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La izquierda del futuro: una sociología de las emergencias

Es necesario que las izquierdas sepan sustraer semillas de esperanza a la trituradora neoliberal y plantarlas en terrenos fértiles donde cada vez más ciudadanos sientan que pueden vivir bien, protegidos, tanto del infierno del caos inminente, como del paraíso de las sirenas del consumo obsesivo.

/ 18 de enero de 2016 / 04:00

El futuro de la izquierda no es más difícil de predecir que cualquier otro acontecimiento social. La mejor manera de abordarlo es haciendo lo que llamo sociología de las emergencias. Consiste en prestar especial atención a algunas señales del presente para ver en ellas tendencias, embriones de lo que puede ser decisivo en el futuro.

APRENDIZAJES. Aprendizajes globales. Si algo se puede afirmar con alguna certeza acerca de las dificultades que están pasando las fuerzas progresistas en América Latina, es que tales dificultades se asientan en  el hecho de que sus gobiernos no enfrentaron ni la cuestión de la Constitución ni la de la hegemonía. En el caso de Brasil, este hecho es particularmente dramático. Y explica en parte que los enormes avances sociales de los gobiernos de la época Lula sean ahora tan fácilmente reducidos a meros expedientes populistas y oportunistas, incluso por parte de sus beneficiarios. Explica también que los muchos errores cometidos (para comenzar, el haber desistido de la reforma política y de la regulación de los medios de comunicación, y algunos errores dejan heridas abiertas en grupos sociales importantes, tan diversos como los campesinos sin tierra ni reforma agraria, los jóvenes negros víctimas del racismo, los pueblos indígenas ilegalmente expulsados de sus territorios ancestrales, pueblos indígenas y quilombolas con reservas homologadas pero engavetadas, militarización de las periferias de las grandes ciudades, poblaciones rurales envenenadas por agrotóxicos, etcétera) no sean considerados como errores, sino que sean omitidos y hasta convertidos en virtudes políticas o, al menos, sean aceptados como consecuencias inevitables de un Gobierno realista y desarrollista.

Las tareas incumplidas de la Constitución y de la hegemonía explican también que la condena de la tentación capitalista por parte de los gobiernos de izquierda se centre en la corrupción y, por tanto, en la inmoralidad y en la ilegalidad del capitalismo, y no en la injusticia sistemática de un sistema de dominación que se puede realizar en perfecto cumplimiento de la legalidad y la moralidad capitalistas.

El análisis de las consecuencias de no haber resuelto las cuestiones de la Constitución y de la hegemonía es relevante para prever y prevenir lo que puede pasar en las próximas décadas, no solo en América Latina, sino también en Europa y otras regiones del mundo. Entre las izquierdas latinoamericanas y las de Europa del sur ha habido en los últimos 20 años importantes canales de comunicación, que están todavía por analizarse en todas sus dimensiones. Desde el inicio del presupuesto participativo en Porto Alegre (1989), varias organizaciones de izquierda en Europa, Canadá e India (de las que tengo conocimiento) comenzaron a prestar mucha atención a las innovaciones políticas que emergían en el campo de las izquierdas en varios países de América Latina.

A partir del final de la década de 1990, con la intensificación de las luchas sociales, el ascenso al poder de gobiernos progresistas y las luchas por Asambleas Constituyentes, sobre todo en Ecuador y Bolivia, quedó claro que una profunda renovación de la izquierda, de la cual había mucho que aprender, estaba en curso. Los trazos principales de esa renovación fueron los siguientes: la democracia participativa articulada con la democracia representativa, una articulación de la cual ambas salían fortalecidas; el intenso protagonismo de movimientos sociales, de lo que el Foro Social Mundial de 2001 fue una muestra elocuente; una nueva relación entre partidos políticos y movimientos sociales; la sobresaliente entrada en la vida política de grupos sociales hasta entonces considerados residuales, como los campesinos sin tierra, pueblos indígenas y pueblos afrodescendientes; la celebración de la diversidad cultural, el reconocimiento del carácter plurinacional de los países y el propósito de enfrentar las insidiosas herencias coloniales siempre presentes. Este elenco es suficiente para evidenciar cuánto las dos luchas a las que me he estado refiriendo (la Constitución y la hegemonía) estuvieron presentes en este vasto movimiento que parecía refundar para siempre el pensamiento y la práctica de izquierda, no solo en América Latina, sino en todo el mundo.

La crisis financiera y política, sobre todo a partir de 2011, y el movimiento de los indignados fueron los detonantes de nuevas emergencias políticas de izquierda en el sur de Europa, en las que estuvieron muy presentes las lecciones de América Latina, en especial la nueva relación partido-movimiento, la nueva articulación entre democracia representativa y democracia participativa, la reforma constitucional y, en el caso de España, las cuestiones de la plurinacionalidad. El partido español Podemos representa mejor que cualquier otro estos aprendizajes, incluso cuando sus dirigentes fueron desde el principio conscientes de las diferencias sustanciales entre los contextos político y geopolítico europeo y latinoamericano.

La forma en que tales aprendizajes se irán a plasmar en el nuevo ciclo político que está emergiendo en Europa del sur es, por ahora, una incógnita. Pero desde ya es posible especular lo siguiente: si es verdad que las izquierdas europeas aprendieron con las muchas innovaciones de las izquierdas latinoamericanas, no es menos cierto (y trágico) que éstas se “olvidaron” de sus propias innovaciones y que, de una u otra forma, cayeron en las trampas de la vieja política, donde las fuerzas de derecha fácilmente muestran su superioridad dada la larga experiencia histórica acumulada.

Si las líneas de comunicación se mantienen hoy, y siempre salvaguardando la diferencia de contextos, quizá sea tiempo de que las izquierdas latinoamericanas aprendan también con las innovaciones que están emergiendo entre las izquierdas del sur de Europa. Entre ellas destaco las siguientes: mantener viva la democracia participativa dentro de los propios partidos de izquierda, como condición previa a su adopción en el sistema político nacional en articulación con la democracia representativa; pactos entre fuerzas de izquierda (no necesariamente solo entre partidos) y nunca con fuerzas de derecha; pactos pragmáticos no clientelistas (no se discuten personas o cargos, sino políticas públicas y medidas de Gobierno), ni de rendición (articulando líneas rojas que no pueden ser cruzadas con la noción de prioridades o, como se decía antes, distinguiendo las luchas primarias de las secundarias); insistencia en la reforma constitucional para blindar los derechos sociales y tornar el sistema político más transparente, más próximo y más dependiente de las decisiones ciudadanas, sin tener que esperar elecciones periódicas (refuerzo del referendo); y, en el caso español, tratar democráticamente la cuestión de la plurinacionalidad.

La máquina fatal del neoliberalismo continúa produciendo miedo a gran escala y, siempre que falta materia prima, trunca la esperanza que puede encontrar en los rincones más recónditos de la vida política y social de las clases populares, la tritura, la procesa y la transforma en miedo. Las izquierdas son la arena que puede atajar ese aparatoso engranaje a fin de abrir las brechas por donde la sociología de las emergencias hará su trabajo de formular y amplificar las tendencias, los “todavía no”, que apuntan a un futuro digno para las grandes mayorías. Por eso es necesario que las izquierdas sepan tener miedo sin tener miedo del miedo. Sepan sustraer semillas de esperanza a la trituradora neoliberal y plantarlas en terrenos fértiles donde cada vez más ciudadanos sientan que pueden vivir bien, protegidos, tanto del infierno del caos inminente, como del paraíso de las sirenas del consumo obsesivo. Para que esto ocurra, la condición mínima es que las izquierdas permanezcan firmes en las dos luchas fundamentales: la Constitución y la hegemonía.

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Daniel Noboa es derrotado en las urnas

El referéndum en Ecuador, del pasado 21 de abril, dijo No en dos preguntas clave para el oficialismo y su política económica.

Daniel Noboa

/ 28 de abril de 2024 / 06:07

Dibujo Libre

Nadie convoca un referéndum para perderlo. Es una máxima de la ciencia política. Las consultas populares están diseñadas para investir al líder con la legitimidad de un resultado en las urnas, un resultado contra el que ningún opositor tenga réplica.

Y sin embargo Daniel Noboa, el flamante presidente ecuatoriano, el émulo de Bukele, se estrelló contra la realidad.

El pasado domingo 21 de abril el pueblo ecuatoriano se enfrentaba a un referéndum con once preguntas orientadas a reformar la Constitución e impulsar políticas públicas. Lo había convocado meses antes el presidente de Ecuador, Daniel Noboa, siguiendo la estela de sus predecesores, Guillermo Lasso y Lenin Moreno quienes convocaron también sendas consultas. El horizonte político de las tres consultas, al margen del contenido de las preguntas, compartía un mismo objetivo político: relegitimar en las urnas sus precarios gobiernos. Todos ellos, gobiernos logrados en segunda vuelta por escasos márgenes y todos gobiernos con minoría en la Asamblea Legislativa.

De las once preguntas planteadas, nueve referían a reformas judiciales, policiales o militares y tenían una clara orientación securitaria. Respecto a esas nueve preguntas se había creado un cierto consenso nacional, sólo roto en las últimas semanas por el asalto a la embajada mexicana en Quito, un hecho que forzó al partido de Rafael Correa, la Revolución Ciudadana (RC), a adoptar una posición de rechazo frontal a las propuestas del presidente. Eran por tanto preguntas sobre las que no pesaban dudas acerca del resultado.

Sin embargo, dos de las once preguntas escapaban a este esquema. En dos preguntas fundamentales Noboa consultaba, primero, sobre el retorno de una fórmula precarizadora del mercado laboral -contra la que él mismo se había pronunciado en campaña electoral-, el contrato por horas y, segundo, sobre la sujeción de Ecuador a tribunales internacionales en diferendos económicos. Estas dos eran las únicas preguntas sobre las que existía disputa política, las dos que atañían al modelo económico del presidente, dos preguntas que habían recibido un rechazo frontal desde el primer momento por parte de la oposición politica de la RC. En ambas preguntas la población dijo No. Dos tercios de los ecuatorianos respondieron No al arbitraje internacional (64,9%) y No al regreso al trabajo fijo por horas (68,8%).

En el resto de preguntas, como decimos, todas ellas relacionadas con la seguridad ciudadana y de carácter incuestionable, el presidente Noboa obtuvo el previsible apoyo derivado del clima de inseguridad que vive el país. Lo confirma el hecho de que las preguntas A y F, relacionadas con el papel de las fuerzas armadas en el control de la seguridad, fueran las más respaldadas, con un 75% de apoyo.

Este resultado dual, de un lado apoyo en el refuerzo de las políticas securitarias de Noboa y de otro rechazo al modelo económico del presidente, demuestra que un porcentaje importante de la población ecuatoriana es -como diría George Lakoff- biconceptual, proclive a ubicarse en distintas posiciones en función de las materias, a escapar al molde simplificador que intenta imprimir la polarización política: o con Noboa o contra Noboa, o correísta o anticorreísta.

Efectivamente, hasta un 69% de los ecuatorianos votó en contra de la legalización del trabajo por horas (una cuestión por cierto sobre la que Noboa habría cambiado su posición respecto a la campaña electoral), doblando la base electoral del correísmo (32% en las últimas dos primeras vueltas presidenciales), mientras que por el contrario la base electoral del correísmo -al menos parte- apoyó el refuerzo del papel de las fuerzas armadas en materia de seguridad.

Noboa fracasa, por tanto, en el objetivo de relegitimarse. Este resultado obliga a un cambio en la estrategia política del presidente si quiere reelegirse en febrero de 2025. A solo 10 meses de las próximas elecciones presidenciales Noboa se enfrenta un dilema clave: mantener o no su política económica.

Con el voto popular en contra, mantener el rumbo económico neoliberal supondría una seria amenaza a sus posibilidades de reelección. Por el contrario, no hacerlo pudiera exponerlo a las críticas de los grandes medios de comunicación, principales exponentes en la presión neoliberalizadora.

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Sobre la escena pende además un elemento añadido. El victorioso rechazo a las dos preguntas de corte económico fue capitaneado por el correísmo, que saldría reforzado de esta disputa. Este apoyo a las tesis correístas llega justo en el momento en el que el gobierno había recrudecido la cacería judicial a la que viene siendo sometido este movimiento político desde la llegada al poder de Lenin Moreno.

De hecho, en cierto modo, en el resultado de la consulta parece latir también un golpe al giro estratégico de Noboa de los últimos meses, cuando dejó de buscar la colaboración del correísmo en el Congreso para emprender una furibunda carga contra éste. Esta carga lo llevó incluso a violar la Convención de Viena sobre inviolabilidad de sedes diplomáticas, con el episodio de asalto a la Embajada de México, el pasado 5 de abril, lo que ha derivado en una grave crisis de credibilidad internacional del país andino.

En definitiva, con un país en grave crisis económica agravada por la decisión presidencial de subir el IVA y el precio de los combustibles, con una crisis eléctrica que comienza a repercutir en las clases medias con graves apagones y con un clima de rechazo al modelo económico negado en las urnas, Noboa se juega todo a una sola carta, a resolver el problema de la inseguridad. De lograrlo tendrá opciones de ser reelegido. De no hacerlo la pregunta en Ecuador volverá a ser la misma que en 2021 y 2023: ¿será el correísmo capaz de agrietar la coalición de anticorreístas que, sin tener nada en común, se unen sólo para votar a cualquier candidato que no sea correísta?

(*)Sergio Pascual es analista político

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América Latina en la mira de EEUU, otra vez

Una conversación con el destacado abogado, intelectual y exministro boliviano, Reymi Ferreira.

/ 21 de abril de 2024 / 06:58

El Punto Sobre la i

Esta semana, la ministra de Seguridad de Argentina, Patricia Bullrich, generó un nuevo incidente diplomático en la región, cuando acusó a Bolivia y Chile de tener en sus territorios a agentes terroristas iraníes. La aseveración motivó la protesta de ambos países. Bullrich presentó sus excusas antes Santiago, pero no ante el gobierno boliviano. Al presente, la referida ministra del país rioplatense anunció que mantiene sus fronteras en el norte y embajadas “con alerta alta”.

Si bien este es el más reciente episodio en el que se gatillan tensiones diplomáticas desde el gobierno de Javier Milei, no es ni por si acaso el primero. El mandatario ya sostuvo controversias y se refirió con adjetivos ofensivos a otros presidentes de América Latina. Tal fue caso con sus pares de Colombia, Brasil y México. Protagonizó además otro entredicho con China. Cabe señalar que Brasil, China, Chile y Colombia están entre los países más importantes en el intercambio comercial argentino.

En el caso de la ministra Bullrich, cabe además recordar que, en 2021, el Gobierno argentino “denunció penalmente el contrabando ilegal de armamento y municiones que el gobierno de (Mauricio) Macri envió a Bolivia el 12 de noviembre de 2019”, según indica una nota oficial del Ministerio de Seguridad. La acusación se dirigió contra la actual titular de esa cartera de Estado, el expresidente Macri y otros funcionarios.

El año pasado, la jefa del Comando Sur de los Estados Unidos, Laura Richardson, se presentó ante una comisión de la Cámara de Representantes de su país e informó en relación al denominado triángulo del litio, conformado por Argentina, Bolivia y Chile. “Esta región está llena de recursos y me preocupa la actividad maligna de nuestros adversarios que se aprovechan de ello, aparentando que están invirtiendo cuando en realidad están extrayendo”, aseveró la militar.

A principios del mes en curso, Milei y Richardson sostuvieron un encuentro en Ushuaia, capital de la provincia Tierra del Fuego. En la cita, acordaron la creación de una “base naval integrada” entre ambos países. Argentina se comprometió en la adquisición de equipo bélico estadounidense, incluyendo cazas F-16 mediante un subsidio de $us 40 millones, según indica una nota oficial de la Embajada de Estados Unidos en el país vecino del pasado jueves.

Conversamos respecto a estos temas con el destacado abogado, intelectual y exministro, Reymi Ferreira. El diálogo recorre diversos aspectos, comenzando por la acusación de Bullrich de la última semana, hasta abordar la situación de la región en un momento de transiciones geopolíticas de gran importancia.

– ¿Cómo se pueden entender estas tensiones diplomáticas que vienen siendo gatilladas desde el actual Gobierno argentino?

Es la nueva derecha, la nueva ola conservadora que está en América Latina, que en realidad llega a ser la segunda. La primera la trajo Jair Bolsonaro, expresidente de Brasil. Bolsonaro ha sido en realidad el pionero en América Latina, que trajo esa ola de los ultraconservadores de Estados Unidos, y en la que Javier Milei juega un papel. Un peón más de la estructura neoconservadora que ha llegado a América Latina; que no dejan de ser elementos disociadores que están al servicio de intereses extranjeros, están al servicio de las potencias imperiales. Y lo lamentable es el silencio, prácticamente la falta de condena contra este tipo de exabruptos y este tipo de políticas. Pero yo creo que es parte de una oleada continental que viene desde los grupos más tenebrosamente conservadores de Estados Unidos.

– ¿Cómo se puede entender la racionalidad política de estas controversias?

Milei es muy irracional. Yo creo que está haciendo poses, pininos para la opinión pública internacional. No creo que esté pensando en la Argentina, Él está pensando en la gente de afuera, a los que él sirve. Quiere quedar agradable a los grandes poderes del sionismo, de estos capitales transnacionales, de la ultraderecha norteamericana. Y así repite cosas que no tienen sentido. Ya ha tenido que disculparse con Chile y no lo ha hecho con Bolivia, cosa que es lamentable y terrible. Que, además, debe merecer la protesta del Gobierno boliviano porque es realmente una barbaridad que se vengan a armar ese tipo de acusaciones. Es evidente que no existe ese tipo de situaciones en nuestros países.

–¿Tiene esto alguna racionalidad en el ámbito internacional más grande?

Lamentablemente, no puede haber racionalidad en alguien irracional y en una política irracional. La política a Milei, como la de Trump y de Bolsonaro, son políticas irracionales. Entonces, pedir racionalidad a políticas irracionales no creo que vaya a dar muchos frutos. Básicamente es un actuar instintivo. Hitler no era nada racional, sus políticas eran lo más irracionales que había. Y eso terminó destruyéndolo y, de paso, destruyendo parte del planeta en un determinado momento. Milei es igual, un hombre puro hígado; que ha demostrado tener muy poca racionalidad y mucho hígado. Ese es el gran problema con este tipo de gobernantes. Cuando el cerebro es más chico que el hígado, acaban haciendo lo que está haciendo Milei: inventándose terroristas en Bolivia o en Chile, agrediendo al presidente de Colombia, Gustavo Petro, entrando en contradicción con el propio presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, también con Lula da Silva. Abriéndose enemigos gratuitos en todas partes, para recibir las palmaditas que se le dan a un cachorro por seguir las instrucciones. Declarando su apoyo a que la capital de Israel sea Jerusalén y cosas así. Cosas raras, realmente.

Milei sabe, a ciencia cierta y porque además él predica eso -el no cree en las ayudas ni los subsidios- que para Argentina no a haber ni ayudas ni subsidios de los organismos internacionales. Lo que sí puede haber son créditos leoninos e incluso eso, en su caso, es difícil. Esto es así porque, refiriéndonos a Argentina, el expresidente Mauricio Macri ya endeudó por 100 años a ese país. Hay una deuda intergeneracional enorme. Argentina no es en este momento un sujeto muy serio de crédito por las deudas que dejó Macri. Entonces, creo que lo que está haciendo se enmarca en esa actuación irracional, de una política internacional irracional, como la interna, que no tiene nada de racional.

– ¿Qué dice todo esto sobre la situación de América Latina en relación a un nuevo contexto internacional, con tensiones geopolíticas emergentes y diferentes a las del pasado reciente?

Bueno, no hay una nueva Guerra Fría, todavía. Actualmente hay una guerra, que es económica, con China. El gran enemigo o rival, en este caso, de Estados Unidos y de la Unión Europea, no es Rusia, es China. Ese es el trasfondo de la cuestión. Y en América Latina lo que se está viendo es eso, los intereses comerciales, económicos y financieros, de los norteamericanos y europeos que están en constante disputa de mercados y espacio con China. Eso es lo que hay. Secundariamente está el tema de la alineación que Estados Unidos antes tenía en la Guerra Fría con los países latinoamericanos, que hoy no la tiene.

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Entonces, quizás lo que le interesa a Estados Unidos en el plano geopolítico es tratar de generar un espacio como en el pasado, que permita que los estados de América Latina sigan las instrucciones de Washington. Por ejemplo, romper nexos o bloquear a Rusia; que eso hoy no lo tiene. La inmensa mayoría de los países latinoamericanos, con raras excepciones, no se ha plegado a las políticas de Estados Unidos y la Unión Europea. Veo que los norteamericanos están trabajando en esas líneas: en la línea geopolítica, en relación al tema ruso, y en la línea económica, en relación al tema chino. Y ese, quizás, es el papel de Milei, haciendo que de alguna forma él trabaje en ese sentido. Aunque, Milei está más preocupado por el tema de Irán. Se ha pronunciado evidentemente a favor de Ucrania y todo eso, pero su principal preocupación, por sus declaraciones últimas, es básicamente Irán. Y en Estados Unidos igual, su conflicto con Rusia está pasando a un segundo plano. Ahora su principal preocupación está empezando a ser Irán.

– ¿Cómo está tensionando esto la relación entre los gobiernos de izquierda progresista en la región con esta segunda ola de gobiernos de derecha?

Yo creo que ahora esto se dará con mucha más fuerza, porque Estados Unidos, mientras hubo el conflicto con los países de Oriente Medio por el tema de Irak, los talibanes, Al Qaeda o del ISIS, había secundarizado su atención hacia la región, al no haber ya la Guerra Fría. Aminoró su atención hacia América Latina; se descuidó, de hecho, y se dedicó a otros lugares del mundo. Priorizó su lucha contra lo que denominó el terrorismo de los grupos islámicos. Ahora, al aparecer estos nuevos fenómenos, como el fenómeno iraní y el ruso, la presencia mayor de China, no como amenaza política y militar, sino económica, entonces está reorientando su mirada hacia América Latina. Un espacio que tenía como patio trasero, que de pronto empezó a tener autonomía y llegó a realizar importantes esfuerzos por su cuenta. Con el gobierno de Donald Trump, Estados Unidos empezó a dirigir políticas muy bien orientadas para desestabilizar y derrocar gobiernos. Como pasó en Brasil, por ejemplo, como lo que pasó en Bolivia. Con una acción más radical contra Venezuela, al extremo de casi entrar a una invasión. Entonces, ese tipo de presiones, que vienen desde el tiempo del gobierno de Trump, por el cambio de orientación y al haberse aplacado la lucha con los grupos islámicos, hace que los norteamericanos se vuelvan a reorientar acá. Si bien hasta ahora no lo hacen de una forma tan agresiva, como seguramente va a empezar a ocurrir con el tema del nuevo escenario internacional, que ya tiende a convertirse en multipolar y en antagónico. Ya no es el mundo de hace 15 años ha cambiado. Es un mundo que se convierte amenazante y desafiante para Europa y para Estados Unidos. Ahí está el caso de Irán y el caso de Rusia, que son cosas que han movido el tablero. Y está en el fondo también China y está Corea del Norte, que son consideradas como verdaderas amenazas por los países occidentales.

(*)Pablo Deheza es editor de Animal Político

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Riesgos sobre la plurinacionalidad

El autor advierte que, en el país, se está avanzando hacia fragmentar la homogeneización de la corporatividad social y popular.

Jorge Richter

/ 21 de abril de 2024 / 06:43

Dibujo Libre

¿Está el Proceso de Cambio en agonía? Posiblemente ese cuestionamiento, de compleja respuesta, sea uno de los factores estructurales para comprender en la dimensión correcta los niveles de energía del hecho histórico más importante del tiempo democrático. Juan José Sebrelli, filósofo argentino, observa con acierto y define con sencillez lo que aprecia, “la realidad humana es transformación permanente, pero no hay cambios sin algo que permanezca, ni discontinuidad sin continuidad, ni presente que no esté condicionado -aunque no determinadopor un pasado que limita sus posibilidades. Cada periodo histórico es singular e irreversible, el pasado no se repite nunca en el presente, aunque en toda acción o idea nueva es inevitable partir de lo anterior que se quiere cambiar”. La realidad sociopolítica es una construcción humana y su transformación se produce dentro de, a momentos, ininteligibles procesos sociológicos que tienen una extensión temporal, que, en el caso de nuestro país, suelen girar alrededor de los 18 años.

El agotamiento del orden oligárquico que antecedió a la Revolución Nacional, una sociedad marginal y periférica en relación a la economía nacional y, una representación política signada por castas sociales que convirtieron el Estado en su espacio de natural dominio, fueron, en gran medida, los factores que condujeron a cuestionar y enfrentar posteriormente a la oligarquía dominante. El pueblo triunfante inició el proceso revolucionario que se extendió por 12 años, que removió positivamente las sedimentadas estructuras del conservadurismo excluyente y que empezó a agotarse cuando, como describe Huáscar Cajías, inició la demencial “anulación del sistema jurídico y especialmente de las garantías constitucionales”: «Todo esto se justificaba y practicaba en nombre de la patria, de la justicia social, del progreso económico». A ello se adicionó la obsesiva fijación de Paz Estenssoro por reformar la CPE, algo que hizo en 1961 para permitirse una nueva reelección, dejando de lado el compromiso de alternancia suscrito tácitamente entre los líderes de la Revolución.

Siguieron al hecho histórico 18 años de militarismo no democrático: 1964- 1982, con breves y esforzados intentos por reencauzar el país por los márgenes constitucionales para que, en 1982, finalmente, el horizonte de convivencias democráticas vuelva a escribir su historia. Las debilidades del proceso que se iniciaba abrieron paso a la construcción de las mayorías pactadas. El tiempo de la democracia de coalición, de sumas congresales y consensos construidos sobre el reparto y parcelación del Estado se constituyó en el primer ciclo político de la joven democracia. El Pacto por la Democracia, que fue el pacto Paz Estenssoro/ Hugo Banzer dio inicio a una construcción de alianzas políticas que modelaron sobre el final de su vigencia un Estado de marginalidades, abusos, no representaciones políticas correctas y aprovechamientos económicos, sociales y políticos inaceptables. Construyó un Estado y una sociedad injusta que implosionó en octubre de 2003. Tras 18 años, el ciclo político de la vieja partidocracia o de la democracia pactada se desmoronó.

2006: Bolivia inicia un nuevo ciclo político en esa constante sustitución circular de élites y construcción de sentidos comunes, pero siempre bajo un perfil de hegemonía dominante. El Proceso de Cambio reemplaza a la Democracia Pactada, iniciando el proceso de construcción del Estado Plurinacional y el tiempo histórico más importante de inclusiones sociales y representaciones políticas correctas. Pero hoy, ese proceso del bloque social y popular está resquebrajado, agrietado, hendido y con elementos conductuales y formas políticas que ya lo determinan, -y esta vez vale el casi- casi inexorablemente. Entonces la respuesta a la pregunta inicial es sí, el Proceso de Cambio agoniza.

La esquizofrenia reeleccionista y de poder.

En 2019, de forma inesperada, sucede un hecho que se entendió como el fin de un ciclo, del ciclo masista como se decía con pronunciación peyorativa en aquel momento. Con entusiasmo indisimulado, se repetía incansablemente en los espacios más conservadores y radicales del país “el MAS nunca MAS”. Y el MAS volvió, con sus capacidades de movilización territorial refortalecidas y su conexión con la corporatividad social y popular en estado pleno. Sin embargo, lo que pudo ser un proceso de revitalización y oxigenación se convirtió en un retomar el vicio más antiguo: burocratización de dirigencias matrices, instrumentalización del poder, pensamiento de hegemonía dominante, desconsideración por la institucionalidad y las formas recomendadas de la buena cohabitación democrática. El país había cambiado con el remezón del golpe de Estado, pero el MAS, en sus estamentos cupulares, leyó el apoyo obtenido en el proceso electoral como un “vale todo”, un forzado entender que los ciudadanos pueden aceptar lo que venga si la prensa les entrega titulares de optimismo. A ello, la esquizofrenia reeleccionista incluso a costo de pulverizar el proceso histórico y entregar el Estado Plurinacional a la posibilidad de un regresionismo involutivo que nos retraiga a las injusticias sociales y políticas de los años ´90. Inaceptable.

Con una interna de daños irreparables y con el olvido de la razón, esa que posibilite recuperar la sensatez, se avanza a fragmentar la homogeneización de la corporatividad social y popular que hizo invencible en tiempos electorales al proyecto social popular. Siendo esta una realidad, se suman a ello, otros factores que exponen el final de ciclo. Las formas de hacer política en el movimiento popular exteriorizan hoy conductas de odio, de posibilidades evidentes de la intención de destruir al otro, así sea este de la misma familia política; muestran que la repetida unidad es solo una palabra de ocasión, no un fin irrenunciable. Unidad es la palabra dicha, destrucción del otro es la acción cotidiana. La unidad de convicción en el proyecto político de horizontes posibles, de sueños y utopías ya prácticamente no es factible. Solo queda una unidad, pobre, disminuida, recortada, una unidad de circunstancia para el momento electoral. Esa unidad es sinónimo de crisis política, ingobernabilidad y caída económica. En los tiempos que hoy condicionan al Proceso de Cambio, es el preludio del final. Algo así como el tiempo que tomó al militarismo no democrático el perder definitivamente el poder. Algo así también como el tiempo transcurrido entre octubre de 2003 y enero de 2006. El tiempo último de la crisis.

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La candidatura única no salva tampoco el final de ciclo, pues son las prácticas políticas del rutinario vivir, que no son tolerantes, incluyentes y día lógicas lo que han deteriorado la paciencia social. La ortodoxia sobre el trato conferido a los actores políticos y también al modelo económico excluye la posibilidad de construcción de unanimidades imprescindibles. En un escenario de futuras y previsibles debilidades legislativas, la ausencia de adhesiones despedaza las legitimidades obtenidas en lo electoral. El resultado en consecuencia es la permanencia de un escenario de crisis.

Sin la unidad que construya un proyecto utópico de horizontes de expectativas, sin que la codiciada candidatura única revolucione y aleje las formas desagradables de hacer política, irritantes para la sociedad toda, y que revelan una manera ya distintiva de concebir la política y porque lo discursivo carece de visión de país, proyecto de Estado y sociedad hasta reducirse a meras construcciones de relatos sin fondo; sin todo ello, el final de ciclo ya resuena en el país.

(*)Jorge Richter Ramírez es politólogo

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Apuntes para una historia sanitaria de Bolivia

Reseña sobre un artículo que rastrea el episodio pandémico de la gripe española entre 1918 y 1920.

/ 21 de abril de 2024 / 06:20

Dibujo Libre

El historiador Nigel Caspa presentó un artículo interesante que merece ser leído. Si te gusta los temas sanitarios o te preocupa la situación de la salud en el país, que mejor que partir de la historia misma. Caspa es egresado de la Universidad Mayor de San Andrés y es magíster de la Universidad Andina Simón Bolívar, de Quito, Ecuador. Investigador de los relatos históricos, es profesor universitario de la UMSA, en la Casa Montes, donde se deposita la Carrera de Historia de dicha casa superior de estudios. Su artículo en clave académico se titula “La gripe española en Bolivia, 1918 – 1920. El caso de la ciudad de La Paz”, y fue seleccionado entre once artículos con temática histórica sanitaria por el Colegio de Michoacán, prestigiosa casa de estudios superiores en Ciencias Sociales de los Estados Unidos Mexicanos.

Su artículo empieza detallando la situación de las aguas sanitarias de la ciudad de La Paz. Parte por datos de 1880 y se adentra hacia ese 1918 y 1920, enfoque temporal de dicho historiador. Tiene lógica, si partimos que las aguas que consumimos son muy importantes, y también si no se tiene un justo cuidado, puede ser un vector importante de infecciones. Eso lo hemos visto en meses recientes cuando la urbe paceña tenía problemas de agua potable. Problemáticas con la calidad del agua. Pues Caspa, te dice que la “historia se repite”, y ello pasa porque esta ciudad tuvo siempre problemas de aguas, de temas de alcantarillado. Recoge datos de 1884, de los problemas que tuvo la urbe del Illimani en su precario sistema de distribución hidráulica. Menciona que con la construcción de la Represa de Milluni, en vez de que pueda surtirse de agua hacia la urbe paceña de una manera responsable, esta empezó a provocar problemas. Hablamos del año 1908 y el historiador nos adentra de a poco al clima de una epidemia, de aquella peste llamada “Gripe Española”.

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Luego el autor utiliza estadísticas sobre la tasa de mortandad local paceña. Conjuga dichos datos con los reportes hemerográficos. Me consternó la parte donde menciona que una madre tuvo que llevar a su hijo por todo el entonces Prado paceño en busca de asistencia sanitaria. Al final, la madre vio morir a su hijo en brazos ya que no había camas para su pequeño. Esto hace un eco a la pandemia por Covid que vivimos en años recientes, donde la falta de unidades de terapia intensiva, asociado a la falta de personal médico, llevaron a que se de lo inevitable, lo trágico, lo lamentable, que muchos fallezcan en sus casas o en la puerta de las unidades de emergencia sin recibir atención médica alguna. Nuevamente Caspa te dice que esto ya pasó antes. Era 1918 y la gente vio morir a muchos de sus seres queridos tras la gripe ibérica que se depositaba en la ciudad paceña.

El autor describe que la gripe, o “Grippe” como la llamaban en la época, entró al país por sus diversas fronteras. Menciona que el principal foco de ingreso fue el ferrocarril mismo, como el tramo ferroviario del F.C. Arica – La Paz que fue concluido en 1913. Nuestra conexión con el mundo a través de dicho tramo ferrocarrilero nos llevó a que suframos las calamidades de la costa. Si, otra vez el eco de la dinámica social de la historia se hace presente. Fueron precisamente los puntos de entrada fronteriza los que hicieron que el Covid provoque desolación en la población boliviana. Primero fue Desaguadero, luego Puerto Suárez. Finalmente, otros pasos fronterizos. Pues Caspa, en los años de 1918 y 1920 te menciona que la línea férrea del F.C. Arica – La Paz fue el vector principal de la entrada de la denominada “Grippe”. Advierte que también hubo casos de entradas de dicha enfermedad por la Amazonia, tal vez, por los focos de explotación del caucho.

Otro factor que toca, es el de lo mitos. Recuerdo que muchos y muchas aquí en La Paz y El Alto decían que el Covid no nos afectaría, fruto de la alimentación vernácula de las tierras altiplánicas o la altura misma, como un escudo contra las calamidades biológicas. Pues dicho historiador nos remonta a los mismos mitos, pero en el año 1918 y 1920. Interesante ya que la gente de la época creía que, por la altura misma, por las condiciones geográficas de la puna altiplánica, la “Grippe” no azotaría a las urbes bolivianas, ni mucho menos a La Paz. El autor describe que ya había otras enfermedades en rúas paceñas como la tosferina o la tifoidea, y que no había motivo para que no entre la temida “Grippe”. Pues dicho vector bacteriológico entró con mucha fuerza.

Algo que me gustó mucho de la investigación de dicho historiador es que considere a las “chifleras” como la solución de las problemáticas sanitarias de la ciudad del Illimani. Pues, según sus investigaciones históricas, relata que muchos enfermos y enfermas acudían a las chifleras o los médicos kallawayas para curarse o tratar de curarse de dicha dolencia que afectaba al sistema respiratorio. El autor describe que los hospitales tenían una carga racializada donde muchos eran vistos como “indeseables”. Aquí hay mucha tela por cortar gracias a las indagaciones del investigador, ya que te inmersa en la problemática social de los hospitales paceños.

Finalmente, el autor se atreve a una hipótesis con su artículo compuesto por 28 páginas, con fuentes bibliográficas y hemerográficas incluidas. Se atreve a mencionar la posibilidad de una correlación entre las políticas sanitarias de los liberales y el descontento popular. Buen punto ahí, ya que tal vez la crisis de la Guerra del Chaco de 1932 no fue el único desenlace fatal para el modelo liberal. Los liberales te vendían una imagen de espejismo de “modernidad”, pero cuando se presentaban factores históricos adversos, puede que esa ilusión se fraccionase en miles de pedazos irreales.

Por todo lo demás, el artículo merece ser leído y considerado para volverse un texto completo sobre la historia sanitaria de Bolivia.

 (*)Juan Pablo de Rada Suárez es historiador

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Javier Milei manipula su teléfono celular durante un acto

Por Ariel Basteiro

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Dibujo Libre

En apenas cuatro meses de Gobierno de Javier Milei en Argentina, éste ha provocado un nivel alto de desastres, improvisaciones, mostrando ignorancias de lo que es la cosa pública, actitudes erráticas en políticas a implementar, desconocimientos de cómo manejar las relaciones diplomáticas o las comerciales con otros países. Claramente, esto se ha puesta de manifiesto en la gestión Milei. La suma de continuos papelones llevados adelante en las relaciones internacionales de nuestro país, aparte de poner de manifiesto desubicación y desaprensión de como relacionarse con cualquier persona que no piense o actué en coincidencia con la ideología conservadora reaccionaria bautizada hoy como libertaria.

Los dichos y declaraciones del presidente Milei en este corto periodo de Gobierno generaron malestar, respuestas, pedidos de explicaciones o directamente ruptura de relaciones diplomáticas del amplio marco de presidente y gobiernos del mundo, solo un reducido grupo de sionistas fanáticos religiosos acompañaron o festejaron su presencia en oscuros y desconocidos ámbitos para recibir desconocidos y oscuros premios. En ese camino triunfal hacia el aislamiento internacional, con el sólo reconocimiento de los Estados Unidos e Israel, mientras el mundo ve atónito como se enfrenta y genera todo tipo de rispideces con presidentes de Latinoamérica y referentes internacionales. Así es que maltrato e insultó al presidente Lula Da silva tratándolo de corrupto; de representante del maligno en la tierra y comunista al jefe de la iglesia católica, su connacional, el Papa Francisco: al presidente Manuel Andrés López Obrador lo categorizo de ignorante y despotrico; llamó asesino y terrorista a Gustavo Petro. A Nicolas Maduro, aparte de primero llamarlo dictador, le roba el avión de la empresa venezolana Emtrasur para que terminara desguazado en los EEUU. Milei provoca un conflicto diplomático con uno de sus socios comerciales más importantes, China, quien solicitó explicaciones al Gobierno argentino por declaraciones inexactas de acuerdos económicos y financieros. La desafortunada relación de la canciller Diana Mondino, al recibir en su despacho a representantes de Taiwan (algo que Argentina nunca hizo antes), territorio reclamado por China. Los conflictos con Rusia y la colaboración con Ucrania en una guerra donde lo que se debería hacer es ayudar a lograr la paz, donde el gobierno de Milei dona material bélico a Ucrania. Silencio sobre el genocidio palestino por parte de Israel y el sólo reconocer el ataque de Hamas a colonos israelitas, poniendo en práctica una doble vara muy utilizadas en las filas libertarias. Irrumpir en las políticas internas en otros países, como en España , Brasil o los propios EEUU, participando dentro de esos países en actos partidarios de la oposición y, como si esto fuera poco, esta semana las declaraciones de Patricia Bullrich, la ministra de Seguridad del gobierno de Milei, que generaron un conflicto diplomático con Bolivia y Chile al acusar presencia de grupos armados del Hezbollah en el norte de chile, y casi un ejército iraní en la frontera boliviano argentina, lo que provocó un fuerte y lógico reclamo de ambos países, pidiendo retractación y las disculpas del caso.

Mientras tanto, la ministra Bulrrich, seguramente recibió esa teoría conspirativa, de la presencia de lo que ella llama grupos terroristas en ambos países, desde alguna fuente o usinas de información e inteligencia que buscan generar desestabilización entre los países de la región. Y a las que el gobierno de Milei de manera obediente cumple solícitamente los deseos de sus mandantes.

Todo esto demuestra cómo entiende el mundo y las relaciones diplomáticos el gobierno de Milei; es decir, entiende poco y mal, sin darse cuenta que todo esto es perjudicial desde el punto de vista comercial, político y económico para los intereses de Argentina y su pueblo.

Por eso es que desde el parlamento argentino es necesario e imperioso pedir las explicaciones llamando a una interpelación a la canciller con el objetivo de advertir, y si es posible explicarle, cuál es su función y como debe hacerla, toda vez que está claro que no lo sabe ni ella ni ningún ministro del gabinete mileista y, obvio, ni el mismísimo Milei

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Es de lamentar que en tan poco tiempo se tire por la borda la política de Estado que se tuvo hasta el momento con el reclamo de soberanía en Malvinas; que se ponga en peligro la presencia de Argentina en el grupo G20, logro alcanzado en la gestión de Cristina Fernández de Kirchner; negarse a participar de los BRICS, el acuerdo comercial de las grandes economías que más comercializan con Argentina; desconocer Mercosur, Unasur y toda estructura existente y que permitía a la región de la cual somos parte trabajar y negociar en función del bienestar de nuestros pueblos.

Como en la economía, la educación, la salud, ciencia y tecnología, derechos sociales y civiles la política exterior argentina se vio afectada y en proceso de descomposición. Lo que se tardará en reconstruir lo destruido en estos meses puede llegar a ser eterno. Hacia adelante, es posible que muchos de los votantes de Milei, castigados por lo brutal del ajuste, se sumen a los millones que ya empiezan a reclamar. La gobernabilidad, para un gobierno sin prácticamente presencia parlamentaria, será extremadamente dificultosa. En definitiva, el único responsable, más allá de la búsqueda de chivos expiatorios, será el propio Milei.

(*)Ariel Basteiro es exembajador de Argentina en Bolivia

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