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‘Adultocentrismo’ vs. Renovación, el dilema en CC

El partido naranja se debate entre presentarse en 2025 con su líder fundador o apostar por una nueva camada

/ 3 de septiembre de 2023 / 07:03

Carlos Mesa sostiene un ‘liderazgo intacto’, aunque hay cuestionamientos internos sobre la apertura al debate en la alianza Comunidad Ciudadana (CC)

El punto sobre la i

Puede una alianza política nueva padecer la necesidad de una renovación interna? Sí, y Comunidad Ciudadana (CC), la segunda fuerza política con mayor representación en la Asamblea Legislativa del país, se encuentra sumida en ese dilema a muy temprana edad.

La agrupación —liderada por el expresidente (2003-2005), historiador y periodista Carlos Mesa— tiene fuerte incidencia en el sistema político actual, capaz de hacerle frente a una disminuida y dividida mayoría del Movimiento Al Socialismo (MAS).

En las elecciones generales del 18 de octubre de 2020, con Mesa y Gustavo Pedraza como su binomio, consiguió el 28,8% de los votos (1.775.044), por debajo del 55,1% (3.391,497) del MAS, de Luis Arce y David Choquehuanca, y por encima de Creemos, la alianza que promovió a Luis Fernando Camacho y Marco Antonio Pumari, que logró el 13,9% (859.783).

Si bien su rendimiento electoral cayó respecto de los fallidos comicios de 2019, cuando logró 36,5% de los votos frente al 47,0% del MAS, según datos oficiales del depuesto Tribunal Supremo Electoral (TSE), en 2020 consiguió una bancada interesante de 11 senadores y 39 diputados, suficientes para frenar al oficialismo.

Conformada esencialmente por parte del histórico Frente Revolucionario de Izquierda (FRI), la alianza reunió a pequeñas agrupaciones regionales, como Chuquisaca Somos Todos (CST) o Primero la Gente (PG), para ocupar el lugar de fuerzas políticas que desaparecieron del escenario contemporáneo junto al retiro de la candidatura de Jeanine Áñez en 2020. Soberanía y Libertad (Sol.bo), del otrora alcalde Luis Revilla; Unidad Nacional (UN), de Samuel Doria Medina, o Demócratas, del exgobernador de Santa Cruz Rubén Costas.

En su impronta trae su protagonismo en la crisis poselectoral de 2019 que derrocó al entonces presidente Evo Morales. Su líder fue el primero en expresar sus reparos sobre la legitimidad de las elecciones, desde cuestionar la candidatura del mandatario y dudar de la capacidad del TSE hasta desahuciar los resultados. “Fraude monumental”, acuñó Mesa.

Luego, su papel en las reuniones de la Universidad Católica Boliviana (UCB) fue preponderante, que construyó, junto a otros actores políticos de oposición sin representación parlamentaria, la sucesión de Áñez, la legisladora de minorías, entonces segunda vicepresidenta de la Cámara de Senadores, que había resultado marginada de Unidad Demócrata (UD).

“Sucesión impecable”, llamó Mesa a la proclamación personal de Áñez en sendos actos en la Asamblea Legislativa, sin quorum ni la asistencia de la mayoría de dos tercios del MAS. Al contrario de cuando, en la Guerra del Gas de 2003, sucedió en el Congreso Nacional —bajo juramento ante el senador Hormando Vaca Díez— al dimisionario Gonzalo Sanchez de Lozada, aquella noche del 17 de octubre.

Lleva esa huella CC, además de la premisa de que en los comicios de 2019 hubo “fraude” y que el MAS escamoteó la elección de Mesa.

Ahora CC se encuentra ocupada en su gestión legislativa, buscando acuerdos a última hora para reencaminar las aún inciertas elecciones judiciales o defendiendo la atribución legislativa de ejercer interpelaciones, frenada por un fallo judicial a instancias del ministro de Economía, Marcelo Montenegro, la mitad de sus colegas. Antes, la alianza había planteado una reforma judicial necesaria, como condición, no obstante, para un eventual respaldo a un juicio de responsabilidades contra Áñez que no prosperó.

En esa corta existencia, CC ya sufrió algunos cismas, como la expulsión del diputado de Tarija Edwin Rosas, quien fue tildado de ser “tránsfuga” al ser elegido segundo vicepresidente de la Cámara de Diputados en la legislatura de Freddy Mamani (MAS).

Sin embargo, el diputado Gustavo Aliaga, admite en La Razón que “lo único que ha perturbado” a Comunidad Ciudadana fue la situación de la senadora Silvia Salame, separada de la agrupación a finales de mayo.

Incluso con firma de Mesa, CC cuestionó a la legisladora chuquisaqueña sobre su voto contra la censura en la Asamblea Legislativa del ministro de Justicia, Iván Lima. Con esa actuación, usted “no se siente vinculada orgánicamente con la alianza ni con el mandato representativo que emerge de ella”, dice parte de la carta que la alianza envió a la senadora.

Ahora, sus actuaciones y decisiones “las consideramos ajenas a nuestra organización tanto en lo orgánico como en lo político”, le recordó.

Salame no se quedó callada. “Si cree CC que yo merezco ser expulsada (de la alianza); que soy una tránsfuga, etcétera, tiene a su alcance todas las medidas y todas las disposiciones legales que están previstas en la ley de partidos políticos”, desafió en esa ocasión en entrevista con La Razón Radio.

Consultado Aliaga sobre si finalmente la senadora fue expulsada de CC, responde “simplemente, la hemos alejado”. Considera “un drama” el tramitar su expulsión ante el Tribunal Electoral.

Mucho más antes, en septiembre de 2021, la senadora Andrea Barrientos renunció a la jefatura de bancada de senadores de CC, presionada por declaraciones polémicas —al menos para su alianza— en un debate legislativo. “Yo le he dicho a usted, presidente (Andrónico Rodríguez), mil veces: nosotros (CC) tenemos más coincidencias con ustedes del MAS que con Creemos. Que no nos digan a nosotros que representamos a la vieja élite política, cuando ninguno de estos senadores y senadoras (de Creemos) han sido políticos”, afirmó la joven legisladora cochabambina.

Sin embargo, una crisis más estructural arrecia contra la alianza, a dos años de las elecciones de 2025: el recambio generacional.

Quien ha puesto en cuestión la relación generacional en el seno de la agrupación es el diputado de Chuquisaca Marcelo Pedrazas, quien considera que en la interna de la fuerza política creada en noviembre de 2018 hay conflictos sobre la forma de encarar las propuestas o debates de cara a la situación actual o a la que viene.

Hasta le pone un concepto a la corriente íntima: “adultoncentrismo”.¿Como se define el término? No necesariamente se trata de una disputa entre generaciones, entre políticos jóvenes y políticos viejos, sino del predominio de las formas sobre otros o la hegemonía de las decisiones de una generación sobre la otra.

“Hay conductas adultocéntricas que evitan el debate”, cuestiona.

Sitúa en ese bloque al propio Mesa y a su entorno más cercano. “Cuando hablas con adultocéntricos, que pueden estar dentro de la estructura de CC, alrededor de Carlos Mesa y de la misma agrupación y otras organizaciones, no cae muy bien esto”, había dicho en una entrevista en julio con Piedra, Papel y Tinta, de La Razón.

Aunque no en esos términos, Rosas y Salame ya habían cuestionado las decisiones políticas centralizadas de la agrupación, sin un previo debate amplio. “Algo tiene que cambiar en CC y el jefe de partido (Mesa) no puede conducir la oposición desde el escritorio. Debe bajar a sus bases y escucharnos porque cada diputado venimos de diferentes realidades y lugares”, cuestionó el diputado en otra entrevista con La Razón Radio.

Aliaga no piensa lo mismo que Pedrazas. Dice que correligionarios mayores a 55 o 60 años en la alianza deben ser una veintena. Se incluye (tiene 69 años) y cita Mesa, a los diputados Carlos Alarcón, Enrique Urquidi, Saúl Lara o al senador Luis Seoane.

Al contrario, el diputado considera que en CC hay “una constante renovación”. Y ubica en esa corriente a “interesantes” cuadros como los diputados Pedrazas, Luisa Nayar (Santa Cruz) y Luciana Campero (Tarija) y los senadores Andrea Barrientos (Cochabamba), Corina Ferreira (Pando) o Fernando Vaca (Beni), entre otros.

Sin embargo, Aliaga admite que la política en general en el país “no ha generado líderes”, salvo algunas excepciones, que —como el caso del senador Andrónico Rodríguez (MAS)— todavía tienen que lidiar contra liderazgos tradicionales a inamovibles.

Para justificar su tesis, retrotrae un registro histórico: desde Poder Democrático y Social (Podemos), la agrupación con la que el expresidente Jorge Quiroga pugnó en las elecciones de 2005, hasta la fecha hubo 1.642 legisladores titulares y suplentes, entre diputados y senadores. Dice que ninguno de ellos avanzó más, y los líderes políticos no emergieron de la “incubadora” del viejo Congreso Nacional o la actual Asamblea Legislativa.

Sobre la ausencia de debate interno en CC, Aliaga considera que ese criterio no es correcto. Reivindica a Mesa, del que dice es quien promueve el diálogo interno. “No hay problema para discutir”, asegura.

Campero y Nayar andan “diciendo cosas; imagina que nos agarremos de esas susceptibilidades”, dice como ejemplo de su afirmación.

Incluso se refiere al caso del senador de Tarija Rodrigo Paz, de quien dice que es la “expresión” de que en CC se permite el diálogo sin restricciones, a pesar de que aquel trabaja en “un nuevo liderazgo” hacia 2025.

Precisamente, las elecciones generales de 2025 preocupan al diputado Pedrazas, quien cuenta que en CC no hay posibilidad aún de entrar en el “calendario” de discusiones.

Dice que cuando expuso la necesidad de apurar el debate, su colega Carlos Alarcón consideró que “no es tiempo aún”. Ésas son “conductas paternalistas”, cuestiona Pedrazas.

En su criterio, es urgente construir una propuesta política que impida una nueva victoria del MAS en las elecciones de 2025. “Mientras más tiempo se tarda”, más posibilidades hay para que la oposición pierda otra elección, advierte el legislador.

Al frente, el MAS ya está encaminado hacia los comicios venideros, más allá de las disputas internas. Evo Morales es promovido como candidato, aunque el presidente Arce, que tiene posibilidades constitucionales de optar por la reelección, acaba de decir que “no es oportuno” hablar del asunto.

Pedrazas dice que ese adultocentrismo de CC “no tiene una lectura adecuada del momento que vive el país”. Considera que hay que comenzar a discutir una alternativa de poder de carácter “posevista”.

Dice que, si la oposición continúa con las mismas líneas que se planteó en 16 años de victoria del MAS, “los resultados van a ser los mismos”: derrotas electorales sucesivas.

Afirma que, en ese sentido, “hay un desatino de las direcciones nacionales que involucran a la alianza”.

Sugiere una “posición clara” al respecto, para dar certidumbre a los electores. “No se trata de buscar al chef, sino la receta que genere adhesión”, juega con el parangón culinario.

“Luego se verá quién será el cocinero”, afirma Pedrazas.

A propósito del chef, Alarcón reproduce periódicamente en sus redes sociales ciertas encuestas que ubican a Mesa en buena posición.

Mesa —que para las elecciones generales de octubre de 2019 tardó una eternidad en decidirse— no ha expresado criterio alguno sobre las elecciones y la misma candidatura de CC.

Al respecto, Aliaga afirma que el liderazgo del jefe de la alianza “está intacto”, a pesar de los cuestionamientos. Consultado sobre si Mesa debe pugnar otra vez por la Presidencia del Estado en las elecciones de 2025, responde: “Sí, yo desearía que así fuera”.

Sin embargo, considera que, pese a la “fiebre en la aceleración de las candidaturas” en otras fuerzas políticas, hay asuntos que complicarán las discusiones preelectorales. Cita las elecciones judiciales pendientes, la reforma judicial, el Censo de Población y Vivienda, convocado para el 23 de marzo de 2024; el debate sobre el padrón electoral y las mismas elecciones primarias previas a los comicios.

“Vamos a esperar”, dice Aliaga, en coincidencia con Alarcón, citado por Pedrazas. La Razón no pudo corroborar esta alusión con el diputado.

Pero, para Aliaga, hay necesidad de discutir en adelante la situación de la alianza de CC con el FRI vigente desde 2018. “Es un problema que hay que encarar primero”, afirma.

Admite que los dirigentes y militantes de ambas fuerzas políticas tienen que analizar la “continuidad o no” de la alianza con ese partido. “Es un problema más delicado”, dice.

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En 2021, CC ya esbozó la posibilidad de convertirse en un partido político del ámbito nacional, pero postergó la decisión para adelante, aunque, también, decidió mantenerse tal cual hasta las elecciones de 2025.

Nuestra alianza actual es “sellada oleada y sacramentada, y va a mantenerse inalterablemente hasta el año 2025”, afirmó Mesa entonces.

En criterio de Aliaga, CC tiene que analizar una estrategia de incidencia territorial, y en ese afán será importante consolidar fuertes respaldos en La Paz y Santa Cruz. Cuenta que en las elecciones de 2019 “ha habido posibilidad de ganar”. “Hemos casi vencido al MAS”, dice el legislador.

Recuerda que en esos comicios la alianza le hizo frente al MAS con el apoyo de Santa Cruz, que le aportó al menos 600.000 votos. Sin embargo, para las elecciones de 2020, la situación cambió debido a la candidatura presidencial de Luis Fernando Camacho, de la alianza Creemos, que aprovechó ese importante nicho electoral.

Sobre las posibilidades electorales de 2025, Pedrazas considera que el MAS es aún un partido fuerte. Insiste en que las oposiciones tienen que plantearse una estrategia de contención con anticipación.

Dice que plantearse una concertación de oposición a último momento, cuando “se junten como siempre ciertos liderazgos”, implica un error, que permitirá otra victoria del MAS.

Considera que actualmente no hay alianzas factibles, sino bloques políticos. Insistir con eso, va a ser “un grave error que lo vamos a pagar adelante”, advierte Pedrazas.

El temor de Aliaga eso otro: la aparición en Bolivia de otro Javier Milei, aquel candidato ultraderechista que, a pesar de su propuesta de dolarización de la economía, el cierre del Banco Central o la penalización del aborto, es sensación en Argentina.

Dice que también en 2005 Morales “fue otro Milei, que se adelantó a su tiempo”.

(*)Rubén Atahuichi es periodista

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Elecciones 2025, entre el pasado y el futuro

El sociólogo Julio Córdova analiza la repolarización política en Bolivia, explorando la evolución de los factores socioeconómicos y étnicos que están redefiniendo el escenario electoral.

Demonstrators during a funeral procession and protest march in La Paz, Bolivia, Nov. 21, 2019. Late Tuesday night, witnesses said, a military unit guarding the Senkata gasoline plant in El Alto opened fire on protesters who had surrounded the plant for over a week. (Federico Rios/The New York Times)

/ 5 de octubre de 2024 / 21:42

En un momento altamente sensible para la política boliviana, donde las líneas divisorias entre distintos sectores sociales parecen disolverse, pero a la vez profundizarse, la voz experta de Julio Córdova ofrece una perspectiva esclarecedora sobre la evolución de la disputa por el poder en el país. A través de un análisis detallado de las tendencias electorales y las dinámicas sociales, Córdova desentraña los complejos clivajes que vienen modelando la política boliviana en las últimas décadas y que se revelarán en las elecciones 2025.

Julio Córdova es sociólogo y dirige la consultora Diagnosis, una reconocida firma dedicada a la investigación sobre desarrollo social y opinión pública. En la entrevista, el experto aborda temas fundamentales como la repolarización de la sociedad boliviana, la emergencia de nuevos liderazgos dentro del Movimiento al Socialismo (MAS), y los desafíos que enfrenta la oposición en un escenario político en constante cambio. Examina cómo las divisiones históricas entre clases sociales y grupos étnicos continúan influyendo en las preferencias políticas, al tiempo que destaca la importancia de entender las aspiraciones de una clase baja ascendente que está redefiniendo el paisaje electoral.

Con una mirada aguda hacia el futuro, esta conversación no solo ofrece un diagnóstico del presente político boliviano, sino que también proyecta posibles escenarios hacia las elecciones de 2025. La perspectiva de Córdova ilumina las complejidades de una sociedad en transición, donde los viejos paradigmas políticos se enfrentan a nuevas realidades sociales y económicas, planteando desafíos tanto para el oficialismo como para la oposición en su búsqueda por conectar con un electorado cada vez más diverso y exigente.

Polarización y repolarización

Según Córdova, Bolivia está experimentando un proceso de repolarización que tiene sus raíces en clivajes estructurales históricos. «Partimos inicialmente de un proceso de polarización hasta el 2008, hasta el referéndum revocatorio», explica el experto. Este período inicial de polarización fue seguido por una etapa de hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS), que se extendió aproximadamente desde 2008 hasta 2014. Durante este tiempo, el MAS logró consolidar un apoyo electoral cercano al 60% del electorado, mientras que la oposición se mantenía en torno al 35%.

Sin embargo, esta hegemonía comenzó a declinar a partir de 2014, coincidiendo con el fin del boom económico ligado a la exportación de gas. Córdova señala que «esto ocurre porque a partir de ese año los indicadores económicos de la bonanza ligada a la exportación del gas comienzan a descender, y algunos sectores que antes votaban por el MAS dejaron de hacerlo».

Este declive se hizo evidente en el referéndum de 2016, donde el apoyo al gobierno cayó por debajo del 50%. A partir de ese momento, Bolivia entró en una nueva etapa de repolarización, caracterizada por dos campos electorales de aproximadamente igual peso. «Un campo de más o menos el 45% que apoya a la oposición, constituido sobre todo por personas de clases medias, principalmente en el oriente, aunque también en el occidente. El otro campo, de también el mismo peso electoral de más o menos el 45%, está constituido por personas de clases bajas, principalmente en occidente, que apoyan al MAS», detalla Córdova.

Elecciones y clivajes

Esta nueva configuración política no solo refleja divisiones socioeconómicas, sino que también está profundamente arraigada en diferencias étnico-culturales. Córdova subraya la importancia de entender estos clivajes: «El país en este momento está organizando sus percepciones públicas y sus intenciones electorales en función de dos clivajes estructurales en nuestro país. El primer clivaje es el que venimos mencionando: por un lado, clases medias; por el otro lado, sectores populares. Este clivaje, estas rupturas, están ligadas no solamente con temas socioeconómicos, sino también con temas étnico-culturales».

El segundo clivaje identificado por Córdova es el regional, que divide al país entre el occidente y el oriente. Sin embargo, el analista sostiene que este clivaje regional está, en cierta medida, subordinado al primero. «Nuestra hipótesis en Diagnosis es que este segundo clivaje de tipo regional, oriente-occidente, de alguna manera está condicionado al primer clivaje de las diferencias socioeconómicas y étnico-culturales».

Esta interpretación se basa en la observación de que las estrategias para las elecciones que han privilegiado el discurso de la división entre ricos y pobres, o entre indígenas y no indígenas, han tenido históricamente mayor éxito que aquellas que se han centrado en las diferencias regionales. Córdova cita como ejemplos el binomio de Gonzalo Sánchez de Lozada con Víctor Hugo Cárdenas en 2002, y el de Evo Morales con Álvaro García Linera, que lograron mayor resonancia electoral al enfocarse en el primer clivaje.

Oriente

Un aspecto particularmente interesante del análisis de Córdova es su observación sobre la situación en el oriente boliviano, específicamente en Santa Cruz. «En oriente tenemos la característica básica de que los sectores populares todavía no han tenido una emergencia política y electoral propia, como sí sucedió en Occidente», señala. Esta falta de una expresión política autónoma de los sectores populares en el oriente podría estar contribuyendo a mantener la relevancia del clivaje regional.

No obstante, Córdova plantea una hipótesis provocadora. «Si es que los sectores populares de la media luna empiezan a tener esta emergencia electoral, política, ideológica, de una manera más autónoma respecto de las élites del oriente, probablemente el clivaje oriente-occidente tienda a diluirse, esta fractura histórica entre élites criollo-mestizas y toda una masa popular con identidades más cholas, más indígenas, que ha tenido su propia trayectoria a lo largo de nuestra historia».

Esta observación subraya la complejidad de las dinámicas políticas en Bolivia, donde las identidades regionales, étnicas y de clase se entrelazan de maneras a menudo impredecibles, sobre todo cuando hay elecciones en el horizonte. El análisis del sociólogo sugiere que, a medida que los sectores populares del oriente desarrollen una voz política más distintiva, podrían emerger nuevas alianzas y configuraciones políticas que trasciendan las divisiones regionales tradicionales.

La repolarización actual del escenario político boliviano se refleja en la dispersión del apoyo electoral tanto en el campo opositor como en el oficialista. En el lado de la oposición, Córdova observa una fragmentación del apoyo entre varios candidatos que no superan el 10% de intención de voto, como Reyes Villa en el occidente, Vicente Cuellar en el oriente, y Carlos Mesa, aunque este último se encuentra más debilitado en el horizonte de las futuras elecciones

Oficialismo

En el campo del MAS, la situación no es menos compleja. Córdova identifica una dispersión del apoyo entre el presidente Luis Arce, cuya intención de voto ronda el 15% con tendencia a la baja, Evo Morales, cuyo apoyo se ha estancado en torno al 9% a 10%, y el emergente liderazgo de Andrónico Rodríguez, que ya está igualando en apoyo a Morales. No es un panorama sencillo el que se anticipa en las elecciones 2025.

A pesar de esta dispersión, Córdova subraya que la suma de las intenciones de voto en cada campo mantiene un equilibrio. «Si se suman todas estas intenciones de voto en cada campo, igual tenemos una especie de empate: 45% para los candidatos de la oposición y 45% para los candidatos del MAS». Esta situación de empate técnico sugiere que, por el momento, ninguno de los dos campos parece tener una ventaja clara de cara a las próximas elecciones.

El análisis de Córdova ofrece una visión matizada y profunda de la compleja realidad política boliviana. Su enfoque en los clivajes estructurales y en la evolución de las preferencias electorales proporciona un marco valioso para entender las dinámicas actuales y anticipar posibles desarrollos futuros.

Liderazgos

El panorama descrito por Córdova plantea desafíos significativos tanto para el oficialismo como para la oposición. La capacidad de los líderes políticos para navegar estos clivajes estructurales, articular visiones inclusivas que trasciendan las divisiones históricas, y responder a las aspiraciones cambiantes de una sociedad en transformación, será determinante en la configuración del futuro político de Bolivia.

El análisis de Julio Córdova sobre la evolución del apoyo al MAS revela una compleja dinámica de cambio social y político en Bolivia. Según el experto, los gobiernos de Evo Morales propiciaron un proceso de estratificación interna en el mundo popular, generando lo que algunos denominan «nuevas clases medias».

Córdova prefiere describir este fenómeno como un «ascenso de algunos sectores de clases bajas», señalando que «no han llegado a ser clases medias por los niveles de consumo, pero definitivamente han mejorado sus condiciones económicas». Este cambio se refleja principalmente en un aumento del consumo, más que en modificaciones sustanciales de la infraestructura productiva.

«Varios miles y tal vez millones de bolivianos han dejado los niveles de pobreza extrema y han mejorado su situación», explica Córdova, basándose en datos de Naciones Unidas. Esta mejora económica ha tenido un impacto significativo en las aspiraciones y comportamientos políticos de estos sectores.

Cambios hacia las elecciones

Un factor medular en esta transformación es la educación. Córdova destaca que «varios de sus hijos han ingresado a la universidad y han empezado a dejar de lado esta tradición corporativa, sindical, colectivista de los sectores más pobres». Esta nueva «clase baja ascendente» ha comenzado a adoptar estrategias más individuales de ascenso social, distanciándose del corporativismo tradicional que caracterizaba su apoyo al MAS.

Este cambio tiene implicaciones directas en las preferencias electorales. Córdova señala que «esta clase baja ascendente es la que ha dejado de apoyar electoralmente al MAS a partir del 2014». La figura de Evo Morales, que representa «el mundo sindical, el mundo luchador», ya no resuena con las aspiraciones de este sector emergente.

Pugna interna

En su lugar, figuras como Luis Arce y Andrónico Rodríguez han ganado terreno. Arce, según Córdova, «ya no es el rudo líder sindical, sino es el profesional que de alguna manera representa estas aspiraciones de esta clase baja ascendente». Por su parte, Andrónico simboliza «el hijo de la familia campesina que ha logrado entrar a la universidad y que gracias a sus estudios ha tenido cierto éxito en el ámbito político».

Córdova advierte que la idea de que Evo Morales pueda recuperar masivamente el apoyo de quienes votaron por el MAS entre 2008 y 2014 es «un discurso equivocado». En su lugar, pronostica que estos sectores «van a apostar por alguna figura que refleje sus aspiraciones de ascenso social individual y no corporativo a través de la educación».

Esta transformación cuestiona las nociones acostumbradas tanto dentro del MAS como de la oposición. Los líderes tradicionales de la oposición, asociados con las élites, difícilmente podrán captar el apoyo de esta clase baja ascendente. Córdova afirma que «difícilmente estos sectores de clase baja van a apoyar a candidatos como Vicente Cuellar, como Camacho, como Mesa, Doria Medina, menos como Tuto Quiroga, porque son de la élite para ellos».

Oposiciones

El análisis de Julio Córdova sobre la evolución del campo opositor en Bolivia revela una compleja dinámica de cambio y adaptación frente a un escenario político en constante transformación. Las elecciones de 2020 consolidaron dos grandes fuerzas opositoras: Comunidad Ciudadana y Creemos, con la primera ocupando una posición de mayor peso dentro de la oposición. Si embargo, las cosas vienen evolucionando rápidamente desde entonces.

Córdova destaca que las clases medias, que representan alrededor del 40% de la población boliviana, han sido históricamente el bastión de la oposición al MAS. «Lo que hemos visto en todos los gobiernos de Evo Morales es que las clases medias votaron consistentemente por la oposición», señala el analista. Este patrón se ha mantenido a lo largo de los años, con dos expresiones principales de la oposición en cada elección: una mayoritaria y otra más pequeña pero significativa.

Con todo, Córdova identifica un cambio importante en la dinámica opositora. «Durante los años de gobierno del MAS, las clases medias se alimentaron de un antimasismo militante, votando más en rechazo al MAS que por un proyecto alternativo claro. Pero, esta postura antimasista parece estar agotándose en los últimos años».

Antimasismo y elecciones

Este agotamiento del discurso antimasista plantea nuevos desafíos para los líderes opositores tradicionales. Córdova advierte que «los líderes de las clases medias se han quedado congelados en el tiempo, manteniendo un discurso altamente antimasista que ya no responde a las necesidades actuales de este sector». Figuras como Carlos Mesa, Luis Fernando Camacho y otros continúan con un discurso de rechazo al MAS, mientras que las clases medias están buscando un liderazgo que ofrezca propuestas concretas para el futuro.

En este contexto, Córdova destaca el surgimiento del alcalde de Cochabamba como un líder que parece haber comprendido mejor las nuevas demandas del electorado. «Manfred Reyes Villa está buscando llegar a las clases bajas ascendentes, especialmente a través de figuras como Eva Copa, lo que le permitiría ampliar su base electoral más allá de las clases medias», señala el analista. Este enfoque pragmático y centrado en resultados podría dar a Reyes Villa una ventaja sobre otros líderes opositores que siguen anclados en el discurso antimasista.

Otras oposiciones

Córdova también aborda el surgimiento de grupos que se presentan como outsiders, particularmente del lado libertario. «No les auguro mucho éxito porque no entienden el mundo popular». El experto subraya la importancia de comprender dos grandes eventos en la historia política de Bolivia: la integración del mundo campesino-popular a través de las reformas del MNR en 1952, y el ingreso masivo del mundo indígena, campesino y popular urbano al padrón electoral logrado por Evo Morales.

«En las elecciones de 2009, el padrón electoral dio un salto significativo, pasando de 4 millones a casi 7 millones de votantes. Esto no fue fraude, como algunos sostienen, sino un reflejo del ingreso de nuevos sectores a la política boliviana», explica Córdova. Este nuevo actor político-electoral, surgido con el MAS, es fundamental para entender el escenario actual.

El análisis de Córdova subraya que cualquier opción opositora que aspire al éxito electoral debe necesariamente dialogar con las demandas históricas de este nuevo sujeto político-electoral. «Los líderes liberal-libertarios no entienden a este nuevo actor político y, por lo tanto, no tienen ninguna oportunidad de ser relevantes ni para las clases populares ni para las clases medias», afirma.

Córdova afirma que el panorama político boliviano se encuentra en un punto de inflexión. La oposición enfrenta el desafío de superar el discurso antimasista y ofrecer un proyecto alternativo que conecte tanto con las clases medias como con los sectores populares emergentes. El éxito electoral futuro, según el análisis del sociólogo, dependerá de la capacidad de los líderes para comprender y abordar las complejas dinámicas sociales y políticas que han transformado el electorado boliviano y los resultados de las elecciones en las últimas décadas.

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La política y el destape en camino a las urnas

La crisis política y social en Bolivia revela profundas tensiones éticas, históricas y culturales, mientras se acercan unas elecciones inciertas.

/ 5 de octubre de 2024 / 21:21

La azarosa vida política boliviana es tan intensa que lo «eterno» dura dos décadas, como máximo. Los conservadores, los liberales, el nacionalismo militar pos-Chaco, el nacionalismo revolucionario del MNR, la seguidilla de gobiernos militares, el neoliberalismo (el único que alcanzó los 20 años) y, finalmente, el estatismo del proceso de cambio y el Estado plurinacional, no pudieron escapar de este sino histórico. ¿Qué nos hace tan intensos, complicados e inestables? Sin duda, una historia marcada por el colonialismo violento y racista de tres siglos y una república que en casi dos siglos apenas logró armonizar el mosaico cultural que somos y la vasta geografía que ocupamos. A eso se suma el mestizaje que nos habita y que, antes de ser un instrumento de integración, es solo un mecanismo de autonegación para el ascenso social y el blanqueamiento.

Hoy, iniciada la campaña electoral, no necesitamos ley de convocatoria; con una fecha nos contentamos. «Entramos» con la marcha del MAS evista «para salvar Bolivia» y la respuesta gubernamental del MAS arcista con procesos judiciales centrados en Evo Morales y su entorno inmediato. Hasta aquí, nada especial, aunque con penosas consecuencias sobre la crisis política y económica por la que transitamos, crisis que esta disputa política agrava frontalmente.

Investigación

La novedad es que, en medio del fuego político cruzado, hay una investigación fiscal (en Tarija) centrada en la vidriosa relación del poder con el ejercicio machista de la sexualidad, algo que viene de años atrás y que, con la complicidad de muchos, se naturalizó tanto que el propio expresidente lo comentaba coloquialmente. Lo grave es que el hecho involucra al que fue el más alto mandatario del Estado —de un proceso social y político ejemplarmente inclusivo— en una trama escabrosa, porque involucra a una adolescente en un delito combatido por convenios internacionales y por una ley boliviana drástica como la 348, que fue aprobada en defensa de la mujer y para luchar contra la cultura machista y patriarcal dominante que naturaliza el abuso sexual. Para agravar el ilícito, todos los hechos conocidos indican el uso de las ventajas del poder y el tráfico de influencias, lo cual hace cómplice a la institucionalidad pública para garantizar la impunidad. De por medio, aunque solo para reconfirmar, está la tragedia de una justicia corroída hasta el tuétano, con operadores de un lado y del otro que hacen del hecho un objeto de transacción y favores, doblegando y desnaturalizando a tal extremo que lastiman los sentimientos sociales básicos.

La cuestión de la sexualidad en sociedades y culturas con un pasado colonial como el nuestro, donde la violación fue parte cotidiana del dominio colonial y la puerta ancha del mestizaje, es un tema delicado. Que ahora sea el centro del debate político toca una fibra que cruza nuestro ser nacional. Es cochabambina, pero aplicable al país entero, la expresión: «cuidado con sacudir el árbol genealógico, que caerá más de una pollera», en referencia al machismo y la violencia que han marcado muchas vidas, si no a la sociedad entera.

Relevancia política

No podemos pasar por alto un hecho de tanta relevancia política y cultural, ya que nos alerta de un profundo deterioro ético y del abandono de principios sociales básicos que el Estado y sus autoridades deben practicar para sostener un orden político con legitimidad y respeto, sin los cuales no hay futuro democrático. Por ello, lo primero es rechazar el cinismo de intentar desvirtuar el hecho por cualquier error procedimental o, peor aún, tacharlo de persecución política sin un ápice de reflexión o autocrítica. Es obvio que detrás de la mayoría de las denuncias y el escándalo hay una clara y calculada intencionalidad política. Se hace referencia a un expresidente, a un líder político. Sí, por supuesto.

Pero, ¿eso borra o anula lo execrable del hecho? Vale el mismo razonamiento para los tantos hipócritas que ahora se rasgan las vestiduras, olvidando que, de una u otra manera, callaron sabiendo o mirando hacia otro lado porque lo contrario era impensable. Esto es lo grave. Esto es lo que debe hacernos reflexionar y preocuparnos como colectividad política y social: hubo y hay una complicidad enorme que cubrió años y que nos impide ver la dimensión de una crisis ética de la política, donde están los políticos, y de la cultura boliviana, donde estamos todos.

Elecciones 2025

Hay que prepararse para unas elecciones generales complicadas, difíciles y azarosas y, lo más llamativo, sin un pronóstico que pueda calcularse a partir de bloques, candidatos o votos. ¿Por qué tanta incertidumbre y sentimientos encontrados? Primero, porque decimos cualquier cosa: que la marcha no llega a La Paz, y llegó; que no pasa por El Alto, y pasó; que es un golpe, y no pasó de la Cervecería; que es la marcha más grande de la historia, y no lo fue; que la oposición tendrá un candidato único, y ya hay una docena de precandidatos, etc. Segundo, discutimos si una persona está habilitada como candidato o no, cuando ni siquiera hay una ley de convocatoria. Lo mínimo que necesitamos para discutir el tema es que se inscriban los candidatos y que el Tribunal Supremo Electoral los acepte o los rechace, y entonces que los especialistas nos ilustren respecto a la opinión consultiva de la CIDH, la Sentencia Constitucional 1010/2023, el artículo 168 de nuestra Constitución, etcétera. Pero no antes; no tiene sentido.

Hay un exceso verbal —adjetivos, insultos, denuncias y alambicadas explicaciones— que no corresponden a ideas, intereses ni a programas o propuestas políticas que, en tiempos electorales, aunque sean adelantados, es lo que deberíamos estar escuchando. Esto es muy sintomático: nuestra política es un páramo de ideas y pésimos actores que, en sus limitaciones, buscan sustituirlas con denuncias, careos, juicios penales y unos alardes de moralidad revolucionaria que parecen salidos de un monasterio. En fin, es tal la crisis política y de ideas que no tenemos nada que debatir, salvo el calibre de los insultos y la cantidad de denuncias penales. Detrás de estos espectáculos de oratoria y grandilocuencia no hay una sola idea para construir el país, remontar la crisis y corregir dos siglos de historia. Qué penoso será el espectáculo, tanto que hasta el periodista de desgracias Fernando del Rincón (CNN) se sumó de inmediato.

Desafíos

¿Y qué de los temas de fondo? El próximo año, cuando conmemoremos nuestro Bicentenario, ¿lo haremos en medio de una humareda horrorosa que casi cubre el país y la tragedia humana, forestal y animal de los bosques orientales? Ahora sabemos que estos incendios son provocados deliberadamente para expandir la frontera agrícola, en la cual los empresarios agropecuarios son los principales responsables. También sabemos que los traficantes de tierras se ceban en las tierras fiscales y que nada de esto sería posible sin leyes y la complicidad de las autoridades sectoriales de bosques y tierras. Es igualmente urgente y dramático un acuerdo nacional para equilibrar y sincerar la economía, con un mejor acceso a dólares, control de precios y una tregua que nos devuelva un mínimo de certidumbre y paz, tanto para la transición política inminente como para el mediano plazo, cuando el próximo gobierno necesitará reorganizar la política y la economía. No podemos seguir subvencionando los carburantes, no solo porque hay que importarlos a precios cada vez mayores, sino, sobre todo, porque han inducido al uso masivo del transporte privado, multiplicando por cinco en algo más de dos décadas el parque automotor, y con la grave consecuencia colateral de desincentivar el desarrollo de transporte público masivo y limpio.

En fin, a nuestras penurias y graves preocupaciones hemos agregado ese «destape» que nos desnuda y nos deja temblando, porque eso también somos. Hay que agarrarse y aguantar, tanto por la crisis política, económica e institucional que tomará años remontar, como por el agitado y convulso tiempo electoral que nos espera. Esperemos que no sea violento. Es tiempo de reafirmar que la consigna básica de la democracia es confiar en que los votos —la manifestación política ciudadana (17 de agosto de 2025)— sabrán decidir el gobierno y los representantes que inicien el Tricentenario del país que es nuestro y lo único que tenemos.

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Entre democracia, agonía y autodeterminación

Crece el desencanto con la democracia en el país, en medio de diversas crisis que convergen.

/ 5 de octubre de 2024 / 20:58

Bolivia navega en un mar agitado, insatisfecha con su democracia. Aunque esta afirmación pueda parecer desfasada, la realidad la respalda. Según las encuestas del Latinobarómetro 2023, el 50,2% de la población boliviana se muestra «no muy satisfecha» con la democracia, mientras que un 24,5% está completamente insatisfecha. Este desencanto no es un fenómeno aislado; es una marea que recorre todo el continente latinoamericano.

A esta turbulencia social, se suma un escenario de nuevas formas de comunicación, donde el lenguaje directo y disruptivo se convierte en la norma, el «lawfare» emerge como una herramienta afilada para aniquilar al oponente, mientras desde el mundo popular se ve un gobierno poco democrático, a pesar del «Zuñigazo».

Podríamos deducir, que esta inestabilidad conduce a un deslizamiento hacia formas autoritarias de gobierno, pero, en realidad, estamos en un punto de caos, como diría Álvaro García Linera estamos en un «momento liminal», donde lo nuevo aún no nace y lo viejo no termina de morir. La democracia liberal no está muerta, aunque su estado sea crítico.

Sociedad

Las organizaciones sociales, en medio de esta incertidumbre, se aferran a su memoria colectiva, buscando en ella las herramientas que les dieron fuerza en el pasado: 1) la autodeterminación de las masas, un torrente imparable que derribó dictaduras, y 2) la unidad de clase, que durante 14 años consolidó victorias electorales aplastantes y el acceso al poder del Estado.

Hoy, el conflicto dentro del MAS revela la lucha feroz del bloque nacional popular por el control y la interpretación del poder. Este bloque, heterogéneo en su esencia, ha generado tensiones que escalaron hasta una crisis de Estado en todas sus dimensiones: justicia, legislativo, órgano electoral, ejecutivo y hasta las organizaciones sociales, abortándose la idea de la «troika azul», pues el Estado, en su naturaleza, siempre tenderá a concentrar el poder en sí mismo, rechazando cualquier distorsión en su estructura.

Más allá de las encuestas y los discursos que tensan la realidad democrática del país, debemos remontarnos a 2019. Fue entonces cuando el bloque popular sintió vulnerado su derecho a elegir a su presidente y emergió la democracia como «autodeterminación». El «¡Ahora sí, guerra civil!» no fue un mero grito de batalla, sino la voluntad de las masas de ser Estado y reconstruir la democracia desde su propia raíz.

Democracia

La “democracia como autodeterminación de las masas”, un concepto zavaletiano, resurge del pasado como un eco de la memoria popular, proporcionando certidumbre a una sociedad que, tras la crisis de 2019, ha perdido su horizonte. Mientras la democracia liberal se tambalea y los discursos conservadores y de odio hacia el «otro» proliferan, esta democracia radical, vigorosa y combativa, se niega a dejar de pensar en el país. En la calle, el pueblo se convierte en el verdadero «demos», mientras el poder se reduce al mero «cratos», es una fachada vacía.

Las movilizaciones de 2020, revelaron grietas en la unidad del bloque popular. Desde los primeros días de agosto, surgieron distinciones sutiles en los discursos: mientras algunos sectores, como la COB y auto-convocados, exigían con más vehemencia la renuncia de Áñez, otros, como el Instrumento Político y la clase media burocrática, pedían elecciones en septiembre. Estas diferencias discursivas revelan tensiones profundas, un ADN propio en cada grupo, y su relación con diferentes modelos de democracia.

Después de las movilizaciones más recientes, es evidente que las tensiones siguen presentes. Pero, a diferencia de 2020, cuando las demandas y horizontes eran visibles, hoy los discursos del bloque popular parecen eclipsados por los mejores jugadores de la partida: Evo y Lucho. Contradicciones emergen, como la marcha convocada por la COB el 10 de septiembre para «defender» la democracia liberal, llamando a los trabajadores a tomar la Asamblea Legislativa.

Por otro lado, los campesinos de La Paz, golpeados por la crisis económica, piden la renuncia de Arce, denunciando la toma de su sede sindical por la policía. Sin embargo, no logran sumar a los aymaras de El Alto, su horizonte no logra irradiar en la ciudad.

Movilización

En paralelo, la «Marcha para Salvar Bolivia», liderada por el Pacto de Unidad, movilizó a un gran número de personas desde todo el país. Si bien marchaban por el reconocimiento de su congreso en el Chapare, al llegar a La Paz, quedó claro que las masas estaban dispuestas a un levantamiento, buscando aliviar la crisis económica removiendo al Ejecutivo.

Al mismo tiempo, una porción de autoconvocados y clases medias burocráticas, que son gobierno y repiten ser “el gobierno de las organizaciones sociales” es decir del mundo indígena, comunicacionalmente optaron por tomar el discurso señorial de estigmatizar al otro como “salvaje” y “no civilizado” para generar un ambiente de psicosis y miedo en la población de La Paz y si bien enmascararon este discurso con el de defensa de la democracia liberal (porque creen en ella) al igual que los grupos de derecha el 2019,  incentivaron un frenesí de odio y violencia descarnado, contra otros indígenas que dicen defender.

Para finalizar, los discursos de cada grupo buscan demarcar un nuevo límite diferencial en el bloque popular, que les permita tener posiciones discursivas propias y contrastables en el tiempo. Por otro lado, la recomposición de la unidad del bloque popular a través de su propia democracia es una posibilidad real ya que ambos elementos fueron y son herramientas de victoria y supervivencia, gatilladas desde la memoria para mantener el poder estatal pensando en la elección de 2025 o para interpelar al poder y alargar la crisis de estado en el periodo 2025 – 20230, posibilitando un nuevo horizonte de época, sin la distorsión del poder estatal y la burocracia señorial, actualizando los términos y condiciones de la democracia en crisis.

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75 años de la República Popular China

China celebra un nuevo aniversario marcado por la transformación de una nación devastada a potencia global, promoviendo un orden mundial multipolar y desarrollo compartido.

/ 5 de octubre de 2024 / 20:42

La fundación de la República Popular China es uno de los acontecimientos más importantes de la humanidad. El 75º aniversario de su fundación marca un hito fundamental en la historia moderna de China, porque se desarrolla en un momento de especial importancia en la situación del mundo en transición.

Fundada el 1 de octubre de 1949, este aniversario conmemora la transformación de China, de una nación devastada por la guerra y la pobreza, a una potencia mundial con logros y un futuro de prosperidad, innovación y liderazgo global.

Luego de su fundación en 1949, la República Popular China, liderada por el Partido Comunista de China (PCCh) bajo la dirección de Mao Zedong, inició un periodo de reconstrucción y consolidación nacional. El país hizo frente a desafíos masivos, como la pobreza extrema, la devastación de la infraestructura después de años de conflicto y la necesidad de unificar un país grande y diverso.

La llegada de Deng Xiaoping marcó el inicio de una nueva era que transformaría a China en un gigante económico. Las políticas de reforma y apertura representaron un cambio estratégico y una adaptación al contexto mundial para asegurar el resurgimiento de la nación.

Transformación de China

En las dos últimas décadas, China se ha transformado en una potencia global como resultado de la mayor revolución económica, que le ha permitido convertirse en el «motor» del crecimiento global, contribuyendo no solo al bienestar del pueblo chino, sino también a la prosperidad mundial. Los logros en ciencia, tecnología, innovación y diplomacia han convertido a China en un pilar fundamental del sistema internacional.

El proceso de ascenso de China y su dinamismo económico imparable no son reducibles a su adhesión al capitalismo como resultado de la globalización y la deslocalización productiva de Estados Unidos y sus aliados occidentales. El lugar que hoy ocupa China está relacionado con la obtención de importantes niveles de autonomía, fortaleza político-estratégica, bienestar básico en materia de salud y educación, producto de la revolución de 1949; y las reformas iniciadas en 1978 y subsiguientes décadas, para finalmente convertirse en la gran industria del mundo.

China se ha convertido en la primera economía mundial en términos de Paridad de Poder Adquisitivo y la segunda por su volumen de Producto Bruto Interno nominal, la primera potencia exportadora y segunda importadora a escala global. Es uno de los principales países inversores internacionales y receptor de Inversión Extranjera Directa y posee una moneda, el Yuan RMB, que está en pleno ascenso y que integra los Derechos Especiales de Giro del FMI.

Para entender a la República Popular China, que cumple 75 años de existencia, se precisa una mirada desde una perspectiva histórica que abarque lo cultural, lo político y lo económico, como corresponde a un estado-civilización con un inmenso territorio y población.

Diplomacia

La política exterior china plantea una orientación dual, que consiste en reclamar reformas a las instituciones políticas y económicas mundiales, a la par de crear paulatinamente un entramado de nuevas instituciones que reflejen el creciente papel de China y de otras potencias emergentes en el escenario global multipolar. Mantiene en vigencia las instituciones creadas por Estados Unidos en la posguerra (como el FMI, el Banco Mundial o la Organización Mundial de Comercio), a la par que ha creado nuevos instrumentos estadocéntricos intergubernamentales, como los BRICS (bloque Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica + ahora Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos), el Banco de Desarrollo de los BRICS, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII) que eclipsó al FMI y al Banco Mundial; la Asociación Económica Integral Regional (RCEP en inglés) en Asia Pacífico y la exponencial Iniciativa de la Franja y la Ruta, integrada por decenas de países.

También se destaca su alianza con África y, a nivel regional en América Latina y el Caribe, la importancia que le da China a la CELAC, y otros emprendimientos de integración, como MERCOSUR, incluso a pesar de algunos gobiernos neoliberales-conservadores de la región. Todo ello pone de manifiesto el carácter multipolar de la política exterior promovida por China en el contexto actual, de la mano del declive estadounidense, y las especificidades del extraordinario ascenso chino en el mundo.

Políticas

Hace poco asistimos en Beijing a la conclusión de la III sesión plenaria del XX Comité Central del Partido Comunista de China (PCCh), donde se pusieron sobre la mesa más de 300 medidas reformadoras a nivel de sistemas, mecanismos e instituciones. Esta plenaria solo es comparable al inicio mismo de la política de Reforma y Apertura. China está lista para trabajar con todos para generar beneficios de interés mutuo. Por ello, el mundo será testigo de un nuevo capítulo donde la mejora, el perfeccionamiento, la continuidad y la sostenibilidad de políticas se materializarán. China, a partir de su tercera sesión plenaria, perfeccionará mecanismos e instituciones, hará más eficiente la gobernanza del Estado y promoverá, con mayor alcance, la construcción de la modernización con peculiaridades chinas.

En 2013, el presidente Xi Jinping, frente a las estrategias de contención impulsadas por Estados Unidos y sus aliados, propuso crear un corredor económico que emulara a la milenaria «Ruta de la Seda». China lanzó con esto la revolucionaria Iniciativa de la Franja y la Ruta (Belt and Road Initiative); en Bolivia, el Memorándum de la Franja y la Ruta es la Ley 1170. Considerada como la principal herramienta de la geoestrategia y geopolítica china en la actualidad.

China, potencia

Evidentemente, el papel de China es cada vez más asertivo, más presente en el escenario internacional, y se debe no solo a su desarrollo económico, aunque por supuesto es muy importante, sino también a la presencia que ha tenido a nivel diplomático. China se ha esforzado mucho por generar una imagen de una potencia responsable, de una potencia que no es transgresora del orden internacional y que busca y promueve resolver las tensiones, conflictos y guerras, como una clara alternativa al modelo estadounidense y europeo.

Finalmente, China es un referente fundamental en la política exterior de cualquier país en el mundo y parte fundamental de la configuración del orden internacional multipolar y el Sur Global. Por ello, la relación bilateral de Bolivia y China comparte principios fundamentales en el relacionamiento de ambos estados, como el respeto mutuo a la soberanía estatal e integridad territorial, la no agresión, la no intervención en los asuntos internos de otros países, igualdad, beneficio recíproco y coexistencia pacífica. Son estas coincidencias las que han permitido construir una relación de amistad, integración y cooperación de agenda bilateral robusta, de 39 años, hasta la actualidad.

Es en este contexto que el presidente Luis Arce, en representación de Bolivia, junto a la mayoría de los países del mundo, respalda la multipolaridad, como la única opción viable en la coyuntura del presente siglo. Solo así se entiende la «civilización global» planteada por China, como la coexistencia en armonía y justicia entre naciones ricas, naciones en crecimiento y países pobres; una relación equilibrada, abierta e integral en un mundo de configuración multipolar. Por ello, larga vida a la República Popular China en su 75º aniversario de fundación.

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Marchas, disputas y desconexiones

La socióloga Marité Zegada y el politólogo Carlos Saavedra analizan la pugna al interior del MAS y la situación de las oposiciones en la coyuntura.

/ 28 de septiembre de 2024 / 21:14

La reciente marcha del sector evista del Movimiento al Socialismo (MAS) que llegó a La Paz el pasado 23 de septiembre ha dejado un panorama complejo en la política boliviana, especialmente en la disputa interna del partido gobernante. Según los análisis del politólogo Carlos Saavedra y la socióloga Marité Zegada, esta movilización, lejos de resolver las tensiones entre las facciones evista y arcista, ha profundizado el desgaste del MAS como fuerza política, sin que ninguna de las partes logre imponerse de manera clara y definitiva.

Saavedra señala que el MAS atraviesa una etapa crítica, vaciado de contenido y sin un proyecto político a futuro. Las diferencias entre las facciones del partido, explica, no son ideológicas, sino que giran en torno a la disputa por el control del poder. Por su parte, Zegada observa que, aunque la facción arcista tiene la ventaja de controlar el aparato estatal, enfrenta el desafío de una situación económica complicada, mientras que los evistas no han logrado capitalizar sus demandas.

Ambos analistas coinciden en que la marcha ha puesto de relieve las profundas divisiones internas del MAS y la falta de una visión unificada. Esto, junto con la ausencia de una propuesta de renovación o actualización del proyecto político, genera un panorama incierto para el futuro del partido y del sistema político en Bolivia, que enfrenta además urgencias económicas y sociales que requieren atención inmediata.

Marcha y resultados

«Creo que está en un momento caminando hacia la nada en términos políticos porque el MAS está vaciado de contenido, vaciado de horizonte de futuro», afirma Saavedra. Esta falta de visión a largo plazo se refleja en una disputa que, según el analista, se centra meramente en el poder, sin diferencias ideológicas sustanciales entre las facciones.

«Esta pelea termina mostrando al final la peor parte de una disputa que es por mero poder. No se están disputando horizontes de sentido diferentes entre una u otra facción. Están disputando quiénes son candidatos, quiénes asumen espacios de poder», explica Saavedra. Esta situación contrasta con el pasado del MAS, cuando el partido lideraba transformaciones profundas en el orden simbólico, político e histórico del país.

Por su parte, Marité Zegada coincide en que la marcha ha evidenciado las profundas divisiones dentro del MAS, sin que ninguna de las facciones logre una victoria contundente. «En esta pulseta política entre liderazgos, no solo están involucrados los líderes, sino también dirigencias políticas e incluso organizaciones sociales», señala Zegada. La analista destaca que el arcismo, al estar instalado en el poder, tiene la ventaja del manejo del recurso estatal y sus instituciones, pero enfrenta el desafío de la crítica situación económica del país.

Desgaste

Zegada observa que la marcha evista comenzó con un discurso maximalista, exigiendo la renuncia de Arce y el adelanto de elecciones, pero con el tiempo este discurso fue menguando. «Se dieron cuenta de que, si no tomaban una bandera que legitimara ese discurso, como pedir que se arregle la carencia de combustibles, la escasez de dólares, el aumento de la canasta familiar, temas que son en este momento una urgencia social nacional, no tendrían éxito», explica.

Ambos expertos coinciden en que la marcha y sus resultados han puesto de manifiesto el desgaste del MAS como opción política. Saavedra señala que «el bloque nacional popular se ve debilitado porque no ha sido capaz de construir una promesa del Estado plurinacional 2.0, que incorpore un nuevo momento de la política, que lea las nuevas causas, que interprete a las nuevas generaciones».

Zegada, por su lado, advierte que este desgaste podría tener consecuencias electorales significativas. «Si pensamos que el MAS tiene ese porcentaje de adhesión dura todavía, porque creo que, en el fondo, a pesar de tanto desgaste, ese bloque, ese sector social que apostaría por una salida nacional popular, como lo que el MAS ha significado desde inicio de este siglo, no se ha terminado de desgastar», explica. Sin embargo, la división interna del partido podría reducir sus posibilidades electorales, especialmente considerando el sistema de segunda vuelta en Bolivia, advierte.

Porvenir

En cuanto al futuro del MAS y la resolución de esta disputa interna, los analistas ven un panorama incierto. Saavedra identifica tres liderazgos principales en el MAS: Evo Morales, Luis Arce y Andrónico Rodríguez. Señala que dos de estos líderes han mostrado apertura al diálogo, mientras que Morales parece mantenerse firme en su posición. «De los tres liderazgos, siento que en dos hay posibilidades de generar escenarios políticos que construyan consensos al interior del MAS. Pero, para ser franco, veo a Evo absolutamente enfrascado con que, si no es él, no es nadie», asevera Saavedra.

Zegada, por su parte, plantea varias posibilidades para el futuro del MAS, incluyendo una posible rearticulación del partido o incluso una articulación de una fracción del MAS con alguna opción opositora. Sin embargo, destaca que lo más deseable desde el punto de vista institucional sería que el presidente Arce complete su mandato, manteniendo la estabilidad institucional que tanto ha costado sostener en Bolivia.

Así, la marcha evista, lejos de resolver la disputa interna del MAS, parece haber profundizado el desgaste del partido y evidenciado la falta de un proyecto político claro para el futuro de Bolivia. Tanto Saavedra como Zegada coinciden en que este escenario plantea desafíos significativos no solo para el MAS, sino para todo el sistema político boliviano, en un momento en que el país enfrenta urgencias económicas y sociales que requieren atención inmediata.

Oposiciones

Con todo, la marcha del sector evista no solo ha puesto de manifiesto las tensiones internas del partido gobernante, sino que también ha arrojado luz sobre la situación actual de las oposiciones en Bolivia. Según los análisis de Saavedra y Zegada, las fuerzas opositoras se encuentran en una encrucijada, caracterizada por la falta de un proyecto político claro y la persistencia de un discurso principalmente antimasista.

Carlos Saavedra señala que el problema fundamental de las oposiciones en Bolivia es su falta de propuesta y visión de futuro. «Yo planteaba la hipótesis de que hace un tiempo, posiblemente después del 2019, el MAS ha entrado en una etapa de vacío constitutivo y de horizonte de sentido, de horizonte de futuro. Yo creo que la oposición tiene vacío constitutivo y horizonte de futuro desde hace 20 años. Ese es su problema», afirma Saavedra.

Esta ausencia de un proyecto político definido ha llevado a que las oposiciones se mantengan en una posición reactiva, centrándose principalmente en criticar al MAS sin ofrecer una alternativa clara. «El problema es que no tiene proyecto político, proyecto de país. La oposición sobrevive a partir de una función antimasista, pero no basta con el antimasismo, sino que no se ha revelado nunca de manera clara cuál es su proyecto de país en lo cultural, en lo político, en lo económico, en lo social», explica el politólogo.

Antimasismo

Marité Zegada coincide con esta evaluación. «La oposición se ha enfrascado en un discurso o en una lógica solamente antimasista. No voy a decir antievista porque ya el MAS ha sido más amplio que Evo, pero el discurso de las oposiciones, de las muchas que hay, se ha centrado en un discurso antimasista», explica Zegada.

Esta fijación en el antimasismo ha llevado a que las oposiciones no logren conectar con los cambios sociales y económicos que ha experimentado Bolivia en las últimas dos décadas. Zegada señala la emergencia de nuevos sectores sociales que no se sienten representados por las opciones políticas actuales: «No hay un discurso que interpele a esa nueva sociedad boliviana que se ha ido desarrollando en estos últimos años. Tiene componentes novedosos y también una emergencia de una clase social media con otros intereses que no son necesariamente del socialismo del siglo XXI».

Desconexiones

Saavedra advierte sobre los riesgos de esta falta de propuesta por parte de las oposiciones. «Es más, creo que muchas veces en la limitación que se tiene por querer construir alternativas políticas se quiere calcar fórmulas de afuera, se quiere calcar lo que pasó con Milei, se quiere calcar lo que ha pasado en otros lugares, pero al final, si se me permite el término, la oposición no termina de parir un proyecto político alternativo de poder», señala el analista.

Ambos expertos coinciden en que sería un error histórico que las oposiciones plantearan un simple retorno al pasado, ignorando los cambios sociales y políticos que ha experimentado Bolivia en las últimas dos décadas. Zegada afirma: «Creo que sería absolutamente ahistórico plantear un retorno al pasado. No creo que ni Tuto Quiroga ni Doria Medina, que son los líderes más antiguos que están todavía en el escenario de la oposición, puedan volver atrás o invisibilizar todos los logros que se han dado con el MAS».

La analista destaca que hay aspectos del proceso de cambio liderado por el MAS que son irreversibles y que cualquier proyecto político futuro deberá tener en cuenta. «Hay cosas que han avanzado mucho en los últimos años, que quizás la oposición ahora no está valorando adecuadamente y, por lo tanto, no es capaz de interpelar a esta sociedad», explica Zegada.

Representación

Esta desconexión entre las oposiciones y la sociedad boliviana actual ha llevado a un vacío de representación política que, según los analistas, podría ser peligroso. Zegada advierte sobre la posibilidad de que surjan «líderes funcionales» que ocupen ese espacio vacío: «Creo que los que aparecen son los que alguna vez un hombre llamaba los ‘líderes funcionales’. Mientras no haya una alternativa real, aparecen estos líderes funcionales que de pronto ocupan ese campo, pero no son lo ideal para el país».

Saavedra, por su parte, señala que esta situación podría abrir la puerta a «aventuras políticas» potencialmente peligrosas para la democracia boliviana. «Es bien peligroso porque puede ser el escenario ideal para aventuras políticas que después terminan siendo muy complicadas», advierte.

La situación actual de las oposiciones en Bolivia, evidenciada por la reciente marcha del MAS evista, revela una crisis de propuesta y representación. Mientras el MAS se enfrenta a sus propias divisiones internas, las oposiciones no han logrado articular un proyecto político alternativo que conecte con la nueva realidad social y económica del país. Esta situación plantea desafíos significativos para el futuro de la democracia boliviana, en un momento en que el país requiere de propuestas claras y visiones de futuro para enfrentar sus urgencias económicas y sociales.

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