Inflación y crecimiento
¿Tiene sentido seguir fijando metas bajas de inflación para un país que va a seguir creciendo?
El índice de inflación acumulado hasta septiembre fue de 5,65%, varias décimas por encima del valor proyectado para todo 2013: 4,8%. El Ministro de Economía y Finanzas Públicas rápidamente explicó que este dato se debe leer en el contexto de una previsión de crecimiento económico también superior a la proyectada para la presente gestión.
Además, esta mayor proyección viene acompañada por la noticia de que la tasa de desempleo abierta es menor al 4%, agregaron las autoridades del rubro. Con estas declaraciones, respaldadas con datos oficiales, la intención del Gobierno es tranquilizar a la población y demostrar que, pese al desborde de los precios, nuestra economía está siendo bien manejada.
Vale la pena plantear algunas reflexiones e interrogantes al respecto, a fin de proponer el tema más allá de la coyuntura. En primer lugar, es necesario recordar que la inflación por sí sola no es un problema serio. Lo es cuando una tasa alta viene acompañada con un estancamiento de la actividad económica y el empleo. Nuestra economía ha estado creciendo de manera saludable aunque, justo es reconocerlo, a una tasa no muy espectacular. Nuestros indicadores de inflación han estado bajo control. La última proyección del Ministro de Economía (8%) no es para alarmarse.
En segundo lugar, cabe destacar que el crecimiento que deviene gracias la inversión pública en infraestructura genera cuellos de botella de manera desigual en los distintos sectores de la economía. Por ejemplo, hoy se destina mucho dinero para inversión en infraestructura y la necesidad de albañiles es muy elevada, casi todos están ocupados y no se puede contratar más albañiles con el mismo jornal de hace unos años.
En tercer lugar, el rubro que más incidencia tuvo sobre la inflación ha sido el de alimentos. Sobre este particular caben dos observaciones. La primera puede ser la más común: este año, el cono sur (no sólo Bolivia) ha sufrido condiciones climáticas extremas y la producción agropecuaria se ha visto seriamente afectada (por ejemplo, hoy en Argentina sale más barato cocinar un kilo de filete que preparar un kilo de ensalada de tomate). En segundo lugar, los precios de los alimentos en nuestro país son muy bajos y no permiten condiciones de rentabilidad suficientes para los productores primarios, que se constituyen en el eslabón más débil de la cadena. Mejores políticas productivas, bien enfocadas, son urgentes hoy, en un gobierno con fuerte base campesina. Es una deuda moral enorme.
Finalmente, cabe preguntarse, ¿en este contexto, tiene sentido seguir fijando metas de inflación bajas para un país que va a seguir creciendo y, por lo tanto, va a seguir experimentando desajustes sectoriales? ¿Hasta cuándo un gobierno de base campesina va a mantener metas bajas de inflación sobre las espaldas de los productores primarios?