MAS: Tres cabezas, tres responsabilidades
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El sociólogo Fernando Mayorga hace una propuesta insólita: por el bien del MAS, los tres líderes, Evo, Luis y David deberían desistir de su candidatura en 2025
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El gran problema del MAS está en que todavía no logra instituir un modelo de decisión consensuada.
El punto sobre la i
En la última parte de su libro Resistir y retornar. Avatares del proceso decisional en el MASIPSP (2019-2021) (Fundación Friedrich Ebert, FES-Bolivia, La Paz, noviembre de 2022), el sociólogo cochabambino Fernando Mayorga sugiere un hecho insólito: por el bien del Movimiento Al Socialismo (MAS), “no existe otro camino que el desistimiento a la candidatura presidencial por parte de Evo Morales, Luis Arce y David Choquehuanca”.
Eso es “muy, muy difícil, me parece imposible”, comentó la investigadora y exministra cruceña Claudia Peña en el programa Piedra, papel y tinta de LA RAZÓN, al día siguiente de la presentación del libro en La Paz.
¿Impensable? Aparte de que esas renuncias darían lugar a nuevos liderazgos en este partido, Mayorga, en su texto, cita una razón más bien práctica para dicha propuesta insólita: el objetivo “cálculo sobre su fortaleza electoral”. El sociólogo llama a ser francos: “Es dable suponer que ninguno de los tres puede vencer en primera vuelta y es probable que sea derrotado en la segunda ronda”.
Pero lo más duro, para uno por uno, viene tras el punto seguido: “Evo Morales tiene un tercio de apoyo del electorado y el doble de rechazo, según la mayoría de las encuestas, además, su presencia provocaría un debate estéril anclado en el pasado y, por tanto, ajeno a las preocupaciones de la sociedad. David Choquehuanca esgrime un discurso de corte reduccionista basado en el indianismo —con énfasis en la identidad aymara— con escasas posibilidades de interpelar de manera eficaz a sectores medios. Luis Arce tiene una restricción de índole cultural porque el Gobierno no puede estar —durante una década— bajo el mando de un actor sin identidad ni adscripción campesina o indígena, un factor que, además, puede provocar el menoscabo del apoyo de la base electoral tradicional del MAS-IPSP”.
Por si eso no fuera poco, el sociólogo termina rematando: “Por otra parte, es imprescindible que el MAS-IPSP dé una señal a la sociedad de que no volverá a promover la reelección presidencial y que su proyecto no dependerá de un liderazgo, sea carismático o circunstancial”.
IMPOSIBLE.
En el Piedra, papel y tinta, al día siguiente de la presentación del libro, Mayorga fue más explícito: “Estos tres posibles candidatos, a mi juicio, no garantizan (la victoria electoral del MAS); al contrario, ponen en riesgo la continuidad del proyecto político del MAS y del proceso”.
Las renuncias a la candidatura presidencial son un sacrificio que Mayorga ve necesario para la subsistencia misma del MAS y del proceso: “Parto de que es más importante el proceso de cambio y el proyecto político que los actores, en este caso, los tres actores estratégicos; y planteo su retiro, su repliegue de esta postulación, no su retiro de la política, obviamente”.
En últimas, dice, lo que está en juego para el MAS-IPSP “no es solamente su permanencia en el poder, sino la posibilidad de recuperar su capacidad de acción hegemónica que durante una década le permitió representar el campo nacional-popular y adscribir a los sectores medios urbanos a su proyecto político porque combinaba libertad, igualdad y plurinacionalidad”.
Pero el MAS a la fecha está en problemas. Como hizo notar el economista Armando Ortuño, también en Piedra, papel y tinta, de la semana pasada, lo que pasó con el rechazo del proyecto del Presupuesto General del Estado (PGE) 2023 (primera vez en la historia de 15 años del MAS en el gobierno), ya muestra un deterioro más de fondo de la unidad masista.
“A esta altura del partido ya no podemos hablar de simples peleas, porque el momento en que las controversias internas se trasladan a decisiones del ámbito legislativo o que afectan la gestión del Estado, me parece que hemos pasado a otro nivel”, observa el investigador Ortuño.
Para Mayorga se trata de un desborde, diferencias y hasta contradicciones entre los distintos actores en el MAS siempre hubo; el punto es que éstas se habían mantenido en lo que el sociólogo llama “disyunciones”, contraposiciones que no llegaban al conflicto, pero que ahora derivaron en pugnas, peleas; en este marco hay que entender la actual división del MAS en la Cámara de Diputados entre ‘evistas’ y ‘luchistas’ o ‘renovadores’.
Pero lo peor de estas pugnas, apunta el sociólogo, es que ya no se dan en torno a temas de fondo, como el proyecto político, sino sobre temas de espacios de poder: “En los últimos meses, el MAS-IPSP ha transitado de las dislocaciones a las pugnas; sin embargo, las reyertas no se dan en torno a su identidad o a su proyecto político, sino respecto al poder, su acceso y distribución; a modificar la relación de fuerzas entre los actores estratégicos”.
OPOSICIÓN.
¿Qué pasó? ¿Por qué problemas que antes se solucionaban, finalmente, como hermanos ahora llegan al punto de la oposición hasta en temas de la gestión pública?
Para Mayorga, y lo dice desde la primera línea de su libro, lo que pasa es que desde el 10 de noviembre de 2019, cuando Evo Morales y Álvaro García renunciaron, el MAS “ingresó en una nueva fase en su existencia como fuerza política puesto que perdió su condición de partido de gobierno, la que había ostentado durante tres gestiones gubernamentales consecutivas —entre 2006 y 2019— bajo el mando de Evo Morales”.
Y es que aquí hubo un cambio capital. Antes de su alejamiento del gobierno, el MAS, dice Mayorga, “tenía un nítido esquema para tomar decisiones políticas a partir de la centralidad de su líder”, de Evo Morales, presidente del Estado, del partido y de las organizaciones. Mal que bien este “modelo decisorio” funcionó durante las tres gestiones del MAS en el gobierno.
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Pues bien, este modelo decisorio se desbarató, saltó por los aires, en noviembre de 2019, destaca el investigador; pero lo peor luego fue que dicho modelo de dirección del partido “no fue sustituido por otro patrón institucional; así, las conductas de los actores estratégicos discurrieron por distintos carriles, aunque con el objetivo común de pugnar por la realización de elecciones”. Ya entonces lo que Mayorga llama “proceso decisional” se tornó complejo, “por el predominio de una tendencia centrífuga” de los actores estratégicos del MAS; ciertamente cada cual por su lado el presidente del partido, el Pacto de Unidad, la presidenta del Senado (junto con los asambleístas que resistieron al gobierno interino de Jeanine Áñez) y, cada vez con mayor presencia luego, el binomio presidencial.
Fue significativo, por ejemplo, que en Buenos Aires, Argentina (con Evo Morales), se haya quedado en que “la influencia del líder se circunscriba al binomio y que la confección de las listas de diputados y senadores sea una prerrogativa de las organizaciones sociales”, apunta Mayorga en su texto.
Pero lo peor aún estaba por venir. Luego de que el MAS ganó las elecciones generales del 18 de octubre de 2020 con 55,11%, y empezó la gestión de Luis Arce en noviembre, la tendencia centrífuga persistió, especialmente porque “Evo Morales asumió de manera activa su cargo de presidente del partido y lo utilizó como un recurso de poder institucional para restituir su liderazgo que padecía una mengua por la rutinización de su carisma”, señala el sociólogo.
Sin embargo, fue en el proceso electoral de 2021, para las elecciones subnacionales de marzo, cuando se evidenciaron del modo más claro los problemas de funcionamiento del MAS, cuando “se produijeron pugnas entre el aparato partidista y las organizaciones sociales respecto a las candidaturas para alcaldes y gobernadores en varias regiones”; pugnas entre la Dirección Nacional o a través de las direcciones departamentales, y las organizaciones locales: mientras la Nacional designaba un candidato o candidata, la organización elegía otro. De ahí que donde la dirigencia del partido impuso un candidato, el MAS salió perdiendo, pues los ganadores eran disidentes dejados a un lado en el proceso de nombramiento de candidatos. Los ejemplos más emblemáticos fueron las alcaldesas del Alto, Eva Copa, y de Cobija, Ana Lucia Reis, ambas abrumadoramente victoriosas con otros partidos tras ser bloqueada su candidatura por el MAS.
EMPEORAMIENTO.
La actual crisis del MAS, su división en varias tendencias, viene desde fines de 2019, lo que no se solucionó con su retorno al poder en 2020; por el contrario, apunta Mayorga, con ese mismo retorno más bien se agudizaron los problemas, y esto se da, complementa, “debido a la inexistencia de un modelo decisorio que permita afianzar la gestión gubernamental al mando de Luis Arce y establezca las pautas para la resolución de sus disputas internas y la disminución de las disyunciones entre sus actores estratégicos”.
Entre Evo Morales, Luis Arce y David Choquehuanca ya hubo al menos tres reuniones, y al cabo de las mismas si bien se prometía coordinación, hasta donde se sabe no hay grandes resultados de gestión conjunta.
Como dice el sociólogo: Tras más de dos años de gestión del gobierno de Arce, “no se ha establecido un nuevo modelo decisorio pese a que se realizaron tres reuniones entre los actores estratégicos; estas no tuvieron continuidad ni se adoptó un formato institucional para definir roles y competencias, sobre todo de Evo Morales —presidente del partido— que, en el pasado, dirigía el proceso decisional. En la actualidad, no existe un centro gravitante de carácter indiscutible aunque, obviamente, el presidente del Estado es el actor más relevante”, destaca Mayorga en su libro.
Esta ausencia de un modelo de decisión unificador, de efectiva coordinación incide en las organizaciones sociales. “El rol de las organizaciones del Pacto de Unidad también está sometido a esta ambigüedad debido a que algunas confederaciones —como las Bartolinas— se alinean a las posiciones de Evo Morales y otras —como los Interculturales— apoyan a Luis Arce y David Choquehuanca”, ilustra el problema el sociólogo.
El MAS, si quiere subsistir, necesita resolver este problema de “conformar un escenario institucional para una toma de decisiones consensuada”, definir un “modelo decisorio”, y, guste o no, para lograr esto, plantea Mayorga, el partido precisa encarar dos grandes debates: “la autocrítica sobre la derrota política en noviembre de 2019”, y la “reorientación programática de su proyecto”.
En lo primero, por ejemplo, dice: “En ningún documento oficial se cuestiona la responsabilidad de la estrategia discursiva centrada en la reelección presidencial”: la convocatoria al referendo constitucional, el desconocimiento de sus resultados; la vía jurídica de la habilitación de Evo Morales o la aprobación de una disposición transitoria forzando la realización de elecciones primarias para los comicios de 2019, entre otros. En lo segundo, solo como un botón de muestra, plantear la consistencia del “modelo de desarrollo” que se está construyendo con el Modelo Económico Social Comunitario Productivo.
Toda esta necesaria discusión se ha visto relegada, concluye Mayorga, por la prematura discusión sobre las candidaturas presidenciales.
Hay aún dos cuestiones que el MAS debe saber sortear con urgencia.
Por un lado, la tensión que comporta la “renovación”. En Resistir y retornar (que también es una detallada historia reciente del MAS), Mayorga cuenta que este tema empezó a plantearse en el ampliado de noviembre de 2020, en Cochabamba, cuando el tema central del encuentro era definir la estrategia para las elecciones subnacionales de marzo de 2021.
RENOVACIÓN.
Evo fue reacio desde el principio, da cuenta el texto, porque veía en esta demanda una “excusa para propiciar la división” en el partido, que estaría apuntada sobre todo “contra su liderazgo”.
“Ante la pregunta de un periodista: ‘¿Qué significa el MAS sin Evo Morales al frente de la organización?’, su respuesta fue: ‘Usted está apuntando a dividir al MAS-IPSP con esa pregunta, que no voy a responder (…) Renovación viene de la derecha, enfrentarnos entre viejitos y jovencitos. La verdadera renovación [es] de programas, de ideas” (ANF, 14/06/2021). Con anterioridad, en una entrevista realizada antes de su retorno al país, declaró: ‘En mi experiencia hay que combinar entre fundadores, ex autoridades y mayor oportunidad de las nuevas generaciones’ (Boris Miranda, bbc News Mundo, 29/10/ 2020)”, describe.
Pero da el caso de que la renovación se produjo en las organizaciones sociales, con la elección de nuevas directivas por lo menos en “las trillizas” (CSUTCB, Bartolinas e Interculturales). Este mismo hecho, dice el sociólogo, “fue un acicate para los pedidos de convocatoria a congreso ordinario para elegir a los dirigentes nacionales”. Este congreso aún está pendiente de realización.
Y, por otro lado, está la cada vez mayor tensión que se prevé habrá entre el aparato partidista y las organizaciones sociales. Como se sabe, a raíz de la derrota del MAS en 2019, una de las tareas en que se empeñó Morales a su regreso de Argentina fue el fortalecimiento del partido, que no supo responder ante la arremetida en noviembre de 2019.
Mayorga advierte de un riesgo: “La institucionalización del partido y los ajustes estatutarios pueden conducir a la negación o replanteamiento de su momento fundacional, puesto que la militancia partidista tiende a adquirir mayor preponderancia respecto a la afiliación sindical y, por ende, puede incrementar la autoridad de la estructura dirigente partidista sobre las instancias orgánicas, esto es, sindicales y comunitarias. Este hecho puede tener consecuencias negativas sobre el carácter democrático de la toma de decisiones puesto que la deliberación de corte asambleísta puede ser sustituida por la consulta ex post o la aprobación de determinaciones sin discusión, tal como aconteció con una norma fundamental como es el Estatuto Orgánico, puesto a consideración y aprobado sin debate en una sola sesión”.
(*)Iván Bustillos es periodista de La Razón