Realidad de los centros urbanos
Con los años, los centros históricos exitosos de las urbes se preguntan por dónde crecer
Las ciudades, durante décadas, han aprovechado y explotado el valor histórico de sus centros urbanos hasta el punto que algunos de esos núcleos, de gran valor significante, siguen luchando por su perfecta conservación. Empero, no cabe duda de que hoy están expuestos a distintos problemas que su éxito conlleva. Lo remarcable es cómo esa identidad central urbana ha logrado prestigiar a esas urbes hasta lograr que la concurrencia e interés por conocerlas sean tan amplios que el turismo las ha convertido en grandes impulsoras de la economía de sus naciones.
Sin duda, el respeto que inspira en el habitante y su cualidad de lugar vector ha acaparado todo tipo de atenciones, también referidas a fuertes inversiones económicas. Estas últimas destinadas al mantenimiento y conservación adecuada de sus edificaciones históricas y arte en general. Asimismo, exige la construcción constante de nuevas y modernas obras que colaboren a cualificar cada vez más esos lugares. Ello no evita, sin embargo, que existan otras realidades. El intento de mantenerse como ciudades centradas las expone hoy, en ciertos casos, al colapso, y por la modernización constante de su imagen, no falta la vivencia de errores debido a alguna proyección intuitiva que cobra un alto precio también a su valor simbólico.
Lo preocupante es detectar que esa centralidad, por otra parte, ha evitado que esas mismas urbes no estén abiertas a dar la oportunidad a que otros sectores se proyecten al futuro, con intervenciones en las que los nuevos lugares fuerza y equipamientos acrecienten su valor urbano. Además, parecería que el límite final en el que termina la irradiación del desarrollo de esos núcleos es donde se inician las periferias urbanas.
Lo más preocupante es detectar cómo con los años esos centros históricos exitosos se preguntan por dónde crecer, ya que faltan territorios libres y apropiados para seguir construyendo nuevos atractivos. La Paz ha seguido de alguna manera un camino similar, no totalmente igual a aquellas denominadas híper-ciudades, pero no debe desmerecerse el valor de su centro histórico con obras remarcables por ejemplo de arquitectura, salvo excepciones.
La diferencia con otras urbes radica en un tema que aún no está resuelto en el centro paceño: el transporte público. Es evidente el número desmedido de motorizados que entran y colaboran a incrementar su actual realidad caótica. No se requiere idear grandes soluciones, quizás duplicar el número de placas cuyo ingreso diario no es permitido a ese sector urbano o ampliar la cobertura territorial de restricción vehicular. Lo paradójico de ese servicio es que padece la necesidad de tránsito obligatorio por la ruta troncal y, por otro lado, cuando el ciudadano busca ir a otros barrios, no encuentra líneas que cubran esas rutas. De esta manera, la carga automotriz es tan grande que obliga a pensar en soluciones forzadas. En este caso, la edificación de túneles, cuyos resultados, como algunos de los ya existentes, no son del todo encomiables por su calidad de construcción.
Esperamos estar equivocados al pensar que esta ciudad nuevamente será víctima de intervenciones que la dañarán, en vez de revalorizarla. Nos referimos a nuestra linda plaza Isabel la Católica, que supuestamente será destruida y talados sus octogenarios árboles. Esto a causa del tráfico vehicular que podría transitar por otras rutas.