Obama o Romney, la necesaria negociación de Bolivia y Estados Unidos
En gran medida las elecciones del martes en Estados Unidos trazarán para Bolivia el futuro del proceso de normalización de las relaciones diplomáticas con la potencia, tarea que el Gobierno considera necesaria pero no imprescindible.
Demócratas o republicanos? Ésa es la pregunta que dominará el mundo el martes 6 de noviembre cuando unos 213 millones de estadounidenses, que están habilitados, acudan a las urnas para manifestarse sobre la continuidad del demócrata Barack Obama o la instalación en la presidencia de Estados Unidos del conservador Mitt Romney. Este evento también es importante en el país porque el Gobierno discute con sus pares estadounidenses la normalización de las relaciones diplomáticas con el restablecimiento de embajadores y la aplicación del acuerdo marco.
El excanciller Javier Murillo admite que la elección despierta gran expectativa porque —en su criterio— se trata del mandatario que concentra en su persona el mayor poder político, económico y militar en el planeta. De manera que se trata de un acontecimiento que tendrá repercusiones a nivel mundial. Tanto el diplomático como los analistas Fernando Mayorga, Reymi Ferreira y Andrés Guzmán, con matices, coinciden en la necesidad de ajustar el acuerdo marco entre ambos países, suscrito el 7 de noviembre de 2011.
El resultado del martes planteará dos escenarios, uno que podría determinar la reelección de Obama y el otro, más sombrío, que encumbraría a Romney a la Casa Blanca. En el primer caso estaría garantizada la continuidad de las gestiones que llevan adelante la Cancillería boliviana y el Departamento de Estado estadounidense. En el segundo, los analistas admiten que la línea diplomática de normalizar relaciones no variará, pero que la actitud política en Washington será más inflexible y algunos temen que se vuelva a fojas cero.
En una entrevista con Animal Político, publicada el domingo, el presidente Evo Morales expresó su indiferencia respecto de la elección. “Para mí, es lo mismo, ya probamos, ya hemos visto cómo va”. En lo concreto, más allá de quién resulte ganador en las elecciones, Murillo recomienda que es prudente que el Gobierno revise la política exterior respecto a la primera potencia. “En pasadas semanas se había creado una expectativa favorable sobre el restablecimiento del diálogo político-diplomático a nivel de embajadores. Creo que habría que insistir en ese camino. Ello permitiría abordar, al más alto nivel, una agenda constructiva con la primera potencia, dentro del respeto mutuo y la no intervención”.
Sin embargo, no considera que el triunfo republicano lleve a fojas cero los avances logrados. En esa línea, el analista Fernando Mayorga considera que la ruta está trazada y que una actitud “beligerante”, en caso de que Romney sea presidente, no frenará la negociación diplomática.
Para el sociólogo y politólogo, lo que podría afectar son actitudes de política interna. “Tras el anuncio de avances en el acuerdo marco, por inercia, Estados Unidos descertifica a Bolivia en la lucha contra las drogas, eso provoca retroceso cuando había avances. Bolivia estaba propugnando una política de despenalización de la hoja de coca y Estados Unidos interviene para frenarla. En el caso nacional ocurre algo parecido, aparecen circunstancias como las declaraciones del Presidente o de algún ministro que critican duramente a Estados Unidos; eso también provoca retroceso.
Pero la Cancillería boliviana debe seguir en el camino de avanzar a la normalización de relaciones. Obviamente que eso será más factible con Obama en el poder que con una victoria republicana”. Al analizar el impacto de la votación estadounidense en el proceso de normalización de las relaciones bilaterales, Ferreira pide tomar en cuenta que el Departamento de Estado tiene agendas preestablecidas y se mantienen pese a los cambios de gobierno, por lo que considera que tal vez sea necesario empezar de nuevo la negociación, pero tomando en cuenta que las políticas en Washington no cambiarán radicalmente, aunque sí sea diferente la actitud política.
“Creo que con Obama tenemos más posibilidades. Es mayor la opción de dialogar con un presidente demócrata, afroamericano y que es crítico a las posiciones belicistas. En cambio, Mitt Romney está en la línea dura, es por eso que se lo asocia con George W. Bush”, reflexiona. También considera que el triunfo republicano no sólo dificultaría una buena relación con Bolivia, sino con el bloque del Alba (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América).
Ferreira se anima a adelantar el triunfo de Obama, pero en el supuesto de que gane Romney teme que se produzca un retroceso en las relaciones bilaterales, tomando en cuenta la perspectiva conservadora del republicano, pese a que en los debates se cuidó mucho de no diferir con la política de Obama. “Es mucho más inflexible y, por lo tanto, será más difícil que haya una relación fluida de gobierno a gobierno y la normalización de relaciones será más difícil. Si Obama es el ganador, es posible que el proceso de acercamiento y la negociación se vayan optimizando, más aún si tomamos en cuenta que su equipo asesor es mucho más liberal, es mucho más flexible y el propio Obama no es una persona tan dogmática. El Partido Demócrata, en su perspectiva con América Latina, ha sido más conciliador. Con una victoria de Obama hay más posibilidades de que las relaciones bilaterales se puedan normalizar”.
Más allá de los vaivenes en las relaciones entre La Paz y Washington, con descertificaciones, acusaciones y declaraciones, el analista diplomático Andrés Guzmán dice que las elecciones presidenciales de Estados Unidos podrían servir para recomponer las relaciones entre ambos países, sea a través de una reinvención del trato bilateral con la administración de Obama o sea mediante un borrón y cuenta nueva con el posible gobierno de Romney. No obstante, advierte que, por los antecedentes antiimperialistas de las autoridades bolivianas y por la costumbre que tiene el Departamento de Estado de actuar impasiblemente ante los gobiernos contrarios a su política internacional, “parece imposible que mejoren los vínculos entre ambos gobiernos en los próximos cuatro años”.
“Hay varios problemas que los gobiernos de los dos países deben resolver para normalizar sus relaciones a nivel de embajadores, y si bien se ha suscrito un acuerdo marco que contiene los lineamientos para alcanzar ese objetivo, no hubo ningún avance significativo; eso pese a que dicho acuerdo se encuentra plenamente vigente porque ya fue aprobado por la Asamblea Legislativa y porque, al ser vinculante, no necesita ser ratificado en el Capitolio”.
Para lograr la correcta ejecución de dicho acuerdo, Guzmán asegura que es necesario que la próxima gestión gubernamental de Washington defina claramente el papel de Usaid en territorio boliviano, organismo que ha sido acusado de conspirar contra el Estado Plurinacional; que sepa aplicar las acciones de “responsabilidad compartida” con la administración de Evo Morales en la lucha contra el narcotráfico, que según sus propios parámetros ha sido “un fracaso demostrable” en el último tiempo; y, sobre todo, que dé curso a la extradición de Gonzalo Sánchez de Lozada.
Sobre este último punto, si bien es cierto que las autoridades bolivianas no cumplieron con todos los requisitos que exige el Tratado de Extradición entre ambos países, como el de verificar que los delitos por los cuales ha sido imputado se encuentren tipificados en la legislación estadounidense, la Casa Blanca tampoco demostró ninguna voluntad por proceder a la extradición.
La Cancillería boliviana prefiere encarar los avances en las negociaciones con el perfil con que lo hizo hasta la firma del acuerdo marco, por lo que las autoridades de la diplomacia nacional evitaron hacer comentarios previos a la elección. Sin embargo, el propio mandatario Morales le dijo hace una semana al Animal Político que es “deseable” el restablecimiento de embajadores para mejorar las relaciones, pero que le es “indiferente” el resultado de la elección en Estados Unidos porque el país ya logró su independencia y recuperó la soberanía respecto al “imperio”, que este 6 de noviembre decide quién ejercerá el poder de la primera potencia.
‘Se debería continuar el camino de negociación’: Fernando Mayorga es politólogo
En el caso de la negociación que lleva adelante el país, independientemente del partido que esté en el gobierno, creo que se debería continuar el lento camino para normalizar las relaciones. Ya se está en la ruta, con avances importantes. Lo que ocurre en la política boliviana o estadounidense es que se han producido decisiones que han llevado el avance a fojas cero.
‘Hay que profundizar los acercamientos’: Reymi Ferreira es analista
El Gobierno debe seguir en el esfuerzo de restablecer embajadores, aunque si gana Mitt Romney es posible que todo vaya a fojas cero. Se debe profundizar los acercamientos, aunque aún son tibios. Hay que tomar en cuenta, en el caso de Estados Unidos, que su Departamento de Estado tiene agendas preestablecidas y se mantienen pese a los cambios de gobierno.
‘Todo dependerá del trato recíproco’: Javier Murillo fue embajador
No creo que un triunfo republicano nos lleve necesariamente a punto cero en las negociaciones. Todo dependerá del trato recíproco en el respeto mutuo. Hasta las más profundas divergencias se pueden abordar en el plano diplomático, atendiendo a este principio (…) La política exterior boliviana tiene que ser versátil y pragmática.
213 millones de sufragios y 538 electores
Estados Unidos celebra este martes las elecciones presidenciales a las que están convocados, según estimaciones, 213 millones de votantes. Sin embargo, el particular sistema electoral estadounidense define que 538 electores expresarán el reflejo de la voluntad popular.
Este mecanismo es tan particular que permite que quien logre la segunda votación logre la presidencia porque tuvo buen desempeño en los estados denominados clave, de donde salen la mayoría de esos 538 grandes electores. De tal manera que es necesario contar con al menos 270 de esos sufragios calificados para acceder a la Casa Blanca. En la votación de 2000, Al Gore logró el mayor número de votos en las urnas, pero George W. Bush logró los 270 electores por su desempeño, principalmente en Florida.
Más allá de las proyecciones, en las elecciones de 2008 el índice de participación fue del 63,6%, acudieron a votar 131 millones de estadounidenses mayores de 18 años. Históricamente, la tasa de participación aumenta con la edad, es decir, que los jóvenes tienen una menor participación. En 2008, el 48,5% de los jóvenes entre 18 y 24 años acudió a las urnas, ante el 60% de los adultos entre 25 y 44 años, el 69,2% de personas entre 45 y 64 años, y el 70,3% de los mayores de 65 años.
El grupo étnico de origen también es importante debido a que los hispanos son minoría de mayor crecimiento en el padrón; en 2008, el 49,9% de ellos participó ante el 64,4% de blancos que votaron y el 64,7% de afroamericanos. Según el analista Reymi Ferreira, estas consideraciones y el mecanismo de elección, con votos calificados o grandes electores, pueden ser decisivos a la hora de definir quién irá a la Casa Blanca.