de Davos, también destacó este año el potencial de las semillas modificadas. Ellas podrían conducir a que las plantas emitan menos dióxido de carbono, o incluso que capturen más CO2.
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Sin oposición sistemática
Varias organizaciones que hacen campaña por un enfoque cauteloso de los OGM manifestaron a la AFP que están lejos de oponerse sistemáticamente a las nuevas tecnologías.
Pero critican las consecuencias de su adopción a gran escala y resaltan las dudas persistentes sobre su seguridad. En su lugar, promueven métodos de cultivo más respetuosos con el medio ambiente.
«¿Cuántas veces hemos leído que no podremos alimentar al mundo en 2050 sin transgénicos?», destaca Freese. Además, aludió a que, aumentar el rendimiento de las plantas lo suficiente como para alimentar a 10.000 millones de personas, solo se puede hacer con OGM.
«Es una cortina de humo particularmente eficaz que crean los conglomerados de plaguicidas para darle una buena cara a esta nueva tecnología», afirma Freese.
Nada demuestra la superioridad de los transgénicos sobre sus equivalentes convencionales, aseguran los críticos de los OGM.
Ambos campos esgrimen estudios científicos que respaldan sus respectivas tesis.
Más del 90% de la soja, el algodón y el maíz cultivados actualmente en Estados Unidos han sido genéticamente modificados para resistir herbicidas y/o insectos. Esto reduce la necesidad de mano de obra, razón por la cual los agricultores estadounidenses los prefieren a pesar de que sus precios son más altos.
De la mano con los químicos agresivos
En Estados Unidos el maíz adaptado a la sequía se comercializa desde 2011.
«Los transgénicos van de la mano con productos químicos agresivos que degradan la salud del suelo, la calidad del agua y la salud humana», explica Dana Perls, de Amigos de la Tierra.
«Aunque hemos logrado avances increíbles en el mapeo, todavía estamos bastante limitados en nuestra comprensión de cómo funcionan todos los organismos», subraya.
Usar transgénicos por su resistencia a la sequía sin tener primero en cuenta la calidad del suelo también demuestra una visión a corto plazo, apunta por su parte Andrew Smith.
La adopción de las prácticas agrícolas regenerativas, como la rotación de cultivos o la labranza reducida, permite que el suelo capture más carbono y retenga más agua, señala. Esa «es una estrategia para luchar contra el cambio climático», concluye.