Diez medidas para estabilizar el mercado cambiario
El autor establece un diagnóstico sobre la escasez de dólares en el país y plantea alternativas.
Dibujo Libre
El país atraviesa una escasez gradual de dólares y requiere de medidas urgentes. Para salir de esta situación, el sector público y privado acordaron una agenda de diez iniciativas que apuntan a corregir la balanza comercial deficitaria, garantizar el abastecimiento de combustibles al sector productivo, reducir los costos al comercio exterior y otros incentivos tributarios al sector privado nacional. El sector público parece mostrar un giro en sus relaciones con el sector privado que en el pasado reciente han estado confrontadas y se abre a los mercados.
¿Cuál es el origen de la falta de dólares? ¿Son estás políticas suficientes? ¿Es un retroceso del Estado en favor del mercado? ¿Cuál es el trasfondo e implicancias políticas de este acuerdo? Sin duda el tema de los dólares da mucho de qué hablar entre los bolivianos.
Para evaluar el alcance de estas medidas hay que partir entendiendo el problema. La baja liquidez externa tiene un origen real y estructural y otro artificial e inducido. El dinero cumple tres fines esenciales en toda economía: facilitar las transacciones, atesorar riqueza y sirve para especular. La economía boliviana no necesita muchos dólares para operar con normalidad. La demanda transaccional de bolivianos que se mide por las compras internas en moneda nacional que realizan los hogares, el gobierno y las empresas en bienes nacionales, es cuatro veces más grande que la demanda de bienes importados que si requiere de divisas. Los ciudadanos tampoco utilizan dólares para ahorrar, al menos los que lo hacen a través del sistema financiero. Por cada nueve bolivianos que están depositados en la banca, hay uno en moneda extranjera.
Si la demanda extraordinaria de dólares por motivo transaccional se mide por el exceso de importaciones sobre exportaciones -es decir- el déficit comercial, la pérdida de reservas internacionales (RIN) durante 2023 debió ser de $us 585 millones. En su lugar, los activos externos del país sufrieron una caída de $us 2.000 millones ¿dónde fue a parar el resto de dólares? La economía boliviana sufrió un ataque especulativo que derivó en una sobre demanda de más de $us 1.000 millones.
La semana que termina se cumple un año de especulación con el dólar. La demanda especulativa de dólares fue desatada por algunos economistas y políticos irresponsables, entre ellos el Sr. Samuel Doria Medina, que alentaron la especulación con sus temerarias apreciaciones al señalar que el país tenía 10 días de reservas internacionales para financiar importaciones y que la economía se encontraba al borde de un colapso total (Urgente.bo, 20 de febrero de 2023). Estas agoreras, pero falsas afirmaciones ¿podrían haber influido para que una semana más tarde se comience a reportar un tipo de cambio paralelo de Bs7,10 en las cuidades de Santa Cruz y Tarija? (El Deber, 27 de febrero de 2023). Hoy quienes cuestionan la política económica abiertamente en sus redes sociales quieren eludir su corresponsabilidad en la escasez de dólares.
Como resultado, una parte de la población boliviana comenzó a estocar dólares y con sus acciones, contribuyeron de manera inconsciente a la especulación. Esta conducta es “irracional” a nivel individual y colectivo porque la población -en el afán de proteger sus activos de una potencial devaluación- compra dólares cada vez más caros e induce a una mayor pérdida de su riqueza futura expresada en moneda nacional.
Ante la inminente fragilidad externa, el gobierno comenzó a realizar concesiones al sector privado. Se levantaron las restricciones a las exportaciones agropecuarias –principalmente de soya y derivados–, se anunció agilizar la entrega de Certificado de Devolución Impositiva (CEDEIMs) y la otorgación de créditos para mejorar el rendimiento agrícola que buscan estimular las exportaciones las cuales perdieron un quinto de su valor en 2023. Ahora bien, liberación no es igual que liberalización, aunque suenen lo mismo. El levantamiento de las restricciones no les exime a exportadores a dejar de abastecer el mercado interno. Estas medidas podrían elevar las exportaciones en al menos $us 500 millones, pero para que sea efectiva se deberá completar el mecanismo que lleve a los exportadores a retornar esos dólares al país y se vendan a los bancos a un tipo de cambio razonable.
A la caída de las exportaciones, se suma una fuerte presión de compras por combustibles que absorbieron más de un cuarto de las divisas destinadas a las importaciones. Para alivianar el costo de la subvención y mejorar su entrega, se diseñó un mecanismo de asignación mediante subastas de lotes de diésel para grandes consumidores como empresas agroindustriales y mineras. Esta política se justifica en la medida que la subvención debe beneficiar a los hogares de menores ingresos y no a grupos económicos adinerados. Además, estos sectores al ser exportadores cuentan con divisas para realizar sus propias compras directas cuyo número de usuarios se pretende ampliar y agilizar los procesos de internación de combustible para quienes opten por esta vía. Ello podría implicar un ahorro fiscal de cerca de $us 150 millones.
Para algunos economistas neoliberales el déficit fiscal es la causa principal de la caída de las reservas, sin comprender la composición del gasto público. La mayor parte del gasto estatal se realiza en bienes no transables, es decir, que no requieren de divisas. Un recorte abrupto del gasto fiscal no revertiría el descenso de las reservas internacionales, sino que nos orillaría a una recesión económica. El sector público debe ajustar sus cuentas, pero lo debe hacer para corregir su desequilibrio comercial más no el déficit fiscal global.
Para dinamizar el comercio exterior también se gestionará una ley que permita ampliar la capacidad de carga del transporte pesado en carretera. Ello permitirá un ahorro en costos de transporte en al menos un 20% ($us 180 millones). Sin embargo, la falta de consensos en la asamblea la vuelve poco viable a muy corto plazo.
El acuerdo también motivó la creación de un bono en dólares por el BCB -que fue lanzado esta semana- como una alternativa a los dólares físicos para que la población reduzca su demanda especulativa. El objetivo además es captar las divisas que se encuentran fuera del sistema financiero para que puedan ser reinsertadas al circuito de la economía y se destinen a quienes necesitan realizar transacciones de comercio exterior. Con el bono se espera generar cerca de $us 100 millones, pero es muy probable que se absorba mucho más.
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Para reducir la especulación cambiaria también se ha incluido la fijación de bandas a las comisiones de transferencias y giros al exterior con el fin de limitar el poder discrecional de los bancos en el cobro de comisiones. Esta disposición ya se encuentra vigente y establece que los pagos al exterior mayores a $us 1.000 tengan una comisión entre un 5% y 10% adicional. En cambio, las operaciones inferiores a ese monto gozarán del principio de gratuidad y estarán libres de erogaciones adicionales.
El conjunto de medidas generará un flujo de $us 1.000 millones adicionales que logrará contener temporalmente la escasez de dólares, mientras se gana tiempo para abordar el problema estructural de la economía que tiene que ver con la excesiva dependencia de nuestra matriz energética a los hidrocarburos y la manera de acelerar las exportaciones estatales con la industrialización. En esa línea, se incentivará a los empresarios privados a construir sus propias plantas de biodiesel de manera que puedan autoabastecerse y en caso de excedentes puedan ser vendidos en el mercado doméstico. También habrá nuevos incentivos tributarios para la importación de automóviles eléctricos y flexibles. Actualmente, los autos eléctricos están alcanzado con un IVA de importaciones de cero y exento del gravamen arancelario. Esta política podría ampliarse para autos flexibles y otros repuestos y auto partes.
Para contener la falta de dólares, el sector público está cediendo su iniciativa productiva al sector privado, pero corre el riesgo de volverse más dependiente y ser desplazado en algún momento.
(*)Omar Velasco Portillo es economista