Tráfico de madera
El problema surge cuando los bosques son explotados de manera irracional
Ayer, el último Informe La Razón presentó una detallada radiografía sobre el tráfico ilegal de madera que existe en el país, y la delicada situación en la que se encuentran los bosques bolivianos, amenazados por la tala indiscriminada y la acelerada deforestación, que se realiza para expandir el área urbana, ampliar la frontera agrícola y habilitar tierras de pastoreo.
Los datos fueron recogidos del último informe elaborado por la Autoridad Nacional de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierra (ABT). Entre otras cifras, este estudio advierte que en las últimas cuatro décadas la superficie boscosa del país ha disminuido en 7,5 millones de hectáreas (en 1975 era de 53,5 millones de ha; y en 2010, 46 millones de ha). Para entender esta cifra, cabe señalar que la superficie de Pando es de aproximadamente 6,4 millones de ha. Por tanto, se puede afirmar que la cantidad de bosques que se han perdido desde 1975 es superior a toda la extensión de ese departamento, el quinto en extensión de Bolivia; y es equivalente al doble de la superficie de Tarija (3,8 millones de ha).
Ahora bien, no cabe duda de la necesidad de sacrificar áreas boscosas para expandir las ciudades, acondicionar suelos para producir alimentos, o bien aprovechar la madera (insumo esencial no sólo para la fabricación de muebles, sino también para construir casas, hospitales, escuelas o puentes). No obstante, el problema surge cuando este “aprovechamiento” se lo realiza de manera irracional, bajo una lógica mercantilista que no contempla planes de desarrollo sostenible, ni respeta el bien común ni las reservas forestales.
Lamentablemente, en el país, este tipo de explotaciones no son la excepción, sino la norma. Por ejemplo, en Cochabamba, siempre según la misma fuente, apenas el 10% de las 1,15 millones de ha de bosques naturales son talados bajo planes de aprovechamiento sustentable. En el resto impera la tala irracional, la deforestación, los chaqueos e incendios. Lo mismo ocurre en otras ocho regiones del país (que incluyen seis áreas protegidas), calificadas por la ABT como zonas críticas.
En reiteradas ocasiones, en este mismo espacio se ha subrayado la importancia de conservar nuestros bosques, pues, además de albergar plantas y animales, son los responsables de generar servicios ambientales (funciones de absorción y dilución de contaminantes, mantenimiento de la composición de la atmósfera, control de inundaciones y sequías, entre otros) imprescindibles para garantizar la biodiversidad y el bienestar de las sociedades, actuales y futuras. Por ello, es de esperar que este tipo de información sirva para diseñar e implementar planes de aprovechamiento sustentable de los bosques, y sobre todo ayude a entender que esta lucha por su preservación debería incluir a propios y extraños, pues su destrucción nos afecta a todos y cada uno de los bolivianos.