El país acumula 866 contagiados y Santa Cruz reporta 43 nuevos pacientes
El número de casos descartados llega a 4.706, mientras que se reportó que este sábado hubo dos fallecidos —uno en Santa Cruz y otro en La Paz—, por lo que acumulan 46 en total.
La cantidad de personas infectadas con coronavirus en
Bolivia llega a 866, luego de que se reportaran 59 nuevos contagios este sábado,
de los que 43 se encuentran en el departamento de Santa Cruz, 6 en Beni, 4 en
La Paz y 1 en Cochabamba.
En el habitual reporte nocturno de la pandemia del COVID-19
en el país, Virgilio Prieto, jefe de la Unidad de Epidemiología del Ministerio
de Salud, detalló que Bolivia registra cinco enfermos por cada 100.000
habitantes, “por debajo a los países desarrollados, debido a que se realizaron
acciones tempranas y oportunas”.
Con esa cantidad, el acumulado asciende a 866 infectados con
el coronavirus en todo el país, con 489 en Santa Cruz, 159 en La Paz, 71 en
Cochabamba, 65 en Oruro, 26 en Potosí, 39 en Beni, 12 en Pando, 3 en Tarija y 2
en Chuquisaca.
El número de casos descartados llega a 4.706, mientras que
este sábado se reportó dos fallecidos —uno en Santa Cruz y otro en La Paz—, por
lo que acumulan 46 en total.
Asimismo, existen, hasta el momento, 74 personas
recuperadas.
“Quiero expresar mi agradecimiento a todos quienes están
llevando esta batalla sin cuartel y mi llamado a la conciencia de aquellos que
tienen en sus manos la vida del país, me refiero a todos los organismos del
Estado, que en esta hora como nunca debieran estar unidos”, afirmó la
autoridad. (25/04/2020)
La Asociación de Guías de Montaña y Trekking de Bolivia (AGMTB) fue aceptada como miembro pleno de la UIMLA (Asociación Internacional de Asociaciones de Líderes de Montaña, por sus siglas en inglés), la organización más importante del mundo en esta especialidad de caminata en zonas altas.
La diferencia de seis horas no fue impedimento para que los representantes de la AGMTB se conectaran y siguieran la asamblea anual de la UIMLA, que este año se llevó a cabo en Skopje, capital de Macedonia del Norte. El punto principal para los bolivianos era la evaluación y votación para elegir a los nuevos miembros plenos.
«La familia UIMLA se expande con la adición de dos nuevos países miembro de diferentes continentes. Felicitaciones a Nepal —Asociación de Líderes de Montaña de Nepal— y a Bolivia —Asociación de Guías de Montaña y Trekking de Bolivia/UIAGM— por convertirse en los miembros 26 y 27 de la UIMLA. Una calurosa bienvenida a estos nuevos miembros por unirse a la red mundial de la familia UIMLA», indica el mensaje que la organización internacional publicó en sus redes sociales.
Reconocimiento
Por unanimidad, la AGMTB fue aceptada por la asociación más importante del trekking en el orbe. Fue para ellos la mejor noticia que podían recibir el sábado 2 de noviembre.
«Este proceso no ha sido fácil», rememora Ricardo Salluca, vicepresidente de Guías de la AGMTB. Así es, pues el trabajo comenzó en el año 2019, cuando los bolivianos presentaron la solicitud de pertenecer a la UIMLA, un organismo que representa a los guías de montaña de todo el mundo y que tiene la misión de establecer estándares de cualificación.
En noviembre de 2020 —en plena pandemia de COVID-19—, Bolivia fue aceptada como miembro aspirante, lo que permitió que llegaran dos delegaciones de la UIMLA con el fin de evaluar el trabajo de la AGMTB en la formación de guías de trekking.
Fue así como, en agosto de 2023, arribaron el belga Dominique Olbrecht y el francés Françoise Burthey para la evaluación de invierno, mientras que, en marzo de este año, retornó al país Olbrecht, acompañado por el suizo Charles Lehman, para verificar el trabajo en glaciología, geología, cartografía, ambientalismo, meteorología, antropología, nivología, gestión de riesgos, pasajes técnicos, cartografía y prevención en avalanchas, entre otros.
Formación en trekking
Salluca recalca que el trabajo fue arduo, pues desde 2015 armaron la malla curricular para los cursos de especialización para guía de trekking, para lo cual cuentan con el apoyo de expertos en glaciología, geología, cartografía, naturalismo, arqueología, antropología, psicología, medicina y socorrismo. «Fue un equipo multidisciplinario aplicado al turismo», dice.
«Tener la membresía de la UIMLA es un nivel de calidad comparable con el ISO 9001 o como los hoteles de cinco estrellas. Es un reconocimiento que el turista extranjero conoce en cualquier lado del mundo», asevera Sergio Condori, director general e instructor de la AGMTB.
Guía de trekking
En el servicio de guías para incursionar en campos fuera del área urbana existen tres especialidades: el guía de montaña, quien maneja grupos en glaciares, con el apoyo de cuerdas, crampones y piolets; en tanto que quien dirige a través de senderos tiene el denominativo de guía de senderismo.
Los especialistas que llevan a los turistas por caminos agrestes y lejanos, o por nieve que no sea permanente, son los guías de trekking. «En términos de altura son 5.500 msnm; pero más que altura, lo que interesa es el terreno», explica Salluca.
Si bien la UIMLA los llama Internacional Mountain Leader (IML), otros países emplean denominaciones como guía de media montaña o guías de trekking.
El alto nivel del currículo ha permitido que la AGMTB haya tenido alumnos no solo bolivianos, sino también de Alemania, Francia, Chile, Perú y Colombia.
«Nosotros somos más exigentes que los mismos estándares UIMLA; tanto así, que la UIMLA ha reformulado su estándar en socorrismo y exigencia física», subraya Salluca.
Beneficios de ser UIMLA
Ser miembro pleno de la UIMLA permite que los guías de trekking de la AGMTB tengan la certificación de calidad para trabajar en otros países del mundo, pero «no queremos quedarnos ahí. Por ejemplo, queremos tener asesores en el continente para que vayan a evaluar a aspirantes miembros y ayudar en que mejoren sus estándares», dice Condori.
La AGMTB también plantea hacer un intercambio de instructores y de cursos entre Argentina, Bolivia, Chile, Perú (miembros plenos de la UIMLA), México y Estados Unidos (aspirantes).
Una historia de retos
El origen de la AGMTB se remonta a 1984, aunque su fecha de fundación es el 15 de abril de 1986, cuando obtuvo su personalidad jurídica. Desde entonces, la asociación aglutina a los profesionales en trabajo de montaña, principalmente.
Por ello, con el espíritu de superación permanente, la organización fue aceptada como miembro pleno de la UIAGM (Unión Internacional de Asociaciones de Guías de Montaña, por sus siglas en francés), que aglutina a más de 20 países del mundo, con más de 6.000 guías certificados.
Desde el 1 de noviembre de este año, la AGMTB forma parte de la UIMLA, que en la actualidad tiene 27 países miembros y dos aspirantes.
Doña Luisa y Leonel Fransezze demuestran que las redes sociales son una poderosa herramienta para representar la identidad boliviana en el mundo digital y triunfar.
No se puede. Todo comenzó así, con el reto de sembrar en una La Paz de cemento, en una ciudad de más de 3.600 msnm, en un espacio donde —decían— no había vida, sino muerte. Ahí, la Fundación Alternativas transformó un parque enterrado de Cotahuma en el Huerto Orgánico Lak’a Uta (HOLU), el primero de estas características en Bolivia y con 10 años de éxitos y desafíos.
Los índices de inseguridad alimentaria en Bolivia eran altos hace 11 años, con un 21,3% de la población que vivía con malnutrición, señalaba un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Fue en ese contexto que María-Teresa Nogales creó, en 2013, la Fundación Alternativas. “Nace porque había una ausencia de entidades que abordaran la seguridad alimentaria desde un enfoque urbano y planteamos cuál tiene que ser el rol del habitante urbano para garantizar su derecho a una alimentación saludable”, explica.
En un país que en aquel tiempo tenía el 70% de sus habitantes en la zona urbana y 30% en la zona rural, el desafío era instalar en La Paz un huerto orgánico, una forma de cultivo que se basa en la fertilidad del suelo y diversidad de especies para obtener alimentos saludables y de autoconsumo.
La primera respuesta al desafío fue que no se podía en una urbe de cemento a considerable altitud, a pesar de que La Paz es un valle que tenía amplios terrenos para la ganadería y la horticultura. “Era una zona productiva”, corrobora Mariela Rivera Rodríguez, responsable de Agricultura Urbana de la Fundación Alternativas.
Alternativas se propuso iniciar el proyecto en un terreno privado, pero se decidió por uno público. “No todos contamos con un jardín y no necesariamente tenemos que plantar en un área privada; por eso queríamos replantear que un espacio público puede ser productivo”, asevera Nogales.
Autoridades estatales, departamentales y municipales decían que no se podía; empero, la Subalcaldía de Cotahuma accedió y dio permiso para que la Fundación Alternativas desarrollara su plan en el parque Lak’a Uta, un lugar donde hubo muerte.
La sede de gobierno tiene zonas inestables, donde puede ocurrir alguna desgracia como consecuencia de aguas subterráneas, erosión hídrica y movimientos de tierra no controlados. El infortunio sucedió el 9 de abril de 1996, cuando un deslizamiento en Cotahuma sepultó a 27 personas y dejó a más de 80 familias sin vivienda, recuerda el libro Historia de la Cruz Roja Boliviana.
Después de reubicar a las familias damnificadas, la Alcaldía transformó aquel lugar en el parque Lak’a Uta. Años después hubo otro deslizamiento, aunque sin riesgos humanos, pero la comuna dejó de invertir en el terreno, mientras los vecinos solicitaron que se declarara como un sitio sagrado.
En ese lapso María-Teresa comenzó a sembrar vida hace 10 años, en un lugar abandonado, con sectores inundados, barrancos con basura e incluso canchas, canales y caminos semienterrados.
Con la ayuda de amigos, voluntarios y conocidos, en tres meses limpiaron el parque para comenzar a cosechar. Para entonces, María-Teresa también recurrió al apoyo Abad Conde y Pamela Rocha, jóvenes agrónomos dispuestos a experimentar y romper los mitos.
El primer año, la Fundación logró que 10 mujeres de Cotahuma se capacitaran para sembrar papa, cebolla, ajo, lechuga, acelga, rabanitos y nabo, sin la necesidad de emplear carpas. “En el altiplano, que es más frío que La Paz, notas que cultivan alimentos. Alguien nos ha metido en la cabeza que el clima paceño es muy hostil, pero tenemos amaranto, quinua, papa. Para empezar podíamos cultivar al menos eso”, dice la líder de Alternativas.
El éxito de la primera cosecha despertó el interés de los vecinos por Lak’a Uta, por eso aumentaron a 20 el segundo año y fueron más con el paso de los años.
Ahora, Alternativas tiene 40 parcelas —de 16 m2 cada una— para similar cantidad de beneficiarios, quienes aprenden a sembrar y cosechar, varones y mujeres, y que provienen no solo de Cotahuma, sino también de otras zonas paceñas y de El Alto.
A las 09.00, la encargada abre la reja del Huerto Orgánico Lak’a Uta. Un camino de tierra y unos paneles de madera dan la bienvenida al visitante. Una de las publicaciones muestra imágenes de insectos que ayudan a preservar la naturaleza. La otra tiene una foto pequeña de Abad Conde, el agrónomo que ayudó a construir este espacio y que sigue ahí, aunque desde otro plano.
Rodeados por árboles de eucalipto, el camino se abre paso a un canchón que sirve para reunirse y también para empezar el recorrido dirigido por Mariela, quien contagia su optimismo con una charla entretenida.
A un costado llaman la atención dos plantaciones de hortalizas, algunas que crecen en una carpa solar y otras fueron plantadas al aire libre, para demostrar que en ambos casos se puede tener buenos productos.
Romero, hinojo, lavanda, hierbabuena, aloe, apio, alcachofa, manzanilla, orégano, salvia. En otro espacio, el aroma a las más de 20 variedades de plantas medicinales se siente de lejos, protegidos por sehuencas, planta que ayuda a evitar deslizamientos.
Por los canales, que antes estuvieron enterrados, fluye agua de vertientes que antes ocasionaron deslizamientos y que hoy nutren plantas y llenan dos piscinas. Ahí viven ejemplares del sapo espinoso andino (Rhinella spinulosa) y la rana cuatro ojos (Pleurodema cinereum). “Ayudan en el equilibrio ambiental con el control de plagas”, dice la guía. Las piscinas no sólo son refugio de estos anfibios, sino que también llegan distintas aves que no temen remojarse en el agua mientras la gente camina cerca. “No sólo es un huerto, sino un refugio de biodiversidad”, asevera María-Teresa. Es que además de las 16 especies de flora, hay otras 39 de fauna.
En medio de ciudad de ruidos, en Lak’a Uta se respira una paz que, desde el primer momento, le gustó a Rigoberto Angles, quien en su parcela tiene papa, arveja, frutilla, rosas y otras plantas ornamentales a los que le dedica un par de horas a la semana. “Se está trabajando con vida. Al colocar una semilla sabes que va a germinar, va a tener vida, para eso tiene que haber un lugar adecuado, que la tierra esté bien abonada, el cuidado necesario para que empiece a germinar, y luego uno quiere verlo desarrollado”, dice el vecino de la avenida Buenos Aires.
A unos metros, arrodillado y con una barrena, Natalio Flores hace un hueco donde colocará un callapo, que servirá para sostener su carpa de mejor manera. “Es una terapia, porque no se ve en la ciudad esta clase de rincones para sembrar y cosechar”, dice.
Este vecino de la avenida Entre Ríos llegó al huerto por una invitación y la que hizo después a Rigoberto. Ahora visita el Lak’a Uta al menos dos veces a la semana porque “es un sentimiento dejar abandonadas a las plantitas, porque necesitan ser cuidadas”.
Lo mismo piensa Liz Valeria Miranda, una quinceañera que eligió hacer voluntariado ahí y encontró el mejor lugar para fortalecer el cariño con su padre. “Mi papá no quería dejarme venir sola y empezó a acompañarme. Al principio no me ayudaba mucho pero luego decidió colaborar. Con el tiempo hemos empezado a repartir nuestras tareas”.
Marco Antonio Miranda —padre de Liz Valeria— confirma lo que cuenta su hija, ya que ambos descubrieron en el Lak’a Uta que tenían una afinidad más con las plantas”.
Además de Liz, Marco, Natalio y Rigoberto, otras 20.000 personas fueron capacitadas en agricultura urbana, alimentación saludable y en la manera para reconectarse con la naturaleza, gente no sólo de Cotahuma, o de La Paz y El Alto, sino de otros departamentos de Bolivia y también del extranjero.
“Tener tierra en las manos, estar al aire libre, con el sol, escuchar a las aves, entender qué hace la hormiga o la tijereta; todo eso baja las revoluciones, en un lugar de silencio y reflexión, donde se cultiva también la paciencia y tolerancia cuando se cultiva en comunidad”, afirma María-Teresa.
Esta experiencia permitió que el Gobierno Autónomo Municipal de La Paz aprobara, el año 2018, la Ley Municipal Autonómica Nº 321, para la promoción de huertos urbanos en la urbe. Gracias a ello, vecinos de otras zonas solicitaron el apoyo de la Fundación Alternativas para crear más huertos urbanos, aunque es una tarea complicada por la falta de recursos económicos. Por ahora, no se puede. Por ahora.
* Lak’a Uta depende de financiamiento de la comunidad internacional, donaciones y varias actividades para costear los materiales y el pago de los especialistas.
Una de las actividades es la Biorruta Lak’a Uta, una visita guiada por los huertos, las piscinas artificiales, los módulos de producción, el ch’iti huerto —para el aprendizaje de los niños y niñas— y otros sectores. El costo para formar parte de la biorruta es de Bs 10 y se lleva a cabo los fines de semana.
También hay talleres de agricultura urbana, donde se aprende la preparación del suelo, manejo de cultivo, manejo integrado de plagas, cosecha y postcosecha de alimentos, técnicas de cosecha, e introducción a la agricultura y reglas básicas para cultivar. Son seis talleres y tienen un costo entre Bs 30 y 50.
Además se comercializan insumos para la agricultura: compost, abono, lombrices, semilla, diversos plantines y miel de abejas que también viven en Lak’a Uta.
Para formar parte de algunas de estas actividades llamar al 72558527, escribir a [email protected] o visitar la web https://dev-qa.la-razon.com//bioruta.alternativascc.org/.
CHACHACOMANI 36 millones de metros cúbicos de agua menos en cuatro años
Un equipo de voluntarios del Servizio Glaciologico Lombardo de Italia y de la Unidad Académica de Peñas de Bolivia estudió este nevado de la cordillera Real
Las balizas clavadas en las faldas del Chachacomani demuestran algo preocupante: en cuatro años, el cerro ha perdido 17 metros de espesor de nieve, lo que equivale a 36 millones de metros cúbicos de agua que ya no regarán los campos del departamento de La Paz.
En el viaje hacia el lago Titicaca es inevitable no admirar la larga hilera de montañas de la cordillera Real, entre el imponente Illampu-Ancohuma en Sorata, el Condoriri de las alas extendidas y el casi inexpugnable lado norte del Huayna Potosí alteño. Ahí, en esa mezcla de ponchos blancos, se encuentra el Chachacomani, un cerro escondido que, de a poco, está siendo conocido principalmente para practicar montañismo.
El reto de ascender esta montaña de Los Andes fue lo que atrajo al país al italiano Alessandro Gallucio, glaciólogo aficionado, integrante del Servizio Glaciologico Lombardo, una organización de voluntariado que se dedica a la investigación y al seguimiento del entorno glaciar de Los Alpes. Al quedar encantado con este nevado de 6.074 metros sobre el nivel del mar (msnm), a Gallucio le surgió la idea de iniciar un estudio sobre los niveles de hielo en este achachila oculto.
¿Por qué es importante hacer esta medición? Davide Vitale —un belga que eligió Bolivia como su lugar de residencia hace varios años y ahora es instructor de la Unidad Académica de Peñas, en la provincia Los Andes— explica: “Si queremos evaluar los recursos hídricos del glaciar, no son tan importantes los metros lineales o las superficies. El dato más importante, para el consumo humano, es el balance de masa equivalente a agua, es decir el espesor perdido en la zona baja más el espesor ganado en las zonas altas, donde se acumula la nieve, multiplicado por la densidad zona por zona”. Es decir, lo que más interesa es calcular cuál es la cantidad de agua que pierde este cerro de manera definitiva.
De acuerdo con un estudio de Álvaro Soruco y otros especialistas del Instituto de Investigaciones Geológicas y del Medio Ambiente de la UMSA, los glaciares de la cordillera Real aportan con el 15% del agua que se consume en las ciudades de La Paz y El Alto, mientras que en época seca aumenta al 27%. Por esa razón, el estudio en Chachacomani es importante, ya que el hielo derretido se transforma en agua que da vida a parte de la población de la zona lacustre.
Sin apoyo privado ni estatal, Gallucio buscó respaldo en su país para adquirir los equipos científicos y reclutar a más personas con el fin de hacer realidad el proyecto que había iniciado cuatro años antes. Como resultado, en 2018, llegaron 15 voluntarios del país europeo.
Durante ocho gestiones, el equipo —auspiciado por el Servizio Glaciologico Lombardo, la Unidad Académica de Peñas, la parroquia también de Peñas, además del Consulado de Bolivia en Milán, con la agilización de la importación de algunos equipos de medición — llevó a cabo un trabajo arduo de medición.
En el tiempo de investigación, tanto italianos como bolivianos tenían el mismo ritual con la montaña: caminatas extenuantes de dos a tres días para subir a las faldas del cerro, oxígeno insuficiente, bajas temperaturas, sueños entrecortados y botas de goma necesarias pero incómodas. En contrapartida tenían el acompañamiento de vizcachas curiosas, algunos tímidos venados, zorros astutos y un panorama que muy pocos han podido conocer.
Era también un ritual que antes de que aparecieran los primeros rayos solares en el horizonte, algunos derritieran hielo para el desayuno, mientras otros alistaban los equipos de seguridad y los últimos cargaban las coordenadas del GPS. A los pocos minutos, con el sol también llegaban las tazas con mate caliente y marraquetas, ideales para que los italianos, los cinco estudiantes bolivianos y los cinco guías de montaña recobren sus energías.
Durante ocho años, en las faldas del nevado, el equipo técnico se dividía en dos: el primero trabajaba con una vaporella —equipo que lanza agua caliente por una manguera para introducirse en el hielo—. En un buen día se podía perforar 12 metros, profundidad suficiente para colocar las balizas —un objeto largo que sirve como señalizador—, que sirvieron para medir cuánto hielo perdió el Chachacomani en determinado periodo. El otro equipo se dedicaba a medir la franja que divide la roca y el hielo, y la altura de los acantilados, con el objetivo de tener datos fidedignos sobre el espesor de la masa de hielo.
“Cuando volvías después de un año notabas que la baliza que habías plantado hasta la cabeza sobresalía dos metros, porque se habían perdido dos metros de hielo”, rememora Vitale. De acuerdo con este montañista e instructor, los estudios se llevaron a cabo desde 2018 hasta 2023, para lo cual utilizaron, además de balizas y una vaporella, un dron, cintas métricas, un GPS referencial y otros equipos de medición.
El resultado de estas mediciones es preocupante: durante cuatro años, el Chachacomani ha perdido, de manera definitiva, 36 millones de metros cúbicos de agua. “Para que un glaciar tropical esté en una condición de equilibrio, es decir que ni crezca ni rebaje, necesita que el 70% de su superficie esté cubierto con nieve nueva del año, para que se genere el hielo. Vemos que año tras año, al final de la época seca, está cubierta entre el 40% y 50%, pero nunca la cantidad suficiente”, revela Vitale.
¿La conclusión? “Si el clima se mantiene como está ahora, el nevado de Chachacomani perderá más de cobertura. Si la temperatura sigue subiendo, el cerro puede llegar a perder todo su hielo”, añade.
“Muchos glaciares bolivianos, como el Chachacomani, nunca han sido estudiados y no cuentan con ningún programa de seguimiento; sin embargo, desempeñan un papel muy significativo para comprender el alcance del cambio climático global y local, pero sobre todo representan una importante reserva de agua. Muchos centros urbanos del altiplano boliviano, como El Alto y La Paz se abastecen de agua procedente de los glaciares en un porcentaje considerable que es importante conocer (…). Las reservas de agua para consumo humano se reducen cada vez más debido a la creciente demanda estimulada por el crecimiento demográfico debido a la migración desde el interior del país. Este aumento, sumado a los efectos de la vulnerabilidad y el cambio climático, anuncia una tendencia que reducirá cada vez más la disponibilidad de agua”, indica parte del informe del Servizio Glaciologico Lombardo.
“Hemos analizado los datos meteorológicos de la estación de Ichucota (en el municipio de Batallas), la más cercana y que tiene un clima comparable. Si bien las precipitaciones en los últimos 30 años se han mantenido, las temperaturas han aumentado cuatro décimos de grado, eso corresponde a casi 100 metros de elevación de desnivel en el límite de los hielos persistentes”, explica Vitale. Ello quiere decir que, si bien las precipitaciones pluviales se mantienen, el aumento de temperatura —resultado del calentamiento global— hace que Chachacomani y otros nevados pierdan nieve que no se recuperará, y que el manto blanco que embellece el camino al lago Titicaca, tal vez, en unos años vaya a desaparecer.
¿Qué se puede hacer? De acuerdo con la ONG española Oxfam Intermón, una de las soluciones para reducir los efectos del calentamiento global consiste en incentivar la economía agraria, un sistema sostenible anterior a la capitalización de la producción, y lograr acuerdos entre Estados para reducir los gases de efecto invernadero.
Pero no todo depende de los ámbitos gubernamentales, sino también desde la individualidad, como la generación de menos basura, desplazamientos en transporte público, en bicicleta o a pie y el consumo de menos energía eléctrica o combustible fósil, aconseja la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Por lo pronto, este deshielo está ocasionando que animales silvestres como las vizcachas, venados, zorros y cóndores emigren para hallar mejores condiciones, y que en ese movimiento estén condenados a su extinción. Por otro lado, poblaciones como Achacachi, Huarina y otras por donde pasan las aguas del deshielo corren el riesgo de quedar secas y convertirse en parte de un triste final del escondido Chachacomani.
Venezuela celebra Navidad desde octubre. Ya sea en el Aeropuerto Internacional de Maiquetía Simón Bolívar o en las calles del estado La Guaira, los incontables focos y adornos recuerdan el nacimiento de Jesús. Es, tal vez, lo primero que impresiona a los bolivianos que formaron parte del primer vuelo de Boliviana de Aviación (BoA) a aquel país sudamericano.
Sebastián Michel, embajador de Bolivia en Venezuela, recuerda que, a finales del siglo XX, los vuelos entre los territorios boliviano y venezolano eran constantes —a través de la extinta Lloyd Aéreo Boliviano (LAB)—, pues Caracas era la ciudad desde donde se hacían conexiones hacia todo el mundo.
Después de varias décadas de ausencia, era necesario volver a conectar ambos países por la vía aérea. Ronald Casso, gerente general de BoA, afirma que la aerolínea nacional tiene vuelos a Sao Paulo (Brasil) y Buenos Aires (Argentina), “y es ideal que ese flujo lo complementemos con otros mercados como Caracas”. Pero ese no es el único objetivo.
Como parte de los acuerdos entre ambos Estados, 14 jóvenes bolivianos —de diferentes regiones— fueron becados para estudiar Medicina Integral Comunitaria en la Escuela Latinoamericana de Medicina Dr. Salvador Allende (ELAM), en la capital venezolana.
Para Emerson Nina es una experiencia única. Primero, porque es la primera vez que se aleja de su natal Caranavi y, segundo, porque estudiará durante seis años y medio en la universidad. “Siento un poquito de miedo porque mi familia está un poco lejos; pero, una vez que termine la carrera, quiero volver al lugar donde nací, como médico, para trabajar y ayudar a la gente que necesita”, afirma el joven de 21 años, quien, apoyado en la ventana del avión, mira el horizonte con una mezcla de tristeza y mucho de esperanza.
El vuelo de algo más de cuatro horas entre Santa Cruz de la Sierra y La Guaira es una invitación para quedarse a ver el inmenso mar de bosques amazónicos, que tienen inacabables ríos que parecen serpientes gigantes que se abren paso entre la vegetación, hasta llegar al mar Caribe, que forma parte del océano Atlántico.
Nada más llegar al aeropuerto venezolano, lo primero que llama la atención son los focos y adornos navideños de finales de octubre, algo que se repite en las calles del territorio venezolano.
Esta región es por demás interesante desde el ámbito histórico, pues fue un puerto apetecido por piratas neerlandeses e ingleses, por lo que la Corona española fortificó los ingresos marítimos, algo que se nota por algunos cañones antiguos que actualmente forman parte de los ornamentos citadinos.
En las faldas de los cerros Colorado y Caído, la delegación boliviana se detiene en el Casco Histórico de La Guaira, que era el eje del comercio entre Europa y América, y que en la época republicana se transformó en un bastión para repeler las invasiones extranjeras.
“En el Himno a Venezuela dice: ‘Seguid el ejemplo que Caracas dio’. La gente aquí dice: ‘El grito que La Guaira dio’, porque pensamos que la independencia comenzó aquí”, asevera Helianta Cruz, una reconocida actriz de teatro y de televisión.
Recordada por haber participado en telenovelas como Inés Duarte, secretaria, y Cara Sucia, entre otros, ahora lleva un vestido de la época colonial y no deja de sostener la bandera venezolana. “Yo represento a Venezuela en esta ruta histórica, en la que estamos representando 400 años de historia, porque nosotros aquí, en La Guaira, dimos el primer grito de libertad, de independencia y de soberanía”, recalca la actriz.
Tiene razón. El 28 de febrero de 1761, José María España y Manuel Gual fueron protagonistas de un movimiento de emancipación contra la Corona española, que luego se irradió hasta Caracas. En esta movilización también se destacó Josefa Joaquina Sánchez —esposa de España—, quien diseñó, de manera clandestina, una bandera de liberación. Al conocer esta parte de la historia de La Guaira es irrefrenable relacionar a Josefa Joaquina con Helianta.
Desde hace más de un año, más de 50 actores, músicos y artesanos protagonizan una representación histórica de 400 años de historia de Venezuela, en especial de La Guaira, en la calle Bolívar, que retrotrae a las épocas coloniales, con casas de zaguanes amplios que dan paso a patios empedrados, balcones relucientes y paredes que tienen colores intensos, sin olvidar que hay también iluminación que recuerda que faltan dos meses para Navidad.
De repente, el bongó, la tambora, la charrasca, el cuatro y las maracas se apoderan de la calle con un contagioso ritmo de parranda. “Viva Venezuela, mi patria querida; quién la libertó, mi hermano fue Simón Bolívar”, cantan no sólo los músicos, sino también los actores y la gente que visita este lugar. Incluso los bolivianos.
Es la antesala para un repaso histórico venezolano, que continúa con la actriz y cantante Juana Castillo, quien personifica a una negra esclava de hacienda que, en su canto, incita a la rebelión del yugo español.
“Mostramos 400 años de historia de La Guaira, con la idea de que vengan turistas internos y externos”, dice Juana con una voz dulce y suave, que se transmuta en intensa y fuerte cuando le toca relatar pasajes históricos de su país.
La calle adoquinada se transforma en una correa que transporta a los visitantes a una representación de los caribes, pobladores originarios de esta parte del país; a la conspiración independentista de José María España y Manuel Gual; el encuentro entre José María Vargas —patriota y luego presidente de Venezuela— y Simón Bolívar; la declaración de independencia, del 19 de abril de 1810, y un espectáculo artístico de pintura.
En un par de horas, 400 años de Venezuela transcurren por una calle colonial, con zaguanes, balcones y rejas, con Juana Castillo que actúa como una esclava y Helianta Cruz que representa a Venezuela, con una Venezuela de gente muy amable, de playas imborrables en la memoria y con una promesa, para el visitante, de retornar para seguir conociendo los rincones del país de Bolívar.
Con charango en cielos venezolanos
El primer vuelo tenía que ser especial. Cuando el Boeing 737-800 de BoA sobrevuela el océano verde de Amazonia, la artista boliviana Luciel Izumi desenfunda su charango y comienza a interpretar un huayño, un caporal y termina con la infaltable Viva mi patria Bolivia. “Es la primera vez que hacemos un show así, saltando como caporales, de un lado a otro. Ha sido algo muy hermoso”, confiesa Luciel, ya en tierra venezolana.
Ronald Casso, gerente general de BoA, afirma que la nueva ruta aérea entre Bolivia y Venezuela generará mayor movimiento de exportaciones e importaciones entre ambos países, además de generar recursos a la empresa estatal.
“Empezamos el desafío comercial para hacer que esta ruta sea rentable y salga un buen servicio hacia ambas poblaciones, pero nos interesa hacer conectividad hacia otras ciudades y otros países de Sudamérica”, añade.
El objetivo —según el ejecutivo de BoA— es convertir el Aeropuerto Internacional de Viru Viru, en Santa Cruz de la Sierra, en un hub desde donde haya vuelos no sólo a Caracas (Venezuela) sino también a La Habana (Cuba), Lima (Perú), Sao Paulo (Brasil), Buenos Aires (Argentina).
A ello se deben sumar los vuelos a Madrid (España) y Miami (Estados Unidos), además de su próxima salida a Asunción (Paraguay), sin olvidar que se esperan los permisos correspondientes para llegar a Santiago de Chile y Bogotá (Colombia).
Según la Cámara de Exportadores, Logística y Promoción de Inversiones de Santa Cruz (CADEX), tener llegada directa a Venezuela abre posibilidades para incrementar las exportaciones con soya, productos cárnicos y aceite, sin olvidar la quinua, chía y castaña.
El viceministro de Turismo, Íver Tórrez, dice que 2019 fue el mejor año de ingresos económicos en el ámbito turístico, pero que con la pandemia del coronavirus y los conflictos sociales los índices bajaron. Por ello espera que estas conexiones permitan mejorar los resultados.
En cuanto al intercambio cultural, Luciel es un ejemplo de ello cuando, en el Casco Histórico de La Guaira, saca otra vez su charango para interpretar Viva Venezuela, mi patria querida, junto con músicos y actores venezolanos.
En sus 22 años de vigencia como la mayor cita empresarial de la sede de gobierno, la Feria Internacional de La Paz (Fipaz) 2023 se propone sobrepasar los 200.000 visitantes y superar los $us 50 millones en la rueda de negocios.
Desde aquel lejano año 2001, cuando la Fipaz abrió sus puertas por primera vez, ha habido muchos cambios, cuenta Fernando Dick Mealla, presidente ejecutivo de la Fipaz, en una entrevista en el programa Piedra, Papel y Tinta, conducido por Claudia Benavente, de La Razón Digital.
“Antes se hacían ferias en el Coliseo Cerrado (Julio Borelli), un campo deportivo donde había mucha incomodidad”, rememora Dick acerca de los primeros intentos por activar la economía a través de una exposición masiva.
En 1995, con el apoyo de empresarios y micro y pequeñas empresas, y luego de una huelga de hambre, se logró que el Gobierno de entonces otorgara, en la modalidad de usufructo, un terreno en Bajo Següencoma, en la zona Sur paceña, añadió el ejecutivo.
Esa área se transformó, en 2014, en el Campo Ferial Chuquiago Marka, donde cada año se lleva adelante la exposición más grande del occidente boliviano, además de otras actividades culturales y de emprendimiento.
“Nos catalogamos de estar entre los mejores eventos de Bolivia, pero creemos que podemos ser más, por la calidad, por la producción y por todo el sector productivo del departamento (de La Paz) y del país”, sostiene Dick.
En ese sentido, el objetivo de la Fipaz 2023 es superar el ingreso de 200.000 personas durante los 12 días de la exposición y llegar, al menos, a los $us 50 millones en ventas. Para ello, como todos los años, presentan varias novedades.
Novedades. La avioneta antigua que es expuesta en el ingreso al campo ferial es antesala a la temática de este año. Después de armar cascadas y un ambiente medieval en anteriores años, para la presente gestión se apostó por una ambientación espacial, donde los visitantes pueden sacarse fotos.
Además de los tres bloques —Rojo, Amarillo y Verde—, que albergarán a más de 650 emprendimientos, la Fipaz habilitó el denominado patio verde, que tiene espacios para el entretenimiento, especialmente para los niños, con una variedad de juegos, un muro de escalada y camas elásticas, entre otros.
En cuanto al entretenimiento para los mayores, el campo ferial tendrá una extensa variedad de presentaciones musicales y de danza, como la agrupación folklórica Chila Jatun, el cantante y productor musical Bonny Lovy, la artista Maisa Roca y el músico Luis Vega, principalmente.
“Lo interesante es que no será solo el escenario principal, porque los stands presentarán invitados especiales”, recalcó el principal ejecutivo de la Fipaz.
Además de los stands de ciudades invitadas como Oruro, también se tiene la presencia especial de delegaciones de Alemania, Brasil, Colombia, Perú, Uruguay y Chile.
Como cada versión, la feria multisectorial se caracteriza por novedades en el sector manufacturero, automovilístico, inmobiliario, artesanías y en otros emprendimientos.
Desde el miércoles 25 de octubre hasta el domingo 5 de noviembre, la gente tendrá la posibilidad de conocer más de 650 emprendimientos de pequeñas, medianas y grandes empresas nacionales, además de otras sorpresas.
“La feria genera más de 3.500 fuentes laborales externas y eso nos motiva a seguir creciendo”, aseveró Dick Mealla.
Costos. Para ingresar al Campo Ferial Chuquiago Marka, las personas menores de nueve años pagan Bs 15, mientras que la entrada general vale Bs 30. Con el fin de permitir la mayor cantidad de asistencia, los cumpleañeros tendrán ingreso gratuito, habrá ingreso de dos personas por un boleto, además de facilidades para las familias.