Oportuna búsqueda de inversión
La visita del Presidente a cinco países europeos quitaría toda sospecha de que es de carácter simbólico o solo diplomático. Hubo tres objetivos: atraer inversiones, lograr convenios de cooperación, y promover en Europa la demanda marítima.
Tres visitas internacionales por parte de las máximas autoridades del país han marcado la agenda mediática en el último mes. Primero, el arribo del vicepresidente Álvaro García a China, en octubre, con motivo de anunciar una cartera de préstamos de más de $us 7.000 millones; segundo, la cumbre organizada en Nueva York junto al Financial Times titulada “Invirtiendo en la nueva Bolivia”; y, tercero, la gira europea del presidente Evo Morales del 2 al 11 de noviembre. A excepción quizá del tercer viaje, no se trataron de visitas diplomáticas, como tales. Lo que marcan es una clara voluntad de atraer inversiones al país.
Frente a las innumerables preguntas que comprensiblemente surgen (¿no cuenta Bolivia con suficientes reservas como para ir pidiendo plata prestada?, ¿la línea gubernamental no era rechazar la inversión extranjera?, ¿qué posibilidad de éxito en atraer inversiones tiene un gobierno que se declara abiertamente antineoliberal?), considero necesario un repaso de la lógica en la que se enmarcan estas visitas internacionales, en busca de algunas respuestas.
CHINA. Para entender el viaje del Vicepresidente a China es necesario primero comprender por qué un país con altas reservas (en nuestro caso, de más de 15.000 millones de dólares, representando cerca del 50% del PIB) podría ver necesario sacar un crédito de este tipo. Existen varias razones, partiendo de que nada de inusual tiene este comportamiento; la mayoría de países sacan créditos al margen de su nivel de reservas.
La primera razón podría pensarse desde la racionalidad económica: una inversión que tiene retornos más altos que las tasas de crédito para realizarla se consideraría un buen negocio, independientemente de las reservas con las que se cuente. Segundo, nuestras reservas no son precisamente líquidas; gran parte se encuentran en fideicomisos, equiparables a depósitos a plazo fijo. Tercero, debido a nuestra política monetaria, es beneficioso mantener un alto nivel de reservas para respaldar la emisión de moneda, siendo éste un régimen de tipo de cambio fijo.
En nuestro caso, también responde a la percepción de que las empresas nacionales no tienen la capacidad técnica para la ejecución de grandes proyectos como la construcción de plantas petroquímicas o hidroeléctricas. Los créditos chinos vienen con tasas de interés preferenciales: oscilan entre 1% y 4%. Evidentemente, las condiciones crediticias del Eximbank (Banco de Exportación e Importación de China, estatal) vienen vinculadas a la adjudicación de contrataciones a empresas chinas. Esta condición coincide con la necesidad, precisamente, de buscar socios con capacidad técnica para implementar proyectos como estos. No se trata del dinero en sí, sino de conseguir la participación de quienes tienen experiencia en proyectos de esta naturaleza, con acceso a profesionales especializados y tecnología de alto nivel.
Para asombro de unos, paranoia de otros y curiosidad de casi todos, la cumbre “Invirtiendo en la Nueva Bolivia” se llevó a cabo en Nueva York el 26 de octubre con el fin de atraer inversiones al país. Este hecho parecería aún más extraño tratándose de un esfuerzo coordinado entre el Gobierno, el Banco Mundial, el Banco Iberoamericano del Desarrollo y la Cooperación Andina de Fomento; una inusual coincidencia en los objetivos de los bancos multilaterales de desarrollo y la agenda del Estado Plurinacional. ¿What?, vociferan algunos (digamos, en acento medio gringo) “¿no que la línea gubernamental era reacia a la inversión extranjera?” En un país mejor conocido por sus nacionalizaciones, ciertamente la apertura al capital extranjero podría parecer extraña. Pero ésta es, más bien, una oportunidad para matizar nuestra manera de comprender bajo qué condiciones puede operar el capital extranjero en el país. El Presidente recalcó que se protegerán las inversiones, pero también dejó en claro que la injerencia política por parte de estas empresas no sería tolerada. Se buscan socios y aliados, no inversiones de empresas que pretendan hacerse de los recursos estratégicos del país. Lo que se ha manifestado, entonces, son los parámetros dentro de los cuales este capital puede ingresar al país.
FINANCIAL. La extraña indignación llega sobre todo al advertir que el anfitrión de dicha cita es nada menos que el Financial Times, emblema del pensamiento económico neoclásico; natural aliado de voces críticas a todo lo que tenga apariencia u olor a “populismo”. Este hecho parece producir una especie de cortocircuito entre analistas de corte reaccionario (“¡pero si el Financial era nuestro!”, habrán lamentado para sí), quienes no saben si descreer del hecho de que el Gobierno sea capaz de organizar con un mínimo de credibilidad un evento semejante, o descreer de la integridad editorial del periódico.
Uno lee el suplemento del Financial Times publicado en paralelo a la cita y pronto cae en cuenta de que no podría tratarse de una publinota editorializada por el Gobierno (más de uno se habrá detenido antes de acusar a dicho periódico de ser un medio paraestatal; “no, mejor no escribo eso”, habrán dicho para sí). En la decena de artículos que contiene el suplemento, encontramos una pluralidad de temas y perspectivas, desde una mirada al consumo hasta cuestionamientos acerca de la repostulación de Evo Morales. Pero la valoración de Financial Times de la situación en el país es, en balance, positiva. Y lo es indudablemente a regañadientes. Entonces, es comprensible que a tiempo de ponerle un par de medallas al país (digamos, por su desempeño deportivo), también se le reclama un par de cosas (por ejemplo, su corte de cabello). Una de las lecturas es escalofriantemente cómica: el Vivir Bien no es lo que aparenta (dicen, porque hay un boom de consumo), pero eso en realidad para ellos es algo positivo. Y bueno, a final de cuentas es nomás así el Financial Times.
Por último, la visita del Presidente a cinco países europeos durante nueve días (marcando quizá su ausencia más prolongada desde 2006, cuando se ausentó por once días), quitaría toda sospecha de que es de carácter simbólico o meramente diplomático. Se infieren tres objetivos bastante claros: atraer inversiones, lograr convenios de cooperación, y promover en Europa la demanda marítima.
En resumen, no hace falta esoterismo ni teorías conspiratorias para explicar este aparente viraje frente a la inversión y el capital extranjero. La postura y situación del país son compatibles, incluso, con la racionalidad económica del capital transnacional, por extraño que esto parezca. Las reglas del juego seguramente no son las que las empresas hubieran elegido (para empezar, los márgenes de ganancia son mucho más bajos que hace dos décadas), pero existe al menos un horizonte de certidumbre en base al cual tomar decisiones, viabilizando inversiones de mediano plazo que en situaciones de mayor incertidumbre serían inconcebibles (o se calificarían de alto riesgo, exigiendo un retorno proporcionalmente alto).
Paradójicamente, para algunos una eventual reelección de Evo Morales tan solo ampliaría el horizonte en base al cual, en su frialdad, el capital toma sus decisiones. Es plausible: al capital extranjero seguramente le agradaría más la idea de un gobierno liberal, pero, dada la historia reciente del país, también entenderá que un gobierno de estas características sería inherentemente inestable, siendo ésta la amenaza real para sus inversiones. Entonces, a la hora de invertir, los analistas de riesgo harán su cálculo correspondiente. Intuyo que optarán por una inversión con las reglas ya conocidas, antes que por un hipotético escenario ostensiblemente favorable, pero que ya todos sabemos cómo termina.