INFORME PNUD 2021: MÁS DESIGUALES, MENOS PRODUCTIVOS
El 81% de los latinoamericanos piensa que la distribución del ingreso en el continente es injusta.
EL PUNTO SOBRE LA i
El martes 22 de junio, desde Nueva York (Estados Unidos) el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) hizo público el Informe Regional de Desarrollo Humano 2021 Atrapados: alta desigualdad y bajo crecimiento en América Latina y el Caribe. Es uno de los primeros informes que dan cuenta del efecto que tuvo la pandemia del coronavirus en las condiciones de vida y desarrollo en la región. “La brecha entre extrema riqueza y extrema pobreza y vulnerabilidad que caracteriza a la región quedó en evidencia como nunca y se profundizó aún más a raíz de la pandemia del COVID-19”, destaca en primer lugar el PNUD.
América Latina y el Caribe, dice el Informe, está “atrapada en una doble trampa”, la desigualdad persistentemente alta junto a la baja productividad. “Este nuevo informe examina las diferentes dinámicas que crean esta trampa. En particular, destaca cómo las desigualdades que conducen a la concentración del poder en manos de unos pocos pueden distorsionar las políticas públicas en formas que perpetúan los patrones de desigualdad existentes y obstruyen la productividad, incrementando cada vez más el número de ciudadanos inconformes con el status quo”.
El Informe explora, anuncian sus autores, “tres factores que se repiten y retroalimentan el círculo vicioso de alta desigualdad y bajo crecimiento: la concentración de poder, la violencia en todas sus formas y las políticas de protección social que no funcionan bien”.
El Informe, además de hacer un llamado a la región a comprender el nexo entre dichos tres factores, destaca que “un punto de entrada que puede servir para liberarse del bajo crecimiento y la alta desigualdad” puede ser “la implementación de sistemas universales de protección social que sean redistributivos, fiscalmente sostenibles y más favorables al crecimiento”, señaló a propósito del Informe Luis Felipe López Calva, subsecretario general adjunto de la ONU y director regional de PNUD para América Latina y el Caribe.
BLOQUEO. En perspectiva, la extrema desigualdad junto a la baja productividad son un auténtico bloqueo a la región en el avance hacia el logro de la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible, advierte el PNUD. América Latina y el Caribe desde hace mucho tiempo “se ha caracterizado como una de las regiones con las tasas de desigualdad más altas del mundo”, destaca en la presentación del Informe el administrador del PNUD, Achim Stelner; esto empeoró con la pandemia: “El quintil más rico de la población de la región (la quinta parte o el 20%) representa alrededor del 56% de los ingresos nacionales. En la actualidad, la pandemia del COVID-19 ha ampliado esta brecha”, asegura el funcionario.
Con la medida del distanciamiento físico como regla, para no contagiarse con el virus, ahora sí que la llamada “brecha digital” se evidenció fatal, da cuenta Stelner: “La brecha digital —en particular, la falta de internet de banda ancha de alta velocidad y la ausencia de habilidades digitales adecuadas— ha impedido que muchas personas, especialmente las más vulnerables, trabajen o estudien desde sus casas durante la crisis. En estas circunstancias sin precedentes, 22 millones de personas han caído por debajo de la línea de la pobreza en la región, regresando a los niveles de 2008”, detalla el Administrador.
El Informe Regional 2021, que se lo puede bajar gratuitamente de: https://www.latinamerica.undp.org/c ontent/rblac/es/home/library/human_ development/regional-humandevelopment- report-2021.html, consta de cinco grandes capítulos, que se explican por sí mismos: 1. ¿Atrapados? Desigualdad y crecimiento económico en América Latina y el Caribe; 2. ¿Qué piensa la gente acerca de la desigualdad y cómo cree que debería ser la respuesta en materia de políticas?; 3. La concentración de poder económico y político; 4. Los vínculos entre violencia, desigualdad y productividad; y, 5. ¿Qué tan eficaces son las políticas de protección social en América Latina y el Caribe?
Para determinar y describir la desigualdad, en el Informe se usan dos grandes métodos, las medidas objetivas y las medidas subjetivas de la desigualdad. Las primeras se refieren a todo lo que tiene que ver con la estimación económica y estadística de la desigualdad, como el Índice de Gini (medida económica que sirve para calcular la desigualdad de ingresos en un país) o la concentración de ingresos en la parte superior de la población. Pero éstas, señala el Informe, revelan solo una parte de la historia; de la otra parte precisamente se ocupan las medidas subjetivas, que, en general, se concentran en indagar en cómo la gente percibe la desigualdad, en cómo “la gente sabe, ve, piensa y siente al respecto”. Contra lo que pueda creerse, asegura el Informe Regional 2021, lo subjetivo “es esencial, porque las percepciones de la gente sobre la desigualdad moldean tanto sus posturas políticas (y por lo tanto su respaldo a diferentes enfoques de política) así como sus aspiraciones (y por lo tanto su esfuerzo por alcanzarlas)”.
PERCEPCIÓN.Y es que entender cómo piensa y siente la gente acerca de la desigualdad en la región es decisivo en este momento, destaca el Informe, en vista de “la ola de agitación social que vivió la región a finales de 2019 y principios de 2020 y que continúa en algunos países en 2021”, siendo las recientes protestas en Colombia uno de los últimos ejemplos del hecho.
Ahora, las medidas objetivas y subjetivas de la desigualdad pueden coincidir como diverger, pero “en ninguno de los dos casos”, advierte el Informe, “la información es necesariamente errónea. Cada medida simplemente proporciona una capa adicional de información y profundiza nuestra comprensión acerca de la forma en que se manifiesta la desigualdad en la región y de los posibles caminos a seguir”.
El recojo de datos subjetivos de la desigualdad, informa el documento, fue realizado en colaboración con la conocida encuesta de opinión pública Latinbarómetro (que se levanta en 18 países de América Latina, no el Caribe, anualmente desde hace 25 años). Los resultados consignados en el Informe Regional 2021 corresponden a lo registrado en 2020; aunque, precisa, el estudio contiene 17 países, debido a que la encuesta no se la pudo efectuar en Argentina, debido a la pandemia del COVID-19.
Cuando se habla del ingreso del 20% más pobre de la región, se encuentra con que la gente tiende a sobreestimar dicho ingreso, “en general, los latinoamericanos no son conscientes de que tan pobres son en realidad los pobres”, afirma el Informe. Por ejemplo, en Bolivia, si objetivamente el ingreso de los más pobres llega a 4, subjetivamente este ingreso se lo ubica en 9; en Brasil esta diferencia es de 3 y 7, en Nicaragua de 5 y 11, cuando en América Latina el promedio es de 5 y 7.
INEQUIDAD. Luego, es generalizada la conciencia de que la redistribución del ingreso es grandemente desigual; 81% de los encuestados, destaca el Informe, “cree que la distribución del ingresos es injusta” (el 79% en Bolivia). Esta creencia sube a 90% en Chile, Paraguay y Venezuela; y explica, dicen los autores, por ejemplo, cómo a fines de 2019 y principios de 2020 en Chile “las protestas por el aumento de las tarifas del transporte público se tradujeron rápidamente en manifestaciones generales en contra de múltiples formas de desigualdad”.
Otro hecho que preocupa a los latinoamericanos, señala el Informe, es la injusticia en el acceso a los servicios públicos básicos. El 80%, el 66% y el 60% cree “que el acceso al sistema de justicia, el acceso a los servicios de salud y el acceso a la educación son injustos, respectivamente”. Pasa un hecho llamativo: en los tres indicadores Chile se ubica en los más altos índices, más del 90% considera inequitativo el acceso a estos servicios; pero, objetivamente, “el acceso a ellos en Chile probablemente sea mejor que el de muchos otros países”. Explica el Informe esta contradicción: “Aquí, los datos sobre las percepciones deben estar captando un aspecto de las expectativas de los encuestados acerca de lo que significa el acceso justo que no están proporcionando los sistemas de provisión actuales”. En el caso de Bolivia, 89% de la población cree que el acceso al sistema de justicia es injusto; 72% al de salud; y, 65% a educación.
En lo relativo a la ciudadanía y sus derechos, en América Latina un alto porcentaje cree que no se garantiza “la igualdad en algunos derechos y garantías”. El Informe encuentra, por ejemplo, que a pesar de que es generalizada la noción de que todos somos iguales ante la ley, “más de tres cuartas partes de la población de América Latina no creen que la igualdad ante la ley está garantizada”. De la misma manera, pese a que en todo lado hay el ideal de que todos tienen las mismas oportunidades, independientemente del origen o cualquier rasgo de identidad, “64% de los latinoamericanos no cree que la igualdad de oportunidades está garantizada y el 57% no cree que la igualdad entre mujeres y hombres lo está”. Si en Latinoamérica, en promedio, 77% cree que no hay igualdad de la gente ante la ley, en Bolivia este índice es de 70%; y si en la región 64% considera que no hay igualdad de oportunidades para todos, 66% cree esto en Bolivia; y, si en promedio en América Latina 57% de la gente cree que hombres y mujeres no tienen las mismas oportunidades, en Bolivia esta percepción llega a 52%.
Ahora, anota el Informe, la percepción de las injusticias varía en función “del lugar que las personas creen que ocupan en la distribución del ingreso”, los de mejor posición ven menos injusto el sistema, y lo ven más inequitativo quienes se consideran estar perdiendo.
FUTURO. Y en la percepción de la desigualdad no solo preocupa el presente, sino también el futuro de los hijos. La encuesta encuentra que a nivel regional, “la mayoría de las personas más pobres cree que sus descendientes seguirán siendo tan pobres como ellos. De las personas que se consideran parte del 20% más pobre, solo 35% de ellas espera que sus hijos asciendan socialmente. Y claro, anota el Informe, esto no hace sino prolongar, o acaso empeorar, el actual estado de cosas: “Las bajas expectativas de movilidad social intergeneracional no son solo el reflejo de un sistema desigual, sino también pueden contribuir a reproducir esas mismas desigualdades en el futuro”. Afecta los sueños de una vida mejor que padres e hijos puedan tener para los últimos: “Dado que la capacidad de aspirar es prospectiva, está influenciada por la desigualdad y la prosperidad actual de la sociedad y a su vez afecta a los resultados futuros de las mismas, jugando un papel invisible, pero no por ello menos importante, como motor de la trampa de alta desigualdad y bajo crecimiento”.
¿Cómo cambiar estos escenarios de injusticia?
“La gente está de acuerdo: alcanzar una sociedad más equitativa requerirá una mayor rendición de cuentas entre los ricos”. De hecho, “la mayoría aprueba que se grave al 60 por ciento más rico de la población y el 80 por ciento está de acuerdo en que el 20 por ciento más rico debería pagar impuestos”.
Las políticas públicas de redistribución de recursos básicamente son dos, dice el Informe: la recaudación de fondos a través del cobro de impuestos, y el gasto de estos fondos en transferencias, programas y servicios públicos. “Por lo tanto, el grado en que estas políticas combaten la desigualdad depende de quién paga (y cuánto) y de quién recibe (y cuánto)”.
Si bien 7% de los encuestados piensa que nadie debería pagar impuestos, “un tercio de los latinoamericanos piensa que todos deberían pagarlos, independientemente de su ubicación en la distribución del ingreso”.
En cuanto al apoyo que se debería recibir por parte del Estado, en general, los latinoamericanos “están de acuerdo en que el derecho de un hogar a recibir ayuda del gobierno en la forma de bienes o servicios gratuitos o subsidiados disminuye considerablemente conforme (aumenta) su nivel de ingresos. La mayor parte de la población está de acuerdo en que el 20% más bajo debería recibir ayuda”. Asimismo, en la región, complementa el Informe, “la gente coincide mayoritariamente en que los ricos reciben más de lo que merecen”; esto expresa una demanda por cada vez una más equitativa redistribución de recursos: “Hay margen en la opinión pública para políticas fiscales más equitativas, en las que los ricos reciban menos y otros grupos reciban más”.
POLARIZACIÓN. El Informe también trae la interesante medida de ubicación de la gente entre ser de izquierda o de derecha, más aún, tratando de determinar cuántos se ubican en la extrema izquierda y en la extrema derecha; todo con el fin de medir el grado de polarización política. Curiosamente encuentra que más bien la gente tiende hacia el centro: “A nivel regional, las posiciones extremas reúnen al 27% de la población, dividida de manera similar en ambos extremos. La mayoría de la gente se sitúa en un punto intermedio; el 30 por ciento se ubica directamente en el centro”. En otras palabras, esto sugiere que la población “no está tan dividida en cuanto a la ideología política, como a veces puede parecer”.
Es peculiar el resultado de esta medida de la polarización por países: en Nicaragua, mientras 25% de los encuestados se ubica en la extrema izquierda y 27% en la extrema derecha; en Ecuador, esta relación es de 17% a la izquierda extrema, 12% a la derecha extrema; esto en Venezuela es 9 a 17; en México, 12 a 6; en Bolivia, 11 a 7; en Chile, 6 a 2.
Y, en la parte correspondiente, el Informe trae una yapa: la percepción de la democracia, que contiene más preocupaciones que alivios: – 46% de la gente comparte la percepción de que la democracia no funciona bien.
– 13% señala incluso que la forma de gobierno en sus países no es una democracia.
– 12% afirma no comprender el significado de la palabra democracia.
– El porcentaje de la población a la que no le importaría tener un gobierno no democrático, siempre y cuando fuera eficaz, es alta en la región.
Más del 50% de las personas en todos los países, menos 5, comparten esta postura, y el porcentaje supera el 65 por ciento en 4 países”. En Bolivia, al 57% de los encuestados no le importaría tener un gobierno no democrático siempre y cuando fuera eficaz; cuando este índice en promedio en Latinoamérica es de 55%, 67% en Nicaragua, 56% en Brasil, 50% en Colombia, 42% en Uruguay, 33% en Chile, por citar algunos.
– “Aunque unos pocos creen que protestar es más eficaz que votar (5%), la mayoría sigue creyendo en el voto. La mitad de la población (48%) cree que el voto es el único canal adecuado para exigir cambios, y un tercio (32%) cree en una combinación entre el voto y la protesta”.
(*)Iván Bustillos es periodista de La Razón