¿Cruzar o pedir?
La inclusión social tiene que seguir avanzando en este proceso que se ha hecho irreversible
Datos del INE indican que el 80% de la población potosina es pobre. De ese porcentaje, el 36% está en la indigencia y el 11% vive en condiciones de marginalidad, lo que presiona a sus pobladores más pobres a optar por dos caminos: cruzar la frontera para trabajar como mano de obra barata o migrar a las ciudades a pedir limosna.
“Alrededor de 9.000 niños bolivianos cruzan cada año la frontera entre Bolivia y Argentina, de los cuales no se sabe a dónde van”. Estos fueron datos proporcionados en 2008 por la Fundación Católica para las Migraciones, dependiente de la Conferencia Episcopal Argentina. Esos niños provienen de Potosí, principalmente del norte de ese departamento, así como de Cochabamba. Según esa misma investigación, llega alguien de Buenos Aires y les dicen a los padres: “Bueno, yo me voy a llevar a tu hijo a trabajar.” Y ellos contestan: “Pues llévatelo.” Entonces se los dan con documento o sin documento.
Por otro lado, la migración interna termina en mendicidad. Pedir limosna en las ciudades se ha convertido en una función delegada a las mujeres del norte de Potosí, que llegan a las urbes con varios niños y los “cultivan” en el arte de extender la mano, no importa la humillación, ni el sentido de dignidad. La pobreza es indigna en sí misma. Estos niños que han crecido pidiendo limosna, ¿qué oportunidad tienen de dignificarse?, ¿de sentirse merecedores de comida verdadera y no de sobras ajenas?
Después de ver la facilidad con que se acomodan en las calles, cuesta imaginarlos sentados en un aula escribiendo y leyendo, vestidos con sus ropas originarias lavadas y planchadas, en una casa en la que tengan una cama que no se cubra con pedazos de plástico. Parece imposible, pero es una apuesta que hay que hacer como Estado y como ciudadanos.
La estructura social en nuestro país ha cambiado. La población boliviana, mayoritariamente indígena, ahora sabe de su importancia, siente orgullo de su origen, de su idioma, de su cultura. Esto parecía imposible. La inclusión social tiene que seguir avanzando en este proceso que se ha hecho irreversible. Se trata de un avance que no se dará por decreto ni con la aprobación de una ley. La inclusión es una forma de convivencia comunitaria, como una olla común en la que se pone a cocinar lo que cada uno aporta y cuyo éxito será que alcance para todos y nadie se quede sin comer.
El Estado Plurinacional de Bolivia es diverso y esa es una de sus fortalezas, pero es desigual en el reparto de su riqueza y sus oportunidades; y esa es una de sus mayores debilidades. Si el país está bien, todos tenemos que estar bien. Si el país gana, todos tenemos que ganar, incluidos los más pobres.