El MAS y las clases medias, sus idas y venidas
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El MAS está en un buen momento de articular mejor con las clases medias progresistas; se lo impiden sus pugnas internas.
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El MAS debe recomponer su relación con las clases medias. En buena medida se lo impiden sus tensiones internas.
El punto sobre la i
La historia de nuestro país está marcada por diversos clivajes, pero si hay dos de constante presencia, estos son los referidos a la clase social y la cuestión regional. El Movimiento Al Socialismo-Instrumento Para la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP), actualmente la principal fuerza política en Bolivia no está fuera de estas realidades y los resultados electorales (por lo menos de las elecciones generales de 2014 y de 2020) lo reflejan con claridad meridiana.
En todas las ciudades capitales, la votación azul se ubica porcentualmente por debajo de lo obtenido en cada departamento. La excepción destacada es en el municipio de El Alto, que en las elecciones presidenciales de 2020 sobrepasó a Nuestra Señora de La Paz en la cantidad de votos válidos emitidos y la proporción a favor del MAS fue, como en comicios anteriores, superior a la departamental.
Como se puede ver en el cuadro adjunto, en 2020 hubo 527.139 más votos válidos que en 2014 en las ciudades capitales más El Alto. En ese mismo periodo, el MAS sumó 52.016 sufragios más. Es decir que el partido de gobierno captó, aproximadamente, 10% del total del incremento registrado en la votación válida. Estas cifras ponen en evidencia un distanciamiento paulatino del MAS respecto a las clases medias urbanas en Bolivia.
Es igualmente notoria la diferencia entre los márgenes que obtiene el partido azul en occidente, en contraste con sus resultados en Santa Cruz, Tarija y Beni. La cuestión regional está también reflejada en la votación.
CLASES MEDIAS.
Hablar de clases medias es hablar de modernidad y capitalismo. Las sociedades feudales estaban divididas básicamente en la nobleza, el clero y los siervos o campesinos. Así, la clase media emerge conceptualmente en el siglo XVIII, identificándose como aquel grupo que no es parte de la aristocracia, pero que comienza a desarrollarse económicamente por fuera de la servidumbre. Hoy en día, las clases medias se entienden genéricamente en el mundo como aquellos conglomerados que no son ni grandes poseedores de capital ni están sumidos en condiciones de pobreza. Están en el desafío diario de ir mejorando sus condiciones de vida, sin lograr convertirse en potentados y siempre temiendo caer en la pobreza.
En Bolivia, las clases medias constituyen un tejido en extremo diverso. René Zavaleta afirmó que “para saber lo que son estas capas, es menester enumerarlas o decir lo que no son”. Entonces, las clases medias urbanas en nuestro país, a partir de su economía, están conformadas principalmente por pequeños comerciantes, transportistas, asalariados, profesionales, cuentapropistas y un largo etcétera, que no están en los segmentos depauperados ni poseen grandes empresas.
Además, “está claro que hay una clase media que es parte del campo oligárquico liberal, que es antiestatista, que es neoliberal, que es racista y que detesta todo lo popular”, afirma el sociólogo cochabambino Fernando Mayorga, director general del Centro de Estudios Superiores Universitarios de la Universidad Mayor de San Simón (CESU-UMSS). Entonces, las características y diferencias al interior de las clases medias son también políticas, culturales y de hábitos sociales. Mayorga precisa que también están presentes ahí las clases medias emergentes que, proviniendo de lo indígena, campesino y popular, se incorporan como resultado del proceso de cambio y los años de políticas favorables hacia estos sectores.
POLÍTICA Y CLASES MEDIAS.
“En las elecciones de 2005 convergieron los indígenas, campesinos, trabajadores y la clase media en torno a la recuperación del Estado para ponerlo al servicio de la gente, frente a la radicalidad y ortodoxia con la que se aplicó el neoliberalismo en los años previos”, sostiene Carlos Romero, exministro de Evo Morales e intelectual cruceño.
En línea similar, Mayorga señala que “es impensable que un partido de raigambre popular, como el MAS, alcance las cifras que viene logrando desde 2005 sin tener el apoyo del votante medio, que está en las ciudades”.
Consecuentemente, se puede entender que el momento de mayor integración entre el bloque indígena popular y las clases medias se registra entre las elecciones de 2009 y 2014, cuando el MAS obtiene 64% y 62% de los votos, respectivamente.
Sin embargo, Mayorga advierte que “Bolivia ha pasado por un proceso político intenso desde el referéndum constitucional de 2016 hasta 2019, que giró en torno al debate sobre la legitimidad de la postulación de Evo Morales como candidato presidencial. En ese debate, los sectores urbanos, la clase media en general, la concentrada en las ciudades capitales, que había votado por Evo Morales en 2005, 2009 y 2014, terminó siendo interpelada por un discurso opositor que estableció la dicotomía entre democracia y dictadura y el MAS fue acusado de autoritarismo”.
El distanciamiento que se originó a partir del referéndum de 2016 fue aprovechado y capitalizado por nuevos liderazgos. Entre otros, Luis Fernando Camacho y Marco Pumari, quienes fueron figuras centrales en el derrocamiento de Evo Morales.
Este discurso en torno al estado de derecho, libertad y el respeto a la CPE “fue asumido por amplios sectores de clase media de las ciudades, que terminaron alejándose del MAS y se dio una pérdida de capacidad de acción hegemónica”, explica Mayorga.
Hugo Moldiz, importante referente de la reflexión política al interior del MAS, afirma que en 2019 “si hubo grupos que subieron a escena y fueron decisivos en la desestabilización de Evo Morales, fueron los sectores medios”. Mayorga, igualmente, sostiene que en ese momento “claramente, amplios sectores de las clases medias en las ciudades se movilizaron contra el MAS”.
RECONSTRUCCIÓN.
La crisis posterior a las elecciones de 2019 marcó un antes y un después en el país y la relación entre el MAS y las clases medias urbanas no fue la excepción. Carlos Romero refiere que el bloque, la alianza que se reflejó en las victorias electorales hasta 2014, se debilitó. “Se generaron fisuras entre el campo y la ciudad, con la clase media y con la clase media alta”, indica.
Si bien el derrocamiento de Evo Morales se consolidó, el posterior gobierno transitorio de Jeanine Áñez fracasó rotundamente en prácticamente todos los aspectos posibles. Sus resultados catastróficos se reflejaron en masacres, autoritarismo, corrupción, atropellos a las libertades civiles, etcétera.
Justamente, “debido al desempeño del gobierno de Jeanine Áñez, con todos sus rasgos, en 2020 el MAS logró recuperar parte de esa convocatoria a las clases medias”, dice Mayorga.
Moldiz sostiene que “en 2020, Luis Arce y David Choquehuanca lograron condensar en torno a ellos a dos fuerzas que luego volvieron a separarse. Por un lado, la fuerza de lo social —movimientos sociales, sindicatos y otros— y, por otro, fracciones de clase media que no votaron en 2019 por Evo Morales, pero que decidieron apoyar” al nuevo binomio. “La gente sintió que Lucho Arce era la persona llamada a responder frente a las necesidades” de la pandemia y la reactivación económica, afirma.
En medio de muchas dificultades, frente a un gobierno transitorio adverso y hostil, el bloque popular indígena se vio ante la necesidad práctica de rehacerse. Así, “liderado por el Pacto de Unidad, se convirtió en el puntal de la lucha por la recuperación de la democracia”, precisa Mayorga.
A partir de esto, se comenzó con la tarea de recomponer relaciones con sectores críticos de las poblaciones urbanas, en particular las concentradas en las ciudades capitales más Al Alto. Ya sin Evo Morales como candidato, se logró esa rearticulación, cuando menos, coyunturalmente.
“El 55,11% alcanzado en 2020, que es similar a las elecciones de 2005, solamente se explica porque hay un porcentaje de las clases medias urbanas que votó por el MAS”, afirma Mayorga.
PRESENTE.
A partir de 2020, los sectores de clases medias que fueron parte del derrocamiento de Evo Morales, “ya no están actuando homogéneamente; hay un quiebre entre sus fracciones más radicales, (estando) a la vez más débiles y dispersas; y (hay) otras que sienten que pueden encontrar respuestas en el gobierno”, explica Moldiz.
Continúa indicando que “hoy existen condiciones para que el Gobierno se acerque a sectores de clase media, amplíe su base social y, por lo tanto, dispute en ese campo a fracciones que fueron fundamentales durante el golpe”.
Sin embargo, el MAS, actualmente, está concentrado en sus pugnas internas y esto desfavorece esa posibilidad de acercamiento. “Hay una disputa discursiva al interior del MAS” que —observa Mayorga— origina generalizaciones negativas hacia las clases medias, como la del vicepresidente David Choquehuanca en contra de los profesionales.
Así, el MAS da señales de estar pasando por dos procesos simultáneos en su relación con las clases medias. Por un lado, Mayorga apunta que “el MAS viene incorporando a sectores de la clase media en la gestión pública, con sectores de profesionales que no son parte orgánica del Instrumento político, el cual es la articulación de las cinco confederaciones del Pacto de Unidad, que constituye la base del bloque indígena campesino y popular. Esta incorporación se da subordinada orgánicamente a las organizaciones sociales”.
En los hechos, indudablemente, sí existe un ir y venir entre el MAS, el gobierno del MAS y los sectores urbanos. Sin embargo, Mayorga hace notar que “hubo críticas a la clase media, en abstracto, aunque muy enfocadas al entorno de Evo Morales”. Esto generó una serie de discusiones al interior del MAS, en las que prevaleció la posición de “no tener invitados en las listas de candidatos, sino que las mismas se definan en las asambleas y los ampliados”.
Se trata, entonces, de un momento en el cual, si bien hacia afuera existe un ambiente propicio para reencauzar y suturar diferencias, sobre todo con grupos de economías emergentes fruto del propio proceso de cambio, la lucha interna está implicando tomar como un valor la afirmación del núcleo mismo del bloque popular indígena, que no es precisamente ni urbano ni de clase media.
Con todo, Mayorga indica que “una cosa es la presencia de la clase media dentro del instrumento político y otra la capacidad de interpelación del MAS a las clases medias, ya sea en eventos electorales o para tener su apoyo que se traduzca en ausencia de movilizaciones en apoyo a la oposición”. Esto sintetiza esta relación prácticamente dual o, si se prefiere, dialéctica, entre grupos urbanos y el bloque popular indígena. Este bloque popular indígena se encuentra en medio de la tensión que significa estar entre su afirmación identitaria como tal y la necesidad práctica de contar con el apoyo de los otros.
Al respecto, el sociólogo cochabambino precisa que “el MAS establece relación con los grupos más organizados de las clases medias y esto se hace más intenso en época electoral, por razones obvias. El MAS necesita aliados, adherentes, grupos organizados, que le permitan que su interpelación electoral y su propuesta programática se trasformen en voto”.
“Cuando no hay elecciones, esto aparece como problema, cuando hay elecciones aparece como necesidad y por ese momento se convierte en una oportunidad”, explica. “Por lo tanto, no va a haber nunca una requisición normativa al respecto, siempre van a ser decisiones y acciones contingentes”, expresa con contundencia Mayorga.
FUTURO.
Bolivia y el mundo han cambiado. De por medio está el impacto de las nuevas tecnologías de información y comunicación, que “han construido las comunidades virtuales; de hecho, las movilizaciones sociales actuales en Europa y Latinoamérica son exitosas cuando están acompañadas de la convocatoria a través de los dispositivos digitales. Esa es una nueva realidad”, afirma Carlos Romero. Son circunstancias nuevas y diferentes.
“El MAS tiene que entender que las relaciones con las clases medias no pueden ser las mismas que antes. Paradójicamente, si antes los indígenas necesitaban mediadores para acceder a algunas reivindicaciones, ahora el campo popular necesita mediadores para recuperar su capacidad de interlocución plena con las clases medias urbanas”, sostiene el exministro.
Moldiz afirma: “Veo complicada la relación entre el MAS y los sectores medios. El MAS no termina de convertirse en una organización que sea capaz de combinar una cohesión de indígenas, campesinos y obreros con la flexibilidad táctica para incorporar otros sectores por fuera. No es de ahora”, sostiene.
Mayorga señala que “la votación a favor del MAS tuvo como motivaciones principales la lucha contra la pandemia y la reactivación productiva del país, que son intereses prioritarios de las clases medias”. En buena medida, el futuro está en los resultados que se tengan al respecto.
(*)Pablo Javier Deheza es periodista, Santa Cruz.