Encuesta: ¿instrumento democrático o fachada?
Presentadas como están las cosas, con la ventaja mediática de Samuel Doria Medina, la encuesta que realizará el Frente Amplio no tiene sentido, está claro cuál será el ganador, por lo que realizarlas no tiene otro objetivo que legitimar o por lo menos tratar de darle un barniz democrático o participativo al proceso de selección de una candidatura.
La definición de las candidaturas a la presidencia y vicepresidencia del denominado Frente Amplio (FA) —compuesto principalmente por Unidad Nacional (UN), Nuevo Poder Ciudadano (NPC) y el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR)— es una novedosa forma de elegir, oficialmente nunca utilizada en el país. La “encuesta vinculante” determinará cuál de los precandidatos goza de mayor preferencia en la población y su resultado será de acatamiento obligatorio.
Para la encuesta que el Frente Amplio tiene previsto realizar en abril han anunciado su intención de participar Samuel Doria Medina (UN); Rafael Quispe, exdirigente del Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu (Conamaq), la politóloga Jimena Costas, José Antonio Quiroga (UN) y el dirigente del MNR Erik Morón. En algún momento se habló que podría participar Felipe Quispe, posibilidad que descartó el dirigente campesino de forma categórica.
Los métodos de elección de candidatos —de acuerdo con un estudio de Flavia Freindenberg— van desde formas amplias de participación del electorado hasta las cupulares de un partido.
La más libre de ellas son las elecciones primarias internas abiertas, en las que participan los ciudadanos, sean o no militantes del partido, a través del voto por los precandidatos. Existe la elección primaria cerrada, en la que la votación está restringida a los militantes del partido u organización política. Una tercera forma de definición de candidaturas es a través de órganos colegiados internos de la organización política, que puede ser un ampliado, congreso o asamblea partidaria. La cuarta forma de designación es a través de un organismo ejecutivo del partido, por ejemplo el secretariado, el comité ejecutivo o la dirección partidaria. Finalmente existe la posibilidad de que la elección de candidatos la haga el líder del partido de forma personal. Esta modalidad, cada vez más desacreditada, suele presentarse en organizaciones políticas de poca institucionalidad y débil estructura orgánica.
Una nueva forma de selección de candidato es la encuesta, modalidad que está planteando el Frente Amplio y que tiene como antecedente más próximo el modelo mexicano. El Partido Revolucionario Democrático, en 2012, designó a sus candidatos a senadores y diputados a través de encuestas reconocidas por el Tribunal Electoral de México.
Al respecto los politólogos Andrés Valdez, Cándido Cárdenas y Arturo Aguilar apuntan las ventajas y desventajas del método de selección de candidatos a través de las encuestas. Entre los aspectos positivos, los precitados autores señalan que el método de la encuesta es relativamente barato, rápido, no genera fricciones internas típicas de las campañas internas y puede dar como resultado el estado de opinión del electorado sobre determinadas figuras, lo que puede hacer que los candidatos seleccionados gocen de mayores posibilidades de vencer en una elección. Entre las desventajas los autores anotan que una encuesta es volátil, sus resultados pueden quedar obsoletos ante un público que cambia rápidamente de opinión. Otro factor señalado como negativo es que las encuestas no permiten una discusión partidaria interna ni mucho menos generar debate ideológico, debido a que los entrevistados opinan sobre una figura política y no sobre un programa, generando a mediano plazo que la estructura partidaria deje de tener sentido para convertirse en organizaciones que administran una encuesta.
En el caso que nos ocupa —la encuesta del FA— tiene una gran debilidad como método legítimo de selección de un candidato, debido a que uno de los cinco precandidatos parte con una enorme ventaja respecto a los otros competidores que son apenas conocidos en el ámbito nacional. Doria Medina ha sido ministro, candidato a la Vicepresidencia, candidato a la Presidencia, constituyente y dueño de varias empresas —esos cargos lo han mantenido vigente ante la opinión pública. Otras serían las circunstancias si los otros precandidatos tuvieran la trayectoria o la vigencia nacional de figuras como la de Juan del Granado o Rubén Costas por ejemplo. Adicionalmente, las encuestas urbanas hace años que presentan a Samuel Doria Medina como candidato, mientras que a los otros cuatro nunca se los ha tomado en cuenta.
Presentadas como están las cosas, la encuesta que realizará el Frente Amplio no tiene sentido, está claro cuál será el ganador de las mismas, por lo que realizarlas no tiene otro objetivo que legitimar o por lo menos tratar de darle un barniz democrático o participativo a un hecho que ya está decidido. A estas alturas, a pocos meses de las elecciones, el resultado de la encuesta que definirá que será Doria Medina el candidato presidencial del Frente Amplio servirá como pretexto para no ceder en la candidatura presidencial en las negociaciones con las otras fuerzas políticas opositoras.
El Frente Amplio —que es una amalgama variopinta de líderes de derecha, de izquierdistas resentidos con el MAS y de algunos aventureros como Rafael Quispe— no gana nada con la encuesta, que no deja de ser un método válido para designar candidatos, aunque no en estas circunstancias ni en el contexto planteado por Doria Medina. En lugar de esta innecesaria pérdida de tiempo, que en realidad busca dar una fachada a la designación descontada del candidato a presidente, el FA debería esforzarse en darle consistencia programática a la unión de siglas, partidos y personas que no han logrado estructurar un frente político con un programa alternativo ni superar la identidad política que ha sobrepuesto sobre sus aliados el empresario cementero.