Incertidumbre en la región
El viejo sistema de partidos parece entrar en una fase acelerada de descomposición
En las próximas semanas se van a realizar varios importantes procesos electorales en América Latina. En todos ellos se está produciendo un alto grado de volatilidad y debilitamiento de los sistemas de partidos y también de incertidumbre política. Ese es quizás el principal dato de la nueva política regional en estos tiempos de pandemia.
El 11 de abril se realizarán las elecciones presidenciales y legislativas en Perú. Por lo pronto no hay casi ninguna claridad sobre cuáles serán los candidatos que podrían imponerse en la primera vuelta y pasar a una vuelta bastante disputada. Las encuestas muestran que hay al menos seis líderes con posibilidades de superar la primera vuelta, la mayoría de ellos con una intención de voto menor a 10%. Por otra parte, el porcentaje de personas que dicen que votarán nulo o no sabe bordea el 20%. Dispersión del voto e incertidumbre es lo que domina por lo pronto.
En Chile, aunque probablemente se postergarán por el aumento del contagio de COVID- 19, se vienen planificando comicios para elegir asambleístas que tendrán como misión diseñar una nueva Constitución. Nuevamente, todo indica que habrá una gran dispersión del voto y una tendencia a apoyar varias candidaturas independientes. Hay consenso en que el viejo sistema de partidos que se estableció desde el fin de la dictadura en ese país está al borde del colapso.
En esos mismos días, en Ecuador se disputará la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, en las que el heredero del correísmo, Andrés Arauz, enfrenta al varias veces candidato, Guillermo Lasso, representante de la derecha de ese país. Los sondeos no son concluyentes y el resultado dependerá en gran medida de la decisión que asumirán los electores del indígena Yaku Pérez que obtuvo un sorpresivo tercer puesto en la primera vuelta.
Como se puede ver en los tres casos, estamos ante escenarios altamente inciertos, en los que el viejo sistema de partidos parece entrar en una fase acelerada de descomposición sin que, por tanto, aparezcan con claridad las opciones que los puedan reemplazar o renovar. Esta inestabilidad con rostro de transformación es preocupante porque sucede en un momento en el que toda la región enfrenta una aguda crisis económica, social y sanitaria que precisa de gobiernos sólidos y sistemas políticos que logren acuerdos para enfrentar esos graves desequilibrios. El drama de América Latina no solo es el efecto destructor de la pandemia, sino su coincidencia con una de las más profundas crisis de gobernabilidad de su historia reciente.