Somos 10.027.254
Celebro que aún podamos ponernos de acuerdo sobre la distribución y uso de nuestros recursos.
El Censo 2012 es y será tema de discusión por varios meses. La variación de 3,5% como posibilidad de error entre los datos preliminares y los finales promete dar tema de discusión para rato. Yo no quiero ocuparme ahora de esto, dejo la discusión para quienes más saben de censos y estadísticas. Más bien quiero discutir otras ideas en torno a una cifra definitiva: somos un poco más de 10 millones de personas en un territorio de 1.098.581 km².
En el marco de la discusión sobre la despenalización de aborto, muy candente en las últimas semanas, muchas personas compartieron un argumento que inesperadamente vincula ambos temas: la idea es que el censo ha arrojado una cifra desalentadora del crecimiento de la población boliviana y, por tanto, si el aborto se despenaliza, el crecimiento poblacional será aún menor. “En Bolivia somos muy pocos” se quejaba un compañero en una reunión de discusión, e inmediatamente me surgió la pregunta ¿somos muy pocos respecto a qué? O a la inversa, ¿para qué queremos ser más?
Estas ideas se remontan a las amplias controversias que en demografía y desarrollo se discuten desde hace mucho tiempo, y que tienen base en la pregunta de cuántas personas son suficientes para un desarrollo sustentable. Que la población mundial ha aumentado de manera acelerada es algo evidente. Se estima que a comienzos de la era cristiana la población mundial comprendía 200 millones de personas; la mortalidad era alta y la esperanza de vida al nacer no llegaba a los 25 años. Hoy la mortalidad infantil se ha reducido espectacularmente de la misma manera que la esperanza de vida media se ha incrementado. Así se explica que en 1960 la población mundial llegara a 3.000 millones de personas, hoy sea de 6.900 millones y se espere que lleguemos a ser alrededor de 9.100 millones en 2050.
Estas cifras reflejan el progreso de la humanidad en términos de salud y alimentación, lo cual es motivo de satisfacción. Sin embargo, a finales del siglo XVIII, Thomas Malthus presentó una tesis pesimista ante el crecimiento demográfico conocida como la catástrofe Maltusiana. El aumento de la población, creciendo en progresión geométrica, y el de los medios de subsistencia, creciendo sólo en progresión aritmética, amenazaba un desastre humanitario. Ante ello, el control de la natalidad era indispensable para la supervivencia de la Humanidad.
Si bien la previsión maltusiana en términos históricos ha sido superada, hoy por hoy el fantasma de la catástrofe social y ambiental por la potencial escasez de recursos del planeta ha vuelto a ser tema en discusión. Pareciera ser que cuántos queremos ser tiene que ver con qué calidad de vida queremos para el conjunto de la población. Así, temas como la sustentabilidad del planeta, el equilibrio entre seres humanos y naturaleza, la adaptación al cambio climático y la sustentabilidad de la vida retoman la discusión en torno al necesario control del crecimiento de la población mundial.
Claramente no somos los países pobres quienes debemos asumir la responsabilidad de los desafíos ambientales del planeta. La desigualdad en la distribución de la riqueza y una cultura “occidental” del consumo como modelo de desarrollo han sido los principales motores del problema. Sin embargo, con una densidad poblacional de 9,13 habitantes por kilómetro cuadrado, todavía tenemos posibilidades de una planificación responsable de nuestro desarrollo. Por todo esto, celebro que seamos apenas un poco más de 10 millones de habitantes y, por tanto, que podamos ponernos de acuerdo sobre la distribución y uso de nuestros recursos naturales.