Pluralidad ecuatoriana
Hay un reclamo por políticas que se preocupen por los vulnerables y la desigualdad, la polarización cansa.
Las recientes elecciones en Ecuador han configurado un paisaje político que ratifica el agotamiento de las viejas confrontaciones y el creciente deseo de renovación en porcentajes cada vez mayores de los ciudadanos. En medio de la crisis, están emergiendo nuevas demandas de políticas y formas de comunicar que el sistema político no puede eludir.
El domingo pasado se llevaron a cabo los comicios para elegir al presidente y la asamblea legislativa en Ecuador. Como auguraban las encuestas, el candidato del correísmo, Andrés Arauz, obtuvo la primera mayoría con aproximadamente 32% de votos, buen resultado pero que le resulta insuficiente para ser elegido en primera vuelta.
El segundo lugar está siendo disputado, voto a voto, por el candidato Guillermo Lasso, que lidera a una unión de las principales fuerzas de centro derecha de ese país, y por Yaku Pérez, representante de Pachakutik, el brazo político del movimiento indígena, ambos con algo más del 19% de preferencias. En cuarto lugar, aparece Xavier Herbas de Izquierda Democrática con 15%.
Este panorama augura un difícil ballotage entre la izquierda de Arauz y la fuerza que se imponga por algunos pocos votos en el cómputo final. Ahí, todos los escenarios y alianzas son posibles considerando la marcada pluralidad que ha resultado de los comicios y la volatilidad de opiniones de los electores.
Lo interesante del caso es que el esperado nuevo choque de trenes entre los seguidores de Correa y la derecha tradicional, representada por Lasso, está siendo sustantivamente modificado por la emergencia de un elevado apoyo a Pachakutik y a Herbas, que se presentan como fuerzas progresistas alternativas y que han introducido nuevos temas y formas en la disputa electoral.
La derecha ecuatoriana obtiene su peor resultado en bastante tiempo, indicio de la impopularidad de las políticas neoliberales que ha intentado aplicar Lenín Moreno en sus cuatro años de mandato, cuyo partido prácticamente desaparece del escenario. Pero tampoco el correísmo logra el retorno mayoritario y aplastante que esperaba. Parecería que un porcentaje apreciable de los votantes hubiera decidido rebelarse contra la aguda polarización que ha caracterizado la vida política de ese país desde el fin del último mandato de Rafael Correa.
El desenlace de este proceso está abierto pero deja lecciones valiosas en un año en el que se producirán importantes procesos electorales en toda la región: el supuesto ciclo regional de predominancia de la derecha está teniendo una vida breve, hay un reclamo por políticas que se preocupen por los vulnerables y la desigualdad, la polarización cansa, la izquierda no puede evitar reflexionar acerca de su diversidad interna y las formas importan cada vez más ante votantes jóvenes que buscan novedad no solo en lo que se les propone sino en la manera de hacerlo.