Sunday 28 Apr 2024 | Actualizado a 11:45 AM

El mundo multipolar nace entre guerras

/ 7 de abril de 2024 / 06:54

Las grandes transformaciones geopolíticas que hoy vive la humanidad desde la perspectiva de Horst Grebe y Hugo Siles

El Punto sobre la i

Después de la caída del muro de Berlín, en 1989, una serie de cambios se aceleraron en la Unión Soviética, que concluyeron con su disolución en 1991. La Guerra Fría había llegado a su fin y quedaba Estados Unidos como la potencia reinante a lo largo y ancho del orbe. Ese es considerado el inicio, a todas luces, del momento unipolar.

La potencia norteamericana ejerció un poder nunca antes visto por la humanidad, tanto por el alcance de su influencia como por la forma en que fue amoldando el desarrollo de la sociedad global en función a sus intereses. Sin embargo, ya en la primera década de Siglo XXI quedaba en evidencia que otro grupo de países, con China en la vanguardia, entraba a disputar el poder hasta entonces hegemónico de los Estados Unidos. Hoy la humanidad atestigua el surgimiento de un orden mundial multipolar, cuyo parto está siendo crujiendo en las guerras de Europa del Este y Oriente Medio.

Conversamos al respecto con el profesional en relaciones internacionales y actual embajador de Bolivia en China, Hugo Siles Núñez del Prado, y con el destacado economista boliviano Horst Grebe López. A continuación, les presentamos las ideas vertidas sobre el tema por nuestros dos analistas invitados.

Hugo Siles

Los cambios en las relaciones de poder en el sistema internacional, nos permiten ver un orden posthegemónico. El entorno internacional bipolar y unipolar, llegaron a su fin. Configurándose en su lugar un sistema de orden multipolar que permite una mayor gravitación e influjos de los países en vías de desarrollo. Luego de que algunos creyeron que la globalización podría ser gobernada de manera unilateral y sin reglas, abandonada a las fuerzas de los mercados, la crisis económica, la crisis del cambio climático, la crisis energética y de seguridad alimentaria, y la crisis post Covid, entre otras, literalmente esto ha obligado a la comunidad internacional a superar el paradigma del neoliberalismo. El mundo posee una mayor conciencia de que existe una agenda que debe ser enfrentada y gestionada de forma multilateral y en mayor apego sobre las desigualdades y los ahora efectos post pandémicos en todas las economías del planeta. Un mundo multipolar, en el fondo, es donde los alineamientos, no son necesariamente automáticos e imprescindibles y donde quedan abiertas múltiples opciones de cooperación y alianzas sectoriales. El mundo se está transformando de forma vertiginosa. Hay un cambio cada vez mayor del prolongado ocaso de la dominación de Occidente en el sistema internacional. Un predominio que parecía ser algo inamovible, años atrás. En este sentido, asistimos a una situación novedosa en donde Occidente, representado por Estados Unidos, está experimentando una declinación. Ya no puede imponer sus intereses como lo hizo después de la Segunda Guerra Mundial.

El conflicto entre Ucrania y Rusia, el cual pudiera desembocar en un proceso bélico mayor, está liderado y planificado por el Pentágono de Estados Unidos para fragmentar a Rusia a través de políticas como el acoso militar a sus fronteras. Es una guerra librada por Occidente bajo la dirección de los Estados Unidos. Múltiples estudios e informes en la década del noventa, recomendaban promover la vigilancia y el acoso a Rusia luego de la implosión de la Unión Soviética, en consideración de que la nación euroasiática representaba aun una amenaza en poderío tecnológico y militar para los intereses estadounidenses en la región. La vigencia de la doctrina de política exterior norteamericana y del plan estratégico actual en diversos campos (financiero, producción, comercio internacional y el campo militar) con respecto a Rusia se encuentra en plena ejecución. Por ello esta guerra, no es entre Ucrania y Rusia, sino entre Estados Unidos y Rusia. La guerra en Ucrania es una catástrofe para Europa.  Es una guerra que no se puede ganar, que podía haberse evitado, que surgió de esa campaña de “rusofobia” llevada a cabo por el gobierno de Estados Unidos. Fue una provocación perfectamente planificada. Rusia se defiende de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y de EEUU. El presidente Putin, dijo recientemente; que no se podía hablar de orden mundial basado en reglas donde todos los países tenían derecho a la seguridad menos Rusia.

La postura de los gobiernos europeos, es de absoluta sumisión ante un gobierno imperial estadounidense, cuyo influjo a nivel internacional comienza a declinar. Tal declive se evidencia en las acciones de los organismos de defensa estadounidenses -representados por ejemplo en la figura de la señora Laura Richardson, jefa del Comando Sur- que intentan aumentar su influencia en los países a los que los Estados Unidos considera “protectorados” en la zona centro y sur del continente americano, o afianzar alianzas en contra de las supuestas injerencias de países como Rusia, China e Irán, para según ellos mantener la “armonía” dentro de lo que la funcionaria norteamericana llama “nuestro vecindario” y que no tienen otro objeto que el intento de impulsar y mantener su hegemonía militar, económica, comercial, tecnológica y cultural en las naciones latinoamericanas.  Sobre Rusia, es preciso destacar la consistencia y la fortaleza de su economía, frente a la serie de medidas restrictivas guiadas por el gobierno estadounidense y respaldado por países de la Unión Europea. Medidas, por cierto, que resultaron en un efecto boomerang que afecta a los propios europeos.

Ahora bien, las naciones europeas no están en la misma situación de desventaja e incluso dependencia de muchos gobiernos latinoamericanos, por lo que permitir presiones comerciales por parte de los Estados Unidos supone una actitud de subordinación, cuando menos vergonzosa. Para tales gobiernos, la guerra por proximidad que comienza a desatarse ha sido un golpe económico e incluso logístico, mientras que la bolsa de valores controlada en Wall Street aumenta con un éxito considerable para las empresas del conglomerado militar norteamericano. Estados Unidos para ganar esta guerra tiene que involucrarse directamente y no tiene condiciones políticas internas. Esta guerra situada en Europa del Este, no puede observarse sin China como factor de importancia, y blanco último de las intenciones estadounidenses, pero que, debido a la evolución vertiginosa de China, en rubros como la tecnología y las ciencias de la inteligencia artificial, entre otros avances tecnológicos sorprendentes, resulta un rival demasiado portentoso para el decreciente Imperio norteamericano.

Sobre el conflicto en Gaza, Estados Unidos apoya y promueve al Estado de Israel en todas sus acciones contrarias al derecho internacional y el genocidio y la barbarie cometidos en contra de la población civil de Palestina. A la fecha, no existe una propuesta de los países hegemónicos, como Estados Unidos y sus aliados, para frenar esta masacre. Israel quiere exterminar a Gaza con el apoyo de los Estados Unidos, y que al igual que con Ucrania, rápidamente se tramita con el poderoso senado norteamericano, el apoyo militar y financiero para continuar la guerra.

Mientras China, coherente con su orientación y principios de política exterior, ofrece su diplomacia Itinerante, de buscar mediar y construir consensos entre Rusia y Ucrania. Y que Israel permita que las Organizaciones Humanitarias, tengan los recursos y el espacio para efectuar las misiones de rescate en Gaza. China apoya firmemente la causa justa del pueblo palestino, para restaurar sus derechos nacionales legítimos, oponiéndose enérgicamente al traslado forzoso del pueblo palestino y a la ocupación del territorio palestino. Mientras China gestiona la Paz y la cooperación, Estados Unidos, promueve la guerra.

El Estado israelí ha demostrado una obstinada vocación por ignorar las diversas resoluciones de Naciones Unidas y las estipulaciones de la legalidad internacional. Por consiguiente, el gobierno de Tel Aviv no se ve dispuesto a ceder ante las presiones de ningún otro actor del sistema internacional, sea China, Rusia o cualquier otro; solo aceptaría, y no sin ofrecer gran resistencia, a una tajante orden de Washington, cosa que la administración del presidente Joe Biden no parece estar dispuesto a emitir, inspirados en la histórica orientación de política exterior norteamericana sobre el conflicto árabe-israelí.  Bajo estas circunstancias, el futuro de este conflicto está depositado por gruesos nubarrones que presagian una muy probable intensificación y extensión de las hostilidades y genocidio en flagrancia.

La invasión rusa a Ucrania, ha revelado los dobles estándares del mundo occidental con el caso de los derechos humanos. Tras el comienzo de la invasión militar de Ucrania por parte de Rusia, los países occidentales y sus aliados apoyaron al gobierno y al pueblo de Ucrania con todas sus fuerzas. Pero si nos remontamos al pasado, la comunidad internacional y el “mundo civilizado” no condenaron a Estados Unidos por invadir a Irak y Afganistán. En su momento, las organizaciones defensoras de derechos humanos no condenaron al gobierno de Estados Unidos, por los abusos contra los derechos humanos y crímenes de guerra. Una hipocresía flagrante, que almacena un coste muy alto, en términos de pérdida de credibilidad y prestigio mundial dañado.

Por ello, la decisión del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, de apoyar la actuación de Israel en Gaza, tan poco tiempo después de haber condenado, en un contexto diferente, la actuación de Rusia en Ucrania, ya está teniendo un impacto real en las relaciones entre el Norte y el Sur, entre el Este y el Oeste, con consecuencias que podrían extenderse durante décadas. Es probable que la actitud arbitraria de Washington, tal y como se percibe en gran parte de los países del Sur Global, provoque un ajuste de cuentas más amplio.  En este sentido, ha ocurrido algo importante e interesante, y quizá incluso una fuente de esperanza, y es que hemos visto que para gran parte del llamado Sur Global y en muchas ciudades de Occidente, Palestina ocupa ahora este tipo de espacio simbólico. Es una especie de “avatar” de una rebelión contra la hipocresía occidental, contra este orden mundial inaceptable y contra el orden poscolonial.

También puede leer: Aniversario del MAS ¿y posible clausura?

En esencia, la descomposición del orden mundial es el verdadero fenómeno en cuestión y no la transición violenta que desencadene en una tragedia nuclear. Este cambio del orden mundial se refleja en el fin de la globalización neoliberal y en el cambio y redefinición de las relaciones de poder. En este contexto los desafíos y oportunidades de los países latinoamericanos están en medio del eje inestable del conflicto y la presión del gobierno estadounidense. Por ejemplo, la presión sobre Brasil y las naciones que integran los BRICS (Rusia, India, China y Sudáfrica). En contrapartida la deuda pública de Estados Unidos es superior al 125% del producto bruto de ese país. Su economía se sostendrá mientras predomine la confianza del mercado en el dólar, pero cada vez más comerciantes intercambian productos en monedas locales. Así pasa con los BRICS, que ya son más gravitantes que los países del G7. La importancia y gravitación de un actor como China en este mundo de configuración multipolar, es que este gigante país reitera su apoyo al papel central de las Naciones Unidas en la gobernanza global y la necesidad de reformas para fortalecer el multilateralismo y por ello, frente a los complejos desafíos globales actuales, la cooperación internacional es más importante que nunca. China es en la actualidad, un referente fundamental en la política exterior de cualquier país y parte esencial de la configuración del orden internacional multipolar y el Sur Global. La nueva China, no solo cambió la Economía mundial, sino también la distribución de los recursos en el mundo y drásticamente la geopolítica.

Horst Grebe

En este momento tenemos que considerar que existen dos superpotencias: Estados Unidos y China. Hay varios países y grupos de países considerados potencias intermedias. Rusia es el país más extenso del mundo, es una potencia nuclear, pero es un enano en términos económicos. Su producto interno bruto (pib) es parecido al de Italia. India avanza hacia una posición de potencia intermedia, es el país más poblado del mundo, y ha aterrizado recientemente un satélite en la luna. Sin embargo, su pib per cápita es de apenas $us 6.600, que es la décima parte de los Estados Unidos. Esto también hay que tomar en cuenta. La Unión Europea es un caso particular, puesto que es la principal potencia comercial del mundo, pero en términos geopolíticos recién ha empezado a organizar su seguridad. Una agrupación importante es la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que es una alianza defensiva colectiva de los países occidentales, con 32 países miembros. También hay que tomar en cuenta otra organización de países, que es la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), donde están 38 países considerados los más ricos del mundo. En lo que cuenta en el poderío relativo, hay que tomar en cuenta población, gasto militar, volumen de arsenal nuclear y el nivel de dominio tecnológico propio, donde considero que es importante el haber llegado a la luna, por ejemplo. Armas nucleares tienen Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán, Corea del Norte, Israel. O sea, no son pocos los que están en posibilidad de lanzar ataques nucleares. Los países que han llegado a la luna son Estados Unidos, Rusia, China, India y Japón.

Ahora, el mundo está transitando de uno unipolar a otro multipolar. Efectivamente, en las dos primeras décadas del presente siglo ha comenzado un enorme desplazamiento de poderes del mundo, pasando de un sistema dominado por una sola potencia a un sistema en el que varias potencias compiten por influencia y liderazgo. En términos agregados, se trata del mayor trasiego de poder en la historia mundial, del Atlántico Norte hacia el sudeste de Asia y luego se ha incorporado también la zona del Indo Pacífico. en el ámbito del Asia. Estamos en el comienzo de un tránsito del breve momento internacional unipolar, que se lo considera desde 1991 hasta comienzos de este siglo, a un orden multipolar. Pero, no está todavía definido cómo se van a constituir los polos regionales. Considero que es un error el enfoque que señala que los Estados Unidos se han debilitado y que por eso, digamos, la insolencia de algunos para desafiar ese orden. Estados Unidos ha aumentado su poder en los últimos años, de lo que se trata es del aumento de otras potencias que han adquirido un poder que antes no tenían. Por lo tanto, eso es lo que está cambiando la correlación de fuerzas: las potencias emergentes.  que son muchas. Eso está dando lugar a una mayor inestabilidad, con conflictos en el mundo, formación de nuevos tipos de alianzas y coaliciones. La situación que ahora tenemos, que son varios focos de guerra abierta, tienen posibilidad de dos cosas. Una, la expansión territorial, y otra, la perspectiva de que pudiera escalarse hacia un conflicto nuclear: o sea, una tercera guerra mundial.

Estamos ante esta transición hacia un orden más equilibrado, en términos de distribución del poder. Es decir, aparecen más países con poder importante y todo esto fue impulsado por China como una potencia emergente capaz de competir con los Estados Unidos y ser exitosa en esa competencia en diferentes ámbitos  Pero el inicio de un tránsito a un mundo multipolar y una geopolítica dominante sobre otras consideraciones ha ocurrido por los desafíos de Rusia con la anexión de Crimea y los territorios del Dombás, lo cual para muchos define una nueva geopolítica global a partir de esta invasión de Rusia a Ucrania que se consolidó ya con invasión territorial y el intento de ocupar toda Ucrania en febrero de 2022.

Lo que se puede avizorar hacia adelante es una fragmentación del orden internacional en cuatro ámbitos. Ya no hay una situación unificada donde desde una sola instancia se organizaba el mundo bajo los principios establecidos, digamos, al final de la Segunda Guerra Mundial. En materia de seguridad, el tema es indiscutiblemente dominado por los Estados Unidos. Es el país que tiene las condiciones únicas de intervenir en cualquier región del mundo, a pesar de que ahora se les están complicando las cosas y probablemente tengan que elegir en qué conflictos van a participar y cuáles los van a abandonar, como fue el caso de Afganistán. En materia económica, hay una disputa sobre la conducción de las reglas del juego. Mucha gente piensa que la Organización Mundial de Comercio todavía es un ámbito en el cual se tienen que resolver los conflictos comerciales. También hay una idea de una posibilidad de una fragmentación de un orden financiero separado en dos ámbitos: uno con el dólar como la moneda principal y otro con una serie de otras monedas que entran en la disputa. Esto todavía está bastante nebuloso, no hay claridad. En cuanto al cambio climático, está claro que hay un orden donde participa una multitud de gobiernos, ONGs y empresas transnacionales, como hemos visto en las recientes conferencias de los países sobre el tema. Finalmente, en tecnología se puede decir que el orden lo están estableciendo y dirigiendo los grandes monopolios tecnológicos como Google, Amazon, Facebook, Apple, y quizás se incorporen algunos otros monopolios en el futuro.

Ahora, lo más llamativo de la situación actual es que, en Europa, la preocupación mayor es prepararse para la eventualidad de que Donald Trump gane las elecciones en Estados Unidos, en noviembre. Esto tiene que ver con la guerra de la Ucrania y el rol que juega la OTAN, que es la alianza en la cual se toman todas las elecciones del apoyo a Ucrania. Entonces, si Trump le quita apoyo o se retira del OTAN, esto pone a los europeos en una situación muy complicada, puesto que durante décadas se ha beneficiado de la protección de su seguridad por parte de Estados Unidos. Entonces, es por eso que hay cambios importantes en la perspectiva de la Unión Europea, que además está esperando las elecciones del mes de junio del Parlamento Europeo donde la correlación de fuerzas puede cambiar bastante.

Sobre la guerra intermediada entre Rusia y Estados Unidos, muchos hablan que para resolver el tema de Ucrania se tienen que sentar a la mesa los rusos y los estadounidenses, puesto que estos últimos son los que dirigen y dominan en la OTAN. Sin el apoyo de los países de la OTAN, Ucrania no hubiera resistido estos años. Entonces, China, en este caso, tiene un acuerdo con Rusia, pero no participa directamente en el conflicto. Lo que hace es comprarle todo el gas y el petróleo que le han dejado de comprar los europeos. Esto habilita a los rusos para seguir peleando en Ucrania, a un costo elevadísimo, es cierto. Pero no creo que haya una escalada en el corto plazo, en un conflicto abierto entre Estados Unidos y China, a menos que ocurra algo en Taiwán. Eso sí desataría una confrontación entre China y Estados Unidos, que cambiaría naturalmente la situación actual de manera radical.

El conflicto en Palestina está latente desde 1948, cuando se decide con la participación de Inglaterra básicamente y con apoyo también de los Estados Unidos, la creación del Estado de Israel, en el territorio palestino. Desde ahí en adelante no ha habido una situación de paz, una estabilidad. Más bien ha habido un potenciamiento de Israel como una potencia nuclear, con un ejército sumamente entrenado y una capacidad de desarrollar operativos de inteligencia extraordinarios. Ahora, esto ha sido a costa del derecho de los palestinos que estuvieron en la zona, igual que los israelitas, pero los israelitas aumentaron su nivel poblacional en sus territorios por la integración de grandes contingentes de población judía desde Europa Oriental. Ahora, hay que ver que la situación no se puede separar de la participación de terceros en el conflicto, propiamente en Gaza. Hamás es una organización militar apoyada por Irán, por lo tanto, Irán es parte del conflicto que hay en este momento. Por su parte, Israel tiene el apoyo de Europa Occidental y también de los Estados Unidos. Lo que pasa es que hay una situación que empieza con un acto terrorista por parte de Hamas el 7 de octubre de 2023, que es repudiado por todo el mundo. No hay ninguna mención o una posición que diga que este acto estuvo dentro de los principios o del derecho a la defensa. Por parte de los países europeos, sobre todo y encabezados por Alemania, hay un apoyo inicial sumamente vigoroso a la necesidad de que Israel defienda su existencia como tal. Y aquí el problema es que se enfrentan dos principios, que pretenden ambos la aniquilación del otro. El grupo de Hamás pretende la aniquilación de Israel como Estado político y los israelitas más radicales pretenden la aniquilación sobre todo de Hamás. Esto implica una grave situación, porque del derecho a la defensa, los israelitas han pasado a una guerra ofensiva que viola todos los principios de los derechos humanos, la no afectación de civiles, etcétera. Esto ha dado lugar a un cambio en varios aspectos en la situación de la opinión pública mundial. Yo creo que ha aumentado enormemente el antisemitismo en general.  en los Estados Unidos, en Europa, y esto se ha traducido también en un aumento del apoyo a Palestina diversos lugares, en universidades, en la opinión pública, en manifestaciones. Pero ese apoyo a Palestina no implica un apoyo a Hamás. Entonces, aquí la cuestión es cómo se va a resolver el tema entre dos radicalismos. En lo  concreto y circunstancial, el asunto es cómo se libra Palestina de Hamás y cómo se libran los ciudadanos de Israel de Netanyahu. Y en esto hay una situación complicada porque los países árabes no tienen un apoyo comprometido y efectivo hacia Palestina. Así, por ejemplo, Egipto está apoyando con reticencia la posibilidad de abrir sus puertas a una migración de palestinos hacia su territorio, porque teme que en medio de los que salgan como refugiados también se infiltren terroristas de Hamas. Arabia Saudita está en una situación casi neutral, porque estaba a punto de firmar un acuerdo con Israel. Así, los países árabes declarativamente apoyan a Palestina, pero en los hechos los únicos que se han metido a hacer una mediación y con cierta efectividad, sobre todo para la liberación de rehenes, han sido los de Qatar. Esto ciertamente afecta la situación global.

El conflicto en Gaza ha creado una situación complicada porque ha puesto de manifiesto las diferentes opiniones de las grandes potencias y ha complicado las relaciones internacionales en un momento en que se necesitaban grandes acuerdos para abordar los desafíos globales como el cambio climático, la regulación de la inteligencia artificial, etcétera. Pero, se tiene que ha empezado una carrera armamentista de dimensiones impresionantes y esto ha cambiado la correlación de fuerzas y lo que es apoyo a los países necesitados de ayuda para salir de la dependencia de pocas exportaciones, entre otras debilidades.

Se habla de la influencia del lobby judío en Estado unidos, pero se debe señalar que no hay una sola posición de la población judía en ese país. Es obviamente un lobby sumamente poderoso que ha dominado no solamente la posición internacional de Estados Unidos, sino que ha traído consigo el desarrollo de toda la cultura, como Hollywood, la música y una serie de otros aspectos. Probablemente es uno de los grupos étnicos con mayor influencia en el país del norte. Pero en el caso de la guerra en este momento, hay un lobby que apoya ciertamente de una manera incondicional a Israel. Pero también hay otros grupos, no son tan grandes como el anterior, que apoya el cese inmediato de las acciones militares y aboga por la necesidad de conversar para pasar a una situación de entendimiento; que llegue incluso a una situación de dos Estados, uno judío y otro palestino.

(*)Pablo Deheza es editor de Animal Político

Temas Relacionados

La paralización de lo plurinacional

José de la Fuente y Carlos Saavedra brindan sus perspectivas sobre la situación actual de la disputa política nacional y sus consecuencias.

La estatalidad languidece, en medio de la interna oficialista

/ 28 de abril de 2024 / 06:58

El punto sobre la i

En los últimos años, Bolivia ha experimentado un complicado proceso político marcado por tensiones y transformaciones profundas. A medida que se acercan las elecciones de 2025, el escenario se complejiza y desde el campo de la disputa por el poder se gatillan discursos y acciones que tensionan al país y dificultan la gestión.

La estatalidad, en su sentido moderno, está definida como el modo de organización política de la sociedad en la que el Estado es el agente principal encargado de construir la representación de la sociedad consciente de sí misma y en armonía consigo misma. Esto es algo que no se está verificando del todo actualmente o, cuando menos, está siendo erosionado a partir de lo que se observa en la Asamblea Legislativa Plurinacional.

Hay serias dificultades para legislar, llegando incluso a tener paralizadas leyes que viabilizan créditos, contratos y otros. Más aún, no se cumplió el precepto constitucional de convocar y realizar elecciones judiciales, lo que está derivando en un problema mayúsculo para la institucionalidad del propio Estado plurinacional.

Atrás quedaron los días de querer transformar al país para procurar una mayor democratización e inclusión. Hoy los actores políticos están enfrascados en una lucha corrosiva sin cuartel. Pululan y predominan los discursos polarizadores, incluso dentro del propio oficialismo, dividido entre evistas y arcistas. Las oposiciones no presentan tampoco alternativas e igualmente se dedican a antagonizar. El ánimo por avanzar en los cambios que se plantearon con el Estado plurinacional, actualmente languidece.

Conversamos al respecto con el abogado e investigador social cochabambino, José de la Fuente, y con el politólogo tarijeño, Carlos Saavedra.

“Hay una marcada crisis institucional que deviene de un extravío político y de una mirada excesivamente instrumental del poder como herramienta para forzar la reproducción perpetua del mismo. La institucionalidad está condicionada al fragor de las luchas fratricidas al interior del MAS; pareciera que la profundización en la construcción del Estado Plurinacional está congelada y totalmente condicionada a que se destrabe la disputa interna por el poder”, afirma Saavedra.

De la Fuente sostiene, por su parte, que “la gravedad de esta confluencia de hechos políticos negativos es sin duda enorme y extrema. El proceso político a partir del 2006 se diseñó, desarrolló y ejecutó sobre la base de la hegemonía política del MAS, que ahora está reducida a dos minorías enfrentadas y cuya disputa es el principal factor de la crisis política en la Asamblea Legislativa Plurinacional.

Esto ha complejizado la crisis institucional y cuya más grave repercusión está en el Órgano Judicial. Ya estamos en un paréntesis el desarrollo del Estado plurinacional, porque para avanzar es imprescindible un pleno y articulado funcionamiento del conjunto estatal, especialmente porque un Estado plural requiere diversificación y ampliación institucional”.

Abordando la cuestión de la disputa política, sobre todo al interior del oficialismo, y sus consecuencias, el abogado e invesigador considera que “si la política está en crisis, es inmediata su irradiación al sistema político institucional y, en última instancia, al propio funcionamiento de la democracia.

La dimensión de la crisis política que se vive al interior del MAS ha deteriorado o, virtualmente, suprimido el debate democrático como medio de disputa del liderazgo. Lo que vemos a título de disputa política es un concurso penoso, desmedido y grosero de denuncias e insultos que no le hacen bien a nadie y menos a la democracia”.

Añade que “la calidad democrática ha quedado resentida por esta crisis política al interior del MAS y de las organizaciones matrices. No sólo desaparecieron las ideas y las perspectivas encontradas, que son los elementos esenciales para cualquier disputa legítima de poder, lo mismo que para cualquier avenencia o convergencia. Cerrado el camino de las ideas y el debate democrático, solo restan hechos de fuerza, maniobras institucionales u otras acciones de todavía mayor bajeza política”.

El politólogo tarijeño coincide en la mirada crítica y observa que “el escenario político parece mostrarnos una guerra sin cuartel y con munición de alto calibre cuya única finalidad es la consecución del poder. Se ha diluido, por parte de las oposiciones y del oficialismo, un horizonte democrático que cautive a la población, que muestre un rumbo de futuro. La lucha del poder por el poder aleja a la ciudadanía del ejercicio político democrático y abre la posibilidad, aún lejana, pero peligrosa de la aparición de outsiders con posiciones radicales y extremistas como Javier Milei, en Argentina, o Jair Bolsonaro, en Brasil”.

Saavedra prosigue y señala que “el gran mérito que tuvo el MAS-IPSP fue que, por primera vez en la historia, logró construir la cohesión de un gran bloque popular con la participación de pueblos indígenas, campesinos, obreros, profesionales, izquierdas urbanas entre muchos otros. En su momento el liderazgo de Evo Morales fue capaz de abrazar muchos sectores y conquistar electoralmente a las clases medias y a los centros políticos. Hoy Evo se está ‘desevificando’. La intención de forzar nuevamente su candidatura por encima de la voluntad de las organizaciones sociales y de sentencias del TCP marcan un alejamiento de la democracia plural, comunitaria que representó el MAS. Muchas veces los liderazgos revolucionarios y transformadores terminan constituyendo órdenes de represión más duros que aquellos que enfrentaron en su momento”.

Ahora bien, ¿cómo luce el panorama por fuera del oficialismo? Al final de cuentas, las oposiciones también están compitiendo por liderar al país y conducirlo a mejores días, al menos en teoría.

“La democracia y un discurso democratizador destinado a modernizar políticamente la sociedad boliviana nunca fueron un elemento central en la articulación política de la oposición al proceso político iniciado el 2006, porque su principal matriz ideológica política es el banzerismo y, luego del 2003, los saldos discursivos del gonismo, que no asumió la debacle política de una propuesta de transnacionalización de la economía que chocó frontalmente con la realidad del país”, asevera de la Fuente.

“El problema ideológico de esos sectores opositores y de gran parte de la élite intelectual que se opone al proceso del cambio, en muchos casos con fundamentadas observaciones de fondo y expectativas absolutamente contrarias, es que no pueden razonar un modelo de democracia que condiga con la diversidad cultural, territorial y orgánica del mundo campesino, indígena y rural del país. Bolivia es un país que todavía conserva importantes reductos e históricos núcleos étnicos de aimaras, quechuas, guaranís, chiquitanos, etcétera, y territorios que, al mismo tiempo que son provincias o municipios, son entidades colectivas llenas de vida y acción política y cultural en términos de ayllus, comunidades, cabildos, tentas y hoy, también, manchas urbanas y barrios periurbanos que conservan sus identidades de origen”, explica el investigador social.

Continúa y afirma que “hoy, en la difícil coyuntura política que atravesamos, el grueso de las expectativas y sueños de los dispersos grupos opositores pasa por que se termine de producir un desastre político e institucional en las elecciones judiciales; del que no estamos lejos porque la Asamblea Legislativa es un desastre y principal epicentro de la crisis política. Otra muletilla y mantra opositora es la denuncia de una dictadura, aunque, en especial, su principal apuesta es a que el enfrentamiento interno del MAS descarrile el proceso político. De su parte, el aporte a la elaboración de una propuesta o modelo democrático es mínimo. Su mayor elucubración conceptual es el principio de ‘un ciudadano un voto’, como si la mecánica del voto, las elecciones y la representación política alcanzaran a resolver los complejos desafíos de una democracia y menos de una sociedad como la boliviana, compleja y abigarrada”.

A su vez, Saavedra puntualiza que, en el país, “existen distintos tipos de oposiciones. Una de ellas es la oposición tradicional, que busca la reinstauración de un orden político conservador. Este tipo de oposición está absolutamente extraviada del contexto. Otro tipo de oposición son las fuerzas regionales, que tienen pendiente una lucha justa por la profundización de las autonomías; por lo general estas organizaciones tienen una mirada muy restringida a lo local del ámbito político y les cuesta constituirse en actores nacionales relevantes. Un tercer tipo de oposición que intenta surgir es el de los outsiders extremistas que, a partir de discursos de odio y permanente ataque, buscan generar condiciones para la toma del poder. el contexto de incertidumbre no es suficiente para que ellos desarrollen su hipótesis política, sino que necesitan generar sensaciones de crisis, para así generar respuestas ante la ausencia de otras iniciativas políticas”.

“Las oposiciones han mirado con recelo la incorporación de las clases populares e indígenas, pero ante la consolidación de un sentido hegemónico de lo plurinacional se vieron obligados a incorporarlos así sea de manera nominal”, acota el politólogo.

También puede leer: América Latina en la mira de EEUU, otra vez

Sea como fuere que vayan acomodándose las cosas, o no, lo cierto es que el país ya está en medio de un clima marcado por las tensiones en función a las venideras elecciones nacionales de 2025. Nuestros analistas invitados fueron consultados sobre cómo va llegando al país a esa cita con las urnas y qué se puede atisbar en el horizonte como los puntos medulares que estarán en juego.

Saavedra es de la idea de que “el país está alejándose de los extremos radicales y polarizadores. Está con una sensación de hastío con la conflictividad política y está buscando liderazgos que generen certezas en la población, especialmente en los ámbitos políticos y económicos. Queda claro que todavía el sentido hegemónico de lo político en Bolivia, está marcado por la profundización del Estado plurinacional, pero también, por la necesidad de rejuvenecer discursiva e ideológicamente el régimen incorporando nuevas causas de lucha”.

“Cada vez hay menos espacios para aventuras y experimentos políticos”, advierte el politólogo.

De la Fuente ve que “vamos por dos caminos, por lo pronto en paralelo, aunque en algún momento deben cruzarse y alcanzar algún tipo de síntesis, ojalá mínimamente virtuosa. Por una parte, el escabroso camino que siguen las organizaciones sociales matrices (CSUTCB, Bartolinas, Interculturales y el Pacto de Unidad), que constituyen el sujeto social, cultural y político del proceso del cambio para recuperar el control de su instrumento político: el MAS-IPSP, que a todas luces se muestra difícil y muy complejo, aunque sin duda es el camino más legítimo y consistente. Y por otro, el que siguen los grupos residuales del sistema de la democracia pactada y que en el fondo es esa tradición politiquera, clasemediera y típicamente citadina de creer que la democracia se reduce a pactos Inter partidarios de distribución del poder y en especial de la institucionalidad pública. Estos grupos parten del supuesto que se agotó el proceso del cambio y que en consecuencia les toca retornar, sin darse cuenta de que el sujeto social subalterno que antes se dividía, dispersaba y asimilaba a cualquier alternativa política externa hoy piensa por sí mismo y no está dispuesto a servir de escalera a nadie más”.

“Este es el dilema de la democracia boliviana y del proceso del cambio. Se cumplió un ciclo político y que de no transformarse corre el riesgo de una involución dramática, lo mismo que la misma democracia. Es la segunda opción, pero no debemos confiarnos”, concluye el abogado cochabambino.

(*)Pablo Deheza es editor de Animal Político

Temas Relacionados

Comparte y opina:

El fallo del príncipe neoliberal

El periodista Fernando Molina acaba de publicar un libro sobre el fracaso de la élites de los 90 desde la perspectiva de Maquiavelo, que lleva el título de “El príncipe neoliberal”. Aquí presentamos un fragmento del mismo.

/ 28 de abril de 2024 / 06:43

Dibujo Libre

Suele criticarse a la élite neoliberal por “maquiavélica”, en el sentido vulgar del adjetivo. En realidad, su problema fue no serlo, si entendemos por “maquiavelismo” lo que éste realmente significa. La élite neoliberal no se atuvo a la razón de Estado (esto es, en los términos de Maquiavelo, a la preservación de la hegemonía que ganó tras el ajuste económico de 1985). Algunos de sus principales dirigentes presumían de “Maquiavelos criollos” por su astucia para incrementar el poder de sus partidos y el suyo personal, y para apartar del camino a toda clase de adversarios, pero estaban pensando en el Maquiavelo que no es. Sus acciones satisfacían apetitos, incrementaban sus arcas, les daban momentánea notoriedad, pero al mismo tiempo socavaban, con lentitud, pero seguridad, los cimientos de su dominio: les quitaban posibilidades para usar la coerción con éxito, por un lado, y los desprestigiaban ante el pueblo, disminuyendo su influencia y dominio sobre él. Porque la razón de Estado exige tomar en cuenta al pueblo, y por eso es una razón política y no puramente militar. El príncipe enseña que el poder nunca es absoluto. Un señor puede poseerlo, y en grandes cantidades, pero siempre habrá, junto a él, otros que también serán poderosos, aunque en menor medida. Estos son los candidatos más cercanos a desplazar al primero. Por eso la política, en tanto arte de lograr y conservar el poder, está orientada en primer lugar hacia ellos.

La lista de poderosos es muy grande: están los otros señores, que en lenguaje moderno equivalen a los dirigentes de los partidos rivales y de los gobiernos locales; están los grandes propietarios, que normalmente se aliarán al príncipe de turno, para que sus negocios no sufran, y, finalmente, está el pueblo. Maquiavelo hace hincapié en ello: este es mucho más fuerte que las demás partes en las que el poder se divide; por eso, hay que evitar perderlo o tenerlo en contra: “Al príncipe le es necesario tener al pueblo de su parte, porque si no, no tendrá remedio en las adversidades…”.

Esta no fue la convicción de la élite neoliberal. Esta llegó al poder después de una gran derrota de los dirigentes y de las ideas estatistas y de izquierda que representaban tradicionalmente al pueblo boliviano. Pudieron instalar y sostener sus primeros gobiernos con total libertad, casi sin ninguna contestación de la población y, al contrario, con la simpatía de esta, que agradecía y aplaudía a los partidos que la habían salvado de la hiperinflación. Por esta razón, estos príncipes le perdieron el respeto y el temor al pueblo, olvidaron que es el más poderoso de los sujetos políticos, aquel del que depende en gran parte la estabilidad y prosperidad del gobierno.

Tratándose de una democracia, de un periodo en el que se realizó más de una decena de elecciones nacionales y regionales, la anterior afirmación parece absurda. Pero no lo es. La élite neoliberal consideró al pueblo como un simple factor electoral, supuso que su capacidad de ejercer consenso y coerción sobre él era tan grande como la de las élites de los países occidentales desarrollados, con las cuales se identificaban más que con el pueblo, y por tanto que este ya no podía expresarse del modo que retrata Maquiavelo, quien lo hace responsable de la caída de muchos príncipes. La élite creyó que el pueblo ya solo se expresaría electoralmente y, luego, cuando vio que eso no ocurría y las manifestaciones violentas de masas iban en aumento, sobre todo desde 1997, no quiso aceptar lo que estas representaban; las atribuyó a “agitadores” y “conspiradores”, y las trató como disfunciones que era posible erradicar, cuando eran muestras de que la mentalidad colectiva había cambiado.

Los príncipes neoliberales introdujeron en la práctica política nacional la realización de mediciones más o menos periódicas y más o menos serias de la opinión pública, pero su propósito no era comprobar si las bases de su poder se hallaban tan bien asentadas como ellos creían; las suyas eran encuestas de orientación electoral que servían para recolectar y agregar las demandas de la gente. Los resultados que, pese a ello, mostraban la creciente enajenación de pueblo fueron ignorados o entendidos como datos electorales que indicaban que el voto se desviaría hacia candidaturas “anti-sistémicas”, es decir, extrañas a la élite. Esto preocupaba, pero se pensaba conjurar por medios también electorales: marketing político, inversión en campañas, coaliciones de varios partidos similares, etc.

También puede leer: 12 de abril, día de la niñez en Bolivia

Entre 2000 y 2002 los estudios detectaron una enorme cantidad de “furiosos” por el estado de cosas, lo que era un resultado directo del comportamiento de los partidos de la élite durante los años anteriores y de la recesión económica que se vivía en ese momento. Pero este dato se interpretó mal. No dio origen a ninguna autocrítica.

La falta de atención y respeto por el pueblo impregnó todos los actos de la élite neoliberal: la venalidad con que administró la cosa pública, incurriendo en constantes escándalos de corrupción; la rebatiña y la repartición amañada de los mejores cargos públicos entre un grupo de funcionarios que formaba parte de esta élite y estaba ligado a las empresas privadas, a las cuales favorecía; el pago a estos funcionarios con jugosos sobresueldos, que se procuró disimular con una partida “reservada” de gastos, la cual en realidad no ocultó nada y en cambio volvió discrecional y sucia la administración de estos fondos, etc. Todo esto se hizo con la mayor alegría, despertando la envidia y la repulsa de la gente pobre que, entretanto, tenía que arreglárselas con las numerosas dificultades que las reformas neoliberales habían traído a sus vidas. Los que así actuaban presumían de “maquiavélicos”, pero en realidad desconocían y negaban al teórico florentino. Su comportamiento puso en peligro, primero, y luego anuló su ascendiente intelectual y moral sobre la población. “Los que llegan a príncipes por vías virtuosas adquieren el principado con dificultad, pero lo mantienen fácilmente”, recomendaba, en cambio, el autor de El príncipe.

(*)Fernando Molina es periodista y escritor

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Tres décadas de descentralización

Una mirada al proceso iniciado con la Participación Popular y que hoy se expresa en el régimen autonómico.

Una sesión anterior del Consejo Nacional de Autonomías.

/ 28 de abril de 2024 / 06:27

Dibujo Libre

La Participación Popular podría considerarse, luego de la revolución de 1952 , la más profunda e inconmensurable reforma en democracia de vocación descentralizadora y paradójicamente impulsada por un gobierno central, quién asumió la audaz decisión de compartir poder político, ceder responsabilidades administrativas y transferir recursos financieros que hasta ese momento. se hallaban bajo custodia y absoluta decisión del poder central.

Caso curioso el boliviano, originado y agendado fuera del centro y del altiplano, pero anidado en mentes visionarias y con voluntad política desde el llano, para trasladarlas al plan de gobierno de un partido, que eventualmente paso a convertirse en una política pública, de la que hoy nadie reniega o pretende devaluarla, reconociéndola como una de las escasas reformas estatales con mayor trascendencia en los planos político, fiscal, social y territorial de la historia de Bolivia.

El régimen de autonomías incorporado en la constitución del año 2009, se estructuró sobre la base de la descentralización del año 1994 con la participación popular, capitalizada por los actores territoriales en la promoción de liderazgos políticos locales, desarrollo de capacidades administrativas, esfuerzos tributarios, ampliación de servicios públicos sociales y económicos, participación vecinal e indígena en la planificación y destino de los recursos asignados, de naturaleza innovadora para la tradición concentradora del Estado.

Desafortunadamente, uno de los riesgos fue descentralizar un Estado tradicionalmente débil, con un país rural abandonado por la implacable urbanización y astillado en pequeños poblados silenciados por la marginalidad de territorios y sistemas de vida cada vez más vulnerables a fenómenos económicos y medioambientales.

La descentralización de base municipal desnudó al débil Estado capturado por un inmaduro sistema político que, en ausencia de normas y estructura institucional estatal, no puedo conducir ni responder a la impronta municipal desatada.

Con el régimen autonómico, el costo de administrar el Estado creció por la ampliación de dos gobiernos (nacional y municipal) a cinco (más el regional, departamental e indígena), aumentando significativamente la burocracia estatal, congestionando la gestión de servicios, como por ejemplo en salud y educación, que eran competencia exclusiva municipal, y la modificó a concurrente para justificar la presencia del gobierno central en el territorio, propiciando una competencia desleal ; sin ocupar la estructura descentralizada del Estado , creando instituciones paralelas y disponiendo de recursos especiales para llegar al territorio con programas de alcance nacional .

La tensión entre el impulso descentralizador del año 1994 y el ambivalente régimen de autonomías de 2010, no ha facilitado la gestión de municipalidades cada vez más debilitadas por la sobrecarga de competencias (bono discapacitados, fondo de fomento a la educación, sistema nacional de seguridad ciudadana entre otras materias) y asfixiados financieramente por la caída en las trasferencias de un modelo primario y monoproductor; en lo cotidiano, abandonados en un escenario mucho más complejo que el del inicio. Prueba de ello, la mayoría de los municipios que se hallaban en el año 1992 en quintil más pobre, treinta años después, continúan en el mismo sitial sin que nada haya logrado mejorar sus condiciones de exclusión y extrema pobreza.

También puede leer: Apuntes para una historia sanitaria de Bolivia

Aún existen muchas asignaturas sin la debida atención, tanto en el diseño como en la operación, el tiempo y los gobiernos centrales convirtieron por acción u omisión los conceptos en defectos respecto del modelo original; sin embargo, tres décadas después, a pesar de una nueva Constitución y una Ley Marco de Autonomías, afortunadamente no alcanzaron a modificar su espíritu, el mismo que continua vigente y con mayor arraigo en los actores y sistemas predominantes en el territorio.

Nada podrá revertir el escenario de la descentralización municipal de 1994, más al contrario, además de convertirse en la piedra angular del Estado, es la caja de resonancia del trepidante escenario político nacional y también la redención, especialmente en ciudades grandes e intermedias, a la creciente demanda social, económica y de infraestructura pública en favor de los más vulnerables que hacen posible testimoniar y celebrar hoy aquel visionario modelo de descentralización.

Luego tres décadas, la resistencia a la autonomía y a una mayor descentralización, así como la forma más o menos conflictiva y trabada de su proceso, no es una característica y responsabilidad exclusiva del gobierno central, también responde a la debilidad institucional y falta de liderazgo de los gobiernos municipales para explotar el régimen de autonomías vigente y “jalar” finalmente la auténtica descentralización.

(*)Vladimir Ameller Terrazas es economista

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Daniel Noboa es derrotado en las urnas

El referéndum en Ecuador, del pasado 21 de abril, dijo No en dos preguntas clave para el oficialismo y su política económica.

Daniel Noboa

/ 28 de abril de 2024 / 06:07

Dibujo Libre

Nadie convoca un referéndum para perderlo. Es una máxima de la ciencia política. Las consultas populares están diseñadas para investir al líder con la legitimidad de un resultado en las urnas, un resultado contra el que ningún opositor tenga réplica.

Y sin embargo Daniel Noboa, el flamante presidente ecuatoriano, el émulo de Bukele, se estrelló contra la realidad.

El pasado domingo 21 de abril el pueblo ecuatoriano se enfrentaba a un referéndum con once preguntas orientadas a reformar la Constitución e impulsar políticas públicas. Lo había convocado meses antes el presidente de Ecuador, Daniel Noboa, siguiendo la estela de sus predecesores, Guillermo Lasso y Lenin Moreno quienes convocaron también sendas consultas. El horizonte político de las tres consultas, al margen del contenido de las preguntas, compartía un mismo objetivo político: relegitimar en las urnas sus precarios gobiernos. Todos ellos, gobiernos logrados en segunda vuelta por escasos márgenes y todos gobiernos con minoría en la Asamblea Legislativa.

De las once preguntas planteadas, nueve referían a reformas judiciales, policiales o militares y tenían una clara orientación securitaria. Respecto a esas nueve preguntas se había creado un cierto consenso nacional, sólo roto en las últimas semanas por el asalto a la embajada mexicana en Quito, un hecho que forzó al partido de Rafael Correa, la Revolución Ciudadana (RC), a adoptar una posición de rechazo frontal a las propuestas del presidente. Eran por tanto preguntas sobre las que no pesaban dudas acerca del resultado.

Sin embargo, dos de las once preguntas escapaban a este esquema. En dos preguntas fundamentales Noboa consultaba, primero, sobre el retorno de una fórmula precarizadora del mercado laboral -contra la que él mismo se había pronunciado en campaña electoral-, el contrato por horas y, segundo, sobre la sujeción de Ecuador a tribunales internacionales en diferendos económicos. Estas dos eran las únicas preguntas sobre las que existía disputa política, las dos que atañían al modelo económico del presidente, dos preguntas que habían recibido un rechazo frontal desde el primer momento por parte de la oposición politica de la RC. En ambas preguntas la población dijo No. Dos tercios de los ecuatorianos respondieron No al arbitraje internacional (64,9%) y No al regreso al trabajo fijo por horas (68,8%).

En el resto de preguntas, como decimos, todas ellas relacionadas con la seguridad ciudadana y de carácter incuestionable, el presidente Noboa obtuvo el previsible apoyo derivado del clima de inseguridad que vive el país. Lo confirma el hecho de que las preguntas A y F, relacionadas con el papel de las fuerzas armadas en el control de la seguridad, fueran las más respaldadas, con un 75% de apoyo.

Este resultado dual, de un lado apoyo en el refuerzo de las políticas securitarias de Noboa y de otro rechazo al modelo económico del presidente, demuestra que un porcentaje importante de la población ecuatoriana es -como diría George Lakoff- biconceptual, proclive a ubicarse en distintas posiciones en función de las materias, a escapar al molde simplificador que intenta imprimir la polarización política: o con Noboa o contra Noboa, o correísta o anticorreísta.

Efectivamente, hasta un 69% de los ecuatorianos votó en contra de la legalización del trabajo por horas (una cuestión por cierto sobre la que Noboa habría cambiado su posición respecto a la campaña electoral), doblando la base electoral del correísmo (32% en las últimas dos primeras vueltas presidenciales), mientras que por el contrario la base electoral del correísmo -al menos parte- apoyó el refuerzo del papel de las fuerzas armadas en materia de seguridad.

Noboa fracasa, por tanto, en el objetivo de relegitimarse. Este resultado obliga a un cambio en la estrategia política del presidente si quiere reelegirse en febrero de 2025. A solo 10 meses de las próximas elecciones presidenciales Noboa se enfrenta un dilema clave: mantener o no su política económica.

Con el voto popular en contra, mantener el rumbo económico neoliberal supondría una seria amenaza a sus posibilidades de reelección. Por el contrario, no hacerlo pudiera exponerlo a las críticas de los grandes medios de comunicación, principales exponentes en la presión neoliberalizadora.

También puede leer: La improvisación al poder

Sobre la escena pende además un elemento añadido. El victorioso rechazo a las dos preguntas de corte económico fue capitaneado por el correísmo, que saldría reforzado de esta disputa. Este apoyo a las tesis correístas llega justo en el momento en el que el gobierno había recrudecido la cacería judicial a la que viene siendo sometido este movimiento político desde la llegada al poder de Lenin Moreno.

De hecho, en cierto modo, en el resultado de la consulta parece latir también un golpe al giro estratégico de Noboa de los últimos meses, cuando dejó de buscar la colaboración del correísmo en el Congreso para emprender una furibunda carga contra éste. Esta carga lo llevó incluso a violar la Convención de Viena sobre inviolabilidad de sedes diplomáticas, con el episodio de asalto a la Embajada de México, el pasado 5 de abril, lo que ha derivado en una grave crisis de credibilidad internacional del país andino.

En definitiva, con un país en grave crisis económica agravada por la decisión presidencial de subir el IVA y el precio de los combustibles, con una crisis eléctrica que comienza a repercutir en las clases medias con graves apagones y con un clima de rechazo al modelo económico negado en las urnas, Noboa se juega todo a una sola carta, a resolver el problema de la inseguridad. De lograrlo tendrá opciones de ser reelegido. De no hacerlo la pregunta en Ecuador volverá a ser la misma que en 2021 y 2023: ¿será el correísmo capaz de agrietar la coalición de anticorreístas que, sin tener nada en común, se unen sólo para votar a cualquier candidato que no sea correísta?

(*)Sergio Pascual es analista político

Temas Relacionados

Comparte y opina:

América Latina en la mira de EEUU, otra vez

Una conversación con el destacado abogado, intelectual y exministro boliviano, Reymi Ferreira.

/ 21 de abril de 2024 / 06:58

El Punto Sobre la i

Esta semana, la ministra de Seguridad de Argentina, Patricia Bullrich, generó un nuevo incidente diplomático en la región, cuando acusó a Bolivia y Chile de tener en sus territorios a agentes terroristas iraníes. La aseveración motivó la protesta de ambos países. Bullrich presentó sus excusas antes Santiago, pero no ante el gobierno boliviano. Al presente, la referida ministra del país rioplatense anunció que mantiene sus fronteras en el norte y embajadas “con alerta alta”.

Si bien este es el más reciente episodio en el que se gatillan tensiones diplomáticas desde el gobierno de Javier Milei, no es ni por si acaso el primero. El mandatario ya sostuvo controversias y se refirió con adjetivos ofensivos a otros presidentes de América Latina. Tal fue caso con sus pares de Colombia, Brasil y México. Protagonizó además otro entredicho con China. Cabe señalar que Brasil, China, Chile y Colombia están entre los países más importantes en el intercambio comercial argentino.

En el caso de la ministra Bullrich, cabe además recordar que, en 2021, el Gobierno argentino “denunció penalmente el contrabando ilegal de armamento y municiones que el gobierno de (Mauricio) Macri envió a Bolivia el 12 de noviembre de 2019”, según indica una nota oficial del Ministerio de Seguridad. La acusación se dirigió contra la actual titular de esa cartera de Estado, el expresidente Macri y otros funcionarios.

El año pasado, la jefa del Comando Sur de los Estados Unidos, Laura Richardson, se presentó ante una comisión de la Cámara de Representantes de su país e informó en relación al denominado triángulo del litio, conformado por Argentina, Bolivia y Chile. “Esta región está llena de recursos y me preocupa la actividad maligna de nuestros adversarios que se aprovechan de ello, aparentando que están invirtiendo cuando en realidad están extrayendo”, aseveró la militar.

A principios del mes en curso, Milei y Richardson sostuvieron un encuentro en Ushuaia, capital de la provincia Tierra del Fuego. En la cita, acordaron la creación de una “base naval integrada” entre ambos países. Argentina se comprometió en la adquisición de equipo bélico estadounidense, incluyendo cazas F-16 mediante un subsidio de $us 40 millones, según indica una nota oficial de la Embajada de Estados Unidos en el país vecino del pasado jueves.

Conversamos respecto a estos temas con el destacado abogado, intelectual y exministro, Reymi Ferreira. El diálogo recorre diversos aspectos, comenzando por la acusación de Bullrich de la última semana, hasta abordar la situación de la región en un momento de transiciones geopolíticas de gran importancia.

– ¿Cómo se pueden entender estas tensiones diplomáticas que vienen siendo gatilladas desde el actual Gobierno argentino?

Es la nueva derecha, la nueva ola conservadora que está en América Latina, que en realidad llega a ser la segunda. La primera la trajo Jair Bolsonaro, expresidente de Brasil. Bolsonaro ha sido en realidad el pionero en América Latina, que trajo esa ola de los ultraconservadores de Estados Unidos, y en la que Javier Milei juega un papel. Un peón más de la estructura neoconservadora que ha llegado a América Latina; que no dejan de ser elementos disociadores que están al servicio de intereses extranjeros, están al servicio de las potencias imperiales. Y lo lamentable es el silencio, prácticamente la falta de condena contra este tipo de exabruptos y este tipo de políticas. Pero yo creo que es parte de una oleada continental que viene desde los grupos más tenebrosamente conservadores de Estados Unidos.

– ¿Cómo se puede entender la racionalidad política de estas controversias?

Milei es muy irracional. Yo creo que está haciendo poses, pininos para la opinión pública internacional. No creo que esté pensando en la Argentina, Él está pensando en la gente de afuera, a los que él sirve. Quiere quedar agradable a los grandes poderes del sionismo, de estos capitales transnacionales, de la ultraderecha norteamericana. Y así repite cosas que no tienen sentido. Ya ha tenido que disculparse con Chile y no lo ha hecho con Bolivia, cosa que es lamentable y terrible. Que, además, debe merecer la protesta del Gobierno boliviano porque es realmente una barbaridad que se vengan a armar ese tipo de acusaciones. Es evidente que no existe ese tipo de situaciones en nuestros países.

–¿Tiene esto alguna racionalidad en el ámbito internacional más grande?

Lamentablemente, no puede haber racionalidad en alguien irracional y en una política irracional. La política a Milei, como la de Trump y de Bolsonaro, son políticas irracionales. Entonces, pedir racionalidad a políticas irracionales no creo que vaya a dar muchos frutos. Básicamente es un actuar instintivo. Hitler no era nada racional, sus políticas eran lo más irracionales que había. Y eso terminó destruyéndolo y, de paso, destruyendo parte del planeta en un determinado momento. Milei es igual, un hombre puro hígado; que ha demostrado tener muy poca racionalidad y mucho hígado. Ese es el gran problema con este tipo de gobernantes. Cuando el cerebro es más chico que el hígado, acaban haciendo lo que está haciendo Milei: inventándose terroristas en Bolivia o en Chile, agrediendo al presidente de Colombia, Gustavo Petro, entrando en contradicción con el propio presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, también con Lula da Silva. Abriéndose enemigos gratuitos en todas partes, para recibir las palmaditas que se le dan a un cachorro por seguir las instrucciones. Declarando su apoyo a que la capital de Israel sea Jerusalén y cosas así. Cosas raras, realmente.

Milei sabe, a ciencia cierta y porque además él predica eso -el no cree en las ayudas ni los subsidios- que para Argentina no a haber ni ayudas ni subsidios de los organismos internacionales. Lo que sí puede haber son créditos leoninos e incluso eso, en su caso, es difícil. Esto es así porque, refiriéndonos a Argentina, el expresidente Mauricio Macri ya endeudó por 100 años a ese país. Hay una deuda intergeneracional enorme. Argentina no es en este momento un sujeto muy serio de crédito por las deudas que dejó Macri. Entonces, creo que lo que está haciendo se enmarca en esa actuación irracional, de una política internacional irracional, como la interna, que no tiene nada de racional.

– ¿Qué dice todo esto sobre la situación de América Latina en relación a un nuevo contexto internacional, con tensiones geopolíticas emergentes y diferentes a las del pasado reciente?

Bueno, no hay una nueva Guerra Fría, todavía. Actualmente hay una guerra, que es económica, con China. El gran enemigo o rival, en este caso, de Estados Unidos y de la Unión Europea, no es Rusia, es China. Ese es el trasfondo de la cuestión. Y en América Latina lo que se está viendo es eso, los intereses comerciales, económicos y financieros, de los norteamericanos y europeos que están en constante disputa de mercados y espacio con China. Eso es lo que hay. Secundariamente está el tema de la alineación que Estados Unidos antes tenía en la Guerra Fría con los países latinoamericanos, que hoy no la tiene.

También puede leer: Tensiones en el sur de un mundo en guerra

Entonces, quizás lo que le interesa a Estados Unidos en el plano geopolítico es tratar de generar un espacio como en el pasado, que permita que los estados de América Latina sigan las instrucciones de Washington. Por ejemplo, romper nexos o bloquear a Rusia; que eso hoy no lo tiene. La inmensa mayoría de los países latinoamericanos, con raras excepciones, no se ha plegado a las políticas de Estados Unidos y la Unión Europea. Veo que los norteamericanos están trabajando en esas líneas: en la línea geopolítica, en relación al tema ruso, y en la línea económica, en relación al tema chino. Y ese, quizás, es el papel de Milei, haciendo que de alguna forma él trabaje en ese sentido. Aunque, Milei está más preocupado por el tema de Irán. Se ha pronunciado evidentemente a favor de Ucrania y todo eso, pero su principal preocupación, por sus declaraciones últimas, es básicamente Irán. Y en Estados Unidos igual, su conflicto con Rusia está pasando a un segundo plano. Ahora su principal preocupación está empezando a ser Irán.

– ¿Cómo está tensionando esto la relación entre los gobiernos de izquierda progresista en la región con esta segunda ola de gobiernos de derecha?

Yo creo que ahora esto se dará con mucha más fuerza, porque Estados Unidos, mientras hubo el conflicto con los países de Oriente Medio por el tema de Irak, los talibanes, Al Qaeda o del ISIS, había secundarizado su atención hacia la región, al no haber ya la Guerra Fría. Aminoró su atención hacia América Latina; se descuidó, de hecho, y se dedicó a otros lugares del mundo. Priorizó su lucha contra lo que denominó el terrorismo de los grupos islámicos. Ahora, al aparecer estos nuevos fenómenos, como el fenómeno iraní y el ruso, la presencia mayor de China, no como amenaza política y militar, sino económica, entonces está reorientando su mirada hacia América Latina. Un espacio que tenía como patio trasero, que de pronto empezó a tener autonomía y llegó a realizar importantes esfuerzos por su cuenta. Con el gobierno de Donald Trump, Estados Unidos empezó a dirigir políticas muy bien orientadas para desestabilizar y derrocar gobiernos. Como pasó en Brasil, por ejemplo, como lo que pasó en Bolivia. Con una acción más radical contra Venezuela, al extremo de casi entrar a una invasión. Entonces, ese tipo de presiones, que vienen desde el tiempo del gobierno de Trump, por el cambio de orientación y al haberse aplacado la lucha con los grupos islámicos, hace que los norteamericanos se vuelvan a reorientar acá. Si bien hasta ahora no lo hacen de una forma tan agresiva, como seguramente va a empezar a ocurrir con el tema del nuevo escenario internacional, que ya tiende a convertirse en multipolar y en antagónico. Ya no es el mundo de hace 15 años ha cambiado. Es un mundo que se convierte amenazante y desafiante para Europa y para Estados Unidos. Ahí está el caso de Irán y el caso de Rusia, que son cosas que han movido el tablero. Y está en el fondo también China y está Corea del Norte, que son consideradas como verdaderas amenazas por los países occidentales.

(*)Pablo Deheza es editor de Animal Político

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Últimas Noticias