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‘Black Panther’, una película con mucho por enseñar

La primera película dedicada al superhéroe de Marvel Pantera Negra gira alrededor de un país que se encierra en torno a sus recursos.

/ 14 de marzo de 2018 / 12:58

Black Panther (dirigida por Ryan Coogler) es una película de superhéroes basada en el personaje de Comic Pantera Negra. La historia se suscita principalmente en Wakanda, nación africana ficticia del universo Marvel. Esta nación catalogada por el mundo occidental como tercermundista, es la más desarrollada de varias naciones africanas ficticias de ese universo; y, es el hogar de Pantera Negra (Chadwick Boseman).

Esta nación era gobernada por T’Chaka, quien fue brutalmente asesinado, derivando a que T’Challa, su hijo, asuma el trono. Al inicio, el largometraje nos muestra que esta sucesión hereditaria del trono no es más que un reflejo del sistema monárquico que ha desatado innumerables revoluciones en el mundo contra el absolutismo a lo largo de la historia, esencialmente en la edad media.

No obstante, vemos cómo Wakanda tiene su propia forma de democracia. Las tribus “río”, “minería”, “comerciante” y “frontera” tienen la opción de disputar el gobierno de Wakanda frente a la tribu Jabari, la actual gobernante. Finalmente, después del proceso democrático, basado en usos y costumbres propios, los Jabari se mantienen en el poder, encabezados por Pantera Negra.

¿Por qué es tan importante gobernar esta nación? Wakanda es un país rico en vibranium, un metal ficticio obtenido de asteroides que posee propiedades sorprendentes, entre ellas podemos citar que es extremadamente ligero, resistente a cualquier tipo de proyectil y absorbe toda la energía vibratoria (por ejemplo, el sonido). Estas características hacen que el costo del mineral sea altamente cotizado en todo el mundo.

La inteligencia, el liderazgo y la nobleza de T’Challa —actual Pantera Negra y gobernador de Wakanda— ha logrado que el vibranium industrialice, alcanzando los topes más altos de la ciencia y la tecnología. Sin embargo, para este líder no todo fue color de rosa, tuvo que enfrentar a fuerzas externas norteamericanas que querían sustraer los recursos minerales del territorio que actualmente gobierna. Finalmente, tras haber tomado decisiones correctas y haber librado un par de batallas, logró que los minerales sigan en manos de los wankandianos. Por el momento.

La película también nos muestra que su democracia posee una especie de revocatorio, que básicamente consiste en que la persona que plantee este proceso puede asumir inmediatamente el poder, en el caso de lograr una victoria, previos requisitos de forma.

Precisamente, la historia muestra que T’Challa es revocado y pierde el poder. El “retador” empieza a gobernar Wakanda con el único objetivo de utilizar el vibranium de forma contraria a los intereses del pueblo. Ante esta situación el país está dividido, entre quienes exigen que se respete el “proceso democrático” y quienes exigen que T’Challa vuelva al poder por que el resultado de ese proceso no habría sido válido, por una serie de cuestiones.

Quienes juegan un rol protagónico en esta batalla son las mujeres a través de las Dora Milaje o correctamente llamadas “guerreras de Wakanda”. Ellas son quienes logran finalmente que T’Challa gobierne nuevamente su país.

En el colofón de la cinta, se aprecia que los logros alcanzados por este país, quieren ser llevados a todo el mundo, para que todas y todos vivamos en un lugar mejor. No obstante, los países de “élite” se burlan aduciendo que un país tercermundista no tiene nada que aportar a nivel internacional, situación que no impide que T’Challa siga trabajando en favor de los pueblos.

Esta película enseña que no se puede gobernar un pueblo sin la participación activa de todas sus naciones indígenas, sectores y población en general. Un país rico en recursos naturales siempre será atacado por fuerzas externas, para ello es necesario que la persona que los gobierne sea un líder al servicio de los intereses de su pueblo. No todos los procesos democráticos son perfectos, y menos aún sus resultados. Un Estado sin un rol protagónico de las mujeres está destinado a las ruinas. Finalmente nos enseña que por más división que exista en un país, triunfarán quienes luchen en favor de los sectores débiles. #UnidosVenceremos.

*abogado.

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Gestión del conflicto en la región y en Bolivia

Legalidad, necesidad y proporcionalidad son los criterios rectores para una acción correcta.

El ministro Eduardo del Castillo. Foto: ABI

/ 22 de mayo de 2023 / 23:19

atinoamérica se encuentra en un momento de conflictividad social media por la polarización existente entre dos bandos que dividen la sociedad en dos concepciones de la realidad distintas y antagónicas: una reaccionaria-conservadora y otra progresista-popular. A esta polarización se añade la existencia de una segunda ola de gobiernos populares que llegaron al gobierno con victorias electorales muy apretadas como Colombia, Perú y Chile, donde sus presidentes fueron escogidos en segundas vueltas. Esta polarización viene acentuándose desde el año 2015; cada país con sus propias dificultades y características.

Es en este contexto que, como Ministerios de Interior o de Gobierno debemos analizar el rol que juegan las fuerzas del orden en el manejo de conflictos sociales en la región y en el país.

Cada país es una realidad disímil a otro, y el manejo de los conflictos sociales tienen diferentes matices dependiendo la radicalidad, los fines e incluso los móviles políticos o sectoriales que determinan sus demandas, sin embargo, hay algunos preceptos universales que son transversales, no solo en la región, sino en el mundo, como el derecho a la protesta social, que se desprende del derecho a la libertad de expresión (art.18), expresado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948). En este sentido, también nuestra Constitución Política del Estado en su art. 21 habla de la libertad de asociación y de expresión como parte del capítulo de los Derechos Civiles y Políticos de los bolivianos y bolivianas.
Bajo estos criterios, desde mi cartera de Estado se busca enfrentar cualquier conflicto social: precautelando la vida de las personas que protestan y su propio derecho a hacerlo.

En este sentido existen dos tipos de análisis: uno sincrónico y otro diacrónico, el primero se entenderá en este artículo como el espacio y la comparación con otros países de la región, el segundo, se entenderá como el tiempo y la comparación con otros gobiernos que precedieron al del presidente Arce en nuestro país. Ambos análisis son indisolubles.

Comencemos por el análisis sincrónico. En esta línea analítica, podemos ver, por ejemplo, lo suscitado en Chile en la gestión 2019, cuando al menos 285 personas fueron objeto de la represión policial quitándoles los ojos a los manifestantes en contra del gobierno del expresidente Piñera, y otras decenas perdieron la vida. Asimismo, en Colombia se presentó un escenario similar, cuando el gobierno del expresidente, Duque, acabó con la vida de decenas de jóvenes que protestaron el año 2021 en contra de una reforma tributaria. El último lamentable suceso que se vivió al respecto fue en Perú, cuando el presidente Castillo fue depuesto y en su lugar tomó las riendas de su país la señora Dina Boluarte. Durante su gobierno más de 60 personas perdieron la vida en diversas protestas, acto que fue categorizado por la misma CIDH como una masacre.

En nuestro país, ya ingresando al análisis diacrónico, tenemos en los últimos años cruentos episodios que demuestran un mal manejo de conflictos por parte de los gobiernos pasados. Tenemos el recuerdo de la mal llamada “Guerra del Agua” el año 2000, cuando el gobierno del expresidente, Banzer Suárez acabó con la vida de Víctor Hugo Daza (un manifestante) y dejó 175 heridos en un intento de privatizar el agua en Cochabamba. Asimismo, se tiene el recuerdo de lo suscitado en febrero del año 2003 donde efectivos policiales y militares se enfrentaron entre sí por el anunció de un impuestazo al salario por parte del gobierno neoliberal de Gonzalo Sánchez de Lozada y Carlos Mesa. En aquella jornada murieron 33 personas, entre civiles, policiales y militares, hecho que tuvo su desenlace en octubre de la misma gestión con la renuncia del expresidente, Gonzalo Sánchez de Lozada, después de acabar con la vida de más de 60 personas (una centena de muertos si contabilizamos febrero y octubre 2003).

El año 2019, con la caída de Evo Morales y la llegada de Jeanine Añez al poder regresaron aquellas jornadas oscuras del 2003, y las fuerzas del orden instruidas por el autodenominado “Gobierno de Transición” salieron a masacrar al pueblo boliviano (indígena campesina en casi su totalidad) acabando con la vida de más de 30 personas, ejecutando una masacre como lo catalogó la misma CIDH.

Con estos precedentes, internacionales y también nacionales, nuestro gobierno a la cabeza del presidente Luis Arce enfrentó diversos conflictos sociales, entre ellos, el más descollante el paro de los 36 días en Santa Cruz y las movilizaciones violentas después del 28 de diciembre del 2022.

La violencia en estos dos hechos fue de un alto nivel de conflictividad donde se atacaron y/o quemaron decenas de edificios (incluyendo el incendio de la Fiscalía Departamental), y se “obstaculizó” el derecho al trabajo en Santa Cruz por grupos radicales provocando decenas de heridos y 4 personas fallecidas a causa del paro. De todas maneras, a pesar de ello, nuestro Gobierno basó su accionar policial en base a tres criterios reconocidos por la Organización de Naciones Unidas:

1. Legalidad: significa los medios y métodos que la Policía utiliza en el cumplimiento de su deber cuando se usa la fuerza para mantener el orden público, mismos que están regidos por un marco legal nacional e internacional.

2. Necesidad: significa que el uso de la fuerza debe ser la respuesta a una situación que represente una amenaza y que requiera una acción inmediata para evitar agravamiento. El empleo de la fuerza debe ser excepcional.

3. Proporcionalidad, que no es otra cosa que el uso proporcional de la fuerza en base a un análisis situacional del hecho.

Usando estos tres principios, estipulados y detallados en el Manual de Técnicas Básicas de Intervención Policial en el Contexto de los Derechos Humanos de nuestra Policía Boliviana aprobado el año 2021, se logró mantener el orden en estos hechos de alta conflictividad, evitando pérdida de vidas humanas y otros hechos lamentables como los suscitados en otros países de la región y en nuestro país con los gobiernos neoliberales y el mal llamado gobierno de transición de la señora Jeanine Añez.

Es importante, en este sentido, mencionar que se enfrentaron muchos conflictos en nuestro país desde la recuperación de la democracia el año 2020 con la victoria electoral del presidente Luis Arce, mas, sin embargo, es también importante mencionar que basados en estrictos manuales de uso de la fuerza y el respeto a los derechos humanos se pudo controlar estas situaciones de la manera más eficiente y responsable posible por parte de nuestras fuerzas del orden que ahora están al lado de su pueblo y no contra él.

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Puño izquierdo en alto, un símbolo

Reivindicación de la forma local de expresar militancia o adhesión por la izquierda.

/ 8 de agosto de 2021 / 14:48

DIBUJO LIBRE

Diversos partidos políticos de varias latitudes del mundo tienen símbolos que los representan. Por ejemplo, partidos como el PSOE (Partido Socialista Obrero Español), PODEMOS, también en España, el PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela), el PCC (Partido Comunista de Cuba), el FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional) en Nicaragua, el PCCh (Partido Comunista de China), etc., cantan la Internacional Socialista o canciones particulares de sus movimientos políticos con el puño izquierdo levantado, en algunos casos el puño derecho; así también otros partidos, como los peronistas en Argentina (en sus diversas ramificaciones) usan la denominada “v de la victoria” para simbolizar su movimiento político, entre muchos otros.

En Bolivia tenemos un símbolo que divide de manera taxativa el campo político y es el puño izquierdo levantado con la mano derecha en el pecho; característica de quienes somos militantes del Movimiento Al Socialismo (MAS) o somos afines a posiciones políticas de izquierda. Este símbolo fue utilizado por primera vez en la primera gestión del expresidente Evo Morales para cantar el Himno Nacional y después fue usado para que los militantes y autoridades que ejerzan funciones en el MAS juramenten antes de ser posesionados; sin embargo, fuera de la creencia de que éste es un símbolo estrictamente masista, el mismo Evo Morales dijo lo contrario, “el puño izquierdo arriba representa el antimperialismo, el anticolonialismo, el antineoliberalismo y el anticapitalismo y no es un símbolo del MAS”.

Estas palabras del expresidente, expresadas en octubre de 2018, nos permiten ampliar el espectro de análisis de esta simbología y no reducir el levantar el puño izquierdo a un ademán masista o que tenga connotaciones partidarias; al contrario, levantar el puño izquierdo representa un cúmulo de valores y posiciones ideológicas más o menos definidas, que son mucho más amplias que pertenecer únicamente al MAS.

Cuando levantamos el puño izquierdo y ponemos nuestra mano derecha al corazón no estamos siendo en estricto sentido “masistas”, aunque obviamente algunos lo seamos, sino que estamos enarbolando los principios básicos de la lucha por la soberanía y la dignidad del país: el antimperialismo, que no es otra cosa que estar en contra de cualquier tipo de injerencia política, social y/o económica que tenga por objeto dominar el país para favorecer a los intereses de las élites plutocráticas mundiales; el antineoliberalismo, que a la par del antimperialismo significa estar en contra de las ideas que pregona esta concepción política que tiene por objetivo final el saqueo de los recursos de un pueblo para favorecer a las élites criollas locales y a sus socios transnacionales; el anticolonialismo, que es oponerse a cualquier tipo de colonialismo, de subordinación y de dominación de un pueblo por parte de otro en términos económicos, culturales o políticos; y, finalmente, el anticapitalismo, que no es más que estar en contra del capitalismo y de lo que este modo de producción plantea, que es la explotación del trabajo por el capital.

Queda claro que el puño izquierdo levantado, además de ser un símbolo de resistencia y de lucha por un mundo mejor y con justicia social, no es únicamente del MAS, sino de todos los bolivianos y bolivianas que entendemos que nuestra patria no puede volver a ser presa del neoliberalismo, de la colonia o de ideologías que menoscaben nuestra soberanía como país.

(*) Eduardo Del Castillo es abogado, actual Ministro de Gobierno

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