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Thursday 2 May 2024 | Actualizado a 09:28 AM

‘Bolivia puede ser el modelo conciliador de formas de desarrollo’

Boaventura de Souza - El cientista social portugués estuvo en La Paz con un grupo binacional de estudios, boliviano-ecuatoriano, trabajando sobre conceptos del Estado Plurinacional. El martes 30 compartió la testera con el ministro de la Presidencia, Carlos Romero, durante un debate auspiciado por Oxfam y Cides-UMSA, sobre los desafíos que plantea la consolidación de estado plurinacional. Poco antes, concedió una entrevista exclusiva a La Razón.

Por La Razón

/ 4 de septiembre de 2011 / 05:00

— Ud. es conocedor de las realidades políticas del continente, ¿qué paralelos se pueden establecer con Bolivia?
— Un paralelo sería con Ecuador. Ambos redactaron nuevas constituciones entre 2008 y 2009, que apuntan a un cambio en el paradigma de Estado, hacia el Estado Plurinacional. Es una idea vigente en Suiza y en países de África, pero aquí causa polémica al combinar el concepto liberal de nación cívica con la existencia de naciones étnico-culturales. El debate existe en la ONU, pero nunca fue consagrado en una Constitución sudamericana.

Otra semejanza es que sus gobiernos llegan al poder tras grandes movilizaciones, quizás más fuertes en Bolivia. Son gobiernos que nacen  de movilizaciones a favor del cambio y que tienen rasgos radicales: apuntan a un Estado Plurinacional y consagran otros modos de desarrollo. Por primera vez en las constituciones modernas, usan términos indígenas para declarar sus propósitos, conceptos como Pachamama.

Como procesos de izquierda, ambos entran en el continuo de gobiernos similares en el continente. Otros fueron bloqueados, como en Honduras. Fue una época de gobiernos progresistas aunque cada uno está pasando por sus crisis particulares.

Después hay un montón de diferencias. Aquí en Bolivia, la movilización indígena es muy organizada, y ha llevado a un indígena a la presidencia. Aquí hay una legitimidad histórica que no tiene paralelo en ningún otro país. Esto caracteriza a Bolivia.

— En el desarrollo de un proceso de gobierno, ¿el componente indígena causa tensiones? ¿Es una ventaja o una desventaja?
— En un proceso político no podemos pensar en términos de ventaja o desventaja sino, en la estructura misma del proceso. Hasta ahora el componente indígena ha sido muy fuerte y es de esperar que siga siendo importante.

No podemos pensar que los indígenas fueron cruciales para traer al presidente Evo Morales al Gobierno y ahora son un obstáculo al desarrollo. Eso no es coherente desde un punto de vista político porque las ideas de los indígenas eran bien conocidas, el pacto de unidad que sigue vigente.

Con todas sus debilidades, este marco de unidad es notable a nivel mundial. Yo trabajo en varios continentes y puedo decir eso.

— No es coherente ver al componente indígena como un obstáculo al desarrollo, ¿eso está ocurriendo en el país?
— Hay polarización por la idea de que hay un marco de desarrollo estatal con el que los indígenas no están de acuerdo, y que se manifiesta en el tema del TIPNIS. Pero ésa es la punta de la pirámide.
Si miramos las demandas de los indígenas, no están centradas en el TIPNIS. Las organizaciones se dieron cuenta de que luego vienen otros proyectos extractivistas y de integración que no consideran lo que está en la Constitución, incluso elementos consagrados internacionalmente, como el derecho a la consulta.

El que no se haya hecho una consulta a los indígenas sobre la ruta, es anticonstitucional. No hay una manera dulce de decirlo. Sobre todo con tierras indígenas, nada puede afectarlas sin consulta previa. Según la Corte Interamericana de Derechos Humanos, cuando un proyecto puede afectar de manera decisiva a los pueblos indígenas, más que consulta, se busca consentimiento. Hay polarización, pero hay espacio para las soluciones.

Hay necesidad de generar riqueza, este Gobierno lo dice y está en la Constitución: generar riqueza para distribuirla mejor. Pero también dice que no se puede producir riqueza a cualquier precio. Hay que respetar la Madre Tierra, el Vivir Bien, las autonomías indígenas y sus cosmovisiones.

Hay que respetar el hecho de que la economía es plural y que existe tanto la economía capitalista privada, como la economía cooperativa, asociativa, comunal, y todas están protegidas. La genialidad de esta Constitución es su apego a la compatibilidad de esas diferentes formas.

Es una Constitución de transición, no se pasa de un capitalismo dependiente, oligárquico y extractivista, a un modelo de desarrollo que unos podrían llamar Socialismo del Siglo XXI, pero que otros dicen que será simplemente otra manera de hacer capitalismo con un rostro más humano después de la crisis financiera de 2008.

En Europa el rostro humano del capitalismo se está derrumbando. Pero la idea es compatibilizar la generación de riqueza, no se trata de impedir que los hidrocarburos sean explotados.

Se debe buscar que la producción no afecte de una manera definitiva a los indígenas, que los beneficios sean distribuidos también entre ellos de maneras concretas, y que ellos puedan decidir su posición sobre los proyectos.

— ¿El Gobierno tiene que modificar sus proyectos o los indígenas tienen que pensar en el país como un todo?
— Es una cuestión realmente fuerte. Se dice que los indígenas están replegados en sus demandas y no miran al interés nacional. Pero no es tan así. En (la cumbre de) Tiquipaya se dijo que las luchas indígenas no son sólo buenas para ellos, sino para el mundo. Lo que suceda con el TIPNIS y con la oposición indígena a proyectos en  otros países es bueno para el mundo, debido a la crisis ambiental en la que hemos entrado.

Si los indígenas formulan sus demandas de manera defensiva, no es porque están mirando sólo su interés, porque no se puede decir que sus intereses sean válidos sólo para esas comunidades.

Y el Gobierno también asume la polarización, sin dar cuenta de sus diferencias internas. Yo trabajo con el Gobierno y veo que hay sensibilidades distintas. Hay gente que piensa que es posible compatibilizar la generación de riqueza con el respeto a la Madre Tierra.

Es necesario, para responder a su pregunta, que las dos partes cedan en alguna medida. No será bueno para el país si una parte gana todo y la otra pierde todo.

Van a tener que negociar y ceder. En este momento se está buscando la manera de negociar. Está claro que Bolivia está a punto de ser un modelo universal. Desde aquí uno no  se da cuenta de la importancia de este asunto.

Bolivia puede ser el primer experimento internacional de conciliación entre las posibilidades y formas de desarrollo para mejorar la vida de las personas, con el respeto por la naturaleza, los indígenas, y la diversidad cultural y económica que hay en el mundo. Se habla de esto en India, y el debate es el mismo. La postura productivista de una fase del capitalismo global, que piensa que  la inversión más segura es la compra de tierra, a cualquier precio. Brasil acaba de comprar millones de hectáreas en Mozambique. Se trata de acaparar tierra, land grabbing, según el concepto con el que esto se nombra en la ONU.

Es una nueva forma de capitalismo. Yo estoy tratando de analizarla porque trae, de nuevo, un componente de ocupación. Lo que caracterizaba al colonialismo era dominar mediante la ocupación, al contrario del imperialismo que no ocupa. Estos intereses desplazan a los campesinos.

Entonces, lo que veo, es que hay que ceder recíprocamente, y hay soluciones. Estamos a punto de tener una solución honrosa para las dos partes que es otro trazo para la carretera.

— ¿Y cuál es la dificultad para alcanzar un acuerdo de ese tipo?
— El viejo Estado entra en escena. El Estado Plurinacional aún es un proyecto. Lo que existe es un Estado colonial que demoniza a los indígenas. Un gobierno dirigido por un indígena, demoniza a los indígenas diciendo que son manipulados por ONG. No sería fácil decirlo ante un movimiento minero u obrero, pero es porque detrás está la filosofía colonial de que el indígena debe ser tutelado.

No digo que las ONG no sean un problema. Pueden promover el bienestar allí donde los Estados no lo materializan, pero también pueden ser un instrumento que interfiere en la soberanía y los objetivos políticos de un país.  No se puede generalizar, pero por ejemplo, en algunos países de África, se ha reglamentado la actividad de las ONG.

El problema es cuando imponen sus propias agendas. Incluso si las decisiones son de los propios indígenas y son apoyados económicamente por una ONG, no veo un problema.  En donde veo un problema es en que estamos en un período de ‘contrainsurgencia’ del Gobierno estadounidense en el continente.

La intervención regional adopta varias facetas

De Souza asegura no tener dudas. En Sudamérica, la década del 2000 permitió crecer a los gobiernos progresistas en parte porque «el imperio norteamericano estaba distraído en Oriente Medio», pero al final de ese periodo, regresó. «Lo hizo de dos maneras. Con el golpe en Honduras y con las siete bases militares en Colombia, que fueron una respuesta al cierre de la base de Manta, en Ecuador».

Desde entonces, manifiesta, la interferencia en el continente entró en una tercera fase, «en términos recientes, es decir, después de la Revolución cubana».

Explica que en los ‘60, adoptó la forma de Alianza para el Progreso, que era apoyo al desarrollo de los Estados «amigos». Siguió el periodo de las dictaduras, y finalmente, ya en democracia, la intervención es «local». «USAID y sus subsidiarias invierten mucho en provincias de los diferentes países para proyectos de desarrollo local. Tiene un lado benéfico, pero también promueve la hostilidad hacia los gobiernos progresistas».

Para EEUU es imperdonable que haya gobiernos progresistas de izquierda con una retórica antiimperialista, aunque tengan una práctica diferente, asegura. Incluso al Brasil gobernado por Lula, lo miraban con distancia, por su aspiración a potencia regional. Un ejemplo de esa voluntad subimperial brasileña sería la ruta por el TIPNIS que «es parte de la Iniciativa de Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (Iirsa).

 

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Elección en suspenso

Las reacciones luego de conocido el fallo revelaron, cómo no, una nueva fuente de incertidumbre

Por La Razón

/ 2 de mayo de 2024 / 06:16

Como se decía días atrás en este mismo espacio, hace mucho que actores políticos y operadores judiciales están empeñados en frenar sin fecha las elecciones judiciales. El más reciente fallo constitucional ordena no solo paralizar el proceso, sino devolverlo al inicio y comenzar con una nueva ley de convocatoria; el argumento es la defensa de derechos, pero la intención tal vez no.

El 18 de abril, Yeny Duri, dirigente indígena y abogada, candidata eliminada en el proceso de preselección, presentó una acción popular en la que denunció que las aspirantes indígenas de Pando no recibían un trato equitativo en comparación con las de otros departamentos, señalando la falta de oportunidades equitativas en el proceso de preselección. La Sala Constitucional Primera de Cobija emitió el lunes una medida cautelar que suspendió el proceso de preselección en curso y luego, el martes, dictaminó que el proceso de preselección debía dejarse sin efecto completamente, argumentando que la convocatoria inicial no había considerado adecuadamente la inclusión de mujeres e indígenas, e instruyó elaborar una nueva.

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La reacciones luego de conocido el fallo revelaron, cómo no, una nueva fuente de incertidumbre, pues si bien hay voces, como la del expresidente Eduardo Rodríguez, quien argumentó que la Sala Constitucional de Cobija era incompetente para emitir tal fallo y que sus razonamientos eran improcedentes, sugiriendo que la Asamblea Legislativa debería continuar con el proceso de preselección, la Comisión Mixta de Constitución decidió entrar en cuarto intermedio hasta hoy, a la espera de la notificación oficial del fallo.

El Presidente de la Comisión, Miguel Rejas, del MAS, afirmó que la intervención de la Sala es una «aberración» y criticó duramente a los vocales que concedieron la tutela a la candidata Duri; dijo también que el fallo fue resultado de manipulaciones por parte de vocales y jueces, sugiriendo que algunos de ellos habían sido influenciados por quienes presentaron amparos.

A su vez, la senadora Andrea Barrientos indicó que el fallo de la Sala es «ilegal e inaplicable» y que ninguna sala constitucional tiene la competencia para declarar la inaplicabilidad de una ley, especialmente de la Ley 1549, que ha pasado por control constitucional y cuenta con amplio respaldo legislativo. El diputado por Creemos Leonardo Ayala argumentó que la decisión vulnera los derechos de los más de 400 postulantes habilitados para el proceso de preselección. El Presidente Nato de la Asamblea, como es habitual, no apareció.

La interminable sucesión de recursos judiciales y constitucionales, sumada a la incapacidad de las y los legisladores para acordar un plan de acción capaz de superar los obstáculos que unos y otros ponen en el camino, muestra todo, menos voluntad política, para cumplir con el mandato constitucional de realizar la elección de autoridades del Judicial. Mientras tanto, el sistema judicial boliviano se hunde irremediablemente.

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¿EJ en septiembre?

Por La Razón

/ 28 de abril de 2024 / 00:18

Renovadas acciones de amparo y medidas cautelares están paralizando nuevamente y dejan en incertidumbre las Elecciones Judiciales (EJ). Según lo establecido en la ley transitoria, este 5 de mayo debe concluir la fase de preselección de postulantes en la Asamblea Legislativa Plurinacional. Y el TSE anunció que la votación popular sería en septiembre. Hay duda sobre tales plazos.

Desde hace un año, el proceso electoral para renovar el Órgano Judicial y el Tribunal Constitucional está a la deriva. Según el mandato constitucional, las elecciones debieron realizarse en 2023. Pero políticos y operadores del sistema, en especial del TCP, se encargaron de frenar, congelar y a la postre postergar la elección. Como no se eligieron nuevas autoridades, los actuales magistrados (cuyo mandato ya se cumplió) decidieron autoprorrogarse. Fue como un guion escrito desde el principio para boicotear el proceso.

Como efecto de un bloqueo de caminos realizado en enero, finalmente la bancada oficialista en la Cámara de Diputados viabilizó las truncadas elecciones. Se aprobó entonces una ley de consenso que trazó la ruta, sus fases y los plazos tanto para la preselección a cargo de la ALP como para la votación bajo responsabilidad del TSE. Así, se publicó la convocatoria, se recibieron más de 700 postulaciones, se verificaron requisitos y se resolvieron las inhabilitaciones. Hasta ahí todo conforme a lo previsto.

En medio de la evaluación de méritos, incluida una prueba de conocimientos, varios postulantes inhabilitados por incumplir requisitos activaron demandas en la justicia para la reconsideración de sus casos. Todas esas acciones prosperaron dejando en suspenso el proceso de preselección de postulantes. Y el plazo corre. Luego de calificar los méritos, la Comisión Mixta de la Asamblea debe aprobar su informe, que será la base para la elección, por dos tercios, en sesión plenaria. Queda solo una semana.

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Es evidente que algunos actores políticos y operadores judiciales están empeñados en frenar sin fecha, nuevamente, las elecciones judiciales. Sería desastroso para la institucionalidad en el país en un contexto de alta desconfianza y de crisis. Por ello es sensato que la Comisión Mixta retome el proceso desde mañana. Tampoco sería una buena señal que se amplíen los plazos, ya que ello implica postergar la votación popular (quizás hasta octubre, lo que se superpone con las elecciones primarias).

Todos sabemos que las elecciones judiciales no solucionan la crisis del sistema de administración de justicia, pero al menos implican cumplir la Constitución y evitar que los autoprorrogados continúen degradando aún más el Estado de Derecho con sus decisiones a la carta. Por ello es fundamental que la ALP culmine pronto su trabajo de preselección con voluntad política y madurez democrática. Luego será el turno de la ciudadanía en las urnas. Y seguirá en agenda la cada vez más urgente reforma estructural del sistema.

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Un asunto oscuro

Según la presidenta ejecutiva de YLB, la acusación fue fruto de una investigación técnica realizada a lo largo de dos años

Por La Razón

/ 25 de abril de 2024 / 06:59

La todavía incipiente industria del litio en Bolivia no puede salir de las sombras. Al violento arresto del exministro de Minería y exresponsable de la planta en la región de Lípez en Potosí, Luis Alberto Echazú, se ha sumado, ayer, la muerte del exgerente ejecutivo de Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB). El tema se ha politizado y, ahora, judicializado, pero del negocio no hay más que promesas.

Los contornos del caso, la actuación presuntamente arbitraria e irregular de la Fiscalía el lunes, según denuncia del abogado de Echazú, así como las declaraciones de jerarcas y portavoces del ala evista del MAS, hacen pensar en intereses políticos ligados a la sorda pelea por el poder en el partido gobernante antes que en aquellos ligados al efectivo despegue de la industria del litio en el país. El intercambio de acusaciones, con y sin fundamento, en nada ayuda a reactivar el proyecto.

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El tono y el contenido de una “carta abierta” firmada por el exgerente de YLB, Juan Carlos Montenegro, otro de los imputados, antes de morir (incluyendo una última línea en la que pide perdón a sus seres queridos por el “dolor” que les causará “esta mi decisión”), hace pensar en que detrás de la acusación hecha el jueves de la semana pasada por la actual gerente del proyecto y el procurador del Estado, además de la sorprendentemente rápida actuación del Ministerio Público, hay mucho más que la búsqueda de justicia o de castigo a la corrupción.

Según la presidenta ejecutiva de YLB, la acusación fue fruto de una investigación técnica realizada a lo largo de dos años, asunto del cual ni ella ni su antecesor habían dicho nada anteriormente. Al ser conducido a celdas policiales, el exministro, ahora en detención domiciliaria, afirmó que “el Gobierno quiere ocultar tres años y medio” de parálisis en el que debería ser el proyecto más importante del Estado Plurinacional en los últimos años.

Coincidiendo con la denuncia de YLB contra exfuncionarios de la institución, el mismo día, el Presidente del Estado acusó a “potencias mundiales” y un “país vecino” de pretender controlar los recursos naturales del país, especialmente el litio, bloqueando las exportaciones y excluyendo a Bolivia en procesos estratégicos de comunicación. A la luz de lo sucedido en los últimos años, es evidente que el principal obstáculo está en el Estado y no fuera de las fronteras.

Mientras Chile se abre a las inversiones de riesgo compartido y se propone recuperar el sitial de primer exportador de litio en el mundo en los próximos dos años, y el presidente de Argentina busca entregar las reservas de su país a las transnacionales del sector, Bolivia todavía no ha mostrado cuál es su estrategia de industrialización y comercialización del preciado mineral, al extremo que ni siquiera ha transparentado los acuerdos (no contratos) que tiene con empresas chinas y rusas. Así, es imposible tener optimismo en el futuro del litio.

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Ley ‘antihombres’

Los datos son innegables y terribles: la violencia contra las mujeres, lejos de disminuir, persiste e incluso aumenta.

Por La Razón

/ 21 de abril de 2024 / 00:27

La penosa declaración del presidente del Senado, Andrónico Rodríguez, en sentido de que la Ley 348 es una ley “antihombres” (sic), puso en agenda la cuestión irresuelta de la violencia contra las mujeres. Rodríguez recibió fuertes críticas, pero también adhesiones. Lo preocupante es que fomenta a grupos antiderechos y pone en riesgo una norma que protege a las mujeres.

 La ley integral para garantizar a las mujeres una vida libre de violencia (Ley 348) fue promulgada por el presidente Morales en marzo de 2013. Su objeto es establecer mecanismos, medidas y políticas integrales de prevención, atención, protección y reparación a las mujeres en situación de violencia, así como la persecución y sanción a los agresores. Se trata de una ley avanzada, resultado de muchos años de lucha de las mujeres por sus derechos en una sociedad patriarcal y machista como la boliviana.

En 11 años de vigencia, la Ley 348 permitió el registro de centenas de miles de denuncias de violencia contra mujeres en el país. Según datos del Observatorio de Género de la Coordinadora de la Mujer, el año pasado hubo casi 52.000 denuncias. Los casos de violencia familiar o doméstica, que son la mayoría, se incrementaron en 193% entre 2013 y 2023. Cada día, en promedio, hay 142 denuncias de violencia contra mujeres, 30 agresiones sexuales, 104 embarazos de niñas y adolescentes. En 2023 se registraron 81 feminicidios.

Los datos son innegables y terribles: la violencia contra las mujeres, lejos de disminuir, persiste e incluso aumenta. Por ello son deplorables afirmaciones tan ligeras como que la Ley 348 es una “ley antihombres” o, peor, que “la violencia no tiene género”. Si bien existen acusaciones falsas contra hombres, e incluso detenciones arbitrarias presumiendo culpabilidad, ello no atenúa ni menos niega la abrumadora evidencia de que las mujeres son las victimas sistemáticas de actos de violencia en todas sus formas.

En su capítulo de derechos fundamentales, la Constitución señala con claridad que “todas las personas, en particular las mujeres, tienen derecho a no sufrir violencia física, sexual y psicológica”. Y establece que el Estado tiene la obligación de adoptar las medidas necesarias para prevenir, eliminar y sancionar la violencia de género.

Con ese mandato constitucional, la Ley 348 define mecanismos para proteger a las mujeres. Y traza la ruta para la denuncia, persecución y sanción penal de los agresores.

Es evidente que se requiere una reforma normativa y hay valiosas propuestas para el efecto. Pero sobre todo fallan los operadores del sistema judicial. Claro que debe evitarse que haya hombres inocentes en prisión, pero sobre todo que los feminicidas y violentos estén libres. Las polémicas palabras del presidente del Senado tendrían que servir para debatir el tema, mejorar la ley, garantizar en serio para las mujeres una vida libre de violencia y frenar las muy peligrosas campañas antiderechos.

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Un vecino conflictivo

El gobierno de Milei podría estar buscando consolidar su base política mediante el nacionalismo y el anti-izquierdismo

Por La Razón

/ 18 de abril de 2024 / 07:06

Días atrás, la ministra de Seguridad de Argentina, Patricia Bullrich, informó que había decidido reforzar la seguridad en la frontera con Bolivia debido a la supuesta presencia de cientos de militares iraníes en el país. La respuesta de la Cancillería boliviana fue tan rápida como mesurada, en evidente contraste con el tono que está adoptando el gobierno de Javier Milei.

Desde el inicio, la presidencia de Javier Milei ha sido notable no solo por sus políticas internas de shock, sino también por su manejo de las relaciones internacionales, especialmente con países latinoamericanos de gobiernos considerados izquierdistas. Sus controversiales interacciones con líderes regionales han generado un amplio debate sobre las estrategias diplomáticas y sus implicaciones tanto a nivel regional como doméstico.

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Primero, el intercambio de insultos con el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, provocó una rápida escalada de tensiones que afortunadamente no pasaron a más. Milei respondió a las críticas de López Obrador, quien había tildado a Milei de “facho conservador”, con términos igualmente duros, exacerbando las fricciones bilaterales. Este tipo de diplomacia de confrontación no solo socava las relaciones tradicionalmente cordiales entre Argentina y México, sino que también plantea preguntas sobre la estabilidad regional.

Por otra parte, las relaciones con Colombia se tensaron significativamente después de que Milei llamara al presidente Gustavo Petro «comunista asesino». Esta declaración provocó una pronta respuesta diplomática de Colombia, incluyendo el llamado de su embajador en Buenos Aires, lo cual subraya la seriedad del conflicto y el impacto en las relaciones diplomáticas; por ahora las relaciones entre ambos países están normalizándose y los respectivos embajadores han regresado a sus funciones.

Asimismo, la afirmación de la ministra Bullrich sobre la presunta presencia de militares iraníes en Bolivia añadió más leña al fuego, mostrando una tendencia hacia declaraciones provocativas que pueden tener serias repercusiones diplomáticas y de seguridad. Algo similar había ocurrido poco antes, cuando el presidente Milei afirmó que el gobierno de Chile iba a llevar a ese país a la pobreza por adoptar políticas socialistas. En ambos casos la respuesta fue pronta, mesurada y contundente.

En el frente interno, estas controversias internacionales parecen servir como una cortina de humo para desviar la atención de los problemas económicos graves que enfrenta Argentina, como la inflación y el estancamiento económico. Al centrarse en conflictos externos, el gobierno de Milei podría estar buscando consolidar su base política mediante el nacionalismo y el anti-izquierdismo, mientras posterga o minimiza la discusión sobre la necesidad de reformas económicas internas profundas.

Es posible que las tácticas de confrontación de Milei tengan un atractivo político inmediato entre ciertos sectores en Argentina que le son afines, pero los riesgos asociados a alienar a países vecinos y potenciales socios comerciales son altos, especialmente en el mediano y largo plazos, cuando el polémico mandatario ya no esté en funciones.

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