Mirar para volar Georg Stege, fotógrafo
Imagen: GEORG STEGE
Imagen: GEORG STEGE
Una muestra fotográfica con piezas de la colección Stege se exhibirá del 10 de octubre al 25 de noviembre en el Centro Cultural de España en La Paz
Bultos, aguayos, cholas con manta y sombrero entre la mercadería, un hombre montando una pierna sobre los fardos, tal vez acomodándose, tal vez a punto de saltar: el camión de carga está que revienta y, visto desde atrás, parece avanzar lento por una calle del mercado Rodríguez. De pronto, desde un costado de los altos de La Paz vemos la hoyada, sus casas, sus pocos edificios. De pronto, estamos entre el tumulto después de un desfile: una niña guaripolera ya no agita los brazos y camina con calma. De pronto, imaginamos el trazo que dibujará en el cielo un avión que está a punto de despegar. De pronto, la avenida Camacho de noche, sin un alma que la atraviese, parece un frame de Taxi Driver. Luces, silencio, un hombre con una cámara.
Ver las fotografías de Georg (Jorge) Stege (1917-2000) es trajinar La Paz de los años 50, 60 y 70, andar de arriba a abajo a través del color, las texturas, las cosas y la gente de un espacio en una época. Él, un boliviano-alemán que trabajó toda su vida en la fábrica familiar de embutidos, toda su vida nutrió un oficio y una pasión: la fotografía. Con una energía desbordante que lo llevó a recorrer y capturar la ciudad y el país que sintió e hizo suyos, Stege fue un coleccionador de momentos que, cámara en mano, fabricó con imágenes la memoria de su paso y, casi sin ambicionarlo, sembró su mirada en la historia colectiva y fotográfica de Bolivia.
Su legado revive hoy. Prácticamente desconocida en la historia de la fotografía del país en el siglo XX, la obra de Georg Stege es el objeto de una exposición en La Paz, su ciudad, más de dos décadas después de la muerte de su creador. La muestra es el primer punto de llegada de un ambicioso proyecto de preservación, catalogación y difusión del archivo fotográfico de Stege, resguardado durante varios años en Cochabamba —la ciudad donde el fotógrafo pasó sus últimos años— por sus hijos Klaus y Christine Stege, y en la actualidad, conservado en la Fundación Flavio Machicado Viscarra (FFMV), luego de la donación de la familia. Con el apoyo del clúster EUNIC en Bolivia, la exposición Mirar para volar —abierta del 10 de octubre al 25 de noviembre en el Centro Cultural de España en La Paz (avenida Camacho 1484, Edificio Casa de España)— incorpora la visión de Stege en la fotografía de la cultura boliviana y la refresca, ofreciendo a los ojos del público, investigadorxs y artistas una parte sustancial de un catálogo de más de 8.000 imágenes de diversos lugares, paisajes, naturalezas, rostros y objetos de Bolivia y otros espacios del mundo.
Fotógrafo a medio tiempo, pero en serio
Christine recuerda que su padre les enseñaba sobre fotografía desde que eran niños. “Yo quería entrar al laboratorio, pero él tenía miedo de que me meta los químicos a la boca, o algo así. Me decía: ‘tienes que agarrar la puerta para que no se abra’. Y lo hacía”. Y también miraba lo que hacía su padre: en el cuarto oscuro, Georg Stege trabajaba el balance entre la luz y la sombra, reencuadraba sus negativos, escogía el papel, experimentaba, buscaba la perfección en sus imágenes. Se enamoró de su segundo oficio —el primero: empresario— muy probablemente desde que lo conoció en la adolescencia, cuando estaba en un internado en Alemania, donde sus padres lo enviaron a sus 12 años desde La Paz, luego de que le diagnosticaran reumatismo. Su fascinación lo llevó a estudiar fotografía y artes gráficas en Braunschweig, después de haber pasado más de seis años en el ejército alemán y haber vivido la experiencia de soldado y prisionero en la Segunda Guerra Mundial. Al volver a Bolivia, en 1948, sus padres quisieron que trabaje junto a su hermano Reinhardt en la empresa familiar. Así fue, pero las obligaciones no eclipsaron su pasión y Georg Stege decidió dedicarle tiempo, trabajo sostenido y cariñoso esmero a ser, también, fotógrafo; a un “medio tiempo” que, mirando su archivo, parece todo el tiempo del mundo. En estas imágenes hay amor, mucho amor al oficio.
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Stege era un hombre ordenado y esto puede verse en el archivo que dejó y que hoy se abre al mundo. Ya establecidos en Europa hace varias décadas, en sus últimos viajes a Bolivia los hijos Klaus y Christine decidieron donar gran parte del archivo fotográfico de su padre a la FFMV. “Estas fotos contienen la historia y la cultura de Bolivia, entonces deben permanecer aquí. A través de estas imágenes podemos ver los cambios que han ocurrido en el país, son la memoria de una época”, explica Klaus. La donación —que ocurrió en dos etapas, en 2017 y 2022— consiste en 3.852 fotografías positivas en blanco y negro y 5.111 diapositivas a color. Las imágenes, realizadas con dos cámaras, con diferentes tamaños, soportes y materiales, llegaron a las manos de Cristina Machicado de la FFMV ya con una organización y clasificación dadas por el propio fotógrafo.
Stege guardaba sus imágenes según el lugar, la temática o algún aspecto técnico (Irupana, Yungas, animales, danzas, indios de Laja, lago Titicaca, flores, macro, Beni Pampa, entre otras etiquetas), en carpetas o cajas de diferentes dimensiones, lo que deja ver la pasión del fotógrafo por el material. “Era súper organizado. Hay un cariño por el oficio que se muestra en la importancia que le daba a la elección de materiales y el orden que le daba a su trabajo. Mandó a construir un mueble para guardar sus fotos, pensaba incluso en cómo empaquetarlas y llegó a hacer pequeñas pinturas a manera de ‘portadas’ de algunos de sus folders”, explica Cristina.
Ante el volumen del archivo —uno de los más completos de una época de la que no tenemos abundante memoria fotográfica—, el proyecto de preservación amplió su rango. Cuenta Cristina que “Stege salía y viajaba a fotografiar con varias cámaras y hay varias imágenes reveladas en diferentes tamaños, o que las encontramos también en las diapositivas a color. Él probaba y evaluaba su trabajo. Pienso que era un artista porque, con estos gestos, vemos que estaba construyendo una obra”. Con esta intuición y la certeza de la contribución de la difusión de los archivos para la historia y la investigación en diferentes ámbitos, el legado de Stege nos impulsa hoy a mirarnos con otros ojos.
La fotografía: un espejo, un avión
Stege no solo fotografió la vida de La Paz, su ciudad. Era un aficionado inquieto que viajó mucho y registró sus experiencias e intereses a través del lente fotográfico. Según el español Claudi Carreras —editor y director de proyectos visuales, curador de la exposición de Stege—, con la fotografía el boliviano-alemán “quería aprender y aprehender el país, llevárselo a casa y organizarlo en cajas y carpetas, porque era algo que lo desbordaba. Tenía una necesidad de comprender Bolivia a partir de sus imágenes”. Carreras piensa que Stege reconectaba consigo mismo y con el otro en el viaje, y que de manera integral, fotografiar para él significaba explorar, planear, volar. “Era un fotógrafo compulsivo y pienso que eso muestra que este oficio fue para él no solo un mecanismo de recorrer el territorio boliviano, sino también una búsqueda muy profunda de quién era él en este entorno”.
Stege entendió la práctica de la fotografía como el despliegue de una travesía de múltiple faz, un camino de alternativas en las que el registro y el trabajo con las imágenes configuraba un tiempo presente y vivo de cara a otro, próximo. Para Sabine Hentzsch, directora del Goethe-Institut La Paz y presidenta del clúster EUNIC en Bolivia, “el archivo de Stege es un patrimonio porque nos muestra la potencia de recordar de dónde venimos para ver a dónde vamos. A través de la mirada de Stege podemos ver cómo se construyen y entrelazan las identidades de un país”. También pensando en lazos, cruces y contactos, Cristina Machicado entiende este archivo como un almacén de información y material para diversidad de campos de investigación. Por esto, con el apoyo de la Fundación SOLYDES, el proyecto también abrirá un catálogo en línea de la obra fotográfica de Stege, una propuesta de organización de este archivo con herramientas para “ampliar las entradas a usuarixs con diferentes intereses: desde cambio climático y biología, hasta urbanismo, arqueología, historia de la cultura, música e incluso joyas e indumentaria”.
Lo que hacen las imágenes de Georg Stege es ponernos a conversar, conectar e imaginar. Como su hija Christine que, a través de una fotografía del Illimani al amanecer desde el Valle de las Ánimas, viaja al momento en que la mirada de su padre encuadraba el paisaje, todos quienes nos sumergimos en estas fotos podemos sobrevolar por memorias propias, tan íntimas como colectivas. Con el archivo de Stege y su primera exposición, el hangar se abre y los ojos aguardan el despegue.
Texto: Mary Carmen Molina Ergueta
Fotos: Georg Stege, de la Colección Stege del Archivo Histórico de la Fundación Flavio Machicado Viscarra