El futuro del ‘socialismo del siglo XXI’
Los gobiernos latinoamericanos que comparten ciertos rasgos generales en sus modos de administración, como la recuperación de la soberanía y una presencia fuerte del Estado, parecen tener un norte ya trazado como para verse afectados por la muerte de Chávez, si bien puede advertirse un reacomodo compartido en el liderazgo regional.
El expresidente venezolano Hugo Chávez, muerto a causa de cáncer el 5 de marzo, era el líder de la región que dio fama al concepto de “socialismo del siglo XXI”, con el que identificaba a los gobiernos sudamericanos democráticos que, con diversos matices, dieron la espalda al libre mercado. Quien acuñó la noción fue Heinz Dieterich Steffan, aunque ésta es utilizada como una idea amplia en la que caben muchas características de lo más variadas y nomina a modelos de gobiernos con ciertos rasgos en común, aunque también otras veces dispares.
Si se toma en cuenta esta última consideración, a modo de comodín, para calificar a los gobiernos cercanos, unos más que otros, a Venezuela (Bolivia, Ecuador, Brasil, Uruguay, Argentina y Nicaragua) y más o menos próximos a la implementación de políticas redistributivas, cabría preguntarse a dónde va el “socialismo del siglo XXI” una vez desaparecido el líder más mediático de la corriente.
Si se recapitula brevemente, se tiene que Chávez fue el precursor en Latinoamérica de esta tendencia. Gana la elección en 1998, “cuando Sudamérica era territorio fértil del neoliberalismo, el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) estaba en primer lugar de discusión en las agendas públicas y la integración regional vivía unas olas muy bajas”, describe el politólogo Manuel Canelas.
Chávez fue “el pionero” en cambiar esos rasgos “por la intensidad, duración e influencia de su liderazgo”. Fue importante el discurso en que habló de no mirar al norte sino al sur, “por eso su pérdida es lamentable”, sin embargo, “no es preocupante” quien vaya a tomar la posta porque “ya hay varias postas tomadas por diferentes presidentes. Ya hay una institucionalidad más o menos consolidada de esta nueva dirección de la integración sudamericana”, dice.
El analista Róger Cortez, en cambio, piensa que la muerte del venezolano podría “lesionar un conjunto de iniciativas integracionistas que llevaba adelante amparado por el importante respaldo financiero proveniente del auge del petróleo”.
Es verdad que en un momento Venezuela fue importante como pionero —continúa Canelas—, sin embargo, “no es verdad que todo pivote sobre si Chávez vive o no”.
¿Pero qué es el socialismo del siglo XXI? El concepto permite que se inscriban en él muchas ideas, “no es una doctrina cerrada”, dice Canelas.
Señala que sus características generales son la recuperación de la soberanía nacional y regional con proyectos de integración no subordinados a Estados Unidos o Europa, una presencia fuerte de los Estados a la hora de redistribuir los recursos para grandes capas de la población y un cambio de época con liderazgos populares, y un bloque popular más o menos consolidado que gobierna. “Más que una doctrina es una bandera”, juzga.
Cortez señala que lo que implican esas tres palabras son, en realidad, una aspiración y un enunciado que realmente no llegó a cristalizarse. “Ese paraguas ideológico que intentó construir Chávez no maduró internamente ni llegó a calar externamente. La diversidad de propuestas de los gobiernos sudamericanos que tienen discrepancias con Estados Unidos no ha generado una corriente lo suficientemente homogénea”.
Para este analista y exdiputado por el Partido Socialista 1 de Bolivia, hay unos “rasgos genéricos comunes” que se vieron ya en el pasado, hace medio siglo, con el impulso de las corrientes nacional-revolucionarias. “No se ha estructurado ni un liderazgo ni una dependencia bajo ese denominativo, aunque cada uno de los gobiernos que tuvieron alianzas con Venezuela seguramente las van a preservar”, reflexiona.
La exparlamentaria por el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR) Érika Borckmann, al ser consultada sobre la continuidad de la tendencia, afirma que las políticas “propobre” seguirán en Venezuela en la medida en que tengan los recursos, “pues ese país depende solamente del petróleo”. Sobre quién toma la posta de Chávez, apunta que “será difícil” reemplazar su “fuerte personalidad”. En ese sentido, no cree que pueda hacerlo Rafael Correa, pues Ecuador no ha tenido ni el “peso simbólico ni el geográfico”.
“Se va a dar una pequeña disputa velada entre los líderes de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba) para ver quién toma la posta, además esta organización se debilitará”. También pronostica que en “estas corrientes neonacionalistas” el Brasil va a tomar el protagonismo como modelo progresista.
Helena Argirakis, politóloga, discrepa, pues adelanta que los liderazgos regionales que den continuidad a la integración regional que dejó de mirar a Estados Unidos y Europa —tenga el denominativo que tenga—, va a ser distribuido entre Evo Morales, Rafael Correa y Nicolás Maduro (presuponiendo que vaya a ganar éste las próximas elecciones en Venezuela).
Sobre la terna, prevé que el rol de mayor protagonismo, por su “proyección internacional”, la tendrá Morales, lo cual puede atraer la “mala intención de la prensa comercial” y comenzar a hablarse de una división entre los líderes del Alba. También prevé una intensificación de una campaña mediática contra el Presidente boliviano, pues, desaparecido Chávez, los medios “se centrarán en él”.
En cuanto a las ya inminentes elecciones generales en Venezuela, todos los analistas consideran que no va a haber grandes cambios y se anticipa una victoria “cómoda” del excanciller Maduro, ahora presidente encargado de Venezuela.
Está “claro” que va a haber un voto póstumo; además, el núcleo electoral chavista acompañará favorablemente la transmisión de confianza hecha por el líder fallecido en favor del diplomático. “La oposición no tiene las menores posibilidades de capturar una franja del electorado chavista”, dice Cortez.