Tensiones explosivas en el oficialismo
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Adriana Salvatierra y José Llorenti explican la disputa en el Mas
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Adriana Salvatierra y José Llorenti dan sus perspectivas sobre la crisis en el MAS, sus causas y situación actual.
El Punto sobre la i
Hubo un tiempo en el que el MAS ostentaba una formidable hegemonía, que se tradujo en sendas victorias electorales. La otrora unidad férrea y la construcción del sentido que imbricaba al partido, las clases populares e indígenas, el Estado Plurinacional y a Evo Morales como un todo monolítico ya no existe más, sino como un recuerdo. Cabe preguntarse entonces, cómo el oficialismo llegó a su situación actual, caracterizada por una pugna interna que no hace otra cosa que escalar, con sendos anuncios de bloqueos a nivel nacional de por medio.
Conversamos al respecto con la politóloga y exsenadora, Adriana Salvatierra, y el con el comunicador y analista político, José Llorenti. A continuación, reproducimos las ideas vertidas por ambos.
Adriana Salvatierra
Yo creo que, si vamos desde el principio, hay que entender lo que se planteaba en este nuevo periodo del MAS. Yo esperaba que el Gobierno nacional, luego de toda la crisis social y política, sea importante para recuperar el poder del Estado. Pero también sabíamos que era un contexto distinto. Cuando ocurren este tipo de crisis, como la de 2019, que mueven las bases institucionales del Estado, las bases sociales, las estructuras organizativas, incluso cuando se produce un remesón en todo el tejido social y político del país, es normal que haya una necesaria transición. Yo creo que a Luis Arce no le gusta mucho que se hable de que ellos sean el gobierno de transición, pero había un periodo de transición necesario que implicaba la reconstrucción de este tejido social, de la economía, y que era parte de nuestra agenda política al momento de llevar adelante el proceso electoral. Nosotros no vinimos con una agenda revolucionaria, vinimos a decirle a la gente que se iba a reactivar la economía, que se iba a hacer justicia por las víctimas de Senkata y Sacaba y que se iba a traer a las vacunas necesarias para saldar la crisis sanitaria del 2020.
Pero empezó a llamar la atención cuando, y creo que esa fue la primera fisura que muchos de nosotros identificamos, que nos dimos cuenta, cuando en el discurso presidencial del 8 de noviembre de 2020 se habló una reivindicación de diferentes líderes sociales en la historia de Bolivia. Se habló de la recuperación de la democracia contra el golpe de Estado y no hubo una sola mención al presidente que fue víctima del golpe de estado, al presidente del partido y al jefe de campaña, Evo Morales. Muchos de nosotros que estábamos en la concentración, escuchando el discurso, decíamos qué pasó, por qué sucedió. Creo que la pregunta más importante es para qué sucedió. Con más elegancia o más desgarbo, buscaron una retórica que de a poco explique, cómo decía un diputado, que la gente que estuvo trabajando con Evo Morales no va a ser ni portera en una institución del Estado y diferentes vetos políticos y listas que circularon y que en el fondo buscaron construir la retórica de la renovación como una forma de explicar lo que finalmente pretendían desde el primer día que asumió el Gobierno, que fue el desplazamiento político. No sólo de Evo Morales como individuo, sino el desplazamiento político para generar una nueva estructura de poder. Y esa estructura de poder, por supuesto que se vale de organizaciones sociales, genera vínculos políticos, hace política.
De esa fisura, luego vinieron observaciones a la forma en la que se está llevando adelante la gestión pública, que no es adecuada. Primero lo dijeron los propios miembros del pacto de unidad. El anterior secretario ejecutivo de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), Eber Rojas; el ejecutivo de los interculturales; el propio ejecutivo de la Central Obrera Boliviana (COB), presentaron sus observaciones. Luego se reunieron con el presidente, en teoría saldaron las observaciones. Luego vinieron las observaciones del trópico de Cochabamba, en un ampliado de las seis federaciones. Luego las observaciones fueron trasladadas, todo en un nivel interno, al presidente en diferentes espacios de diálogo, también por Evo Morales. Ninguna de esas observaciones fue saldada y creo que un punto de quiebre fue con el caso de la Administradora Boliviana de Carreteras (ABC), de las coimas. Porque allí hubo una primera abstracción de la realidad y del cuestionamiento social sobre el actual estado de la gestión pública y las críticas a la corrupción. El presidente Arce sostuvo la confianza en un presidente de la ABC cuya gestión estaba siendo manchada con una fuerte denuncia donde incluso fallece una persona. Ahí empezó a existir una fisura. luego la grieta y finalmente un quiebre.
Ese quiebre ya hoy tiene connotaciones ideologías. La estigmatización de los campesinos del trópico, que es continua y sistemática por parte del ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo. Hace poco los policías robaron un millón de dólares, De pronto aparecen ochocientos y pico mil dólares. Nadie le toma declaración a la persona que devuelve la plata y salen desde el Ministerio de Gobierno a decir esta plata tiene como origen el trópico de Cochabamba. Cuando dan una conferencia de prensa y se explican los resultados de la lucha contra el narcotráfico, se hace énfasis en el trópico, pero empieza a obviarse que, así como esa plata supuestamente tenía como origen el trópico de Cochabamba, venía a pagarle a alguien acá, en Santa Cruz, donde los narcotraficantes hacen su vida, mantienen relaciones sociales, como todos lo vimos en el caso de Sebastián Marset. No se dice que el mayor número y porcentaje de incautaciones de hoja de coca que transita al mercado ilegal no se hace en el trópico de Cochabamba, sino que se hace en el departamento de La Paz. Todo eso es obviado para construir un relato de estigmatización del trópico de Cochabamba.
Entonces vemos que esto deriva en que hay autoridades del gobierno que se han visto tentadas en usar el poder político para dirimir su interna personal. También es una diferencia de carácter ideológico la forma en la que se intervienen las organizaciones sociales, la forma en la que los policías desalojan un congreso de la CSUTCB y custodian el edificio. Luego el presidente Luis Arce, a través de su cuenta en Twitter, reconoce a un ejecutivo que finalmente era militante de otro partido. Peor todavía, cuando el ministro de Justicia. Iván Lima, abiertamente demanda a los magistrados del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) la inhabilitación de Evo Morales, cumpliéndole el sueño a Jorge Quiroga, a Luis Fernando Camacho, valiéndose de las herramientas del Estado. Entonces ya no es fisura, ya no es grieta, es un quiebre ideológico importante.
Yo entiendo que la respuesta de muchos compañeros, que actualmente están en el Ejecutivo, es decir vamos al vicio más antiguo, el referéndum de 2016. Bueno, lo discutimos en ese momento. Y cuando lo discutimos, Luis Arce continuó siendo ministro de Economía, David Choquehuanca continuó siendo canciller. Todos los que fueron servidores públicos hasta el 2016, continuaron siendo servidores públicos. El 2019, el 2017, cuando salió la sentencia, ¿cuál de los actuales funcionarios que hoy cuestionan todo ese camino que seguimos en unidad rompió con el gobierno de Evo Morales? ¿Quién se levantó para decir que opinaba distinto y que las cosas no deberían ser así? ¿Cuál de estos servidores públicos, cuando Evo Morales se presentó a las elecciones de 2019, dijo que no? Ni siquiera el propio ministro Iván Lima. Yo creo que hay que hacer una autocrítica honesta. Evo Morales la ha hecho en otros medios de comunicación. Dijo que, probablemente, la vía judicial no era el camino. Dijo que en ese momento habló con quienes eran su equipo de gabinete, entre ellos estaba el presidente y el vicepresidente actuales, y decidimos juntos aquella vía. Con el periódico del día lunes podemos decir que fue un desacierto, pero yo cuestiono la honestidad desde la cual se interpelan ciertas cosas. Si es realmente una crítica honesta o es una crítica que se adecua al actual interés político y se perfila cumpliendo finalmente el sueño de Luis Fernando Camacho y de Jorge Quiroga que es inhabilitar a Evo Morales de la vida pública.
José Llorenti
Cuando hablamos de la crisis del MAS, generalmente uno tiende a perderse en las formas y deja de lado lo más importante. Uno piensa que la crisis adviene directamente o recientemente, en unas semanas, desde el fallo del TCP. Otros piensan que data de algunos meses atrás, con los problemas electorales o cuasi electorales entre Evo Morales y Luis Arce. Sería muy sencillo pensar que es una disputa entre dos bandos que no están de acuerdo. Yo considero que más bien la narrativa está impuesta por Evo Morales, porque en el fondo es él quien habla de la existencia de traidores y de leales. En el fondo, son dos bandos diferenciados porque Evo Morales los diferencia. Los leales son las personas que de alguna manera están de acuerdo con Evo Morales, en particular con su candidatura, y los traidores son todos los demás que no están de acuerdo con él. Entonces, esta narrativa lo que ha hecho más bien es ocultar el verdadero problema que ha provocado la crisis, en primera instancia política, pero ahora ya es orgánica y social del MAS.
Todavía no considero que sea ideológica, pero esta crisis nace el año 2014. Ese año Evo Morales gana las elecciones con casi el 62% de los votos. Gana prácticamente en todos los departamentos, excepto Pando y Beni, donde pierde por escaso margen. Gana incluso en Santa Cruz con más del 47%. Entonces, el MAS llega a un momento de cúspide muy alto y de hegemonía, donde prácticamente era todo le era posible. Sin embargo, las lecturas que se hacen de esa victoria tienden a ser exitistas. Hay una lectura, que la hace Álvaro García Linera, donde él sostiene que en realidad giró el campo político a la izquierda y que existiría más bien un cambio de valores en la sociedad boliviana. Otros, que tengo entendido eran más del círculo del exministro de Presidencia, Juan Ramón Quintana, construyen la narrativa de un Evo invencible. Si Evo está en la papeleta, se gana, decían. Por ejemplo, mencionaban que en las subnacionales baja el voto del MAS porque Evo no está en la papeleta. Cuando Evo está, suben los votos del MAS. Crean así una especie de teoría de culto a la personalidad. Y obviamente reducen al sujeto histórico indígena, a todos los sectores sociales, a simplemente el aspecto electoralista en base a una candidatura. En este caso, la de Evo Morales.
Hay otras lecturas que tienden a ser menos exitistas, que dicen que más bien se gana por un voto pragmático, por un voto de certidumbre y de estabilidad, que, más o menos, promovía el MAS. Obviamente, los precios de las exportaciones estaban en un lugar alto, la economía estaba en su mejor momento en los últimos 30 años. Entonces, ese año, 2014, la victoria del MAS empieza a ofuscar a los líderes. Tanto Álvaro García Linera como Juan Ramón Quintana y los sectores que los rodeaban, empiezan a decir que, como el campo político ha girado a la izquierda y Evo Morales es indestructible, entonces aprovecharemos para convocar un referéndum y modificamos la Constitución para habilitar a Evo Morales. Sin embargo, Evo Morales pierde el referéndum del 2016 y fue ahí donde precisamente debió iniciarse el debate de la renovación o de quién serían las personas o la persona que le sucedería a Evo Morales en el mando político del año 2019.
Pero, Evo Morales, al rehusarse a aceptar esta realidad, a reconocer la caída en el referéndum del 2016, donde perdió 13 puntos porcentuales en referencia a lo sucedido el año 2014, empieza a provocar una crisis tanto en el bloque histórico y popular como en el mismo MAS. El desgaste es crónico, hasta llegar a 2019, donde cae al 47% de los votos. Si hacemos una simple comparación de 62% a 47%, estamos hablando de más de un millón de votos de diferencia que se pierden desde el año 2014 al año 2019. Entonces, ¿dónde se fueron esos votos? ¿Por qué dejaron de apoyar? Y al mismo tiempo, ¿por qué esos votos después retornaron el año 2020 y respaldaron a Luis Arce? Esas son las preguntas que nos tendrían que obligar a pensar cuál fue el origen de esta crisis del MAS. Lo que estamos viviendo ahora son más bien síntomas de esto o son tal vez la consecuencia de estas teorías que en algún momento trataron de explicar la realidad que son las ya antes mencionadas, la del supuesto viraje del campo político a la izquierda y la del culto a la personalidad de Evo Morales. Esas ideas, de alguna manera concatenadas, pueden exponer el contexto en el cual podemos entender la crisis política y la crisis orgánica que ahora está viviendo el MAS.
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En 2019 hubo un golpe de Estado en Bolivia que se suscitó para derrocar a Evo Morales. Un golpe de Estado que fue previamente efectuado por una movilización social en las principales capitales del país y que estaba impulsado fundamentalmente por sectores urbanos de clase media. Estaban también ciertos sectores de lo que se denomina el bloque popular, pero eran más bien partes anexas al grueso del movimiento que eran las clases medias urbanas. Éstas no siempre han estado de acuerdo con el Gobierno del MAS, pero que muchas de ellas sí votaron antes por él. Hubo un alejamiento en esos tres años que recorren el 2016 y al 2019, que son esos tres años de desgaste crónico que vive el MAS. Después del 21F, esas clases medias van migrando y empiezan a tomar acciones cada vez con mayor fuerza. Al comienzo, fueron movilizaciones sociales muy tenues, pero después terminan radicalizándose hasta terminar con la renuncia de Evo Morales. Ahora bien, en 2009 se aprueba la Constitución Política del Estado con el 62% de los votos y en 2014, Evo Morales es reelecto con prácticamente la misma cantidad de votos. Había en la población una suerte de emparejar el Estado Plurinacional con Evo Morales. Las mismas personas que creían en el Estado Plurinacional y que votaron a favor de la refundación de Bolivia con la nueva Constitución, son prácticamente las mismas que votaron por Evo Morales unos años después. ¿Qué es lo que sucede cuando se llega al 21 de febrero de 2016? Ese 62% se deduce a un 49%. Esas personas estaban de acuerdo con el Estado Plurinacional, eso se demostró en 2020, porque volvieron a votar por Luis Arce, pero no estaban de acuerdo con el culto de la personalidad. Luego del 21F hubo muchas lecturas. Pienso que muchas de ellas eran erradas, que decían que fue un voto racista, un voto mentiroso, que fue una estrategia del imperialismo, etcétera. Suena más a una excusa que a una explicación realmente valedera de lo que sucedió. Después de tres años de constante desgaste, hubo ese levantamiento social que desemboca en un golpe de Estado.
En el MAS hay unas lecturas del golpe de Estado en su calidad victimista. Es decir que, nosotros, las víctimas, hemos sufrido un golpe por parte de las fuerzas reaccionarias, cuando eso no fue precisamente lo que pasó. Fue un levantamiento social que desembocó en un golpe de Estado. Levantamiento social y golpe de Estado no son categorías ajenas o contradictorias y que no puedan unificarse. Dialécticamente, pueden leerse fácilmente como el curso natural de un descontento social.
En 2020, Luis Arce y David Choquehuanca recuperan el porcentaje perdido por Evo Morales en esos tres años, demostrando una cosa que es fundamental, que la gente no es que está en contra del Estado Plurinacional, pero está en contra de la prórroga de mandato de Evo Morales. Votaron por otro candidato del MAS y ganó abrumadoramente con el 55%. Ahí vemos que la idea del culto a la personalidad y la idea del viraje del campo político a la izquierda empezaron a demostrar sus limitaciones.
Al presente, llegamos a esto que se ha denominado el pacto de Andrónico Rodríguez con sectores de la derecha en Bolivia. Otros lo han calificado como simplemente un acuerdo de gobernabilidad en el parlamento, entre otros tantos que se suscitan. Yo considero que más bien es un acto desesperado ante la ingobernabilidad producto precisamente de la crisis del MAS. Ante la ingobernabilidad, porque el MAS no tiene mayoría. Hay que entender que partidos como el MAS, partidos como el MNR en su época, son partidos que en el momento que nacen tienen el germen de la hegemonía, porque los cambios estructurales que plantean este tipo de partidos solo pueden desarrollarse con hegemonía. No pueden desarrollarse con pactos en los que ellos no son hegemónicos. En este caso, el MAS no tiene la hegemonía, sí tiene el dominio del poder estatal, por decirlo de alguna manera, Luis Arce lo tiene, pero no tiene la hegemonía que tenía antes. Entonces tiene que optar a hacer este tipo de encuentros con otras fuerzas que en el pasado no lo hubiera hecho. Lo que demuestra, obviamente, además de la crisis del MAS, una decadencia en algunos aspectos y al mismo tiempo las limitaciones reales que tiene el MAS para poder volver a estructurarse en tanto hegemonía, como lo fue el año 2014.
(*)Pablo Deheza es editor de Animal Político