Abajo la monarquía y su rey…
La cacería de elefantes es muestra de que la Corona no ha perdido su espíritu destructor y colonizador
Después de la renuncia del rey Juan Carlos de España, los diferentes medios de comunicación, nacionales e internacionales, comenzaron a hacer una especie de campaña o recuento histórico de su rol y sus “grandes aportes”, para decirnos al final qué “buenito es el rey y su séquito” (se menciona muy poco a la reina, quien está nuevamente de paseo por EEUU), y por lo tanto tiene que continuar encabezando la monarquía coronando a su hijo Felipe.
Citamos algunas frases al respecto: “¡Qué campechano que es el rey!”, “la monarquía cuesta menos dinero en España que en otros países”, “el rey ha hecho mucho por la democracia”… Sobre esta última acción, llama la atención que gran parte de los políticos de izquierda y derecha españoles y de América Latina vean con gran simpatía el rol político desempeñado por Juan Carlos I como embajador perpetuo del reino de España. No obstante, los medios de comunicación pasan por alto las políticas de colonización implementadas a lo largo de varios siglos, sea mediante la ocupación militar, el genocidio de los habitantes colonizados, el saqueo de los recursos naturales, políticas extensivas a otros países europeos como Inglaterra, Holanda, Dinamarca, Noruega, Portugal, Francia, Alemania, entre otros.
En un país como España, sumido en profunda crisis general, con más de cinco millones de desocupados, con largas colas en los comedores populares, con recortes en los servicios básicos, el cinismo del rey Juan Carlos es incontenible, pues, después de declarar “que le quita el sueño el desempleo de los españoles”, se fue sin escrupulosos de cacería a Botsuana. Se calcula que habría gastado solo en ese viaje alrededor de $us 54.000, pues el módico precio que cuesta una licencia para cazar un elefante en ese país africano es de $us 50.000, $us 49.000 la de un león y $us 31.000 la de un búfalo. Esto es una pequeña muestra de que la Corona española no ha perdido su espíritu destructor y colonizador, incluidos a los animales.
¿Cómo ha penetrado en nuestra vida cotidiana el espíritu monárquico y colonizador del rey? Hoy mucha gente quiere ser rey, aunque sea rey chiquito; ni qué decir de las mujeres que buscan ser reinas de belleza. Otras aún buscan su príncipe azul. Naturalmente hay excepciones de mujeres y hombres que no se prestan a esos juegos del pasado.
Es llamativo que en un país fiestero como el nuestro, muchos locales de fiesta lleven nombres como el Palacio de la alegría; y que denominativos como el gran emperador o la emperatriz se utilicen ampliamente, en fin. Incluso algunos nombres de hoteles van acompañados de la palabra real (Camino real, Cordillera real, etc.), aduciendo a los monarcas y a sus castillos. Hay locales de comida que también de denominan palacios, ora de pollo ora de chancho. ¿Acaso no estamos en la época de la modernidad, de la posmodernidad? Europa construyó el discurso de la supuesta modernidad, idea que apunta a que las viejas épocas, como el feudalismo, han sido superadas; pero en la realidad esta retórica es mero bledo, pues las viejas prácticas monárquicas coloniales siguen marcando la vida cotidiana y oficial de los europeos.
Han sido multitudinarias las manifestaciones de los españoles que se sienten avergonzados e indignados por el hecho de que unos vivillos, aferrados a la monarquía, continúen usufructuando hace miles de años los impuestos del pueblo. En nuestro lenguaje, la Corona española no es más que los manq’a q’aras o manq’a gastos; es decir, los parásitos y corruptos que viven una vida de lujo pero sin trabajar como cualquier ciudadano. Felizmente los españoles de abajo buscan sepultar a esa casta de sanguijuelas y poner fin a ese reinado de la vergüenza colonizadora. Uka anu q’uxtañ jaqinakaxa, qurisa qullqisa lunthatsurinaxa munasipakakiwa apnaqaña riyitwa sasina.