Friday 4 Oct 2024 | Actualizado a 00:23 AM

Los problemas de la ‘nueva normalidad’

La decisión del retorno a la cuarentena rígida en la práctica fue trasladada a los municipios

/ 10 de junio de 2020 / 05:39

El retorno a la llamada “nueva normalidad” en el país no podía ser más complejo y contradictorio. Tuvo que ser, por ejemplo, justo los días en que el número de casos empezó a ‘dispararse’. Si el 1 de mayo se reportó 62 casos confirmados con la enfermedad en todo el país, al día siguiente, el 2, de súbito se revelaron 241, siendo el récord de ese momento. Es cierto, el Día del Trabajo ya habíamos alcanzado 1.229 casos, con 66 muertes, pero si en los dos meses anteriores, marzo y abril (desde el 10 de marzo, cuando se revelaron los dos primeros casos), se había llegado a 1.167 casos (dato del 30 de abril), en mayo, hasta el domingo 31, la cifra saltó a nada menos que 7.768, y en cuatro días (hasta el cierre de la presente entrega, el jueves por la noche) los contagios van en ritmo de duplicarse, 12.245 casos confirmados. Y si el 30 de abril había 62 decesos, el 31 de mayo las muertes ya eran 313; y en los últimos cuatro días (hasta ayer 4 de junio), la cifra se elevó a 415.

Uno de los mayores elogios que aún se hace de la cuarentena boliviana es que fue dictada temprano, desde el domingo 22 de marzo. Varios ministros frecuentemente destacaban que si empezábamos más tarde o si no se la aplicaba de forma rígida, hoy estaríamos en muchos más contagios y muertes, aunque no se habla mucho de cifras.

Aquí, el exministro de Salud el médico Guillermo Cuentas llama la atención sobre que más o menos contagios acaso sea un debate improductivo, porque es un dato que no era posible prever, por las distintas variables que se cruzan en cada país. Lo que sí en este momento más bien debe merecer la máxima atención del Estado son las muertes: “El objetivo del sistema de salud no es tanto saber cuántos casos tenemos, sino cuántas muertes se están evitando con las medidas que se están aplicando”.

Reacción. “La reacción del Gobierno boliviano a la pandemia fue rápida y drástica, si la comparamos con la de otros países de la región”, resume la visión gubernamental Samuel Doria Medina, candidato a la vicepresidencia por la alianza Juntos, en un texto de reciente publicación, Análisis de 10 medidas económicas por la pandemia (Fundación Pazos Kanki, 2020).

Pero el prolongado tiempo de receso económico y social pasó factura. Lo que Bolivia vivió desde el 22 de marzo hasta el 31 de mayo (71 días, casi dos meses y medio) fue el estado de “emergencia por la pandemia de coronavirus”, aunque desde el 11 de mayo rigiera la llamada “cuarentena dinámica”. Casi dos meses y medio de haber paralizado parcialmente la economía, como lo reconoce el propio Doria Medina (en el referido texto): “la cuarentena ha significado la paralización de las actividades económicas en el país y ha puesto en riesgo el empleo de más de 5,4 millones de personas que representan a la población ocupada en el país. El 80% de las empresas en el país se ha paralizado. Ante esta situación, el Gobierno ha tomado una serie de recaudos”. (Se refiere a las operaciones financieras y de préstamos que gestionó el gobierno para sostener la gestión de la crisis, aparte de los bonos que dio a parte de la población para paliar los efectos de la pandemia). Pero había que volver al trabajo.

Con todo, Cuentas recuerda, desde el punto de vista médico, al menos cinco parámetros óptimos para el retorno: uno, la gradualidad de la vuelta (la reactivación por sectores y de a poco), teniendo que medirse en esto la capacidad que tuvo el Estado (gobiernos nacional y subnacionales) para planificar dicho regreso progresivo. Dos, el grado de detención que se haya logrado de la epidemia, el freno que se puso a los contagios (acaso aquí haya que reconocerle el mérito al Gobierno, señala); tres, la capacidad del sistema de salud de atender todos los casos que se vayan a presentar; en esto, se puede decir, afirma Cuentas, “ningún país ha cumplido”, refiriéndose al colapso de la capacidad de respuesta de los sistemas de salud, y es que “no se sabe cuántos enfermos habrá”. Cuatro, que el grado de contagio se reduzca o acerque a la ecuación uno a uno, que es cuando se dice que el mal se ha estabilizado, cuando el contagio deja de ser exponencial; y, cinco, que haya suficientes pruebas de laboratorio para determinar especialmente portadores asintomáticos y su ubicación.

CIUDADANÍA. Pero, como muchos ya lo recordaron, el exministro Cuentas también insiste en que las medidas coercitivas para imponer la cuarentena no pueden ser eternas, en el sentido en que siempre deban ser obligadas; por eso, dice, debe llegar el momento en que el rol central sea el de la responsabilidad ciudadana, que desde el punto de vista médico se reduce a tres cosas: el uso del barbijo, el distanciamiento físico y la higiene de las manos, ni más ni menos.

Ahora, especialmente en Bolivia, detalla Cuentas, hay un problema adicional que atenta contra el control de la pandemia: las altas tasas de estigma, negación y miedo a la enfermedad. “El miedo al mal hay en todo el mundo, pero por el estigma que se puede crear contra las personas infectadas, en el país suele ser alta también la tasa de negación: el ocultar los síntomas, la enfermedad misma”; esto precisamente explica la inexplicable conducta de mucha gente de literalmente esconder que se tiene el mal, de no revelar el estado de salud, lo que con el COVID-19 se agrava al límite por la suma facilidad de contagio que le caracteriza.

Pero ya desde la lectura social y política, la socióloga María Teresa Zegada encuentra que en el retorno se ha revelado lo que se puede llamar la orfandad de autoridad: “Un factor muy crítico, que venía antes de la pandemia, pero que se ha puesto en evidencia con mucha más intensidad ahora es el desgobierno, no hay autoridad, no hay la capacidad de coordinación del Gobierno central, las gobernaciones y los municipios; por ejemplo, en el caso de Cochabamba hay una sensación de orfandad muy grande, porque hay disposiciones contradictorias, no hay claridad respecto a poder percibir al Estado en general, no solamente al Ejecutivo, sino al Estado como institución global, no se siente que esté presente”.

Y es que, claro, apunta, la tensión política que quedó de la crisis de octubre-noviembre de 2019 no iba pasar con el nuevo coronavirus: “Seguimos en un momento de grandes disputas políticas, y vemos que estamos en un país con muchísimas carencias y necesidades que no tienen que ver solo con el momento sino que arrastramos en la historia”.

Ahora, el problema no solo es del aparato del Estado, de las políticas públicas, sino de la propia población, insiste la socióloga: “Es muy complejo ver cómo la población no tiene, por lo menos por lo que se ve de cotidiano, una responsabilidad, una conciencia del bien común, del cuidado propio para velar por la salud del otro. Entiendo perfectamente que hay una gran necesidad social y económica de salir a las calles, pero ese retorno no está acompañado de una responsabilidad; me parece que hay una sensación de que se ha detenido la cuarentena y que con eso habría pasado todo el problema, y no es así”.

Para Zegada es urgente alguna forma de concertación política y social. “Viendo la situación tan compleja del país que se avecina, no es difícil imaginarse lo que va a venir, tal vez lo que corresponde para atenuar un poco esta situación va a ser un acuerdo político, por lo menos entre las fuerzas políticas principales, y no solo las políticas, sino también las sociales y económicas, para poder hacer una verdadera pausa a las disputas, a las tensiones y cuestionamientos, y poder trabajar de manera conjunta para encarar y pasar esta fase, por lo menos una acuerdo temporal”.

Y, como ejemplos de lo problemático que viene siendo el retorno en lo administrativo, vale la pena revisar algunos hechos centrales de La Paz y Santa Cruz.

En el caso cruceño, al menos dos situaciones que sucedieron la última semana de mayo. Uno, el discurso del gobernador Rubén Costas del sábado 23 de mayo, “Santa Cruz construye una nueva normalidad adecuada para convivir con la pandemia”; y, dos, la presentación del recurso de acción popular que la Gobernación hizo ante la Justicia para que de una vez empiece a funcionar el hospital de tercer nivel de Montero.

Reproche. En lo primero, es inocultable el reproche de la autoridad departamental respecto a la labor del Gobierno central: “Creo sinceramente que ha llegado el momento de descentralizar la estrategia de lucha contra el coronavirus, y que el Gobierno central, después de dos meses de espera, debe proveer una partida presupuestaria para que las gobernaciones con municipios de riesgo alto puedan implementar estrategias propias en coordinación con el mismo Gobierno”. Y, en lo segundo, la molestia que causaba, sea cual fuere la razón del retraso, la no apertura del hospital de Montero: “Presentamos este recurso para que el hospital de Montero se abra sí o sí, mediante el Órgano Ejecutivo, la Justicia o mediante el poder popular. No es una acción contra nadie, es una acción a favor de los ciudadanos y de la vida”, señalaba al momento de acudir a la Justicia.

En el caso de La Paz, al margen de lo ciertamente contradictorio que resultó el retorno (en el mismo día en que en El Alto volvía el transporte público y el comercio, en La Paz todavía se ultimaba los detalles de la vuelta, con una gobernación que ya había negociado con los transportistas el retorno…), hay un hecho que vale la pena tocar, por lo común que es a muchos municipios: el manejo de la variabilidad de la cuarentena, lo que para el alcalde Luis Revilla es el “sujetarse al modelo del acordeón”. O sea, que aparte del retorno progresivo, habrá la posibilidad de volver a la cuarentena rígida si es que se presenta un incremento desproporcionado de casos positivos, cerrar y abrir, como un acordeón, precisamente: “Implica que tengamos una suerte de acordeón, que podamos entender que ninguna decisión que tomemos hacia adelante será una solución definitiva”, destacó Revilla.
Al respecto, el concejal paceño (MAS) Jorge Silva considera que dicho modelo no será viable: “Eso de abrir y cerrar, abrir y cerrar, va a generar una chacota, al final todos van a abrir definitivamente, o cerrar definitivamente. Es una idea que hay que debatir”; lo que más bien corresponde, dice Silva, es, con la cuarentena ya abierta, ir mejorando las medidas ya impuestas, tanto para evitar más contagios como para posibilitar la actividad económica: hechos prácticos como permitir que aumente el transporte público para atenuar las aglomeraciones en las horas pico, ser más estrictos en los centros laborales para que en verdad sea solo el 50% el que salga a trabajar por día, o hasta aumentar las horas del teleférico. Y es que el modelo del acordeón puede ser contraproducente, señala: “Por ejemplo, si dentro de dos semanas volvemos a cerrar, vamos a esperar no sé qué tiempo, ¿un mes o cuánto para volver a abrir?; y eso va a generar lo que pasó poco antes de terminar la cuarentena rígida, que la gente igual salga”.

El exministro Cuentas aporta a este debate: “La medida de cuarentena es variable, que se puede modificar su rigidez, pero con base en dos hechos: el incremento o la baja de casos, y la determinación de los focos de brote de la epidemia y su tratamiento diferenciado, según el grado de propagación del mal”.

Iván Bustillos es periodista de La Razón

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Marchas, disputas y desconexiones

La socióloga Marité Zegada y el politólogo Carlos Saavedra analizan la pugna al interior del MAS y la situación de las oposiciones en la coyuntura.

/ 28 de septiembre de 2024 / 21:14

La reciente marcha del sector evista del Movimiento al Socialismo (MAS) que llegó a La Paz el pasado 23 de septiembre ha dejado un panorama complejo en la política boliviana, especialmente en la disputa interna del partido gobernante. Según los análisis del politólogo Carlos Saavedra y la socióloga Marité Zegada, esta movilización, lejos de resolver las tensiones entre las facciones evista y arcista, ha profundizado el desgaste del MAS como fuerza política, sin que ninguna de las partes logre imponerse de manera clara y definitiva.

Saavedra señala que el MAS atraviesa una etapa crítica, vaciado de contenido y sin un proyecto político a futuro. Las diferencias entre las facciones del partido, explica, no son ideológicas, sino que giran en torno a la disputa por el control del poder. Por su parte, Zegada observa que, aunque la facción arcista tiene la ventaja de controlar el aparato estatal, enfrenta el desafío de una situación económica complicada, mientras que los evistas no han logrado capitalizar sus demandas.

Ambos analistas coinciden en que la marcha ha puesto de relieve las profundas divisiones internas del MAS y la falta de una visión unificada. Esto, junto con la ausencia de una propuesta de renovación o actualización del proyecto político, genera un panorama incierto para el futuro del partido y del sistema político en Bolivia, que enfrenta además urgencias económicas y sociales que requieren atención inmediata.

Marcha y resultados

«Creo que está en un momento caminando hacia la nada en términos políticos porque el MAS está vaciado de contenido, vaciado de horizonte de futuro», afirma Saavedra. Esta falta de visión a largo plazo se refleja en una disputa que, según el analista, se centra meramente en el poder, sin diferencias ideológicas sustanciales entre las facciones.

«Esta pelea termina mostrando al final la peor parte de una disputa que es por mero poder. No se están disputando horizontes de sentido diferentes entre una u otra facción. Están disputando quiénes son candidatos, quiénes asumen espacios de poder», explica Saavedra. Esta situación contrasta con el pasado del MAS, cuando el partido lideraba transformaciones profundas en el orden simbólico, político e histórico del país.

Por su parte, Marité Zegada coincide en que la marcha ha evidenciado las profundas divisiones dentro del MAS, sin que ninguna de las facciones logre una victoria contundente. «En esta pulseta política entre liderazgos, no solo están involucrados los líderes, sino también dirigencias políticas e incluso organizaciones sociales», señala Zegada. La analista destaca que el arcismo, al estar instalado en el poder, tiene la ventaja del manejo del recurso estatal y sus instituciones, pero enfrenta el desafío de la crítica situación económica del país.

Desgaste

Zegada observa que la marcha evista comenzó con un discurso maximalista, exigiendo la renuncia de Arce y el adelanto de elecciones, pero con el tiempo este discurso fue menguando. «Se dieron cuenta de que, si no tomaban una bandera que legitimara ese discurso, como pedir que se arregle la carencia de combustibles, la escasez de dólares, el aumento de la canasta familiar, temas que son en este momento una urgencia social nacional, no tendrían éxito», explica.

Ambos expertos coinciden en que la marcha y sus resultados han puesto de manifiesto el desgaste del MAS como opción política. Saavedra señala que «el bloque nacional popular se ve debilitado porque no ha sido capaz de construir una promesa del Estado plurinacional 2.0, que incorpore un nuevo momento de la política, que lea las nuevas causas, que interprete a las nuevas generaciones».

Zegada, por su lado, advierte que este desgaste podría tener consecuencias electorales significativas. «Si pensamos que el MAS tiene ese porcentaje de adhesión dura todavía, porque creo que, en el fondo, a pesar de tanto desgaste, ese bloque, ese sector social que apostaría por una salida nacional popular, como lo que el MAS ha significado desde inicio de este siglo, no se ha terminado de desgastar», explica. Sin embargo, la división interna del partido podría reducir sus posibilidades electorales, especialmente considerando el sistema de segunda vuelta en Bolivia, advierte.

Porvenir

En cuanto al futuro del MAS y la resolución de esta disputa interna, los analistas ven un panorama incierto. Saavedra identifica tres liderazgos principales en el MAS: Evo Morales, Luis Arce y Andrónico Rodríguez. Señala que dos de estos líderes han mostrado apertura al diálogo, mientras que Morales parece mantenerse firme en su posición. «De los tres liderazgos, siento que en dos hay posibilidades de generar escenarios políticos que construyan consensos al interior del MAS. Pero, para ser franco, veo a Evo absolutamente enfrascado con que, si no es él, no es nadie», asevera Saavedra.

Zegada, por su parte, plantea varias posibilidades para el futuro del MAS, incluyendo una posible rearticulación del partido o incluso una articulación de una fracción del MAS con alguna opción opositora. Sin embargo, destaca que lo más deseable desde el punto de vista institucional sería que el presidente Arce complete su mandato, manteniendo la estabilidad institucional que tanto ha costado sostener en Bolivia.

Así, la marcha evista, lejos de resolver la disputa interna del MAS, parece haber profundizado el desgaste del partido y evidenciado la falta de un proyecto político claro para el futuro de Bolivia. Tanto Saavedra como Zegada coinciden en que este escenario plantea desafíos significativos no solo para el MAS, sino para todo el sistema político boliviano, en un momento en que el país enfrenta urgencias económicas y sociales que requieren atención inmediata.

Oposiciones

Con todo, la marcha del sector evista no solo ha puesto de manifiesto las tensiones internas del partido gobernante, sino que también ha arrojado luz sobre la situación actual de las oposiciones en Bolivia. Según los análisis de Saavedra y Zegada, las fuerzas opositoras se encuentran en una encrucijada, caracterizada por la falta de un proyecto político claro y la persistencia de un discurso principalmente antimasista.

Carlos Saavedra señala que el problema fundamental de las oposiciones en Bolivia es su falta de propuesta y visión de futuro. «Yo planteaba la hipótesis de que hace un tiempo, posiblemente después del 2019, el MAS ha entrado en una etapa de vacío constitutivo y de horizonte de sentido, de horizonte de futuro. Yo creo que la oposición tiene vacío constitutivo y horizonte de futuro desde hace 20 años. Ese es su problema», afirma Saavedra.

Esta ausencia de un proyecto político definido ha llevado a que las oposiciones se mantengan en una posición reactiva, centrándose principalmente en criticar al MAS sin ofrecer una alternativa clara. «El problema es que no tiene proyecto político, proyecto de país. La oposición sobrevive a partir de una función antimasista, pero no basta con el antimasismo, sino que no se ha revelado nunca de manera clara cuál es su proyecto de país en lo cultural, en lo político, en lo económico, en lo social», explica el politólogo.

Antimasismo

Marité Zegada coincide con esta evaluación. «La oposición se ha enfrascado en un discurso o en una lógica solamente antimasista. No voy a decir antievista porque ya el MAS ha sido más amplio que Evo, pero el discurso de las oposiciones, de las muchas que hay, se ha centrado en un discurso antimasista», explica Zegada.

Esta fijación en el antimasismo ha llevado a que las oposiciones no logren conectar con los cambios sociales y económicos que ha experimentado Bolivia en las últimas dos décadas. Zegada señala la emergencia de nuevos sectores sociales que no se sienten representados por las opciones políticas actuales: «No hay un discurso que interpele a esa nueva sociedad boliviana que se ha ido desarrollando en estos últimos años. Tiene componentes novedosos y también una emergencia de una clase social media con otros intereses que no son necesariamente del socialismo del siglo XXI».

Desconexiones

Saavedra advierte sobre los riesgos de esta falta de propuesta por parte de las oposiciones. «Es más, creo que muchas veces en la limitación que se tiene por querer construir alternativas políticas se quiere calcar fórmulas de afuera, se quiere calcar lo que pasó con Milei, se quiere calcar lo que ha pasado en otros lugares, pero al final, si se me permite el término, la oposición no termina de parir un proyecto político alternativo de poder», señala el analista.

Ambos expertos coinciden en que sería un error histórico que las oposiciones plantearan un simple retorno al pasado, ignorando los cambios sociales y políticos que ha experimentado Bolivia en las últimas dos décadas. Zegada afirma: «Creo que sería absolutamente ahistórico plantear un retorno al pasado. No creo que ni Tuto Quiroga ni Doria Medina, que son los líderes más antiguos que están todavía en el escenario de la oposición, puedan volver atrás o invisibilizar todos los logros que se han dado con el MAS».

La analista destaca que hay aspectos del proceso de cambio liderado por el MAS que son irreversibles y que cualquier proyecto político futuro deberá tener en cuenta. «Hay cosas que han avanzado mucho en los últimos años, que quizás la oposición ahora no está valorando adecuadamente y, por lo tanto, no es capaz de interpelar a esta sociedad», explica Zegada.

Representación

Esta desconexión entre las oposiciones y la sociedad boliviana actual ha llevado a un vacío de representación política que, según los analistas, podría ser peligroso. Zegada advierte sobre la posibilidad de que surjan «líderes funcionales» que ocupen ese espacio vacío: «Creo que los que aparecen son los que alguna vez un hombre llamaba los ‘líderes funcionales’. Mientras no haya una alternativa real, aparecen estos líderes funcionales que de pronto ocupan ese campo, pero no son lo ideal para el país».

Saavedra, por su parte, señala que esta situación podría abrir la puerta a «aventuras políticas» potencialmente peligrosas para la democracia boliviana. «Es bien peligroso porque puede ser el escenario ideal para aventuras políticas que después terminan siendo muy complicadas», advierte.

La situación actual de las oposiciones en Bolivia, evidenciada por la reciente marcha del MAS evista, revela una crisis de propuesta y representación. Mientras el MAS se enfrenta a sus propias divisiones internas, las oposiciones no han logrado articular un proyecto político alternativo que conecte con la nueva realidad social y económica del país. Esta situación plantea desafíos significativos para el futuro de la democracia boliviana, en un momento en que el país requiere de propuestas claras y visiones de futuro para enfrentar sus urgencias económicas y sociales.

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Iglesia Católica y matrimonio igualitario

El autor sostiene que, durante siglos, la Iglesia Católica solía bendecir uniones entre personas del mismo sexo.

/ 28 de septiembre de 2024 / 21:08

El norteamericano John Boswell, catedrático de historia en la prestigiosa universidad de Yale, hizo un descubrimiento desconcertante. Buscando y rebuscando en bibliotecas de monasterios medievales, incluidos los archivos vaticanos, el historiador Boswell encontró unos 80 manuscritos originales que demuestran que la Iglesia Católica bendijo durante siglos a las parejas homosexuales. Estas antiguas ceremonias se conocían como “ritos de hermanamiento”. Eran, claramente, bodas de homosexuales. Matrimonios igualitarios, como diríamos hoy, que se celebraron entre los siglos 3 y 13.

Las iglesias cristianas, ahora tan intolerantes con los homosexuales, tan homofóbicas, antes aceptaban esas relaciones con naturalidad, incluso las bendecían invocando a San Sergio y San Baco, dos militares romanos que se convirtieron a la fe cristiana y la iglesia los recibió con el rito del hermanamiento. El emperador romano los mandó a matar y la Iglesia los declaró mártires, santos. Santos gays.

Boswell incluso encontró la oración matrimonial que se rezaba en las ceremonias de unión de parejas del mismo sexo en la Europa cristiana hasta bien entrado el siglo 14:

Oh Dios que hiciste a la Humanidad a tu imagen y semejanza y que aprobaste la unión de tus Santos Mártires Sergio y Baco, bendice a estos servidores (aquí se decían los nombres de los dos varones que se casaban), unidos no por la naturaleza, sino por la fidelidad. Permíteles, Señor, amarse el uno al otro y poder continuar juntos todos los días de sus vidas. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Así que, tomando en cuenta la cantidad de siglos (hasta el 13), podemos afirmar que en la mayor parte de su historia la Iglesia Católica aprobó y realizó matrimonios igualitarios. (Por eso, el título sensacionalista de este artículo).

Recientemente, del Vaticano sacó un documento titulado “Varón y mujer los creó”, haciendo referencia al capítulo 1 del Génesis. Los fabricó varón y mujer, pero no nos dejó manual de instrucciones. Debido a este olvido divino, los primeros varones y las primeras mujeres comenzaron a experimentar diferentes tipos de relaciones y a constituir diferentes tipos de familias. Por ejemplo, estos:

Ya estoy escuchando el rasgar de las vestiduras. ¡Están ensuciando el sagrado valor de la familia! ¡La familia, la institución fundamental de la sociedad, su núcleo básico!

A estos defensores de la “familia” les vendría bien conocer la etimología de esta palabra.

“Familia” viene del latín famulus. Y famulus significa sirviente, esclavo. La familia, en la vieja Roma, era el conjunto de parientes, criados, esclavos, esposa, hijos e hijas, que “pertenecían” al padre, al patriarca. La familia era el patrimonio, la propiedad, del padre.

Padre y patrón era lo mismo.

El padre-patrón tenía derecho a todo. Podía comprar y vender esclavos. Podía abusar de

las sirvientas, de las hijas, de cualquier mujer. O de cualquier varón. Disponía del dinero y no daba cuenta de gastos e ingresos a nadie, menos a su esposa.

¿Disponía o dispone? ¿Ese modelo de familia es cosa del pasado? ¿O sigue existiendo

hoy, en América Latina y en otros continentes?

Los antiderechos también se sorprenderían al saber que para Jesús de Nazaret la familia tenía un valor muy relativo. Una vez, hablando en Cafaranaúm, vinieron a buscarle su madre María y sus hermanos Jacobo, José, Simón y Judas. Estaban molestos con las cosas que decía el profeta galileo. Alguien le avisó:

―Tu madre y tus hermanos están afuera y quieren hablar contigo.

―¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? ―Jesús extendió su mano

hacia la multitud que le escuchaba―. ¡Ustedes son mi madre y mis hermanos! Porque

quien trabaja por el Reino de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.

Jesús no creía en la familia, sino en la comunidad. Y la comunidad se construye con lazos

de amor, no de sangre.

Esa fue la axiología de Jesús, los valores en los que siempre creyó. Y son también los

valores fundamentales de un Estado laico y de una persona con mente laica.

Estamos muy felices con la reciente aprobación del matrimonio igualitario en Ecuador. Sergio y Baco también lo estarían. Y Jesús de Nazaret, el profeta de la no discriminación.

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Derecho a la protesta

En el contexto actual se hace necesario un Estado constitucional que garantice el ejercicio pleno de las libertades civiles y políticas, incluído el disenso con el poder establecido.

/ 28 de septiembre de 2024 / 20:59

Es inentendible el concepto del poder del pueblo que tienen los actores políticos hoy, en funciones de coyuntura. Desde los detentadores en las esferas del poder hasta los sujetos «defensores» de la democracia, todo emerge en un escenario de ejercicio legítimo del derecho a la protesta social.

Quienes un día cuestionan duramente el derecho a la protesta llegan inclusive a criminalizarla, instruir investigaciones de persecución penal selectiva o denunciar internacionalmente «golpes de Estado» inexistentes. Ante ello, en su nivel de ejecución, hay algunos jueces «inconstitucionales» que se prestan a la funcionalidad de los intereses del poder, emitiendo fallos «a la carta». El Estado tiene el deber de garantizar el ejercicio de los derechos humanos, no de restringirlos.

Por otro lado, es impensable que el ejercicio constitucional de un derecho a la protesta, mediante una marcha, pueda derivar en la interrupción democrática de un período presidencial constitucional ni subvertir el orden democrático-estatal en el país.

Estado

Tenemos una democracia muy joven, pero cada vez más vilipendiada por los azotes de una sociedad abigarrada que no define su horizonte social de organicidad respecto a su relación con el Estado, cuando los detentadores eventuales del poder impiden avizorar una cultura de paz y de restitución del Estado social, constitucional y democrático de derecho.

Sin embargo, haber encarcelado a cuatro ciudadanos que ejercieron su derecho constitucional a la protesta es un despropósito, una incongruencia de un sistema judicial indolente, que en vez de proteger, en nombre del Estado, los derechos, los menoscaba, restringe y atenta contra los derechos humanos. Ese lamentable episodio de criminalización y judicialización de la protesta social es otra prueba fidedigna del Estado inconstitucional de derecho en el que, a pesar de las reticencias y negaciones, nos encontramos. Por ello, hoy el desafío es restituir ese Estado constitucional de derecho, necesario para garantizar la democracia plena en nuestro país.

Ante las debilidades estructurales del propio Estado y gran parte de sus actores, hoy se debe dimensionar plenamente el entendimiento de la legitimidad del derecho a la protesta social. Para ello, no deja de ser altamente importante la doctrina del profesor Roberto Gargarella en su obra El Derecho a la Protesta, el Primer Derecho.

Garantías

Frente a la protección normativa nacional e internacional, es jurídicamente inviable que el propio Estado persiga penalmente o intervenga coercitivamente en una protesta social pacífica, cuando debería ser el principal garante del ejercicio legítimo del derecho a la protesta en una sociedad democrática.

A propósito de un cierre dogmático desde el derecho constitucional, el profesor argentino plantea una discusión jurídica en situaciones socialmente delicadas, que deben considerar variables de análisis de transversalidad desde el Estado y sus actores sociales sobre el derecho a la protesta. Así tenemos: el cuidado extremo en desplazar derechos para proteger otros, adecuando debidamente en su momento y lugar los argumentos sobre los efectos de crecimiento económico; meditar los razonamientos para remover un derecho cercano al nervio democrático frente a otro, advirtiendo preeminencias; reconocer la primacía de la Constitución sobre las normas civiles y penales vigentes; evaluar el rol del Estado en la construcción de situaciones de marginación social; ponderar las dificultades que enfrentan algunos grupos para expresar sus válidas quejas en público, y atenderlas; y advertir la importancia democrática de preservar la expresión de crítica social.

Protesta

Una forma legítima de ejercer el derecho a la protesta social es, desde luego, el derecho de reunión, donde se ejerce de forma innata la libertad de expresión del ser humano, siempre que se realice de forma pacífica, sin armas y sin afectar desproporcionadamente otros derechos fundamentales. El derecho a la protesta es entonces el ejercicio conjunto de los derechos de reunión y libertad de expresión; todos ellos, parte constituyente del sistema democrático de la región. Por ello, su protección normativa tanto nacional como internacionalmente está por encima de toda interpretación judicial departamental de jueces (in)constitucionales.

La Declaración Universal de Derechos Humanos, en su Artículo 19, establece que todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión, y este derecho incluye no ser molestado a causa de sus opiniones. Asimismo, el Artículo 20 dispone que toda persona tiene derecho a la libertad de reunión y de asociación pacífica. Estas son otras normas de protección internacional del ejercicio del derecho a la protesta.

La Convención Americana sobre Derechos Humanos y las normas dispositivas de este instrumento internacional se encuentran en los Artículos 13, sobre la libertad de pensamiento y expresión; 15, sobre el derecho de reunión pacífica y sin armas; y 16, sobre el derecho de todas las personas a asociarse libremente con fines ideológicos, religiosos, políticos, económicos, laborales, sociales, culturales, deportivos o de cualquier otra índole. Estos artículos regulan el derecho a la protesta.

Libertades

En cuanto al Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, los Artículos 19, que establece el derecho a la libertad de expresión, y 21, que reconoce el derecho de reunión pacífica, garantizan la protesta social en los Estados como ejercicio de sus ciudadanos.

De igual modo, nuestra Constitución resguarda en su Artículo 21, sobre Derechos Civiles y Políticos, el derecho a la libertad de reunión y asociación, en forma pública o privada, con fines lícitos (numeral 4), y a expresar y difundir libremente pensamientos u opiniones por cualquier medio de comunicación, de forma oral, escrita o visual, individual o colectiva (numeral 5). Asimismo, el Parágrafo II del Artículo 106 dispone una garantía estatal por la cual las bolivianas y los bolivianos tienen derecho a ejercer su libertad de expresión.

Por ello, el Estado se constituye en el principal garante del ejercicio del derecho legítimo a la protesta, como parte de las libertades fundamentales democráticas, en tanto y en cuanto ésta sea pacífica, sin armas y sin afectaciones desproporcionadamente restrictivas a los derechos de otras personas.

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Las hilachas de Peñaranda

Una respuesta a la polémica planteada por Raúl Peñaranda y un llamado a la regeneración de la Asociación de Periodistas de La Paz.

/ 28 de septiembre de 2024 / 20:52

El ciudadano Raúl Peñaranda Undurraga (RaPU) se mandó un artículo infamatorio “en respuesta” –dice– a mi columna crítica sobre la Asociación de Periodistas de La Paz (APLP). No le gustan los desafíos institucionales que planteo. Y tampoco el debate. Por ello, en lugar de ocuparse del mensaje, pretende descalificar al mensajero. Típico.

Ante las mentiras y silencios del señor PU, diré algunas cosas sobre las primarias partidarias para luego retomar la urgente convocatoria a regenerar la APLP. Empecemos con la vileza, que tiene algunos repetidores.

Como vicepresidente del TSE impulsé con plena convicción la construcción participativa del proyecto de Ley de Organizaciones Políticas (LOP). Luego de amplia deliberación y el diseño técnico de una propuesta, la enviamos en junio de 2018 a la Asamblea Legislativa. Fue un gran avance en comparación con la Ley de Partidos Políticos de Banzer.

Como parte de los mecanismos de democracia interna, se incluyeron primarias para binomios presidenciales. Para evitar su uso instrumental en los comicios de 2019 –como finalmente ocurrió– se puso una salvaguarda: las primarias debían implementarse “de manera progresiva, como máximo antes de las elecciones 2024”.

Hasta ahí todo bien. O más o menos: una gran omisión fue no haber definido de manera explícita en el proyecto que las primarias debían ser competitivas (parecía obvio) y con binomios paritarios. Como sea, la bancada mayoritaria del oficialismo aprobó la LOP modificando la disposición transitoria para que las primarias se estrenen en 2019. Era la forma de anticipar y legitimar el binomio Evo-Álvaro, en medio de la disputa sobre la reelección tras el desconocimiento del referendo vinculante de 2016.

RaPU insinúa que yo coordiné esos cambios con la bancada masista. Nada menos. ¿Cuáles son sus fuentes? “Hay quienes señalan” y “es muy probable” (ufa). Algo así solo puede ser obra de un principiante de periodismo o, está visto, de un veterano manipulador. Así tejió este señor su librito de intervención política (Control remoto) que critiqué hace unos años por su evidencia remota. Recordemos algunas de sus “fuentes” consultadas: “parece evidente, se supone, conocen del caso, estuvieron presentes, se supo después, una fuente contó, según dijo, los allegados, se cree, no se puede saber, alguien que conoce, esos rumores, es posible…” ¡Qué tal! Es su modus operandi para deslizar falsedades (la posverdad/mentira y la poscensura como vocación).

Vayamos al “tema crucial”. El señor PU afirma con mendacidad que yo promoví “que el reglamento de la ley permitiera la presentación de una sola candidatura por partido o frente” (sic). Para empezar, no existe reglamento de la ley. Debe estar refiriéndose al “Reglamento específico de las primarias para las elecciones 2019”. En su confusión, ni siquiera se tomó la molestia de leerlo. En las sucesivas versiones del Reglamento, elaborado por el equipo técnico y avalado por un informe jurídico, no hay nada parecido a que “debían presentarse por lo menos dos candidaturas para habilitarse una primaria partidaria”. No pues, eso lo definió la Ley.

Más todavía. Como consta en el Acta 058/2018 de la sesión de Sala Plena (26 de septiembre, cuando se aprobó el Reglamento), la disidencia de tres vocales no tiene nada que ver con el número de binomios, sino con otros dos artículos: el 19-II, que establece que un candidato solo puede registrarse en un binomio y en un partido (no parece razonable que un mismo candidato compita en más de un binomio y en más de un partido); y, en especial, el 40-I, que establece que la legitimidad para plantear demandas de inhabilitación corresponde a los militantes (no parece razonable que un actor externo intervenga en una primaria cerrada). Documentos matan infundios.

Por si fuera poco, Peñaranda sostiene que “para allanar todavía más las cosas al MAS” (sic), yo alenté otro reglamento a fin de permitir que se bajara el porcentaje de firmas de los libros que debían ser verificados. ¿De qué reglamento habla? Solo existe una Resolución (0516/2018) que deja sin efecto un Reglamento transitorio para la actualización de registros de militantes. Y se aprobó en una Sala Plena en la que yo estuve ausente.

Así que las “maniobras” y “logros” (las comillas son suyas) que me atribuye RaPU se desmoronan en medio de falsedades (los cadáveres en el armario solo habitan en sus obsesiones/pesadillas). En el colmo del delirio, llega a endosarme el costo de unas primarias realizadas… ¡cuatro meses después de mi renuncia al TSE! (ni siquiera estuve cuando se emitió la convocatoria).

¿Por qué PU saliva tanta patraña en mi contra? Pretende fallidamente restarme legitimidad para “criticar a una digna entidad como la APLP” (suspiros). Autoritario, no tolera que me atreva a plantear algunos mínimos de regeneración en una entidad venida a menos. Y hace berrinche cuando se lo exhibe como “infalible” operador mediático de la oposición.

Al censor le fue mal. Vuelvo a la Asociación. En mi columna no me referí a la gestión de Peñaranda como presidente del directorio primero porque no me importa y, en particular, porque se trata de instituciones, no de personas. Sintetizo pues el diagnóstico para retomar los cuatro desafíos.

Primero, es una Asociación con déficit de democracia interna. Las “elecciones” internas son más parecidas a un pasanaku que a un proceso democrático. Con una sola fórmula no existe competencia. ¿En serio el justificativo de PU es que “no hay muchos candidatos para la presidencia, demanda arduo trabajo y es ad honorem”? Qué flojera. Es un problema estructural que he cuestionado desde hace más de una década. Desafío uno: democratizar la APLP.

Segundo, es una Asociación esmirriada. ¿Se habrá preguntado RaPU por qué menos de una centena de “afiliados activos” votan? ¿Por qué la Asociación sigue tan encogida pese a los 106 juntes de su gestión? Soy parte del 80 por ciento de miembros que, por diferentes motivos, se alejaron de la APLP. Por algo será. En mi caso, no quiero estar en una entidad que NO me representa, ni pagaría 50 centavos de cuota para volver a una institución desacreditada (y no de ahora). No es pasividad, sino repulsión. Desafío dos: repoblar la APLP con participación.

Tercero, es una Asociación excluyente y dividida. La APLP está lejos de ser la casa común de las y los periodistas. Se asemeja más a una trinchera de unos cuantos, con arreglo a su agenda e intereses. No hablo de diferencias políticas e ideológicas, normales y saludables en democracia, sino de una fractura polarizada entre parcelas. Peñaranda es activo impulsor de esa lógica amigo/enemigo en el campo mediático. Y la usa para sus vendettas. Desafío tres: unificar la APLP con diversidad y pluralismo.

Cuarto, es una Asociación ensimismada. Hubo un tiempo en que la APLP gozaba de gran prestigio y su palabra y eventos plurales eran relevantes en la conversación pública. Ahora tenemos una entidad más bien opaca, con camiseta raída, complaciente. Menos mal que hay una generosa historia institucional, que enorgullece. Y sobran colegas decentes, valiosos y bien intencionados. Desafío cuatro: reponer la cualidad deliberativa.

En un reciente “Piedra, papel y tinta” de La Razón, tuvimos una cordial y honesta conversación con Raúl Novillo, flamante presidente de la Asociación. Reconoció con altura el diagnóstico crítico y asumió los desafíos. Comprobamos así que la regeneración es no solo necesaria, sino también posible. Me anoto con gusto. La premisa es que la APLP se mire al espejo y, en lugar de espuma y murallas, aliente el debate interno sin cobardías, silencios ni exclusiones.

Aquí cierro mi intervención sobre el tema, que firmo exclusivamente como miembro distanciado de la Asociación. No haré por supuesto ninguna referencia al prontuario político de Peñaranda. Ni menos a su situación laboral (no es mi culpa). Es miserable llevar al plano personal una disputa de ideas. Más bien ya no estamos en la universidad. No será necesario que el hoy señor PU salga huyendo.

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Las hilachas de Peñaranda

El ciudadano Raúl Peñaranda Undurraga (RaPU) se mandó un artículo infamatorio “en respuesta” –dice– a mi columna crítica sobre la Asociación de Periodistas de La Paz (APLP). No le gustan los desafíos institucionales (nada personal) que planteo.

El emblema de la Asociación de Periodistas de La Paz (APLP).

/ 25 de septiembre de 2024 / 16:09

El ciudadano Raúl Peñaranda Undurraga (RaPU) se mandó un artículo infamatorio “en respuesta” –dice– a mi columna crítica sobre la Asociación de Periodistas de La Paz (APLP). No le gustan los desafíos institucionales (nada personal) que planteo. Y tampoco el debate. Por ello, en lugar de ocuparse del mensaje, pretende descalificar al mensajero. Típico.

Ante las mentiras y silencios del señor PU, diré algunas cosas sobre las primarias partidarias para luego retomar la urgente convocatoria a regenerar la APLP, hoy tan venida a menos. Empecemos con la vileza, que tiene algunos repetidores.

Como vicepresidente del TSE impulsé con plena convicción el proceso de construcción participativa del proyecto de Ley de Organizaciones Políticas (LOP). Luego de un amplio recorrido deliberativo y el diseño técnico de la propuesta, en junio de 2018 la enviamos formalmente a la Asamblea Legislativa. Fue un gran avance normativo en comparación con la Ley de Partidos Políticos de Banzer (1999).

Como parte de los mecanismos de democracia interna, el proyecto incluyó las primarias para la elección de binomios presidenciales. Para evitar su uso instrumental en los comicios de 2019 –como finalmente ocurrió– se puso una salvaguarda: las primarias debían implementarse “de manera progresiva, como máximo antes de las elecciones 2024”.

Hasta ahí todo bien. O más o menos: una gran omisión fue no haber definido de manera explícita en el proyecto que las primarias debían ser competitivas (parecía obvio) y con binomios paritarios. Como sea, la bancada mayoritaria del oficialismo aprobó la LOP modificando la disposición transitoria a fin de que las primarias se estrenen en 2019. Era la forma de anticipar y legitimar el binomio Evo-Álvaro, en medio de la disputa sobre la reelección tras el desconocimiento del resultado vinculante del referendo de 2016.

RaPU insinúa que yo coordiné esos cambios con la bancada masista. Nada menos. ¿Cuáles son sus fuentes? “Hay quienes señalan” y “es muy probable” (ufa). Algo así solo puede ser obra de un principiante de periodismo o, está visto, de un veterano manipulador. Así tejió este señor su librito de intervención política (Control remoto) que hace unos años critiqué por su evidencia remota. Recordemos algunas de sus “fuentes” consultadas: “los periodistas, distintos entrevistados, parece evidente, se supone, se estima, conocen del caso, estuvieron presentes, se supo después, una fuente contó, según dijo, los allegados, se cree, no se puede saber, alguien que conoce, esos rumores, deben tener documentos, es posible…” ¡Qué tal! Es un modus operandi para deslizar falsedades (la posverdad/mentira y la poscensura como vocación).

Vayamos al “tema crucial”. El señor PU afirma con mendacidad que yo promoví “que el reglamento de la ley permitiera la presentación de una sola candidatura por partido o frente” (sic). Para empezar, no existe reglamento de la ley (de Organizaciones Políticas). Debe estar refiriéndose al “Reglamento específico de las primarias para las elecciones 2019”. En su confusión, ni siquiera se tomó la molestia de leerlo. En las sucesivas versiones del reglamento, elaborado por el equipo técnico y avalado por un informe jurídico, no hay nada parecido a que “debían presentarse por lo menos dos candidaturas para habilitarse una primaria partidaria”. No pues, eso lo definió la ley.

Más todavía. Como consta en el acta de la sesión ordinaria de Sala Plena (058/2018, del 26 de septiembre, cuando se aprobó el reglamento), la disidencia de tres vocales no tiene nada que ver con el número de binomios, sino con otros dos artículos: el 19, II, que establece que un candidato solo puede registrarse en un binomio y en un partido (no parece razonable que un mismo candidato compita en más de un binomio y en más de un partido); y, en especial, el 40,I, que establece que la legitimidad para plantear demandas de inhabilitación corresponde a los militantes (no parece razonable que un actor externo intervenga en una primaria cerrada). Documentos matan infundios.

Por si fuera poco, Peñaranda sostiene que “para allanar todavía más las cosas al MAS” (sic), yo alenté otro reglamento a fin de permitir que se bajara el porcentaje de firmas de los libros que debían ser verificados. ¿De qué reglamento habla? Solo existe una Resolución de Sala Plena (0516/2018) que deja sin efecto un reglamento transitorio para la actualización de registros de militantes. Y se aprobó en una sesión de Sala Plena en la que yo estuve ausente.

Así que las “maniobras” y “logros” (las comillas son suyas) que me atribuye RaPU en su artículo se desmoronan en medio de falsedades (los cadáveres en el armario solo habitan en sus obsesiones/pesadillas). En el colmo del delirio, llega a endosarme el costo económico de unas primarias realizadas… ¡cuatro meses después de mi renuncia al TSE! (ni siquiera estuve cuando se emitió la convocatoria).

¿Por qué PU saliva tanta patraña en mi contra? Pretende fallidamente restarme legitimidad para “criticar a una digna entidad como la APLP” (suspiros). No tolera que me atreva a plantear algunos mínimos de regeneración en una entidad maltrecha. Y hace berrinche cuando se pone en evidencia su desempeño como “infalible” operador mediático de la oposición.

Puede leer: La APLP ante el espejo

Al censor le fue mal. Vuelvo a la Asociación. En mi columna no me referí a la gestión de Peñaranda como presidente del directorio primero porque no me importa y, en especial, porque se trata de instituciones, no de personas. Sintetizo pues el diagnóstico de la APLP para retomar los cuatro desafíos.

Primero, es una Asociación con déficit de democracia interna. Las “elecciones” de directorio son más parecidas a un pasanaku que a un proceso democrático. Cuando PU escribe sobre las primarias partidarias está retratando su “elección” como presidente de la APLP: “la votación no tuvo oficio ni beneficio. Con un solo candidato por partido no hubo competencia y antes siquiera de la votación ya se sabía quiénes se habilitarían como candidatos”. ¿En serio su justificativo es que en la Asociación “no hay muchos candidatos para la presidencia, demanda arduo trabajo y es ad honorem”? Qué flojera. No es algo pasajero, sino una cuestión estructural. He cuestionado los problemas de legitimidad en la APLP desde hace más de una década. Desafío uno: democratizar la APLP.

Segundo, es una Asociación esmirriada. ¿Se habrá preguntado RaPU por qué menos de una centena de “afiliados activos” votan? ¿Por qué la Asociación sigue tan encogida pese a los 106 juntes de su gestión? Soy parte del ochenta por ciento de miembros registrados que, por diferentes motivos, se alejaron de la APLP. Por algo será. En mi caso, no quiero estar en una entidad que NO me representa, ni pagaría 50 centavos de cuota para volver a una institución lamentablemente descalificada (y no de ahora). No es pasividad, sino repulsión. Desafío dos: repoblar la APLP con participación.

Tercero, es una Asociación excluyente y dividida. Reitero mi sentimiento: la APLP está lejos de ser la casa común de las y los periodistas. Se asemeja más a una trinchera de unos cuantos, con arreglo a su agenda e intereses. No hablo de diferencias políticas e ideológicas, que son normales y saludables en democracia, sino de una suerte de fractura polarizada entre parcelas. Peñaranda es activo impulsor de esa lógica divisoria amigo/enemigo en el campo mediático. Y la usa para sus vendettas. Desafío tres: unificar la APLP con diversidad y pluralismo.

Cuarto, es una Asociación ensimismada. Hubo un tiempo en que la APLP gozaba de gran prestigio y su palabra y eventos plurales eran relevantes en la conversación pública. Ahora tenemos una entidad más bien opaca, con camiseta raída, demasiado complaciente. Menos mal que hay una generosa historia institucional, que enorgullece. Y sobran colegas decentes, valiosos y bien intencionados (como varios integrantes de anteriores y del actual directorio). Desafío cuatro: reponer la cualidad deliberativa en el gremio.

En un reciente Piedra, Papel y Tinta” de La Razón, tuvimos una honesta y cordial conversación con Raúl Novillo, flamante presidente de la Asociación. Reconoció y asumió con altura el diagnóstico crítico y los desafíos que acabo de señalar. Comprobamos así que la regeneración es no solo necesaria, sino también posible. Me anoto con gusto. La premisa es que la APLP se mire al espejo y, en lugar de echar espuma y alzar murallas, aliente el debate interno sin cobardías, silencios ni exclusiones.

Aquí cierro mi intervención sobre el tema, que firmo exclusivamente como miembro distanciado de la APLP. No haré por supuesto ninguna referencia al prontuario político de Peñaranda. Ni menos a su situación laboral (no es mi culpa). Es miserable llevar al plano personal una disputa de ideas. Más bien ya no estamos en la universidad. No será necesario que el hoy señor PU salga huyendo, como siempre.

*José Luis Exeni es comunicador

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