Sunday 26 Mar 2023 | Actualizado a 07:56 AM

Creemos en una falsa realidad

/ 15 de enero de 2023 / 09:27

Las noticias falsas se difunden más rápido, más lejos y más ampliamente que las ciertas.

SALA DE PRENSA

Sin Santa Cruz, ustedes no pueden comer”, abroncó el cívico cruceño Luis Calvo con su habitual obsesión beligerante en contra del presidente Luis Arce en la asamblea cívica del 29 de diciembre de 2022. Los concurrentes repudiaban el traslado forzoso de Luis Fernando Camacho a La Paz para que comparezca ante la autoridad judicial. “Basta al centralismo abusivo”, dijo el expresidente cívico Antelo.

 “Santa Cruz no es Venezuela, no es Nicaragua y no es Cuba”, arremetió Calvo empuñando y golpeando al podio. Tal un bravo patriotero, tachó y adjetivó de bellacos a los presidentes de dichos países y arrinconó a sus territorios: “Donde ya no hay comida, donde no hay trabajo, donde hay miseria, donde hay persecución, donde hay luto, donde hay dolor”. Es más, vituperó de mendigos y de ilegales inmigrantes a quienes vinieron de los países que repudió. ¿Alguna embajada reclamó contra el xenófobo discursante?

Ellos exclaman: “La asamblea cívica es la voz suprema del pueblo cruceño”. Los términos de esa voz suprema son, por tanto, incuestionables e incontestables por norma alguna terrenal. Los cívicos con esas sentencias internalizan en nuestras mentes, segundo a segundo, día a día.

Los asistentes al evento sentían ascendente éxtasis, ovacionaban más los discursos belicosos. “Son unos chupamedias, son unos vividores del Estado, son unos vendidos”, esas diatribas eran percibidas tenues y naturales. “Nuestra libertad y democracia está en grave riesgo”, denunciaban incisivos. Por lo visto, para los oradores todavía era insuficiente para sus expectativas la libertad de expresión que posibilita la democracia boliviana.

En Bolivia son permisivos estos discursos para los opositores. Tienen oportunidad, inclusive, de dar ultimátums a autoridades electas para que renuncien. Pactan con mandos militares y policiales para derrocar a un presidente. Tienen ocasión de llevar en papel, predefinida, una renuncia presidencial e ingresar a Palacio con biblia en mano sin resistencia de los uniformados.

¿Los medios periodísticos? Respaldan como si fueran actos democráticos, quizá hasta estimulan a valorarlos como heroicos contra una dictadura decadente; transmiten al vivo la quema de edificios públicos, el combate de grupos de choque contra las fuerzas policiales y las declaraciones circunstanciales, sin importar horarios habituales; con cien por ciento de cobertura, como si fuesen actos legítimos.

En Bolivia esto es natural y pese a ello la democracia es limitativa e insuficiente para los cívicos. Argumentan: “Un gobierno de un centralismo abusivo arrebata nuestras libertades”. Se muestran ante las cámaras como los más desamparados e indefensos frente a un gobierno que odia a Santa Cruz. Pero, cuando cogobernaron con la señora Jeanine Áñez, ningún cívico propuso discutir la relación de Santa Cruz con el centralismo, tuvieron ventajas para reprimir, para encarcelar y amedrentar a sus opositores. Venden esa narrativa y les creemos.

“¿Los cambas están jugando? Espero que pierdan”, comentó una señora al ingresar a un restaurante en La Paz, la teve transmitía el partido Argentina vs. Croacia. “¿No me entendió, verdad?”, insistió a la cajera. “Yo sí le entendí”, reaccioné y recordé haber visto memes de, “Santa Croacia vs. Argentina”. Cuando escribí una broma a una ex colega universitaria, cruceña de inmediato me cuestionó: “¡Oye! ¡Te formaste aquí, en Santa Cruz y ahora querés hacer daño! No se hacen esas cosas, niño. ¿Por qué reniegas contra Santa Cruz?”. ¡Comprobado! La narrativa cívica, cala. ¿Por qué?

A las 20 horas del martes 3 de enero de 2023, Jorge Richter, vocero presidencial, describió y caracterizó con maestría en conferencia de prensa a los protagonistas de los disturbios que pedían liberar a Luis Fernando Camacho. Examinó al contenido de los discursos cívicos. Hasta las 2 de la madrugada del miércoles observé al diario El Deber. De 12 recuadros noticieros referidos a Camacho solo cubrió con uno la versión gubernamental, acompañada de una imagen y 643 palabras de texto. En cambio, los 11 recuadros de cobertura en pro del “comiteísmo”, como denominó Richter, contenían 4.518 palabras, reforzadas con 28 imágenes y 5 videos.

Está claro, El Deber desdeñó los códigos éticos del periodismo. Impuso a los lectores con 97% del lenguaje visual y con 88% de narrativa literal favoreciendo al discurso del “comiteísmo”.

A las 21 horas del jueves 5 de enero de 2023, el Ministro de Gobierno enlistó, en conferencia de prensa, el flujo de depósitos bancarios en favor de Camacho. El ministro consideró una prueba más sobre los móviles e identificó a los financiadores del golpe de 2019. Sin embargo, El Deber hasta la una de la madrugada del día siguiente no dio mención alguna a la conferencia de prensa. Los lectores, entonces, se sujetaron a la coartada de la información.

El Deber puede verificar cuánto frecuento sus noticieros mediante mi IP. Desde el 28 de diciembre de 2022, por ejemplo, omitió y ninguneó a los familiares de los asesinados durante el gobierno de Áñez, cuyo catalizador fue Camacho. Cualquier lector podrá verificar en el buscador sobre ese inequitativo y desproporcional impedimento de cobertura. Pero, los defensores de esta impostura año tras año acuden a la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la OEA, denunciando atropellos del Gobierno. En el Informe de 2021, el diligente relator Pedro Vaca Villarreal describió vulneraciones al trabajo periodístico en 30 puntos. Él ignoró a la dictadura mediática permisiva en Bolivia. La víctima es ninguneada. El victimario se sobrepone como víctima. ¿Qué dicen los especialistas en similares situaciones de mentira y desventaja que favorece a los manipuladores?

El neurocientífico Mariano Sigman dijo que respondemos de forma automática a problemas complejos con la escasa información que tenemos en la mente y en menos de un segundo formamos todo tipo de opiniones sobre una persona que acabamos de conocer. Entonces, por eso la excolega me fustigó: “Estás haciendo daño a Santa Cruz”. Por eso creemos que los cívicos son Santa Cruz. Por eso hay gente que cree en la palabra de Calvo y Camacho como la voz de Santa Cruz.    

Para el especialista en redes sociales del MIT, Sorosuh Vosoughi: “La mentira es fácilmente reconocible porque se propaga como el fuego”. “Las noticias falsas se difunden más rápido, más lejos y más ampliamente que las ciertas”, dice en sus investigaciones. “Somos más propensos a dar parte de lo falso que de lo cierto”, continúa. Con Camacho encarcelado, los cívicos insistieron en los medios, que Santa Cruz, que Santa Cruz…

Entonces, la realidad virtual es indistinguible de la que se experimenta en la vida real. Así confundimos en nuestras mentes lo cierto y lo falso, la realidad y la ficción. Como dice Sigman, a veces estamos tan sumidos en la experiencia virtual que casi olvidamos su carácter irreal. Cuenta el filósofo argentino Pablo Maurette que somos seres anfibios, entramos y salimos de la ficción como una rana sale del agua. Los cívicos segundo a segundo en los medios con franca parcialidad nos hacen creer una falsa realidad. ¡Apunten cada una y se darán cuenta de la irrealidad que nos cuentan!

(*)Wilbert Villca l. es sociólogo

El problema de la polarización

Polarización: problema que se come otros problemas, monstruo que nos convence de que los monstruos somos nosotros

/ 26 de marzo de 2023 / 07:48

CARA Y SELLO

Esa cena de Navidad fue horrible. Terminó con un montón de gritos entre mi esposo, mis cuñados y sus papás. Les pedimos mil veces que se tranquilizaran, pero no nos hacían caso. Lo único que los escarmentó fue escuchar a las wawas llorar asustadas de tanto grito. Una prima de mi esposo se fue a llorar sola a un cuarto mientras su hija de 13 años la consolaba. ¡13 años! ¿Te imaginas? Una cosa horrible. Desde entonces hablar de política está totalmente prohibido en la familia”. Esta historia me la contó una amiga después de ver los resultados de la encuesta que habíamos hecho: 19% de las y los bolivianos admite haber tenido que cortar lazos por completo con un familiar, amigo o colega por peleas relacionadas con el conflicto de 2019-2020. “Cortar lazos así del todo… no, no lo hemos hecho. Pero la verdad es que las cosas nunca volvieron a ser iguales. Hay una cosa que se ha roto que no sé cómo irán a repararla”.

Autocensura, miedos. Entre noviembre y diciembre de 2022 tuvo lugar la “Primera Encuesta Nacional de Polarización”, realizada por la Fundación ARU a solicitud del proyecto Unámonos, ejecutado por las oficinas en Bolivia de la Fundación Friedrich Ebert (FES) y la Fundación Konrad Adenauer (KAS). Su objetivo es contribuir a mitigar los efectos de la polarización política en el país.

De hecho, el caso de mi amiga encaja mejor con otro dato: 51% afirma que prefiere no hablar de política para evitar peleas con amigos o familiares. Mitad del país autocensurado. También tenemos a más de la mitad del país con miedo: 63% afirma que la crisis de 2019 le ha causado miedo o nervios; 41% tiene miedo a lo que les pueda pasar por los altos niveles de racismo y/o intolerancia política; y 48% cree que, dados los últimos acontecimientos políticos, Bolivia corre el riesgo de dividirse.

Polarización, ese monstruo. La periodista mexicano-estadounidense Mónica Guzmán, que dedica su vida profesional a luchar contra la polarización política, la define como “el problema que se come otros problemas, el monstruo que nos convence de que los monstruos somos nosotros”. La encuesta parece dar pistas de que esto es cierto.

Cuando preguntamos sobre identidades, 36% afirmó que se identifica con su región y 59% dijo que lo hace con algún pueblo indígena; pero cuando les pedimos que pongan sus identidades en orden de importancia, 83% dice que la más importante es la identidad nacional. Solo 9% pone a su identidad regional y 8% a su identidad étnica como las más importantes. ¡El monstruo que nos convence de que el monstruo somos nosotros! Tanto nos han dicho que la polarización se debe a que nuestras identidades regionales o étnicas son incompatibles y resulta que solo 17% de la población antepone su región o su etnicidad a su identidad nacional.

Esto no significa, por ningún motivo, que en Bolivia no exista racismo o regionalismo. Sería absurdo afirmar tal cosa. Significa algo mucho más preocupante: nuestras diferencias y enorme riqueza cultural están siendo utilizadas como un arma para apuntarnos a nosotros mismos. Y aquí es donde “el problema que se come otros problemas” cobra más sentido. La polarización toma los problemas estructurales del país, el racismo prevalente y el centralismo crónico, y los convierte en problema de hinchadas políticas. Usa estos problemas para hacerse más fuerte, no para resolverlos.

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Parece que nuestra polarización se caracteriza, entonces, por una minoría ruidosa y una mayoría autosilenciada. Digo “minoría ruidosa” porque solamente 20% admitió que le gusta entrar a redes sociales para pelearse con quienes no piensan como ellos y 24% admite haber insultado o haber sido insultado en redes por temas políticos.

Elogio de la diversidad. La polarización se parece al proceso de convertir un diverso y colorido bosque, lleno de vida de todo tipo y cantidad de especies diferentes, en un monocultivo donde solo puede existir una especie de árboles, lo que reseca el suelo y nos convierte en alimento de grandes incendios forestales. De la misma forma, la polarización toma un ecosistema social diverso, con numerosas ideas, identidades y cosmovisiones, y lo convierte en un espacio donde solo pueden existir dos formas de vida: “nosotros” y “los otros”. Entonces viene el fuego —una crisis económica, una elección muy reñida o una pandemia— y se incendia todo.

Los bosques que aún mantienen su biodiversidad también sufren incendios, pero su capacidad de recuperarse es mucho más alta gracias a su diversidad, que le ofrece múltiples estrategias para recuperar la vida; en cambio, cuando un incendio arrasa con un monocultivo, deja un suelo desértico e improductivo, donde alguna vez había reinado la vida. Es por eso que, como gran conclusión de este estudio, defendemos un hecho fundamental: nuestra fortaleza es nuestra diversidad. Que no nos la quiten bajo la premisa de que hay un “nosotros” que debe defenderse de “los otros”.

(*)Ana Velasco es coordinadora del proyecto Unámonos

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Trabajadores migrantes y la frontera con Chile

La militarización de la frontera norte de Chile afecta básicamente a migrantes bolivianos.

Un grupo de migrantes en la frontera con Chile.

Por Alfonso hinojosa

/ 26 de marzo de 2023 / 07:30

DIBUJO LIBRE

A fines de febrero, cuando todavía el Carnaval era celebrado en el país, la ministra del Interior de Chile anunció desde Colchane la militarización de la frontera norte con Bolivia y Perú, con el objetivo de frenar la inmigración irregular, para lo cual se dieron atribuciones especiales a los militares, como controlar la identidad, el registro de equipajes o detener a personas para ser trasladadas a la Policía de Investigaciones de Chile (PDI) o a Carabineros. El despliegue del ejército, junto a la dotación de tecnología e infraestructura, no son las únicas medidas adoptadas para este fin; se está montando, además, un “sistema de información fronterizo” a través de módulos de observación de última tecnología (cámaras térmicas de visión nocturna, sistema de comunicación satelital, etc.) para controlar la circulación fronteriza en pasos no autorizados, así como sistemas de análisis biométricos en frontera para empadronar y registrar a migrantes. El laboratorio para todas estas medidas, que serán replicadas luego en otras geografías fronterizas, es la localidad de Colchane, frontera con Bolivia. Hace diez días, el 15 de marzo, el presidente Boric visitó Colchane y volvió a emitir un duro discurso contra la “inmigración y la criminalidad”, además de señalar a Bolivia como entorpecedora de la expulsión de migrantes irregulares.

Las medidas antes señaladas, siendo extremas, no son novedosas. Desde 2018, el país vecino ha desarrollado una serie de planes y acciones de orden militar, policial y administrativo en Colchane para impedir el ingreso de ciudadanos extranjeros, sobre todo venezolanos, colombianos y haitianos, en lo que denominan “crisis migratoria”. A estas alturas, para nadie es desconocido que Chile, desde hace más de dos décadas, es el destino migratorio regional por excelencia. Las cifras indican que la presencia de ciudadanos provenientes de Sudamérica aumentó en 80% en los últimos años. Sin duda, buena parte de esos migrantes ingresaron a Chile vía Bolivia, primero entrando al país por Desaguadero desde Perú, para luego de atravesar La Paz y Oruro, dirigirse a Chile por la frontera de Pisiga. De ahí que ahora somos también un “país de tránsito”.

De manera paralela a esta vorágine migratoria regional a Chile, la presencia boliviana en ese destino también ha crecido significativamente. Como muchas dinámicas migratorias en Bolivia, ésta se desarrolló y desarrolla en silencio, al margen del Estado, incluso al margen de la sociedad y su vida pública e institucional. Desde inicios del presente siglo existía ya una colectividad boliviana importante en el norte chileno, no solo en el tradicional puerto comercial de Arica, sino, de igual forma, en Iquique, Calama y Antofagasta, donde mayormente se empleaban en servicios, cuidados, comercio (sobre todo mujeres), construcción, minería, agricultura y otros. Hoy en día, esa presencia en el norte chileno está plenamente consolidada y en franca expansión. De acuerdo al censo chileno de 2019, los bolivianos residentes en ese país son 119.401. Es claro que en esta cifra no figuran aquellos cuyo ingreso a Chile fue irregular, es decir, por pasos no autorizados.

Una característica muy importante de esta población boliviana en Chile son sus dinámicas de movilidad, ya que ellas responden a una lógica de circulación o circularidad en el espacio; es decir, los migrantes bolivianos se mueven en temporadas de dos a cuatro meses aproximadamente, yendo y viniendo con mucha fluidez y rapidez y de manera repetitiva. Vinculada a esta dinámica en el norte chileno, en la última década la migración laboral boliviana ha ido avanzando de manera acelerada hacia el centro y sur, empleándose sobre todo en la cosecha agrícola de diversas frutas cuya demanda de trabajadores es significativa a lo largo del año. Este rubro laboral es el que hoy día jala la mayor cantidad de trabajadores bolivianos y donde se reproducen, también, las modalidades de circulación temporarias y cortas, además de concentrar la mayoría de los tránsitos por pasos no habilitados, es decir, de entradas irregulares. La importancia de la migración boliviana a Chile se corrobora cuando analizamos las remesas económicas llegadas al país. Según datos proporcionados por el Banco Central de Bolivia, en 2022 hubo un récord en la recepción de remesas, ya que superaron los 1.437 millones de dólares y, por primera vez, Chile ocupó el puesto número dos, luego de España y por delante de Estados Unidos. 

Estas intensas movilidades poblacionales hacia Chile, tanto de bolivianos como de ciudadanos de otros países de la región y más allá (Haití), se han dado vía las fronteras de Pisiga (Bolivia) y Colchane (Chile). Las transformaciones que esta frontera ha experimentado en los últimos años, producto del denominado “corredor andino” de migraciones (Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia), son profundas, más aún si consideramos todo lo vivido y experimentado durante y después de la pandemia con el cierre de fronteras, cuyos impactos fueron asumidos por los migrantes y por las regiones fronterizas.

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En el marco de lo señalado, llama significativamente la atención que en menos de un mes la Ministra del Interior y el presidente Boric visiten la frontera de Colchane acompañando el despliegue militar. En los discursos de ambas autoridades se hizo hincapié en frenar la inmigración de ciudadanos venezolanos que entran a Chile, llegando incluso el presidente Boric a vincular muy arriesgadamente la irregularidad con la criminalidad, y deslizar que “le haría la vida imposible” a las personas migrantes en condición de irregularidad. Sin embargo, desde hace más de medio año, la circulación de ciudadanos venezolanos por Bolivia hacia Chile ha disminuido drásticamente y en la actualidad, de diez personas que pasan por Pisiga con destino a Colchane, siete u ocho son bolivianas. Desde hace tiempo, la región asiste a un reflujo o migración de retorno de venezolanos desde Chile, que ahora vuelven sobre sus pasos a lo largo del subcontinente, dato que no es desconocido para las autoridades chilenas e incluso es motivo de cuestionamiento de la prensa, por el destiempo de algunas medidas. Esto nos lleva a sostener que la actual militarización de la frontera norte afecta básicamente a migrantes bolivianos.

Lo que se atisba en el horizonte de corto y mediano plazo, no es la disminución o desaparición de estas dinámicas migratorias que se originan en la demanda de mano de obra en determinados rubros laborales, sino su mayor clandestinización y vulneración, obligándolas a buscar rutas de mayor riesgo (muchas de ellas activas para el narcotráfico y el contrabando). Frente a ello, el silencio y bajo perfil de nuestras autoridades expresa el statu quo que desde hace mucho tiempo caracteriza al accionar público nacional sobre el hecho migratorio en el país.

(*) Investigador del Instituto de Investigaciones Sociológicas (IDIS-UMSA) donde actualmente desarrolla la investigación “Circuitos migratorios laborales de bolivianos en Chile: Movilidad, fronteras y políticas”. Coordinador del Observatorio de Migración Transnacional (OMT) de Bolivia.

(*)Alfonso hinojosa es sociólogo (*)

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Polarización y Bolivianidad

Lo peor es cuando la polarización destruye lo común entre los adversarios

/ 26 de marzo de 2023 / 06:42

CARA Y SELLO

La polarización no es un fenómeno totalmente negativo, pues podría ayudar a fortalecer los procesos de tránsito de un ciclo político a otro, dependiendo del grado en el que se encuentra. Las crisis sociales, políticas o económicas, son los escenarios favorables a la polarización, porque agudizan y normalizan conductas de confrontación que se han ido camuflando en un proceso de acumulación de problemas estructurales no resueltos.

Por eso la crisis política de 2019 no es la causa del actual contexto polarizado, sino el resultado de conflictos vinculados con aspectos histórico-sociales que se han ido arrastrando hasta ese ciclo, como el racismo y la desconfianza en instituciones del Estado.

El tercio polarizado. La encuesta sobre polarización de la FES y la KAS, en el ámbito del proyecto Unámonos, muestra que hay un grupo polarizado en Bolivia, alrededor de 30%, el cual se distribuye entre oficialistas y opositores. Éstos tienen una percepción mutua muy desfavorable; incluso podrían votar por candidatos que no les gusta, solo con tal de ver perder a su “adversario”.

Lo importante de estos datos no necesariamente es la cantidad de gente polarizada, sino cuánta capacidad tienen de poder arrinconar hacia su bando a la población que no se identifica con ellos. Y aquí quiero pasar de la causa al momento del “cultivo” de la polarización. Como dije, este fenómeno es natural en la sociedad, pero puede ser peligroso si interfieren grupos interesados en agudizar la confrontación.

El proceso puede reforzar los discursos de polarización con frases simples como “fue golpe” o “fue fraude”, para que la gente se apropie de ellas. Es importante entender también que los “polarizadores” agravan los conflictos sociales para trasladarlos a escenarios donde el consenso no sea una alternativa y se priorice la confrontación contra el otro bando. Por ello, la suspensión del Censo de Población generó antagonismos más que acuerdos. Se apela a lo emocional desde un lenguaje de enfrentamiento. En Bolivia ello puede ser reforzado por el regionalismo o el nacionalismo.

Del cultivo a la crispación. Esta capacidad de arrinconar a la población no depende solo de la habilidad de convencer y persuadir a partir del discurso, medios de información y redes sociales, sino también de la capacidad de movilización, que incluye pagarle a bloqueadores o manifestantes y también crear grupos de choque.

Del “cultivo” podemos pasar a la “crispación”, que es la cúspide de la polarización, en la cual los ciudadanos adoptan la identidad que construyeron los “polarizadores” y se vuelven propagandistas de su bando, para anular el debate y la reflexión, ya que no encuentran una identidad común con su adversario.

Afortunadamente, la encuesta arroja un dato interesante: a pesar de las diferencias identitarias étnicas y regionales, se prioriza la identidad boliviana como la más importante (83%). Esto me motiva a pensar que el país no está todavía en la cúspide más alta de la confrontación y son los dos bandos políticos los que crean ese imaginario, pero la etapa electoral definirá mejor el panorama.

(*) Quya Reyna es comunicadora. El Alto

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Histórico salto hacia la despenalización de la hoja de coca

Ya son 62 años en que la hoja de coca está en la Lista 1 (de cuatro que hay) de estupefacientes, según la ONU.

El vicepresidente David Choquehuanca, en Viena, Austria, anunció que Bolivia pedirá que se revise la clasificación de la coca como estupefaciente.

/ 19 de marzo de 2023 / 08:25

El punto sobre la i

Lo que sucedió en esta semana en el 66º Periodo de Sesiones de la Comisión de Estupefacientes de las Naciones Unidas, en Viena (Austria), es histórico: después de 62 años de vigencia de la Convención Única de Estupefacientes de 1961, en la que desde el principio, en la primera lista de cuatro, la hoja de coca está catalogada como estupefaciente, el país anunció que en dos meses (en mayo) presentará el pedido oficial de revisar la calificación de la hoja de coca como una forma de droga: “Bolivia solicitará a las Naciones Unidas, a la Convención de 1961, a activar el proceso de examen crítico de la actual clasificación de la hoja de coca como estupefaciente en la Lista 1”, anunció el vicepresidente David Choquehuanca en el panel “La hoja de coca y el control de drogas de la ONU: reparando un error histórico”, organizado en Viena por las representaciones de Bolivia y Colombia.

En el mismo escenario, anticipando lo complejo de la tarea, Choquehuanca aseveraba que la campaña que el país empezará en mayo deberá servir para que todos los países miembros “tomen conciencia crítica de la arquitectura jurídica, política y mediática de la Convención de 1961”.

Despenalizar la hoja de coca a nivel internacional, advirtió Choquehuanca, ya no será “elevando quejas”, pues “la libertad de la hoja de coca nadie nos va a regalar”. Por esto, anticipó el Vicepresidente en Viena, “la liberación de la hoja de coca (el sacarla de la lista de estupefacientes) será un efecto dominó del combate en tres frentes: el informativo, el judicial y el político”, remarcó Choquehuanca en Viena, dando un poco la idea de la magnitud de la tarea que se emprenderá en mayo.

Ahora, en el marco de “lo informativo”, el Vicepresidente reconoció que uno de los mayores empeños deberá ser presentar la “evidencia científica” en favor de la despenalización.

La idea base de la campaña ya viene siendo: la reparación del error histórico cometido en 1961.

Lea más: Bolivia activa gestiones para la desclasificación de la hoja de coca como estupefaciente

EXPERTOS.

Un dato no menor es que son dos las grandes instancias de estudios, análisis y debate sobre la viabilidad del pedido boliviano: la Organización Mundial de la Salud (OMS), que es la entidad encargada de hacer el citado “examen crítico”, y el “Comité de Expertos en Farmacopea”.

Pero, he aquí que Bolivia no llega desprovista de argumentos en favor de excluir a la hoja de coca de la lista de estupefacientes, aunque tampoco debería tener en menos la fortaleza que tienen y pueden desarrollar quienes se oponen a la despenalización.

Hay una historia de la hoja de coca y las convenciones de la Organización de Naciones Unidas sobre drogas. En lo que sigue, se tratará de resumir esta historia, apuntando lo pertinente acerca de la evolución que tuvo la clasificación, más o menos dura, justa o injusta de la hoja sagrada. Se ofrece esta síntesis en consulta con lo escrito por el politólogo e investigador neerlandés Martin Jelsma, director del Transnational Institute, una de las entidades académicas de mayor autoridad en el tema en el mundo; y, en uno de los textos pioneros, ineludible referencia en el país: Hoja de coca: antecedentes y perspectivas para su exportación, de Patricia Chulver Benítez (coordinadora), publicado por la Fundación Acción Semilla en 2020.

El experto Jelsma remonta los orígenes de la prohibición a dos momentos, 1950 y 1952. En el primer año se publicó el Informe de la Comisión de Estudio de las Hojas de Coca; según éste, “el hábito perjudicial de masticar coca” debía frenarse en unos años; y, en 1952, el Comité de Expertos de la OMS en Drogas Toxicomanígenas concluyó en que “la masticación de la coca presenta unas características tan parecidas a la adicción (…) que debe definirse y tratarse como tal”, reseña Jelsma.

Luego, resume el politólogo neerlandés, “la coca, junto con el cannabis y el opio, se convirtió en uno de los principales objetivos de la Convención Única de 1961 sobre Estupefacientes, que incorporó restricciones especiales sobre su cultivo, dispuso que su uso tradicional se eliminara en un plazo de 25 años a partir de la entrada en vigor de la Convención y clasificó la hoja de coca en la Lista I, como una sustancia “susceptible de uso indebido”.

En relación a los 25 años que dio la Convención del 61 para extinguir la hoja de coca, no deja de ser llamativa la historia de la disposición; cuenta Jelsma: En 1961, la Convención dispuso “que la masticación de la hoja de coca quedará prohibida dentro de los 25 años siguientes a la entrada en vigor de la presente Convención”; en 1998, al ver que esto no se cumplía, se fijó otros diez años para lograrlo; en 2009, luego de una nueva evaluación, se dispuso diez más, plazo que terminaba en 2019, pero, en marzo de ese año, la nueva declaración política de ministros dejó de lado aquello de un plazo fatal, aunque persiste el objetivo”.

La Convención de 1961, en la Lista 1, “define a la hoja de coca como una ‘sustancia adictiva y de probable uso indebido’”, recuerda Chulver. Añade que este carácter dañino de la hoja en sí misma aún era una fuerte convicción en los organismos internacionales bien entrado el siglo XXI. “La Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes ( JIFE) en su Informe Anual en 2007, exhortó a Bolivia a modificar su legislación para ‘abolir las actividades que sean contrarias a la Convención de 1961, como el masticado de la hoja de coca y la fabricación de mate de coca y otros productos’”.

MEDICINA.

En 1971, se suscribe el Convenio sobre Sustancias Psicotrópicas. La novedad aquí, señala Chulver, era que la prohibición se hacía más flexible y se abría al “uso médico de la mayoría de las sustancias”; y, algo clave, según Jelsma: que el Convenio del 71 separa el alcaloide, la droga, de la planta como materia prima, dejando fuera del control a esta última, por lo menos, en relación a ciertas sustancias. “El Convenio del 71, por lo tanto, se distancia del criterio de “fácil extracción” de la Convención del 61 que exige que las plantas y sus alcaloides extraídos deben ser tratados con el mismo nivel de control”.

Convención contra el tráfico ilícito de 1988. Aquí hay un giro importante, dice Chulver: Mientras la Convención de 1961 habla de la eliminación de usos tradicionales, culturales y ceremoniales de la coca hasta diciembre de 1989, la Convención de 1988 presenta elementos que implican un avance en cuanto al respeto de los derechos humanos en favor de los usos ancestrales. A pesar de esto, deja en claro que la norma no será menos estricta que la establecida bajo la Convención del 61”; en 2007, Naciones Unidas declara el respeto a los derechos humanos de los indígenas. Así, ahora hay un choque entre este reconocimiento de 2007 (a la práctica del acullico, por ejemplo, como derecho indígena) y la Convención de 1988.

En 1994, en su informe anual, la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes ( JIFE) introduce la necesidad de emprender “un análisis científico para valorar el hábito de la masticación de la hoja de coca y el consumo de mate de coca”.

En 1995 ocurrió un hecho peculiar: la OMS realizó uno de los más exhaustivos estudios sobre la cocaína, pero que nunca llegó a publicarse. “En 1995, la OMS finalizó ‘el mayor estudio mundial sobre la cocaína hasta la fecha’, que incluía un análisis del uso de la hoja de coca. El estudio concluyó que ‘el consumo de hojas de coca no parece tener efectos negativos para la salud y tiene funciones terapéuticas, sagradas y sociales positivas entre los pueblos indígenas andinos’. Al parecer, uno de los motivos por los que quedó atascado en el proceso de revisión entre pares y nunca llegó a publicarse”, reseña el hecho Jelsma.

En 2009 fracasa una propuesta boliviana de enmendar la Convención del 61. En marzo de ese año, “el Gobierno boliviano propuso enmendar la Convención Única de 1961 eliminando dos subapartados del artículo 49 que prohíben la masticación de la hoja de coca. Un grupo de países encabezado por los Estados Unidos presentó objeciones en el periodo de 12 meses contemplado por el procedimiento, con lo que la propuesta de enmienda quedó bloqueada.

En 2011, resume Chulver, Bolivia se retira de la Convención de 1961 para “re-adherirse” en 2013 con una reserva que permite la masticación, consumo y uso en su estado natural para infusión y con fines médicos y culturales; así como su cultivo, posesión y comercio en la extensión que se requiera con fines lícitos dentro de territorio nacional”. Tras una difícil votación, remarca la autora, “el procedimiento fue aceptado por la ONU y se dio pie a un importante precedente en la flexibilización de las políticas de drogas a nivel local”.

Desde 2013, en rigor, el país es el único en que el acullico es legal.

coca
El Gobierno busca desclasificar la coca de la lista de estupefacientes. Foto: Archivo

Posibilidad de mercados de coca bilaterales

La comunicadora e investigadora social Patricia Chulver apunta que si el país quiere exportar coca, tiene dos caminos: “la solicitud de una revisión crítica a la Organización Mundial de la Salud (OMS)” de la clasificación de la hoja en su estado natural como estupefaciente; o, “los acuerdos y tratados inter se”.

En la primera opción, como se vio, es un camino que apenas empieza, y dada la complejidad del asunto, es incierto su desenlace.

En cambio, los acuerdos inter se, entre pares, sí son posibles al amparo de la propia norma internacional, asegura. Al respecto, el politólogo especialista en la realidad de las drogas en el mundo, Martin Jelsma, recuerda que “La Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados de 1969 dicta en su Artículo 41 que ‘Dos o más partes en un tratado multilateral podrán celebrar un acuerdo que tenga por objeto modificar el tratado únicamente en sus relaciones mutuas’”.

Precisamente, la experiencia que se va acumulando con el comercio legal del cannabis, va abriendo camino, afirma Chulver: “La factibilidad de aplicar este mecanismo está en fase de exploración en el tema del cannabis entre países interesados en justificar bajo los tratados internacionales un mercado legalmente regulado y la posibilidad de abrir comercio en productos de cannabis entre ellos. De la misma manera, para legitimar el comercio internacional de coca, una posible solución podría encontrarse en un acuerdo inter se entre Bolivia y los países interesados en importar hoja de coca boliviana, ahora producida de forma lícita”, destaca Chulver.

La hoja de coca para su exportación presenta una potencialidad expectable para “su uso en licores, bebidas energizantes, suplementos alimenticios, productos fitoterapéuticos y estimulantes suaves”, destaca la comunicadora.

Hubo o hay expectativa cierta de comercio de hoja de coca, señala, con Ecuador, Argentina, Irán, España y Holanda.

Colombia, de la mata que mata a la planta de la paz

Una de las mayores novedades en la reunión 2023 de la Comisión de Estupefacientes de las Naciones Unidas, sin duda fue la diferente presencia de la representación colombiana, que ahora se sumó plenamente a la reivindicación de la hoja sagrada. En el panel “Hoja de coca y control de drogas de la ONU: reparando un error histórico”, el ministro de Justicia y del Derecho de Colombia, Néstor Osuna Patiño, auguró que de la conocida “mata que mata” (como se conoce a la coca) se pasará a la planta que sirve a la paz.

Colombia apoya la iniciativa boliviana de emprender una campaña de despenalización de la hoja de coca por sus propias razones, apuntó. Y es que el nuevo enfoque de revalorización de la coca y su economía lícita se complementa de lleno con la política de pacificación del país del presidente Gustavo Petro.

“Colombia respalda esta iniciativa, porque hablar de una nueva política de drogas en el contexto de la paz total significa una aproximación distinta a la hoja de coca, pasando de un modelo, en el que se la concebía como ‘la mata que mata’ a un paradigma en que se convierte en una planta al servicio de la paz”.

“En la nueva política de drogas orientada al cuidado de la vida, contemplamos la regulación justa y responsable y sus usos lícitos, como una prioridad. Para ello, estamos trabajando en los cambios normativos que faciliten los usos en el campo medicinal, nutracéuticos, industrial, entre otros”, remarcó el ministro colombiano.

Osuna Patiño afirmó que su país celebra la “posición valiente y el liderazgo de Bolivia por poner presente ante el mundo el valor de los usos de la hoja de coca, y especialmente por su iniciativa de emprender una campaña para la desclasificación de la hoja de coca de la lista de sustancias de la Convención de Estupefacientes de 1961”.

(*)Iván Bustillos es periodista de La Razón

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La urgencia de despatriarcalizar

A estas alturas del proceso de cambio, las estructuras del Estado han empezado a desmasculinizarse.

/ 19 de marzo de 2023 / 07:51

DIBUJO LIBRE

En distintos confines del planeta, gobiernos y organismos internacionales han celebrado el Día Internacional de la Mujer y han esgrimido diversidad de discursos. Muy pocos hicieron referencia a las causas estructurales de la dominación femenina e ir al fondo para identificar y denunciar el origen de la opresión femenina, porque ni gobiernos ni organismos internacionales están dispuestos a cuestionar sus sistemas, sus estructuras, sus modelos de economía y sociedad.

El hacerlo supondría visibilizar al sistema capitalista y al colonialismo que sostienen al patriarcado y que ha estructurado un sistema de opresiones que opera a través de religiones, leyes, educación, medios de comunicación, etc.; por ello, les es cómodo y posible hacer sendos discursos feministas, pero sus propuestas son insuficientes en tanto no cuestionen las bases estructurales de los sistemas de dominación.

Las luchas y resistencias al colonialismo en África y América Latina abrieron la posibilidad y pusieron de manifiesto la necesidad de deconstruir y reescribir la historia desde sus orígenes, desde el lado de los pueblos oprimidos y no bajo el molde de la influencia occidental. Por ello, en la última década, las corrientes feministas decoloniales enfrentaron al discurso oficial de género institucionalizado y enraizado en organismos internacionales, gobiernos, ONG y medios que difunden el discurso light del feminismo liberal o de género.

El proceso de cambio en Bolivia no solo generó una gran transformación política, económica y social, sino que también inició una nueva época en la reflexión epistemológica y el debate teórico e ideológico sobre las luchas del pueblo boliviano, comprendiendo que existe un sistema de opresión articulado entre sí y que opera de manera conjunta entre capitalismo, colonialismo y patriarcado; de ahí que es imprescindible articular la lucha anticapitalista con la anticolonial y la antipatriarcal; es decir, se plantea atacar las causas estructurales de los sistemas de dominación.

Por ello, nuestro modelo económico, social, comunitario y productivo busca la transformación del modelo capitalista y necesariamente debe cumplir estrategias y tareas decoloniales y depatriarcales. El proceso de cambio no estará completo si no se articula a la transformación de la vieja herencia del Estado y la sociedad colonial y patriarcal que aún perviven y reproducen los sistemas de dominación y explotación.

En Bolivia, los cambios estructurales iniciados en 2006 lograron unir el proceso de descolonización y de transformación del modelo económico con la despatriarcalización y los resultados empezaron a verse poco a poco. Nunca como en estos años se ha visto a las mujeres de todas las culturas y regiones participando en gestión comunal, regional, departamental y nacional, interpelando al Estado con sus propias demandas y agendas, con propuestas que nacen de sus necesidades específicas y no solo son réplica de las agendas internacionales. Los cambios políticos en favor de las mujeres se demuestran con su presencia protagónica en la toma de decisiones del Estado, la incorporación de la paridad permitió 50% de mujeres en las estructuras políticas en las asambleas legislativas Plurinacional y departamentales y municipales, una presencia importante de mujeres en los órganos Ejecutivo y Judicial.

En el ámbito normativo, empezando por la Constitución, se ha constitucionalizando un conjunto de derechos para las mujeres; asimismo, existe una legislación avanzadísima en su favor, con leyes que fueron ejemplo y modelo en países vecinos.

Para fortalecer la despatriarcalización, el presidente Luis Arce declaró el 2022 Año de la Revolución Cultural para la Despatriarcalización “Por una vida libre de violencia contra las mujeres”. En un reciente informe, la ministra María Nela Prada resalta logros sobre derechos económicos y sociales, como que 45% de los títulos de tierras están a nombre de mujeres. En políticas para la autonomía económica, se informó de una importante inversión a través del Banco de Desarrollo Productivo (BDP) con dos líneas de crédito: Mujer BDP, que benefició a casi 4.000 mujeres, y Banca Mujer, con 95 millones en créditos para más de 700 mujeres. Asimismo, hay el programa “Empoderar” que se implementará hasta 2027, con una inversión de $us 300 millones y que beneficiará a 130.000 familias con proyectos productivos, agropecuarios, de construcción e infraestructura.

En cuanto a la lucha contra los feminicidios, la Comisión conformada por todos los poderes del Estado logró que 100% de los juzgados de materia fueran intervenidos, 15 jueces procesados, 10 destituidos y 21 sentenciados. También está el programa de vivienda social “Viviana Mallque”, el Sello para “Empresas seguras y libres de violencia”, la aprobación de la Ley 1443 de Protección a las víctimas de feminicidio, infanticidio y violación de infante, niña, niño o adolescente, que busca proteger a hijos de víctimas de feminicidio, violencia sexual. Son logros por resaltar.

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En educación, es muy importante el proceso de una currícula despatriarcalizadora, escuelas sindicales, cursos de formación de profesores, investigaciones temáticas, etc. para incidir en cambios de la cultura machista.

Las estructuras del Estado han empezado a desmasculinizarse, si bien el Viceministerio de Igualdad de Oportunidades ya existía, el presidente Morales creó del Servicio Plurinacional de la Mujer y la Despatriarcalización, el Gabinete de la Mujer y las Niñas, la creación de Unidades de Interculturalidad e Igualdad de Oportunidades, Unidades de género, la creación de la FELCV, Defensorías de la Mujer y niños, Casas de Refugio para Mujeres víctimas de violencia, etc. Este nivel de institucionalidad se ha fortalecido con el presidente Luis Arce, con la creación del Viceministerio de Despatriarcalización y el Viceministerio de Descolonización; además del Observatorio de Justicia y Género en el Órgano Judicial, el Observatorio de Seguridad Ciudadana etc.

Si bien contamos con importantes avances, logros y conquistas, recién se ha iniciado un largo y pedregoso camino hacia la despatriarcalización del Estado. De lo que se trata es que debe haber una revolución dentro la revolución democrática y cultural, que continúe con la labor de desmontar el viejo Estado, para dar paso a un nuevo Estado descolonizado y despatriarcalizado.

(*)Sonia Brito es socióloga, embajadora de Bolivia en Italia

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