Pequeñas magias
El censo, uno de los instrumentos del Estado, produce, legitima y cristaliza identidades
El censo es un instrumento de gestión política. Las categorías que emplea no son neutras, pues corresponden a una visión de país y, por supuesto, a los imperativos de una estrategia política. Por tanto, hay cierta violencia simbólica en la elaboración y aplicación de las preguntas relativas a la identidad étnica, religiosa o social, que terminan simplificando la gama identitaria y la diferencia. Así, en EEUU predominan criterios censales de tipo racial, que amalgaman en la equívoca categoría “latino”, por ejemplo, a un migrante aymara de Achacachi y a un bonaerense de clase alta, descendiente de italianos; para el Tío Sam, ambos son iguales.
El Estado tiene el poder de nombrar. El censo, uno de sus instrumentos, tiene una pequeña magia, un poder performativo: produce, legitima y cristaliza identidades. Esto sucedió con las fronteras étnicas que se forjaron durante la Colonia y la época republicana con el denominativo “indio”. La paradoja es que con el tiempo los colectivos sociales suelen adoptar esas categorías, sobre todo cuando implican prestigio y acceso a recursos. Así, los gobiernos del MNR legitimaron las categorías campesino y mestizo, que fueron asumidas plenamente por la mayoría de población boliviana, por lo menos durante el ciclo estatal nacionalista.
No obstante, la construcción de categorías identitarias se produce, en la sociedad, ya sea al margen o de manera paralela a la nominación estatal, y revelan una gama mucho más rica y compleja que los censos. Por ejemplo, entre los grupos indígenas originarios campesinos reconocidos por el Estado, los procesos de identificación no tienen como referencia clasificaciones generales y homogéneas, sino referentes específicos, como los lugares de origen. La identidad se enuncia cuando se dice “soy de Achacachi” o “soy de Tiraque”. Es decir, en una misma constelación poblacional indígena, la adscripción identitaria puede desdoblarse en varias figuras, como un juego de muñecas rusas.
Las identidades no son rígidas e inmutables y varían en función del contexto y los interlocutores. Una persona nacida en Santa Cruz puede adscribirse, respectivamente, como boliviano, camba, javiereño o chiquitano, en función de un interlocutor extranjero, un colla o un guaraní. Los instrumentos censales no pueden capturar esa dinámica, que se torna aún más compleja cuando se cruza con indicadores referentes a la ocupación, los ingresos, la religión o la residencia.
Termino, los censos son instrumentos imperfectos para conocer las dinámicas de pertenencia y diferencia, no sólo por sus imperfecciones técnicas (que es el caso del Censo 2012), sino sobre todo porque el Estado tiende a consagrar categorías homogéneas y generales. Por ende, los datos producidos por el Censo 2012 deben ser interpretados y discutidos desde otras visiones y emplazamientos, desde la irreductible heterogeneidad boliviana.