Sebastian Masuda, microcosmos de la forma y el color
El afamado artista japonés compartió en La Paz sus miradas sobre la filosofía del kawaii.
El ser humano crea vínculos muy especiales con los objetos. Durante su vida, uno se relaciona con sus cosas preferidas, te acompañan, te definen y forman parte de tu microuniverso”, explica el japonés Sebastian Masuda sobre la esencia de su trabajo. Actor en los inicios de su carrera, continuó luego con el diseño de moda e impuso el colorido y la alegría del kawaii (“bonito” o “tierno”, en español) concepto que ha evolucionado hacia la dirección de arte y, finalmente, el arte contemporáneo. “El kawaii es más que solo colores, lo importante es capturar la esencia de uno mismo. Tiene que ver con la autenticidad”, expone.
Masuda (1970) llegó a La Paz para crear una pieza de su proyecto Time After Time Capsule, una instalación performática iniciada en 2015 y que culminará en 2020, en un montaje en Tokio para las Olimpiadas en que se exhibirá una torre con cápsulas transparentes con forma de osito Teddy, Hello Kitty u otros íconos de la cultura pop nipona, llenadas con mensajes para el futuro en 15 ciudades del mundo y que serán devueltas a sus respectivos países en 2035, 20 años después de iniciado el proyecto.
“Todo puede pasar en 20 años”, dice el además Embajador de la Cultura Pop Japonesa —título otorgado por la Agencia de Turismo de su país—, pues es el tiempo que le tomó despegar a su carrera artística. Masuda adoptó el nombre latino de Sebastian como una cábala para la buena fortuna proporcionada por una máquina durante un paseo. “Y 20 años después de elegir mi nombre artístico estoy aquí”, acota.
De niño, el artista encontraba alegría y felicidad en los colores que decoraban el festival japonés del Omatsuri. Esa imagen volvió a su mente cuando en los 90 se percató de que los jóvenes en Tokio vestían prácticamente de negro. Entonces abrió una tienda llamada 6%DOKIDOKI en un espacio pequeño en Harajuku y empezó a proponer estilos de gran colorido, con elementos relacionados con la niñez y materiales como el plástico y el peluche. Memoria de la felicidad. Sin embargo, una lluvia de críticas cayó sobre él, acusándolo de infantil, sobrecargado y menospreciándolo por usar materiales que se consideraban poco nobles, como el plástico. Masuda se mantuvo firme en su propuesta hasta conquistar el gusto de los jóvenes que transitaban por la famosa calle; así Harajuku que se convirtió en una pasarela de variados estilos. El kawaii había llegado.
El éxito de su tienda —que ofrecía productos con atrevidos diseños y texturas, además de alocados homenajes a personajes del manga, animé y cultura pop en general— comenzó a llamar la atención de los medios locales e internacionales, convirtiéndolo en poco tiempo en un ícono del kawaii que surgía como tendencia. Pero su proyección mundial se dio gracias a la hoy icónica cantante y modelo pop Kyary Pamyu Pamyu. “Era una asidua compradora de la tienda. Y cuando tuvo la oportunidad de grabar su primer videoclip, exigió a la producción que yo me encargara del diseño de arte. Ella estaba muy nerviosa con el proyecto, por eso decidí crear para el video el ambiente de su cuarto, un lugar donde ella se sintiese segura”, cuenta.
Por cuestiones de presupuesto, y sobre todo de concepto, cada uno de los objetos que se ven en este videoclip iniciático fueron proporcionados por Masuda. Carritos, muñecas, macarrones, trenes, osos y miles de piezas más que conforman el imaginario del autor dieron pie a líneas de moda, decoración y diseño que siguen marcando tendencia. Artistas como Katy Perry, Nicki Minaj y otras estrellas pop mencionan su trabajo como inspiración.
El trabajo con Kyary derivó en la creación de los sets de sus giras y conciertos, así como el arte de videos como Candy Candy —un escenario de algodón de dulce real—, Tsukematsukeru —en que incluyó en el vestuario guiños a las pestañas que la artista comercializa—, Furisodeshon —una celebración a los 20 años de edad de la cantante en rojo y blanco— y Fashion Monster —con instrumentos realizados con chatarra y antigüedades, como la guitarra de tornillos, ollas y un teléfono—.
Luego de crear espacios iniciáticos de esta subcultura como el Kawaii Moster Cafe Harajuku, la reflexión artística llevó a Masuda a crear instalaciones y tener exposiciones en Tokio, Miami, Milán y Nueva York, donde da cátedra en japonés, a pedido de sus estudiantes —“por eso no he aprendido muy bien el inglés”, comenta—. Su muestra individual Colorful Rebellion – Seventh Nightmare consiste en siete habitaciones intervenidas con el kawaii como forma de explorar miedos y vivencias. “No todo es alegría en el kawaii, tiene su lado oscuro. Por eso es una forma de profundizar en tu interior y conocer lo que realmente te define. El kawaii es por concepto inclusivo y está abierto a todos, nada está mal, pues es un reflejo de nuestro microcosmos”.
Por eso, esta muestra —exhibida en Japón, Italia y EEUU— recrea a través del lenguaje kawaii las pesadillas del autor, como Deseo, Futuro, Ilusión, Destino, Trauma y Realidad. Finalmente, en Autoidentificación dedica una sala aparentemente inacabada, donde el blanco sirve de interpelación para hacer que la obra refleje la pesadilla del propio espectador.