Corporativismo y ‘canibalismo’ sectorial
El conflicto de Mallku Khota revela una visión política que no puede imponer el predominio del Estado
Estamos viviendo un capítulo inédito de la historia minera del país. Un ciclo prolongado de altos precios de minerales y metales en los mercados internacionales genera en el país un angustiante clima de inestabilidad social, rayano en una anomia institucional y “canibalismo” corporativo (en el sentido de lucha por el control de áreas mineralizadas), que da como resultado el estancamiento y hasta disminución de la producción minera. Las últimas tomas de minas y proyectos mineros (Mallku Khota) están fomentados por este clima de inestabilidad y por las ansias de control del excedente por el Estado, por los operadores mineros medianos, pequeños y cooperativistas y por el insurgente movimiento indígena originario campesino que, Constitución en mano, lucha por ser también protagonista.
Lo ocurrido en Mallku Khota desnuda las contradicciones entre una Constitución con muchos derechos y pocas obligaciones; una visión política gubernamental retórica pero inefectiva, que no puede imponer el predominio del Estado en éste y en otros sectores del quehacer económico; y un corporativismo ancestral cuya fuerza termina imponiéndose.
Un yacimiento de clase mundial que debiera desarrollarse con alta gerencia, intensiva inversión de capitales y tecnología de punta, terminará en la reversión de la concesión del operador South American Silver, a potestad del Estado y en un incierto futuro sobre la continuidad del proyecto atrapado entre intereses corporativos. ¿Qué pasará de ahora en adelante?
Recuerdo lo ocurrido en Amayapampa en los 90. Aquel proyecto aurífero que hacen 20 años tenía ya un estudio de factibilidad cayó también, masacre de mineros de por medio, en la lucha de intereses corporativos, que primero lo paralizaron, después lo redujeron (Capacirca era parte del proyecto, ahora es una cooperativa) y lo tienen hasta hoy en el tira y afloja que no permite su continuidad. En Mallku Khota se empieza a estudiar la prefactibilidad de una hipotética operación minera, y ya tenemos problemas al parecer graves, suponiendo que las hipotéticas “reservas” de plata, indio galio y oro pueden ser explotables económicamente. Lo cierto es que si se dan concesiones de cualquier tipo a los grupos corporativos en disputa y se permiten operaciones mineras informales mientras el Estado mida su capacidad financiera y tecnológica para tomar el control del proyecto, estaremos viviendo una historia paralela con Amayapampa y veremos en 20 años languidecer otro proyecto de clase mundial, que podría haber hecho la diferencia para dar el salto a un nivel superior de nuestra ahora alicaída industria minera.
Ambos proyectos están en el norte potosino, ambos tienen minerales preciosos y algunos tecnológicos, ambos tienen un entorno de aguerridas comunidades indígenas olvidadas por centurias, y a donde sólo llegan mineros en busca de fortuna y comerciantes de toda laya, donde todavía se respiran añejos aromas feudales y se oyen trágicas historias de colonialismo y esclavitud. Esto debiera hacernos reflexionar sobre el manejo que estamos haciendo de las pocas oportunidades de desarrollo que tiene aquel alejado rincón patrio. La vocación minera de esas tierras y de sus habitantes debiera ser un aliciente para el Gobierno y corporaciones en la búsqueda de una solución adecuada a la continuidad de tan interesante emprendimiento minero; no tendremos otra oportunidad semejante en muchos años.