77, 20, 7, 2, 0
Esta coyuntura de decadencia de EEUU puede durar (según Wallerstein) entre 30 y 50 años
El grupo de los 77, que Bolivia hoy se enorgullece de presidir, es un grupo de países miembros de la Organización de las Naciones Unidas que estaba conformado por 77 países en sus inicios, allá por 1963. Hoy son más de 100 países, y desde 1981 incorporan a la China como invitado especial. El G-77 es, hoy en día, la coalición de países en vías de desarrollo más importante de la ONU. En el otro lado de la mesa tenemos al G-7, conformado en 1975 por los países que en aquel entonces tenían las economías más prósperas del planeta: Francia, Estados Unidos (cuándo no), Gran Bretaña, Alemania, Japón, Italia y Canadá. El G-7 se convirtió en G-8 en 1994 al incorporar a la naciente Rusia capitalista al club de los chicos grandes que toman las decisiones.
Las motivaciones e intereses del G-77 y del G-7 (o G-8) son, pues, diametralmente diferentes. Pero como en este mundo hay campo para todo, hace poquito se creó el G-20, donde podemos encontrar juntos, revueltos y hermanados (tanto como lo pueden estar los miembros de cualquier familia disfuncional) a los representantes de las 20 mayores economías del planeta; ahí tenemos sentados y discutiendo (imaginamos, por momentos, a grito pelado) a EEUU con la Argentina, a Francia con Sudáfrica, a la India con Alemania, etc.
Pero, como muchos otros asuntos a los que el poder nos tiene acostumbrados, la pantalla no es siempre el reflejo de la realidad. Muchos han criticado al G-7 y al G-20 como expresiones del retroceso del sistema de las Naciones Unidas, como anacrónicas reminiscencias del bicentenario Congreso de Viena, con un puñado de países haciendo como que lideran el mundo, mientras el resto de los países hacen como que se rebelan. Aparece entonces, tras bambalinas, el G-2. No tiene fecha de constitución, nunca ha reconocido que existe, pero muchos consideramos que el G-2 nació en la Conferencia de las NNUU sobre cambio climático en 2009, cuando el acuerdo bilateral de EEUU y China encaminó la firma de la declaración del evento. Hay quienes quieren creer que el G-2 es una expresión del traslado de hegemonía de EEUU hacia China.
Con un dólar que cada vez pierde más margen de acción para sostener su valor, con un poder militar absolutamente sobredimensionado pero incapaz ya de mantener la eficacia que alguna vez tuvo y (gracias a la inefable NSA) con menos cuerpo para asumir ningún tipo de liderazgo moral, EEUU la tiene cada vez más dura. Su situación es tan dura que hasta la revista Forbes (difícilmente sospechosa de veleidades neocomunistas ni rusófilas, ni nada por el estilo) ha “rebajado” la calificación de Obama (tal como en su momento los chinos rebajaron la calificación de la deuda estadounidense) y puso a Vladímir Putin como el hombre más poderoso del mundo. Esto, después de lo de Siria, es una señal interesante, por decir lo menos.
La hegemonía de EEUU está, evidentemente, en decadencia. Esta coyuntura de decadencia puede durar (según Wallerstein, por ejemplo) entre 30 y 50 años. Pero esto no significa que China vaya a tomar la posta inmediatamente. De hecho, los chinos no parecen estar muy de acuerdo con hacerse cargo de un mundo en crisis. Alguna vez un pensador chino pidió que EEUU no decaiga “tan rápido”. Entonces, nada garantiza que ni China ni ningún otro país (o coalición de países) pueda hacerse cargo del costo de moderar y dirigir el próximo (des)orden mundial. De eso nos hablan Bremmer y Roubini cuando nos dicen que actualmente estamos viviendo en el mundo del G-0. ¿Es esta la puerta de entrada al mundo multipolar de Samir Amin? Como todas las apuestas arriesgadas de la vida, sólo el tiempo lo dirá. No apto para almitas impacientes.