Creemos en una falsa realidad
Las noticias falsas se difunden más rápido, más lejos y más ampliamente que las ciertas.
SALA DE PRENSA
Sin Santa Cruz, ustedes no pueden comer”, abroncó el cívico cruceño Luis Calvo con su habitual obsesión beligerante en contra del presidente Luis Arce en la asamblea cívica del 29 de diciembre de 2022. Los concurrentes repudiaban el traslado forzoso de Luis Fernando Camacho a La Paz para que comparezca ante la autoridad judicial. “Basta al centralismo abusivo”, dijo el expresidente cívico Antelo.
“Santa Cruz no es Venezuela, no es Nicaragua y no es Cuba”, arremetió Calvo empuñando y golpeando al podio. Tal un bravo patriotero, tachó y adjetivó de bellacos a los presidentes de dichos países y arrinconó a sus territorios: “Donde ya no hay comida, donde no hay trabajo, donde hay miseria, donde hay persecución, donde hay luto, donde hay dolor”. Es más, vituperó de mendigos y de ilegales inmigrantes a quienes vinieron de los países que repudió. ¿Alguna embajada reclamó contra el xenófobo discursante?
Ellos exclaman: “La asamblea cívica es la voz suprema del pueblo cruceño”. Los términos de esa voz suprema son, por tanto, incuestionables e incontestables por norma alguna terrenal. Los cívicos con esas sentencias internalizan en nuestras mentes, segundo a segundo, día a día.
Los asistentes al evento sentían ascendente éxtasis, ovacionaban más los discursos belicosos. “Son unos chupamedias, son unos vividores del Estado, son unos vendidos”, esas diatribas eran percibidas tenues y naturales. “Nuestra libertad y democracia está en grave riesgo”, denunciaban incisivos. Por lo visto, para los oradores todavía era insuficiente para sus expectativas la libertad de expresión que posibilita la democracia boliviana.
En Bolivia son permisivos estos discursos para los opositores. Tienen oportunidad, inclusive, de dar ultimátums a autoridades electas para que renuncien. Pactan con mandos militares y policiales para derrocar a un presidente. Tienen ocasión de llevar en papel, predefinida, una renuncia presidencial e ingresar a Palacio con biblia en mano sin resistencia de los uniformados.
¿Los medios periodísticos? Respaldan como si fueran actos democráticos, quizá hasta estimulan a valorarlos como heroicos contra una dictadura decadente; transmiten al vivo la quema de edificios públicos, el combate de grupos de choque contra las fuerzas policiales y las declaraciones circunstanciales, sin importar horarios habituales; con cien por ciento de cobertura, como si fuesen actos legítimos.
En Bolivia esto es natural y pese a ello la democracia es limitativa e insuficiente para los cívicos. Argumentan: “Un gobierno de un centralismo abusivo arrebata nuestras libertades”. Se muestran ante las cámaras como los más desamparados e indefensos frente a un gobierno que odia a Santa Cruz. Pero, cuando cogobernaron con la señora Jeanine Áñez, ningún cívico propuso discutir la relación de Santa Cruz con el centralismo, tuvieron ventajas para reprimir, para encarcelar y amedrentar a sus opositores. Venden esa narrativa y les creemos.
“¿Los cambas están jugando? Espero que pierdan”, comentó una señora al ingresar a un restaurante en La Paz, la teve transmitía el partido Argentina vs. Croacia. “¿No me entendió, verdad?”, insistió a la cajera. “Yo sí le entendí”, reaccioné y recordé haber visto memes de, “Santa Croacia vs. Argentina”. Cuando escribí una broma a una ex colega universitaria, cruceña de inmediato me cuestionó: “¡Oye! ¡Te formaste aquí, en Santa Cruz y ahora querés hacer daño! No se hacen esas cosas, niño. ¿Por qué reniegas contra Santa Cruz?”. ¡Comprobado! La narrativa cívica, cala. ¿Por qué?
A las 20 horas del martes 3 de enero de 2023, Jorge Richter, vocero presidencial, describió y caracterizó con maestría en conferencia de prensa a los protagonistas de los disturbios que pedían liberar a Luis Fernando Camacho. Examinó al contenido de los discursos cívicos. Hasta las 2 de la madrugada del miércoles observé al diario El Deber. De 12 recuadros noticieros referidos a Camacho solo cubrió con uno la versión gubernamental, acompañada de una imagen y 643 palabras de texto. En cambio, los 11 recuadros de cobertura en pro del “comiteísmo”, como denominó Richter, contenían 4.518 palabras, reforzadas con 28 imágenes y 5 videos.
Está claro, El Deber desdeñó los códigos éticos del periodismo. Impuso a los lectores con 97% del lenguaje visual y con 88% de narrativa literal favoreciendo al discurso del “comiteísmo”.
A las 21 horas del jueves 5 de enero de 2023, el Ministro de Gobierno enlistó, en conferencia de prensa, el flujo de depósitos bancarios en favor de Camacho. El ministro consideró una prueba más sobre los móviles e identificó a los financiadores del golpe de 2019. Sin embargo, El Deber hasta la una de la madrugada del día siguiente no dio mención alguna a la conferencia de prensa. Los lectores, entonces, se sujetaron a la coartada de la información.
El Deber puede verificar cuánto frecuento sus noticieros mediante mi IP. Desde el 28 de diciembre de 2022, por ejemplo, omitió y ninguneó a los familiares de los asesinados durante el gobierno de Áñez, cuyo catalizador fue Camacho. Cualquier lector podrá verificar en el buscador sobre ese inequitativo y desproporcional impedimento de cobertura. Pero, los defensores de esta impostura año tras año acuden a la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la OEA, denunciando atropellos del Gobierno. En el Informe de 2021, el diligente relator Pedro Vaca Villarreal describió vulneraciones al trabajo periodístico en 30 puntos. Él ignoró a la dictadura mediática permisiva en Bolivia. La víctima es ninguneada. El victimario se sobrepone como víctima. ¿Qué dicen los especialistas en similares situaciones de mentira y desventaja que favorece a los manipuladores?
El neurocientífico Mariano Sigman dijo que respondemos de forma automática a problemas complejos con la escasa información que tenemos en la mente y en menos de un segundo formamos todo tipo de opiniones sobre una persona que acabamos de conocer. Entonces, por eso la excolega me fustigó: “Estás haciendo daño a Santa Cruz”. Por eso creemos que los cívicos son Santa Cruz. Por eso hay gente que cree en la palabra de Calvo y Camacho como la voz de Santa Cruz.
Para el especialista en redes sociales del MIT, Sorosuh Vosoughi: “La mentira es fácilmente reconocible porque se propaga como el fuego”. “Las noticias falsas se difunden más rápido, más lejos y más ampliamente que las ciertas”, dice en sus investigaciones. “Somos más propensos a dar parte de lo falso que de lo cierto”, continúa. Con Camacho encarcelado, los cívicos insistieron en los medios, que Santa Cruz, que Santa Cruz…
Entonces, la realidad virtual es indistinguible de la que se experimenta en la vida real. Así confundimos en nuestras mentes lo cierto y lo falso, la realidad y la ficción. Como dice Sigman, a veces estamos tan sumidos en la experiencia virtual que casi olvidamos su carácter irreal. Cuenta el filósofo argentino Pablo Maurette que somos seres anfibios, entramos y salimos de la ficción como una rana sale del agua. Los cívicos segundo a segundo en los medios con franca parcialidad nos hacen creer una falsa realidad. ¡Apunten cada una y se darán cuenta de la irrealidad que nos cuentan!
(*)Wilbert Villca l. es sociólogo