Tuesday 14 May 2024 | Actualizado a 16:36 PM

Chile creó un ‘clima’ de tensión para justificar una invasión a Bolivia y Perú

Uno tras otro, Chile dio una serie de pasos —armamentismo, diplomacia amenazante, ofrecimientos desleales, espionaje— todos los cuales se dirigían a un mismo camino: obtener por la fuerza la supremacía en el océano Pacífico.

/ 15 de marzo de 2015 / 04:07

El mito llevado al extremo de la historia oficial chilena de la Guerra del Pacífico es que ese país se defendió de Bolivia y Perú. El punto medio, aunque también mitológico, de la versión chilena es que el vecino reaccionó violentamente por el impuesto o gravamen boliviano de 10 centavos al quintal de salitre que extraía la Empresa de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, de capitales ingleses y chilenos. La historia lo desmiente, en el sentido en que Chile venía preparando una guerra contra Bolivia y Perú, generando un clima propicio para ésta con anterioridad al referido impuesto al salitre.

Chile buscó el incidente, cualquiera que fuese, que detone su plan inspirado en la doctrina de su expresidente Diego Portales de establecer una supremacía en el Pacífico, bajo la creencia de que sus características geográficas le imponían solo dos alternativas: expandirse o desaparecer. A continuación, se hace una revisión histórica de cómo la política de Chile en el siglo XIX fue la de crear una que se puede llamar ‘temperatura de guerra’.

SÍNTOMAS. Una muestra de que Chile preparaba la temperatura adecuada para la guerra puede ser el modo en que encaró sus relaciones bilaterales. Así, por ejemplo, cuando Lima (Perú) quería firmar con Santiago un tratado de amistad, comercio y navegación, además de uno de extradición, en 1877, Chile guardó silencio, según recuerda el historiador y geógrafo peruano Mariano Paz Soldán en su libro Narración histórica de la guerra de Chile contra el Perú y Bolivia (Tomo I), publicado inmediatamente después de la guerra, en 1884.

Perú elevó esos documentos a rango de ley inmediatamente, el 15 de febrero de 1877. Chile, en cambio, dijo que su Congreso no tenía tiempo y solo se manifestó 17 meses después, pidiendo modificaciones, todas las cuales fueron admitidas por el Perú y ratificadas por su Congreso a mediados de 1878. Chile volvió a callar. Paz Soldán atribuye este silencio al artículo 17 del tratado, según el cual en caso de una desavenencia, de no arribarse a un acuerdo, el tema sería sometido a un arbitraje por una tercera potencia, antes de un rompimiento definitivo.

Pero la doctrina de Portales había echado raíces en la política de Estado chilena incluso antes. Esta política de expansión ya se veía en 1866, cuando Perú, Bolivia y Chile eran aliados contra los ataques de España a cargo del  vicealmirante Luis Hernández-Pinzón. En 1866, cuando la fuerza naval peruana vengaba el bombardeo español de Valparaíso, con la victoria llamada luego “Dos de Mayo”, Chile ofrecía a Bolivia armas y dinero para que el país invada Perú y ceda su departamento del Litoral a Chile.

ARMAMENTISMO. En 1866 —registra Paz Soldán— la alianza seguía viva y la guerra contra España continuaba en derecho, si bien las hostilidades fueron suspendidas de hecho. El tratado de esta alianza de tres países estipulaba que no se podía entrar en conversaciones con el enemigo español sino consultando a los otros dos firmantes; no obstante, Chile celebró un pacto secreto con España en Londres para que se le permita sacar dos corbetas de Inglaterra: el Chabuco y el O’Higgins a cambio de que España saque a su vez sus dos blindados: el Victoria y el Arapiles. Chile hizo esto a espaldas de sus dos aliados.

Algo similar sucedió a fines este año, cuando Chile intentó comprar a Estados Unidos un vapor blindado, el Idaho (luego Dunderberg); una vez más actuó ocultándolo a sus aliados. Por no haber sido lo suficientemente discreto, su embajador en Washington fue destituido, señala el historiador.

En 1871, Chile ya tenía firmada la paz con España, empero, vio por conveniente comprar dos buques blindados: el Cochrane y el Blanco Encalada (que luego serán fundamentales para la ocupación chilena del territorio boliviano).

No contento con los dos buques de guerra, Chile emprendió en 1873, la construcción de la cañonera Magallanes y el transporte Tolten, amén de embarcaciones menores y el fortalecimiento de su batallón de artillería. Hay que resaltar que para el siglo XIX, ese armamento adquirido era de una potencia que ni Perú ni Bolivia podían contrarrestar.   Mientras Chile se armaba, renovó sus exigencias con Bolivia sobre cuestiones emergentes del Tratado de 1874. Al llegar sus acorazados a Valparaíso, el tono de sus diplomáticos pasó de la ofensa a la amenaza.

CONFABULACIONES. Otro modo en que Chile fue tentando su expansión había sido mediante ofrecimientos de protección y cooperación a personajes bolivianos, a quienes apoyaba en sus expediciones revolucionarias a cambio de beneficios en caso de que las revueltas tengan éxito. Esto es lo que el escritor chileno José Miguel Concha llama la “política boliviana” de Chile en su estudio Iniciativas chilenas para una alianza estratégica con Bolivia (1879-1899).

Así, en 1872 llegó Quintín Quevedo a Chile. Enrique Vidaurre, en su libro El presidente Daza, relata que Federico Errázuriz (presidente de Chile), en 1875, propuso a Quevedo apoyo y disimulo en su aventura desestabilizadora a cambio de parte del Litoral boliviano además de ayudarle, “con todo el poder de Chile, en la adquisición del litoral de Arica e Iquique”. Esta misma proposición ya se hizo nueve años antes a Melgarejo.

Pero si Chile acogió y tentó al boliviano Quevedo, un año antes, en 1874, hizo lo propio con el peruano Nicolás de Piérola (luego presidente del Perú), acusa el texto de Paz Soldán a esta figura política que incluso da el nombre a la avenida principal de Lima. Piérola, apunta el historiador peruano, fue armado por Chile y alentado por su prensa a un segundo intento de revolución. “La prensa y el gobierno de Prado (presidente del Perú) callaron; porque no querían provocar cuestiones, sabiendo que Chile estaba armado y que solo buscaba un pretexto”, escribe Paz Soldán.

TRATADO. Otro argumento que utilizó Chile para la agresión fue el tratado defensivo firmado entre Bolivia y Perú en 1873, en vistas a las señales de beligerancia chilena. El espionaje del país transandino tuvo conocimiento de este pacto casi inmediatamente de haber sido firmado, así como lo supo el resto de las naciones vecinas; sin embargo, era una alianza estrictamente defensiva. “Si en la letra o en el espíritu del tratado de 1873 hubiese algo ofensivo al honor, o contrario a los intereses de las repúblicas vecinas, (…) el Brasil, Colombia, el Ecuador o la (…) Argentina, como naciones circunvecinas de las aliadas (Perú y Bolivia), habrían manifestado sus quejas, exigiendo explicaciones y seguridades”, escribe Paz Soldán. Este razonamiento da por el piso con el mito de que Chile vio en el ataque su modo de defenderse; además, fuera del tratado, la alianza peruano-boliviana no tenía ni remotamente ningún preparativo bélico real, como lo prueba el estado precario de ambos ejércitos incluso meses después de la invasión chilena.

DIPLOMACIA. Otro modo con que Chile preparó un clima de beligerancia fue mediante sus agentes diplomáticos, tanto en Perú como en Bolivia. Recuérdese el silencio chileno ante el tratado de amistad con Perú, que le iba a dar beneficio comercial. El caso más emblemático se da en Lima, a través del embajador de Chile en esa ciudad, Joaquín Godoy. En 1873, registra Paz Soldán, este diplomático escribe una serie de oficios ofensivos y amenazantes en respuesta a una supuesta uniformización del impuesto al salitre junto con Bolivia. Esa información era del todo falsa, explicó Perú, pero su conducta se mantuvo en la amenaza.

Con anterioridad al impuesto ratificado en 1878, “el gobierno del Mapocho fue preparando el ambiente necesario para aprovechar la primera causa o motivo según su criterio, por pequeñas que fueren para llevar a cabo la invasión del territorio nacional” (Sic), escribe Vidaurre. En este sentido daba instrucciones a sus agentes diplomáticos residentes en Antofagasta.

Este autor relata que a fines de 1877 el cónsul de Chile en Antofagasta, Salvador Reyes, comenzó a obstaculizar las funciones de las autoridades bolivianas en esa localidad haciendo causa común con el gerente de la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, el inglés Hicks, quien se negaba a pagar una obligación económica impuesta por la municipalidad en base al 3% de renta de cada propiedad, para el mejoramiento del alumbrado público. Es decir, que Bolivia cedía al inglés la explotación de minerales gratuitamente y la compañía no creía que debía devolver a la comunidad su cuota para el alumbrado público…

El prefecto boliviano, coronel Severino Zapata, “no podía consentir como legal el derecho de extraterritorialidad que pretendía asumir el cónsul chileno en favor de Hicks”.

Este asunto meramente local fue sobredimensionado por Chile y llevado a una esfera de conflicto internacional. Reyes llevó su queja al embajador chileno en La Paz, Pedro N. Videla. Éste le contesta mediante un telegrama: este impuesto “en su forma extensa era perfectamente legal, lamento que Ud. Haya tomado intervención oficial”.

Reyes, molesto por la respuesta, decidió dirigirse directamente al ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Alejandro Fierro, que el 25 de octubre de 1877 le contesta favorablemente y se refiere al impuesto como: “atropellos que la Municipalidad está cometiendo con los que resisten el pago de dicho impuesto”. Sobre un hecho menor y local se da incluso una manifestación del jefe de la diplomacia chilena, en lo que puede leerse una orientación del gobierno a la creación de un clima de conflictividad.

En Bolivia, como en Perú, el roce diplomático también tuvo que ver con el salitre. Recapitulando brevemente el origen, hay que recordar que el gobierno de Mariano Melgarejo, en 1868, concedió a la empresa inglesa Milbourne Clarke —luego Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta— extensos territorios en Antofagasta para la extracción de salitre. A la caída de Melgarejo, se declaró ilegal todo lo hecho por éste; no obstante, en noviembre de 1872 una ley autorizó un arreglo para que dicha compañía continúe con la explotación, pero pague 10 centavos por cada quintal de salitre. Esto se ratifica con la ley del 14 de febrero de 1878, aún cuando la empresa inglesa-chilena no tenía derechos, si se considera que se había revocado todo lo dictado por Melgarejo.

Este impuesto, que nunca pasó de una intención, es enarbolado por Chile para crear la tensión desde su diplomacia (además, hay que recordar que una vez que Santiago ganó la guerra, cobró un impuesto de 1,5 pesos al quintal de salitre, lo que no impidió a los salitreros chilenos e ingleses hacerse ricos de todos modos).

En noviembre de 1878, el embajador chileno en La Paz rechazó el gravamen con una nota que hace que se suspenda: “la negativa del gobierno de Bolivia a una exigencia tan justa como demostrada, colocaría al gobierno de Chile en el caso de declarar nulo el tratado de límites que lo ligaba a ese país y a las consecuencias de esa declaración”. Chile toma como pretexto el impuesto para romper un pacto de límites y “sus consecuencias”, es decir la paz.

El tratado de la concesión daba la posibilidad a un arbitraje, que es aceptado por Chile a condición de que se suspenda la medida de la controversia. Ya en enero de 1879, a un mes de la guerra, Bolivia acepta la condición chilena para que se inicie un proceso de arbitraje; sin embargo, el buque blindado Blanco Encalada se mece amenazante frente a la costa de Antofagasta.

El prefecto Zapata ordenó, el 8 de enero, la detención de Hicks y el embargo de su empresa para que se cumpla el impuesto. El inglés logró huir refugiándose en el Blanco Encalada con la ayuda de Reyes. “Los hilos que manejan la actitud del cónsul chileno se hallan movidos por la mano del propio ministro de Relaciones Exteriores de Santiago, Alejandro Fierro”, acusa Vidaurre.

Días antes, Bolivia pidió explicaciones por la presencia de la nave de guerra y Chile dijo de manera falaz que la presencia del Blanco Encalada no tenía “el significado, ni el objeto que el gobierno de Bolivia le atri-buía”. Confiado en esto, el 1 de febrero Bolivia rescindió el contrato con la Empresa de Salitres… Si Chile consideraba que el impuesto era razón suficiente para una guerra, la rescisión era aún peor.

FUNCIONARIOS. Los empleados diplomáticos chilenos hicieron las veces de espías con anterioridad a la guerra. Pero, estos actos se intensifican en la víspera de la invasión. Por ejemplo, según el libro de Vidaurre, el 31 de enero, Nicanor Zenteno escribe a Enrique Villegas (diplomático de Chile en Calama uno y en Mineral de Caracoles el otro) un mensaje cifrado: “Por el puesto oficial que desempeño de observar vigilantemente la actitud, medidas y movimientos del gobierno y autoridades bolivianas, que pueden en cualquier manera afectar el desarrollo posterior de los sucesos…”. Luego, “la reserva que exige esta clase de vigilancia por doble motivo de su propia delicadeza y del mal efecto que produciría su transparencia en caso de que la cuestión tomase un giro amigable, me ha hecho dirigirme a usted como la persona cuya discreción, celo e inteligencia me inspiran entera confianza, a fin de que usted me tenga al corriente de todo suceso que afecte el estado de cosas que dejo indicado, y principalmente sobre la aproximación o movimiento de tropas de línea que pudieran venir por el camino de Potosí”.

El 6 de febrero, a ocho días de la invasión, Villegas respondió: “Recibo su telegrama cifrado (…) la noticia que usted me dice que ha tenido de que vienen en camino para este mineral 300 hombres de tropa, carece de toda verdad. (…) A mi juicio no hay nada que temer en este lado”. “En Calama y Atacama sé con toda seguridad que solo hay 10 buenos rifles en cada una de las poblaciones. Como usted ve, tal cantidad de armas no merece la pena de tomarse en cuenta, ni menos tenerle recelo alguno en un caso dado”.

Meses antes, Chile promovió y financió el traslado de desocupados chilenos al Litoral boliviano para que éstos formen una “quinta columna” el momento de su ataque. Uno tras otro, Chile dio una serie de pasos —armamentismo, diplomacia amenazante, ofrecimientos desleales, espionaje— todos los cuales se dirigían a un mismo camino: obtener por la fuerza la supremacía en el océano Pacífico.

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El desplazamiento del camachismo

Una entrevista a profundidad con el abogado y conocedor de la política cruceña, Vladimir Peña.

/ 12 de mayo de 2024 / 06:58

El Punto sobre la i

Tras un tumultuoso ingreso en la política, que logró sus puntos más altos con el derrocamiento de Evo Morales en 2019 y la elección de Luis Fernando Camacho como gobernador cruceño en 2021, la potencia del camachismo hoy aparece disminuida. Atrás quedaron las jornadas de movilización que apelaban a la épica de una cruzada regionalista, con sobrados tintes religiosos y cargados de emotividad.

La última elección en la Asamblea Legislativa Departamental (ALD) de Santa Cruz evidenció el paso de Creemos, la agrupación liderada por Luis Fernando Camacho, de ser la fuerza política dominante en el espacio cruceño a su establecimiento como una minoría aislada. El pasado viernes 3 de mayo, el asambleísta Antonio Talamás (Creemos) fue elegido como presidente del ente legislativo, en reemplazo de Zvonko Matkovic, con 21 votos a favor, cuatro en contra y uno nulo. La elección fue realizada por plancha, de forma tal que el sector camachista del oficialismo departamental quedó fuera de la directiva.

Se trata del episodio sintomático más reciente del declive del camachismo, que sobrevive sin un norte claro. Con todo, expresa el momento actual de un largo, intenso y apasionante proceso. Conversamos al respecto con Vladimir Peña, abogado, analista político y amplio conocedor de la realidad cruceña. Desde el lugar que ocupó en la Gobernación cruceña, como secretario de Gobierno, tuvo un lugar privilegiado para comprender las estructuras del poder local y a sus protagonistas.

¿Cómo llega el camachismo a este momento donde aparece debilitado?

Habrá que ir por una parte al origen de Creemos y ver si como tal es un proyecto político, más allá de la tipología organizativa. Es verdad que se creó al fragor de la revuelta ciudadana en 2019, que tuvo mucho apoyo, pero considero que ese apoyo estaba asentado esencialmente y casi únicamente en el liderazgo de Luis Fernando Camacho. Ahora, tres años han sido suficientes para comprobar que era un liderazgo insustancial en términos de cultura política. Más allá de la situación de la detención, abstrayéndonos de todas esas circunstancias, creo que la administración de la Gobernación ejemplifica que ni el liderazgo ni el proyecto estaban capacitados para dirigir una institución tan importante como el Gobierno Autónomo Departamental de Santa Cruz.

Entonces, esta desintegración que se está viendo en Cremos hoy, precisamente tiene que ver con el liderazgo de Camacho y también con su poca cohesión como organización política. Creemos supeditó su futuro al liderazgo de Camacho y no supo responder a diferentes crisis. No hubo nadie que ponga un alto a los excesos del líder, desde congelar al vicegobernador, hasta tomar la determinación de dirigir la Gobernación desde la cárcel. ¿Por qué? Porque el gran error de Camacho es pensar en sí mismo. Sólo pensó en sí mismo y no pensó en Santa Cruz.

Cuando uno mira hasta ahora las discusiones de la gente de Creemos, es entre ellos. Lo que pasa con lo de las comisiones en estos días en la ALD o lo que abrió la discusión sobre el tema del vicegobernador: es un tema de desconfianza, de supuestas traiciones. Nunca se hacen en cargo de sus decisiones. Cuando subieron el decreto departamental 373, dijeron que no lo habían aprobado, después que sí, luego que no lo habían firmado, apareció firmado. Toda una cadena de explicaciones que al final devela el manejo que han tenido.

Sin ánimo de ser determinante en esto, considero que lo que hemos visto en estos tres años de mandato es suficiente para darnos cuenta de que estamos en un proceso involutivo en el desarrollo de nuestra autonomía.

¿Cómo se puede valorar el desempeño de gestión pública en la Gobernación durante el periodo actual?

Hay un gran déficit. Si bien probablemente ante los ojos ciudadanos, por la agenda mediática, puede atraer el fraccionamiento, el enfrentamiento entre grupos de Creemos, tanto en la Asamblea Legislativa Plurinacional como ahora en la propia Gobernación y la ALD, creo que el mayor problema y el gran déficit ha estado en la gestión. Si uno lee el programa de gobierno de Creemos y analiza su administración, no se encuentra el objetivo. Lo poco que han hecho ha sido seguir algunas líneas de la administración anterior. Lo que han intentado hacer como algo nuevo, les ha salido mal.

Cuando uno revisa, dijeron que ellos van a cambiar la política respecto a los avasallamientos y todo lo que tiene que ver con la tierra. Hicieron un par de intentos para constituir la Comisión Agraria Parlamentaria y luego no hicieron absolutamente nada. En términos de desarrollo provincial, las provincias están avanzadas. En términos de salud, no han sido capaces de implementar el hospital de Montero. Y así uno puede seguir mostrando ejemplos, pero la conclusión es la misma: una gestión muy deficiente y en términos políticos sin horizonte, sin rumbo. Dijeron que iban a profundizar la autonomía para pasar a un federalismo. Lo cierto es que ni profundización de la autonomía, hemos ido para atrás, y de federalismo ni una hoja.

¿Cómo queda la discursividad camachista, esta apelación al regionalismo?

Dos reflexiones sobre eso. La primera, si algo bueno se puede extraer de la presencia del camachismo, es que el camino de la radicalidad no conduce a ningún lado. Puede ser que en un momento de efervescencia la espuma suba, pero tiene límites y después vuelve a bajar. Pero, no alcanza para salir de Santa Cruz. Considero que es ya ahora un discurso agotado y que la gente comprende que no lleva a ninguna parte. Por eso inclusive el viraje del propio Comité Cívico. Temo que los que se han anclado en el discurso cruceñista lo han mal utilizado y lo han malgastado; y no han sabido encontrar un nuevo relato. Y por eso, ante la carencia de una nueva propuesta, vuelven a lo mismo. Ven que eso no lleva a ninguna parte, pero por otro lado tampoco encuentran un discurso nuevo y menos uno que pueda ser homologable con todo el país.

Ahora, también considero que la crisis va a ir mucho más allá del camachismo. Creo que esta crisis hace ver que probablemente estamos en un cambio de época también en Santa Cruz. La autonomía tiene que ser eso. Nuestra autonomía tiene que hacernos ver que nuestra institución (la Gobernación), no tiene que supeditarse a un sistema tradicional de poder. Que la autonomía tiene que dar la posibilidad a que haya competición electoral entre diferentes proyectos políticos que pretenden dirigir Santa Cruz y no canalizarlos todos a un solo cauce; que es lo que ha definido, de alguna manera, las elecciones en el último tiempo, bajo el nombre de unidad o cualquier otra cosa.

El debate que se abre es si nuestra autonomía se ensancha para competir democráticamente o si se utiliza, como utilizó Camacho, el discurso del antimasismo precisamente para evitar que haya un sistema electoral competitivo.

¿Qué porvenir puede tener el estilo de hacer política del camachismo, cuya impronta más notoria fue la confrontación?

También es muy parecido en eso a la radicalidad del evismo. Al final se torna disruptivo, talvez también en eso se asemejan. Pero está claro, independientemente del camachismo o el masismo, o una facción de este último, que los radicalismos tienen límites. No estoy muy de acuerdo con esto de generalizar en la polarización, sino en la radicalización. Los extremismos tienen límite. Puede ser que en algún momento te hagan ganar votos, puede ser que te den instituciones, pero cuando tienes que asumir y administrarlas como tal, pues bueno, ahí se acaba el discurso y hay que actuar.

Ya vemos que para muestra basta un botón, como se dice. Querían las instituciones, pero ahora, por ejemplo, con la brigada parlamentaria cruceña no saben qué hacer. Entonces, ¿para qué querían las instituciones? Así, es verdad que se puede ser radical en la forma, pero sin ningún planteamiento.

Y al final eso termina siendo humo, viene el viento y lo disipa. Si no, miremos lo que pasó con el federalismo. Camacho, en los casi dos años que estuvo ejerciendo la titularidad se sostuvo a puros golpes de efecto. Cuando salió el tema de ley de legitimación de ganancias ilícitas y luego los gremialistas y otros movimientos se apoderaron y le doblaron la mano al Gobierno, rápidamente Camacho se planteó el tema de federalismo, sin haber escrito media hoja. Entonces, eran los golpes de efecto, precisamente por esta radicalidad.

Uno puede ver en Javier Milei, por ejemplo, una radicalidad. Uno puede compartir más o menos su idea o estar totalmente en contra, pero tiene un sustento, por lo menos. La radicalidad del camachismo era superflua y al final eso se vuelve en contra. Al final eso es favorecer a tu oponente. En este caso, el MAS. Si tu radicalidad es simplemente discursiva, bronca, áspera, delirante, y no tienes cómo sustentarla, pues eso, más temprano que tarde, termina diluyéndose. De alguna manera, eso es lo que le ha pasado al camachismo.

Hubo un momento de inflexión en la política cruceña con el paro de los 36 días en 2022. ¿Cómo ha jugado esto en perspectiva?

Fue una causa buena que fue estropeada por malas decisiones y porque esencialmente Camacho pensó que podía repetir la épica de los 21 días y el rector de la Universidad Gabriel René Moreno, que era el coordinador, no tuvo la suficiente energía ni valor para detener a Camacho.

Cuando uno mira los 36 días en retrospectiva, pues Camacho ahí amenazó al propio rector, Vicente Cuéllar, que claramente tenía otra posición. Lo hizo en la propia universidad, con aquello de la muerte civil. Camacho tuvo la oportunidad de resolver esto la primera semana, pero pensó que podía derrotar al gobierno y eligió el camino que mejor sabe. Obviamente, su fuerza estaba en la calle. Pensó que podía nuevamente agitar a Santa Cruz, que podía hacer una resistencia más dura al gobierno. Le fallaron los cálculos o no previó una situación de que la gente ya no quería seguir con esa forma. Camacho subestimó a Santa Cruz, pensó que era dar una orden y automáticamente resistir otra vez.

Está claro que, mientras las cámaras y los medios de comunicación mostraban a los que salían a bloquear las calles y avenidas de Santa Cruz, no había tantas cámaras para mostrar a la gente que se quedaba con mucha rabia e impotencia en casa. Y eso es lo que pasó. Al final, el paro de los 36 días le jugó en contra porque Camacho jugó a doblarle la mano al Gobierno y la gente ya no le respondió de la misma manera porque era absurdo.

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Fue un absurdo el paro. La causa era positiva, pero las formas se equivocaron. Terminaron malgastando dos los institutos de la forma de lucha de Santa Cruz que han sido tradicionales, sí, pero también efectivas en su momento: el cabildo y el paro cívico. Al final, en el cabildo no sabían qué determinaciones asumir, porque claramente estaban con mucha improvisación. Y por otra parte, en el tema del paro cívico, se confecciona algo que los cruceños, los bolivianos, rechazan en su mayoría: el bloqueo, el abuso, el atropello, el impedirle al otro que pueda transitar. Los 36 días terminaron pasándole un alto costo por los excesos.

Además, la economía ya no era la misma la gente lo sufrió. Santa Cruz quedó herida, quedó desquebrajada, porque entre vecinos se terminaron enfrentando ya en las últimas semanas. Nadie se ha dedicado a reparar esos daños, esas heridas que todavía quedaron socialmente en Santa Cruz.

¿Cómo se podría caracterizar la situación actual del camachismo y sus perspectivas?

Están pasando por malas horas. La gente tiene muy claro que no han tenido capacidad de gestionar, de construir un proyecto político, menos actuar de forma colectiva en todos los espacios de representación democrática que les confiaron los cruceños; los han malogrado y su papel es paupérrimo en términos de oposición al gobierno de MAS. La radicalidad, de alguna manera, termina favoreciendo al oficialismo porque la gente piensa que, si esa es la alternativa, complicado elegir.

En Santa Cruz, considero, se van a reducir. No veo un proyecto político a nivel nacional, porque a estas alturas ya han renunciado a esa posibilidad. No han hecho un partido, una organización de carácter nacional, más allá de las cuestiones de siglas. Su principal aliado, Marco Pumari, fue el primero en graficar lo que era Camacho y más allá del resultado en 2020, la situación ha ido a peor.

Ahora, ¿se van a anclar en Santa Cruz? Sí. Y sí, se van a anclar recurriendo al discurso de víctimas. Apelarán al victimismo, que es lo que les queda, por la detención arbitraria e ilegal contra Camacho. Desde ahí van a tratar de resurgir. Van a tratar de denostar al gobernador en ejercicio, Mario Aguilera, por su alianza con el MAS, para de alguna manera cubrir sus propias falencias. Van a ir contra la administración actual de la Gobernación para justificar que el camino de las radicalidades es la única vía para Santa Cruz. Entonces, desde su perspectiva, la cuestión va a ser elegir entre los funcionales, que van a representar en Aguilera y el establecimiento cruceño que lo apoya, y ellos, que van a tratar de retomar lo disruptivo. ¿Cuánto de Santa Cruz puede seguir este discurso? Yo me temo que la gente está cansada, pero también va a exigir de la posibilidad de que surjan nuevas alternativas y nuevos discursos, nuevos relatos. Hay una nueva etapa, pero el camachismo todavía tiene armas para seguir peleando.

¿Cómo queda la política cruceña?

Se había generado una expectativa en el país respecto de las potencialidades de Santa Cruz, inclusive antes del camachismo. En eso ayudó de forma determinante el proyecto político de Demócratas, pero fundamentalmente pienso que esa expectativa se generó a partir de la cantidad poblacional de Santa Cruz. Lo que ya es una realidad y que seguramente el censo lo va a reconocer formalmente para las cuestiones históricas del país, que Santa Cruz se convierte en el departamento más poblado. En 70 años este departamento pasó de ser el quinto al primero en cantidad de habitantes. Adicionalmente a eso, la capacidad económica de Santa Cruz, la generación de oportunidades, la migración, la composición de esta nueva Santa Cruz del siglo XXI, mucho más heterogénea, con ciertas complejidades también, propias de las sociedades multiculturales; y que no ha sabido encontrar una élite que pueda gestionarla adecuadamente.

Pese a todo, la gente miraba con expectativa que desde Santa Cruz se pueda gestar un proyecto político alternativo al MAS. El camachismo aportó a esta idea de la resistencia en 2019, pero la gente ve ahora que la misma tenía pies de barro cuando mira al camachismo. Lo que más me pesa es que la gente tiende a verse decepcionada por la falta de construcción de alternativas. En términos políticos, son dos cosas elementales: resistir y construir alternativas. Santa Cruz tenía o tiene potenciales para las dos. La resistencia está comprobada, aunque ahora estamos en horas bajas por todo lo que ha sucedido.

Más allá de que sea Camacho o no, que era impensable en otro tiempo que el gobernador de Santa Cruz termine preso en una cárcel de La Paz. Eso a nadie se le hubiera ocurrido. Pero bueno, los hechos son así.

Pero, cuando tenemos, creo, el declive del Gobierno del MAS, ya casi definitivo; cuando el MAS muestra su peor versión o su versión original, sin fachada; cuando hay una serie de acusaciones entre evistas y arcistas, es que hay un proyecto agotado. Hemos pasado del proceso de cambio al proceso de decadencia. La gente exige alternativas y ahí Santa Cruz tendría que estar liderando un proyecto para todo el país. Y este es el déficit, y esta es la gran pérdida, más allá inclusive de la Gobernación, de nuestra autonomía.

(*)Pablo Deheza es editor de Animal Político

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Gaza y el destino de la humanidad

Los sucesos de violencia en Gaza hablan el futuro de la humanidad, algo que ha sido puesto en juego, una y otra vez, por las potencias occidentales.

Israel no da tregua a su ataques contra la Franja de Gaza pese a los llamados de la comunidad internacional para una tregua humanitaria.

Por Juan Pablo Neri Pereyra

/ 12 de mayo de 2024 / 06:45

Dibujo Libre

Este texto lo he postergado durante semanas. No porque lo considere innecesario, sino por la dificultad para escribirlo. ¿Cómo expresar la frustración y la rabia sin caer en algún tipo de exceso que le reste fuerza a mi argumento? Estamos en puertas de una matanza sin precedentes en nuestro siglo, en Rafah, lo que queda de la Franja de Gaza, en territorio palestino ocupado. El Estado de Israel lleva más de 200 días cometiendo un infame genocidio, con el apoyo total e incondicional de las potencias occidentales y ante la mirada absorta e impotente del resto del mundo. Esto, sin contar los 75 años previos de violencia sostenida.

El genocidio que lleva a cabo Israel representa varias cosas. Por un lado, la fase tardía de la decadencia moral y hegemónica de occidente. No importa lo que hagan, los gobiernos de las potencias occidentales nunca más podrán recuperar su posición moral de defensores de las libertades y los derechos universales. Ellos son los genocidas. Por el otro, representa una de las mayores contradicciones históricas. El Estado de Israel justifica una masacre y una limpieza étnica, a partir de apelar a la memoria del Holocausto. No puede haber nada más abyecto e infame que esto. Se trata de una operación impulsada por una versión incomprensible, en términos históricos, de nacional socialismo judío, denominada sionismo.

Finalmente, los sucesos de violencia en Gaza representan el destino de la humanidad. Un destino que ha sido puesto en juego, una y otra vez, generalmente, por no decir siempre, por las mismas potencias occidentales y, en particular, por Estados Unidos. Así es, el genocidio en territorio palestino nos compete a todos, sin excepción. El destino del pueblo palestino es el destino de la humanidad. Como lo fue, en su momento, el del pueblo judío en la Alemania nazi. No porque fueran judíos, ni porque ahora sean palestinos. Ni la identidad religiosa, ni la identidad nacional juegan un papel en esta ecuación. Sino por la Idea humanista, ilustrada y universal de humanidad. Si el mundo permite que se efectúe el genocidio que impulsa Israel, perderemos todos.

Me refiero a la Idea de humanidad que fue proclamada por los revolucionarios franceses; la que fue materializada y puesta en práctica por los revolucionarios haitianos; la misma Idea que fue defendida por los republicanos españoles en contra del fascismo franquista; la que fue ungida por revolucionarios como Patrice Lumumba u Ho Chi Minh; la Idea que fue claramente planteada por Fred Hampton y Huey Newton, frente al racismo y al clasismo institucionalizados en Estados Unidos. Esa Idea que hoy está siendo defendida por los juristas sudafricanos en la Haya y por los estudiantes universitarios de todo el mundo, a pesar de la implacable y reaccionaria violencia de sus gobiernos e instituciones.

Las potencias occidentales, como Alemania, que en el presente intentan acallar, con toda su furia, cualquier voz de apoyo al pueblo palestino, no hacen más que exhibir su cobardía. O, en el caso de Estados Unidos, su desdén imperial por la vida del resto del mundo. Tal y como expresaron con claridad pensadores revolucionarios, como Aimé Césaire y Frantz Fanon, el trauma de occidente, en un sentido freudiano, sobre el holocausto judío, se debe a que aplicaron en su continente “los mismos procedimientos coloniales que hasta entonces habían estado reservados exclusivamente a los árabes de Argelia, a los culis de la India y a los negros de África”. Ahora intentan lavar su imagen de genocidas como mejor saben, apoyando la mayor violencia genocida sobre el pueblo palestino.

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A esto me refiero cuando señalo que el genocidio en Gaza representa la decadencia de occidente. Las potencias occidentales nunca estuvieron a la altura de poner en práctica los principios universales ilustrados. Esa tarea fue realizada, siempre, desde abajo y más allá de occidente. En sus excolonias, en las calles, en las universidades y en las revueltas. Por su parte, las potencias occidentales nunca dejaron de ser absolutamente racistas, colonialistas y violentas. Si las potencias occidentales representan el holocausto y la muerte, en el resto del mundo se halla la esperanza del espíritu universal.

La Idea de humanidad que defiendo, en este caso, es universalista. El derecho de vivir en paz, con dignidad, con igualdad y con libertad, para todos. Esa es la Idea que está en juego ahora. Esa es la Idea que el proyecto nacional socialista de Israel pretende sacrificar. Es simplemente lógico, en términos históricos, concluir que, para las potencias occidentales, encabezadas por Estados Unidos, sea tan importante brindar su apoyo a Israel, su bastión en el medio oriente. No solo por el trauma de genocidas explicado previamente. Sino porque todo imperio en decadencia reafirma su orden desigual con mayor violencia en su etapa tardía. El imperio de occidente se fundó históricamente en la negación de la humanidad del resto, los no-occidentales.

Edward Said, uno de los intelectuales más humanos del siglo XX, dedicó su vida a desentrañar la lógica cultural abyecta, detrás de la empresa imperialista de occidente. Es decir, la construcción de una narrativa, tanto de exotización, como de negación de la humanidad, de todas las poblaciones no-occidentales. A esta labor la denominó orientalismo. Una representación fundamental errónea, generalizadora y envilecida del resto del mundo. Esta es la narrativa que ha promovido Netanyahu, el actual primer ministro de Israel, durante las últimas tres décadas, para justificar el genocidio que hoy lidera impunemente. Las potencias occidentales siguen siendo, fundamentalmente, orientalistas. Ya sea que promuevan políticas de “cooperación”, o masacres, su enfoque siempre ha estado fundamentalmente errado.

En lo que respecta a los objetivos concretos del Estado de Israel, es decir, la construcción sionista de su espacio vital, a partir de la limpieza étnica del territorio, la realidad es aún más abyecta. Esto es algo que ya fue notado, de manera muy clara, por Said -intelectual palestino- y por Israel Shahak -intelectual judío israelita-, el proyecto del Estado de Israel siempre fue esencialmente racista. La noción de construir un Estado cuyo territorio esté reservado únicamente para judíos, sobre todo blancos, es una anomalía en la historia de los Estados modernos. El único paralelo histórico a este proyecto, fue el “lebensraum” promovido por Hitler.

La realización material de este objetivo supondrá la obliteración impune de la Idea de humanidad universal a la que me refiero a lo largo de este texto. El sionismo debe ser frenado y, en última instancia, derrotado. Y, con él, también la cobardía y la vileza de occidente. Afortunadamente, existen pequeños destellos de esperanza, en las movilizaciones, las protestas y las voces que se manifiestan en contra de este genocidio, a lo largo y ancho del globo. Pero la esperanza siempre ha sido un poco tonta y demasiado triste.

 (*)Juan Pablo Neri Pereyra es politólogo y antropólogo

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A 206 años del nacimiento de Karl Marx

La obra del filósofo alemán continúa siendo una invitación a pensar del devenir de la política y las posibilidades revolucionarias.

/ 12 de mayo de 2024 / 06:25

Dibujo Libre

En una carta de Karl Marx a Arnold Ruge, enviada en 1843 (y publicada en 1844 en los Anales Franco Alemanes), en la que describía la tarea pendiente del movimiento comunista para un verdadero cambio revolucionario, el autor escribía:

“El mundo ha estado soñando por mucho tiempo con la posesión de una cosa de la cual, para poseerla realmente, debe tener conciencia. Será evidente que no se trata de trazar una línea mental divisoria entre el pasado y el futuro, sino de concretar los pensamientos del pasado. Finalmente, será evidente que la humanidad no está comenzando una nueva tarea, sino que está llevando a cabo de manera consciente su antigua tarea”.

Estas líneas de Marx repasan una larga tradición de pensamiento sobre la potencia , es decir sobre aquello que se guarda y aguarda a desarrollarse y que se resume en la idea de que lo nuevo consistiría en hacer florecer lo antiguo, es decir, que el verdadero cambio se encuentra en la existencia de un potencial revolucionario que yace en el pasado y se prorroga hasta el presente. De esta manera, el cambio político no sería más que actualización consciente de la potencia histórica de un pueblo, potencia que debe ser parte del programa político para un cambio revolucionario. Por ello la revolución estaría pre determinada en la historia de un pueblo y en sus condiciones de posibilidad.

Un revolucionario debería conocer tanto de teoría política como de las determinaciones históricas del pueblo que pretende llevar a la revolución.

Marx hizo afirmaciones semejantes en el desarrollo de sus escritos, que lo llevaron a elaborar una teoría multilineal de la historia, que se la puede ver tanto en los “Grundrisse” como en la “Contribución a la crítica de la economía política”. A los modos de producción antiguo (o grecorromano) basado en la esclavitud, el feudal (o europeo) basado en la servidumbre, y el moderno (o burgués) basado en el trabajo asalariado, Marx introduce un modo de producción asiático (o precapitalista, basado en una forma de propiedad comunal).

Marx enfatiza estas tendencias de multilinealidad durante la última década de su vida. En sus notas de 1879 sobre Kovalevsky estudia las relaciones sociales y especialmente los cambios en las formas de propiedad comunal tanto en América como en la India , y la carta a Vera Zasúlich de 1881 explica sus preocupaciones por explicar el potencial revolucionario de una situación dada, actualizada por la acción voluntaria, y atendiendo a la situación rusa.

La potencia es, para Marx, siempre histórica y colectiva, es decir, es parte de un movimiento que anula el estado actual de cosas, en otras palabras, la potencia es un recurso sin explotar que nos lega el pasado pero que habita la situación presente, y que en determinados momentos puede explotar y al hacerlo, redefinir el camino o la ruta histórica de una determinada sociedad.

Para Baruch Spinoza, el filósofo holandés del siglo XVII que fue ampliamente leído por Marx, la potencia de un cuerpo es su esencia, es decir: todo lo que puede hacer y padecer, aquello de lo que es capaz es su esencia.

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En el llamado “estado de naturaleza” es decir, en un mundo sin ley ni deber moral, el derecho de un cuerpo es su potencia. Un cuerpo puede destruir lo que no le conviene o le resulta nocivo y puede asociarse con lo que le conviene o le resulta útil. Para Spinoza nada es más útil para un ser humano que otro ser humano. Cooperando y asociándose, los individuos componen un cuerpo más potente, más fuerte, más sorprendente. De modo que la presencia de otro no limita a un individuo, por el contrario, incrementa su potencia. Diez personas pueden producir mucho más juntos que por separado. Por ello la potencia es siempre colectiva. Un modo de producción no es más que una expresión de la potencia. La potencia es la inmanencia de la vida de los seres humanos, la vida se potencia y se desarrolla transformando la realidad, constituyendo la realidad.

En una de las exposiciones del filósofo francés Gilles Deleuze sobre Baruch Spinoza , la potencia es relacionada directamente con la vida, es decir lo que hace posible a la potencia es la vida. Deleuze hace referencia a la tristeza que precisa aquel que somete, es una tristeza que se precisa para evitar la revolución.

Sólo a partir de la tristeza de la vida es posible someter al ser humano. Sin embargo, lo que pone de manifiesto Deleuze, a partir de su lectura de Spinoza, es que sólo la vida, la potencia de la vida, puede expulsar la sumisión. Así la vida debe entenderse como potencia, pero ante todo potencia revolucionaria que puede cambiar el estado de cosas actual.

El pasado 5 de mayo se recordaron 206 años del nacimiento de Marx y su obra continúa siendo una invitación a pensar del devenir de la política y las posibilidades de reinvención de la potencia revolucionaria que la habita.

(*)Farit Rojas Tudela es abogado constitucionalista

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Ni estatales ni independientes, periodistas

Una reflexión a propósito del Diá del Periodista Boliviano, que se celebra cada 10 de mayo.

Freddy Morales en Piedra, Papel y Tinta. Foto: La Razón.

/ 12 de mayo de 2024 / 06:10

Sala de Prensa

Hay periodistas buenos y malos. Y por lo menos la mitad o más de los periodistas del país, son los malos. Esa es la partición en que han incurrido las Asociaciones de Periodistas de La Paz y de Bolivia para dividir a sus afiliados. A los periodistas malos los ha denominado “estatales u oficialistas”. En esa lógica arbitraria, define como independientes a “sus” periodistas, a los probos, los profesionales, que no mienten ni manipulan, en fin, a quienes hacen periodismo, lo que lleva implícito “que son opositores al Gobierno”. Este absurdo está ocurriendo.

El Estatuto de la Asociación de Periodistas, manda exactamente lo contrario. En su capítulo I, punto cuarto, inciso f ) sobre los objetivos dice “Mantener la unidad de sus asociados estrechando vínculos profesionales y sociales…”

En febrero del año pasado, las Asociaciones de Periodistas junto al Comité de Defensa de la Democracia (CONADE), y una veintena de instituciones similares, presentaron a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, un informe de violaciones a derechos humanos cometidos por el actual gobierno, en una audiencia virtual con Julissa Mantilla, presidenta de la CIDH.

En 50 páginas, sostiene por ejemplo que, “el supuesto Golpe de Estado de 2019 es utilizado por el Ministerio Público y las autoridades para perseguir a los opositores. La gran cantidad de presos políticos que existen en el país son acusados…” en desconocimiento a las recomendaciones del Grupo Internacional de Expertos Independientes (GIEI) que durante ocho meses investigó en Bolivia los hechos de 2019 y recomendó: “es fundamental que se avance en las investigaciones y los procesos judiciales de rendición de cuentas por los hechos documentados en este informe y otros similares”.

Las organizaciones periodísticas defienden a “grupos como la Resistencia Civil La Paz, la Resistencia Juvenil Cochala y la Unión Juvenil Cruceñista están en detención preventiva por delitos menores”. En el informe del GIEI se detallan, en más de 20 páginas, los hechos violentos contra la población ejercidos sobre todo por la llamada Resistencia Juvenil Cochala durante los eventos de 2019. “El GIEI tuvo acceso a más de 20 videos donde se puede observar a personas con distintivos de la RJC ejecutando actos de violencia, racismo y discriminación en contra de civiles…”.

Dicen las instituciones de periodistas que “…las fuerzas uniformadas (FFAA) hicieron uso proporcional de la fuerza contra manifestantes que poseían armas de fuego, dinamitas y otras durante los sucesos de noviembre de 2019 cuando se produjeron alrededor de 20 muertos principalmente en las localidades de Huayllani y Senkata…”.

La investigación del GIEI “constató que, …las fuerzas de seguridad desarrollaron una operación de persecución violenta en contra de los manifestantes, la cual resultó en un conjunto de ejecuciones sin amparo legal, a lo largo de seis horas…”. El GIEI habla de masacre y desmiente “el uso proporcional de la fuerza”.

En 13 páginas, las instituciones de los periodistas, denuncian excesos contra el trabajo periodístico y los periodistas, pero excluyen otros hechos de violencia contra periodistas y el ejercicio del periodismo sufridos por quienes, según los dirigente de esas instituciones, no pertenecen a la casta de “independientes”.

Citar sólo algunos: la captura del periodista José Aramayo de la radio comunitaria Confederación de Trabajadores Campesinos, el 9 de noviembre de 2019, quien fue amarrado a un árbol por grupos opositores al gobierno de entonces, bajo amenaza de muerte. La periodista Brishka Espada, de la red ATB, fue agredida, golpeada hasta desmayarla en la plaza Tarija, en Cochabamba el 29 de octubre de 2019. El 9 noviembre de 2019, en Oruro, manifestantes prendieron fuego y saquearon la sede de la Radio y Televisión Mega. Ese mismo día, manifestantes bloquearon el ingreso a la emisora estatal Bolivia TV, en La Paz y amenazaron con quemar a los periodistas que estaban adentro si no interrumpían las transmisiones. El 10 de noviembre 2019, el periodista argentino Sebastián Moro, jefe de prensa del periódico Prensa Rural, fue encontrado desmayado en su casa y murió el 16 de noviembre a causa de la golpiza que le habían propinado.

Más agresiones a periodistas “no independientes” ignorados por las organizaciones de periodistas: 4 de noviembre de 2019, atentado contra la sede de la cadena Tv Abya Yala, arrojaron objetos y pintura a su fachada. El 8 de noviembre, el periodista Jhon Yana, corresponsal de la Red Patria Nueva en Trinidad, sufrió un atentado cuando se dirigía a su domicilio. El 21 de noviembre fueron suspendidas en Bolivia las transmisiones de los canales internacionales de noticias TeleSur y Rusia Today (todos estos hechos están consignados en la investigación del GIEI).

El 11 de noviembre de 2022, en Santa Cruz, afines a la Unión Juvenil Cruceñista incendiaron la Federación de Campesinos y agredieron en el rostro al periodista Enrique Serrudo Tejerina. El 10 de enero de 2023, en La Paz, grupos relacionados al gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, agredieron a la periodista Adriana Álvares, quien recibió una pedrada en la cabeza.

También fueron ignorados en su denuncia a la CIDH, los casos de la periodista Jeruslava Ojeada, periodista de Bolivia TV en Santa Cruz, Blanca Mamani, reportera de la radio comunitaria de Los Yungas, que fue asaltada y quemadas sus instalaciones en La Asunta; y de Fabio Espinoza, presentador de Noticias de Bolivia TV, en Santa Cruz, hostigado y amenazado junto a su familia.

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Como ejemplo de la discriminación de los dirigentes está un comunicado del 16 de enero, en respuesta a la protesta de periodistas. En el cuarto párrafo dice: “dentro de esos actos de agresiones también se han visto afectados periodistas que trabajan en medios cercanos al oficialismo, estatales” y agrega que cuando emiten comunicados incluyen a “los oficialistas y estatales”.

Este resumen demuestra graves transgresiones a las normas del periodismo boliviano y también discriminación, uno de los males asociados al racismo. El Estatuto del gremio en su capítulo V sobre “Las normas éticas”, dice que el periodista asociado está moralmente obligado a: a) Ejercer la profesión con probidad, honestidad y patriotismo, informando veraz e imparcialmente a la comunidad, d) … Denunciar la violencia, la tortura, la presión física o moral que se ejerciten contra las personas y la sociedad. e) Respetar la opinión ajena y el derecho a disentir…” En su reglamento interno, capítulo III “Sanciones”, el artículo 15 dice: “Todos los asociados y empleados de la Asociación de Periodistas de La Paz deberán guardar el respeto, cortesía y cordialidad en las relaciones entre sí…”

La realidad distinta a lo que mandan las normas sólo se explica por un irracional alineamiento de algunos dirigentes a una posición política, pese a que el Estatuto en su primer artículo la define a la institución “…con prescindencia político-partidista o religiosa”. La respuesta fácil será “que me comprueben que tengo alguna militancia política”. En lo relatado hasta aquí hay suficiente prueba, sin necesidad de exigir el carnet de militante.

Es más, algunos de los actuales dirigentes estuvieron en la reunión con la ministra de Comunicación de la señora Jeanine Añez, la señora Roxana Lizárraga, cuando a nombre de las Instituciones le dieron total respaldo a su iniciativa de emitir un decreto supremo denominado “La recuperación de la libertad de expresión en Bolivia”, cuando se habían sacado del aire a dos canales de televisión internacional y se ejecutaban otras acciones aquí resumidas. Uno de los dirigentes dijo sobre el decreto: “es un huracán imparable” de libertad de prensa (11 de diciembre de 2019, hora: 18:57, ANF).

La historia de nuestras organizaciones es de rechazo a regulaciones que provengan desde los poderes del Estado. La bandera del periodismo es la auto regulación para evitar que sea el poder el que imponga las reglas y defina los derechos a la información, comunicación, expresión, etc. Y en el marco de la auto regulación, están los Tribunales de Honor y los Tribunales de Ética que parecen ignorar todo.

 (*)Freddy Morales es periodista

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Ser antimasista ya no es lo que era

Una entrevista con el reconocido investigador social Julio Córdova.

La disminución de la hegemonía del mas tiene como correlato que las clases medias opositoras busquen nuevos referentes

Por Pablo Deheza

/ 5 de mayo de 2024 / 06:57

El punto sobre la i

En la medida en que la disputa al interior del oficialismo viene debilitando al partido de gobierno, las prioridades entre las clases medias opositoras vienen cambiando. Emergen nuevas demandas, que ya no se centran exclusivamente en sacar al MAS del poder. Además, se observa la conformación de espacios de opinión fragmentados.

Conversamos sobre estos temas con el destacado investigador social Julio Córdova, director de la empresa de estudios de opinión Diagnosis.

¿Cómo ha evolucionado la percepción ciudadana sobre la disputa política en Bolivia luego del gobierno de Jeanine Añez?

Esta evolución de la percepción ciudadana se puede caracterizar en los siguientes cuatro puntos:

1. La polarización social se mantiene. Por un lado, está la postura que apoya la narrativa del MAS “del golpe en 2019”, sobre todo en clases bajas de Occidente, y que llega a más o menos el 35% de la población. Por otro lado, está la posición que respalda la narrativa del “fraude”; presente en clases medias principalmente del Oriente, que llega a más o menos el 45%. Hay un 20% de indiferentes frente a ambas narrativas.

2. Ha disminuido el apoyo al Gobierno de Arce del 55% en las elecciones del 2020 a más o menos el 40%. Este 15% de disminución se traduce en una actitud de “indiferencia” ante la gestión actual del arcismo y está presente principalmente en clases bajas de los Valles que apoyan a Evo.

3. El 40% que respalda al Gobierno de Arce (clases bajas de Occidente) no es una base social totalmente fiel. Tiende a disminuir hasta el 32% en coyunturas de conflicto político e inestabilidad económica.

4. Se ha profundizado una dispersión del apoyo electoral. Entre las clases bajas masistas cerca del 20% piensa votar por Arce, 10% por Evo, un creciente 7% votaría por Andrónico y un 5% por un nuevo del MAS. En las clases medias antimasistas el 10% votaría por Mesa, un porcentaje similar por Cuéllar; Doria Medina, Reyes Villa y Camacho tienen 5% o menos de apoyo cada uno; cerca del 15% espera un candidato nuevo de la oposición.

Se observa un escenario con una multiplicación de discursos polarizadores, ya no sólo entre el oficialismo y las oposiciones, sino también al interior de cada una de estas veredas. ¿Cómo está percibiendo esto la ciudadanía?

Al interior del MAS hay una polarización entre arcistas y evistas. En cambio, en la oposición se trata de una falta de hegemonía y una dispersión de actores con poco poder de convocatoria. Según las encuestas de Diagnosis esta situación se debe a un divorcio entre los dos elementos de la demanda social (la concreta y la simbólica) y la oferta política.

En el ámbito “masista” la demanda social concreta es en orden de importancia: a) acceso a empleos de calidad para jóvenes, b) apoyo a emprendimientos propios de la gente y c) estabilidad económica (precios estables). La demanda simbólica apunta a un líder que muestre la posibilidad de ascenso social desde la pobreza a través de la educación superior. Ni Arce, ni Evo responden adecuadamente a esta demanda social popular. Andrónico se adecúa un poco.

En el ámbito “antimasista” la demanda concreta es, en orden de importancia: a) acceso a empleos de calidad, b) estabilidad económica y c) seguridad ciudadana. La demanda simbólica apunta a un líder fuerte de carácter (decidido); pero que, al mismo tiempo, sepa “entenderse” con los sectores pobres: “el pueblo”; es decir un líder del tipo “bukele”. Ninguna de las figuras opositoras se adecúa a esta demanda.

¿Cómo están incidiendo en el país las redes sociales y otras plataformas en la formación de la opinión pública y la creciente conformación de burbujas culturales?

Las redes sociales tienen mayor incidencia en las clases medias (media típica y media baja) y entre jóvenes de la clase baja. Pero casi no tienen incidencia entre adultos de la clase baja, y en todo el estrato pobreza. En las clases bajas son más importantes los sindicatos y las agrupaciones barriales como espacios de formación de opinión. Es a través de estos espacios de organización popular que el MAS ha construido su hegemonía en estos sectores populares.

Según las encuestas de Diagnosis, en las clases medias, casi el 100% tiene al menos una cuenta en las redes sociales. Sobre todo, en Facebook (92%), aunque con un crecimiento astronómico de Tik Tok (64% en menos de cinco años). En promedio, los jóvenes de clases medias interactúan 3,2 horas por día en las redes; y los adultos interactúan 0,9 horas al día.

Como han demostrado varios estudios en otros países, las redes tienden a profundizar las percepciones y actitudes de los segmentos sociales a través de “comunidades homogéneas”. Con ello se profundizan los “guetos de pensamiento único” al interior de estos segmentos, y la polarización y confrontación con los guetos contrarios. En Bolivia, mucho del “antimasismo” de las clases medias se puede explicar por la incidencia de las redes sociales.

¿Cómo se puede caracterizar la situación actual del campo político nacional y cuáles son las fuerzas dominantes que explican cómo hemos llegado al momento presente?

Se puede hablar de una creciente pérdida de hegemonía del MAS junto con la ausencia de algún movimiento político que pueda reemplazar a este partido. Ello conduce, como dijimos antes, a una creciente dispersión del apoyo social, junto con la expectativa por algún “líder nuevo” en al menos el 55% de la población, tanto en el ámbito masista como en el ámbito antimasista.

Esta pérdida de legitimidad del MAS ante sus bases sociales y ante sus electores, no significa la pérdida de legitimidad de su modelo de desarrollo. Cerca del 60% de la población respalda un modelo estatista en el cual el Estado sea dueño de los recursos naturales, que los industrialice, y que emplee el excedente para dinamizar la economía, de modo que tanto el Estado, la empresa privada, el capital extranjero y los pequeños emprendimientos de la población generen empleos de calidad.

En suma, el campo político actual se caracteriza por la búsqueda de un nuevo actor político que pueda administrar de mejor manera el modelo estatista de desarrollo. Por el momento no hay mucho espacio para propuestas liberales y/o libertarias, o para modelos federales de organización política.

¿Qué se puede avizorar sobre hacia dónde va la sociedad boliviana en las próximas elecciones de 2025? ¿Cuáles se perfilan como los temas o preguntas medulares que estarán en juego?

Existen dos posibles evoluciones del “mercado electoral” de cara al 2025. 1) Por un lado está la “vía peruana” reciente con una “hiper dispersión” del voto sin que algún candidato supere el 20%, lo que puede llevar a la ingobernabilidad e inestabilidad política como se ve actualmente en el país vecino. Es el escenario más probable.

2) Por otro lado está la “vía peruana de los 90” con la repentina e inesperada aparición de un “outsider” como Fujimori que canalice el descontento social. Esta potencialidad del outsider “exótico” fue anticipada de alguna manera el 2019 con el crecimiento electoral de Chi Hyun Chung del 0% al 8% en menos de tres meses. Me parece que este segundo camino es el menos probable por el momento.

Dos serán los temas dominantes en las próximas elecciones: 1) el tema económico y 2) la seguridad ciudadana. En las encuestas de Diagnosis se observa un desplazamiento en el tema económico: de la estabilidad económica como tópico principal el 2020, a la generación de empleo de calidad actualmente. Si el Gobierno de Arce logra mantener cierta estabilidad hasta el 2025 (inflación mínima), es posible que lo central en la demanda social sea el acceso al empleo de calidad.

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La seguridad ciudadana es una preocupación latente pero muy importante. Tiene que ver más con las percepciones que con la realidad como en Chile. Ya que Bolivia tiene menores tasas de delincuencia que otros países de la región. Pero es un tema que preocupa.

Un tercer tema; pero muy por detrás de los dos anteriores, será el concepto de “la no corrupción y la no instrumentalización” de las instituciones por los políticos. Aquí está el interés por la reforma de la justicia, por un padrón electoral confiable, por la independencia de los órganos del Estado del órgano Ejecutivo. Las personas, sobre todo de clases medias, quieren sentir que viven en una democracia, donde se respeta su voto y donde no hay “persecución política (judicial) a los opositores”.

¿Cómo viene evolucionando el campo opositor? ¿Qué cambios han mostrado las oposiciones en los últimos años?

En el campo opositor de las clases medias hay un importante cambio de demanda social y política, desde el apoyo a opciones “antimasistas” el 2019 y aún el 2020 ( fuerzas que puedan “sacar” al MAS del poder), a la demanda de una alternativa que pueda generar esperanza de un futuro mejor. El 2019 y el 2020, las clases medias estaban dispuestas a apoyar a quien tenga más opciones para sacar al MAS del poder. Esta demanda explica el apoyo electoral al Carlos Mesa. Especialmente en Santa Cruz hubo mucho “voto útil” por Mesa en ambas elecciones. Aunque no creían en el candidato como tal, veían que era el que tenía más opciones para vencer, en una segunda vuelta al MAS.

Ahora, el objetivo de sacar al MAS del poder ya no es el más importante para las clases medias. Ven que este partido dividido ya no es tan fuerte. Hoy en las clases medias se busca recuperar la esperanza para sus familias. Esperan un candidato que les proponga tanto en su discurso como en su propia imagen, razones para creer que pueden progresar. Mesa, Camacho y, de alguna manera Cuéllar, mantienen un discurso antimasista que ya no es relevante. El federalismo no enamora en Occidente. En suma, no hay actores relevantes en el campo opositor.

¿Cómo está el alcalde de Cochabamba, Manfred Reyes Villa, en la opinión de la gente?

En las encuestas de Diagnosis, Manfred Reyes Villa no aparece como una figura en ascenso. Es posible que esto se deba a que la cobertura de nuestras encuestas es también rural, donde el alcalde de Cochabamba no tiene apoyo. El apoyo electoral a Reyes Villa se centra en Cochabamba, parte de La Paz y algo en Santa Cruz, en el área urbana; pero nada más. El apoyo hacia él en estos ámbitos se debe a la búsqueda de los electores de “opciones nuevas”.

¿Cómo percibe la ciudadanía la disputa al interior del oficialismo?

Es un tema de “interés”; pero no de “preocupación”. Para las clases medias antimasistas esta pugna confirma que tanto arcistas y masistas son “politiqueros” que se pelean por pegas, dinero y poder. En las clases bajas se toma partido a favor de Arce (clase baja con mayor nivel de instrucción) o de Evo (estrato pobreza, sobre todo de Cochabamba); pero tampoco se cree que esta disputa es decisiva para el país.

¿Cómo viene desarrollando Diagnosis el seguimiento a las percepciones de la ciudadanía boliviana, en particular en lo que hace a la disputa política?

Diagnosis realiza encuestas de opinión quincenales en los nueve departamentos del país, tanto en el área urbana como rural con una muestra de 1800 encuestas presenciales (cara a cara), lo que implica un error muestral del +/- 2,31%. En estas encuestas se pregunta temas de coyuntura de la agenda informativa de los medios de comunicación, así como se hace seguimiento de indicadores de línea de base como favorabilidad de líderes políticos, intención de voto, satisfacción con la situación del país, índice de polarización, demandas electorales, etcétera. Esta información se difunde a los suscriptores de Diagnosis a través de la página https://informes.diagnosisestudios.com, tres veces por semana (lunes, miércoles y viernes). La suscripción cuesta 20 Bs. al mes.

(*)Pablo Deheza es editor de Animal Político

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