Ciudad Sagrada del Caral
Esta civilización apareció hace 5.000 años y una muestra fotográfica en el Musef la revela.
Elementos icónicos del imperio inca como el quipu o el quechua tuvieron su origen en una civilización mucho anterior. Hace 5.000 años una sociedad organizada política y socialmente —coetánea del antiguo Egipto y las culturas de Mesopotamia— se desarrolló en lo que hoy en día es la región norcentral de Perú. Desde allí generó tecnología que compartió, pacíficamente, con otras culturas, influencia que aún sobrevive hasta hoy, así lo demuestran las investigaciones de la arqueóloga y docente universitaria peruana Ruth Shady.
“La cultura Caral construyó ciudades, pueblos y aldeas —con tecnología antisísmica— que impactaron en culturas como la nazca, moche, inka y tiwanakota. Tuvo especialistas que produjeron conocimiento en ciencia y tecnología que hoy generan admiración en especialistas a nivel mundial”.
Una muestra fotográfica, que estará abierta hasta el 5 de mayo en el Museo de Etnografía y Folklore (Musef, Ingavi 916), da a conocer aspectos arquitectónicos, artísticos, rituales y medicinales de esta civilización extinta.
Uno de los principales centros arqueológicos se encuentra en el valle de Supe, a 190 kilómetros de Lima. Allí se han encontrado cerca de 25 asentamientos. El más grande fue denominado como La Ciudad Sagrada del Caral debido a que cada edificio encontrado tiene un altar.
“Hemos encontrado 13 altares aproximadamente, todos con ductos subterráneos de ventilación que captaban la fuerza del viento para mantener fuegos permanentes. Y estaban relacionados con rituales y ceremonias que se realizaban periódicamente”, detalla Shady, una de las principales investigadoras de esta cultura y directora de este campo arqueológico.
En la ciudad resalta una construcción de casi 30 metros de altura con una plaza circular excavada a mayor profundidad que el nivel del suelo. Estructura que se repite en la parte baja de la ciudad con algunas modificaciones, la plaza es mucho mayor, mientras que el edificio tiene menos altura. Esto concuerda con la concepción de dualidad andina que se aplicó en toda la región andina a través del tiempo desde la civilización de Caral.
Tanto los ductos como la sofisticación arquitectónica permiten deducir que además de población destinada a la pesca, caza y agricultura, había un sector que trabajaba exclusivamente en el conocimiento y la tecnología, logrando avances que se intercambiaron con sociedades aledañas y alejadas.
“El manejo transversal del territorio muestra un radio de influencia de más o menos 400 kilómetros de norte a sur y de 300 kilómetros de oeste a este. Lo que nos hace pensar que no solo se trasladaron a pie, sino por vía marítima y fluvial”.
Se han encontrado huellas de productos del altiplano, como la oca, así como plumas de huacamayo, que provienen de la selva. Las excavaciones revelaron el uso de sodalita, piedra que según geólogos no puede hallarse en Perú y cuyos yacimientos más cercanos están en Bolivia.
Asimismo, aparecieron joyas hechas de spondylus princeps, un molusco propio de las aguas tropicales del extremo norte de Perú y Ecuador, y en los restos de un niño, características de la cultura chinchorro que habitó lo que hoy en día es Chile.
Un detalle interesante es que los contactos entre éstas y Caral no muestran restos de violencia. Ningún asentamiento, grande o pequeño, tiene murallas y tampoco se han develado rastros de armas o algún tipo de armadura o protección. La lengua que utilizaron para comunicarse fue el quechua. Más de 4.000 años después el imperio inca lo retomaría como lengua de intercambio, al verla tan difundida por la región.
“Esta cultura tiene por lo menos dos mensajes para nosotros. En esta parte del mundo también tenemos las condiciones humanas para crear civilizaciones tan antiguas como las del viejo mundo. Por lo tanto en el presente, si nos lo proponemos y colaboramos entre nosotros, las naciones americanas podemos desarrollarnos a la par que cualquier otra región. Y por otro lado, está su desaparición, que tuvo que ver con un cambio climático arrasador”.
Este trastorno radical de las condiciones de vida habría ocurrido en el ámbito mundial. Lo que muestra que cada cierto tiempo el planeta atraviesa cambios radicales que pueden significar la decadencia de culturas tan avanzadas como ésta. “Por lo tanto, el momento que atravesamos debe generar preocupación y acciones concretas para evitar que tragedias así puedan ocurrir”, afirma con contundencia Shady.