Engaño
Grandes empresas, públicas y privadas, hacen uso del engaño para librar de culpa a sus ejecutivos
Distorsión intencional de la verdad para inducir a alguna persona a actuar o creer de manera que beneficie a alguien, usando para tal fin técnicas como la mentira, la omisión de información, y la manipulación de hechos. Tal descripción se ajusta a lo que las ciencias sociales llaman desinformación. También funciona, aunque con matices, como descripción de la postverdad. En rigor, no es ni más ni menos que aquello que se nombra como engaño.
Existe toda clase de engaños. Desde aquellos que se presumen inofensivos y se producen por doquier bajo el nombre de mentira blanca, hasta aquellos capaces de cambiar la historia, para bien y para mal; los ejemplos abundan. Unos son estratégicos y operan a lo largo del tiempo, alimentándose de dosis homeopáticas de mentiras, que sin embargo no dejan de ser tales. También están los tácticos, que se emplean al calor del momento y buscan resolver los temas a la brevedad posible, a menudo sin medir consecuencias de mediano o largo plazo.
Consulte: Decadencia
Entre las filosofías de Oriente se considera que la vida humana transcurre detrás de un velo de engaño llamado Maya: la ilusión o la apariencia de la realidad que engaña a las personas, haciendo que perciban el mundo de manera distorsionada. Para el pensamiento marxiano, esta idea adopta la forma de una cámara oscura, ese dispositivo óptico descrito hace ya un milenio por un científico árabe, que consiste en una caja sellada excepto por un pequeño orificio, por donde penetran los rayos de luz que, al cruzarse, se invierten, proyectando la imagen de la realidad de manera invertida, tanto horizontal como verticalmente. Esta imagen representa a la ideología, entendida como falsa conciencia.
Mucho antes del siglo XIX la idea ya había sido planteada por Platón en La República, donde se dice que la existencia humana transcurre en una caverna, donde las personas solo ven de la realidad sombras de objetos que se proyectan al pasar frente a una fogata detrás de ellas. Quien se libera de la esclavitud de la caverna conoce la realidad y las cosas verdaderas, por lo que regresa para avisar al resto, pero no le creen: víctimas del engaño comprenden las cosas al revés. Han pasado más de 23 siglos desde que se escribió esta alegoría, y las cosas no han cambiado ni un ápice.
La palabra engaño proviene del verbo engañar, que a su vez tiene su origen en el latín vulgar ingannãre, derivado del término latino innocãre, que significa “hacer inofensivo” o “librar de culpa”; difícil saber si en aquellos tiempos, como hoy, la gente buscaba evadir responsabilidades a través del engaño, especialmente en comisarías, fiscalía y juzgados, y mejor si con ayuda de un abogado.
En la era de la postverdad, el engaño parece ser aún más intenso: las emociones y las creencias personales, casi siempre manipuladas, pueden dominar sobre los hechos objetivos en la formación de opiniones públicas. Eso explica no solo el ascenso de líderes con rasgos autoritarios y fascistas (sin importar el color de las banderas que agitan), sino también el éxito que parecen tener entre sus leales. Se dice que la mentira fascista es más que un simple engaño, pues los líderes que la enarbolan son víctimas a su vez de su propio engaño, y lo dan por verdadero.
Además del típicamente propagandístico e ideológico origen, probablemente, de la postverdad, existen otros engaños, como el que se produce cuando una persona busca obtener beneficio de otra. Grandes empresas, públicas y privadas, hacen uso del engaño para librar de culpa a sus ejecutivos o para mantener en la sombra manejos inescrupulosos del patrimonio ajeno, apelando incluso a muertes que parecen suicidios.
Escapar del engaño, si tal cosa es posible, pasa por reconocer su existencia y buscar la discrepancia entre lo que se sabe y lo que se cree, lo cual exige un ejercicio crítico a menudo agotador y, peor, solitario, pues consiste en poner en duda todo lo que se conoce y abandonar las certezas, que son como la roca debajo del suelo que se pisa. También sirve escuchar a quienes se han librado de la caverna y sus sombras, pero, ay, cuando se mira con desconfianza, ¿cómo se distingue quién cuenta la verdad y quién trata de engañar?
(*) Claudio Rossell Arce es profesional de la comunicación social