Un traductor permite salvar la vida a una madre chimán
Partos. Algunas mujeres de la zona pierden la vida por hemorragias o las infecciones que contraen al dar a luz
La noche del 5 de mayo transcurría tranquila en Misión Fátima, en Beni, hasta que un grito despertó a todos. «¡Necesitamos un traductor! Vayan a buscarlo», pide la enfermera Milena Riveros en la posta de salud. La vida de Rosa, una mujer chimán embarazada, depende del intérprete.
Los dolores avisaron a Rosa que su bebé venía en camino. Junto a sus dos hermanas, la madre de siete hijos llegó hasta la posta de salud en ese rincón beniano en San Borja para pedir ayuda a los médicos. Pudo haberlo tenido en casa, como la mayoría, pero los dolores eran intensos y temía por su vida. Este el parto número 11 para Rosa, que tiene siete hijos (los otros murieron).
A esto se suma el hecho de que ella no habla español, su idioma materno es el chimán. Por eso, linterna en mano, dos auxiliares salen en busca del traductor. «En muchos casos de nada puede servir que tengamos los remedios y los medicamentos sino tenemos un traductor», admitiría luego, sorprendido, el director del Servicio Departamental de Salud (Sedes) del Beni, Mauricio Russeau.
Russeau, quien además es ginecólogo, visita el lugar para ver el trabajo de Solidaridad Canaria que, junto a Gestión y Calidad en Salud de Usaid y el Sedes, acercan la salud a pobladores de la zona. En ese momento es necesario saber cuándo comenzaron las contracciones y se precisa el traductor.
En esa zona beniana, muchas mujeres paren en sus propios domicilios y lo hacen de manera vertical, mientras tiran de una soga sujetada al techo. «Debido a que dan a luz en pleno suelo se exponen a las infecciones y hemorragias por el parto; y en algunos casos mueren. De hecho vimos muchos recién nacidos sin madre», revela el médico español, José Rivera, de Solidaridad Canaria. Al no tener madres, esos niños, que en los primeros seis meses deben tomar leche, sólo comen masaco o plátano triturado, y luego fallecen.
Isacc Canchi Nate, el joven chimán que hace de traductor, llega a la posta de salud en Misión Fátima. «Pregúntele cuándo empezaron las contracciones», le pide Rivera.
LINDA ‘PEN’. Como la mayoría de los chimanes, Rosa es poco expresiva, tiene una mirada casi pérdida y apenas mueve la cabeza para decir sí o no. Pese a ello, Canchi logra obtener la información y los médicos Russeau, el director del Sedes Beni, y Rivera ordenan el suministro de oxitocina para ayudar al parto.
El alumbramiento se hace según los usos y costumbres de los chimanes: de forma vertical. A las 21.35 del jueves 5 una mujercita llega al mundo. «¡Que linda pen (bebé en chimán)!», gritan las enfermeras, mientras Rivera muestra a la niña.
Alberto, el padre, que esperaba ansioso en la sala vecina, esboza una sonrisa. Su familia está compuesta además por cinco mujercitas y dos varones. Ahora llegó la sexta bebé.
«Es una linda pen y cuando tengas tu yerno lo harás trabajar en el Chaco», consuela al padre la bioquímica Ingrid Montecinos.
Rosa, de 38 años, fue afortunada, el director del Sedes le ayudó en el parto; sin embargo, no todas lo son. En esa región, las jóvenes son madres a los 13 años, con la primera menstruación, y pocas conocen métodos anticonceptivos.
UNA HIERBA PARA ELLAS
Pese a que no conocen los métodos anticonceptivos de la medicina científica, algunos chimanes apelan, en ocasiones, a la cáscara de la madera mara que, según dicen, en infusión, puede suspender el embarazo; no obstante, se cree que, a futuro, también produciría infertilidad en las mujeres.