Incertidumbre y tácticas
La oposición no es la suma de las fuerzas políticas que rivalizan con el MAS, es un campo de disputa
La oposición es un campo de disputa, no es la suma de las fuerzas políticas que rivalizan con el MAS, es un espacio en proceso de reconfiguración con miras a las elecciones del 12 de octubre. Es un proceso cuyos resultados dependerán de las acciones de negociación y competencia entre los partidos que pretenden dominar ese campo. Un proceso con restricciones temporales que obligan a tomar decisiones, puesto que en cinco semanas concluye el plazo para la inscripción de candidatos y el registro de alianzas. Por tal motivo empiezan a definirse los planes partidistas y las principales fuerzas —Movimiento Sin Miedo (MSM), Movimiento Demócrata Social (MDS) y Unidad Nacional (UN)— juegan a dos bandas, porque la incertidumbre táctica es el signo de la política actual.
Me refiero a que las organizaciones políticas esbozan un discurso de unidad/alianza y, paralelamente, realizan acciones ante una eventual participación en solitario. No se trata de mero pragmatismo, menos de conducta hipócrita; se trata de una lógica de acción que se expresa en movimientos tácticos porque el horizonte estratégico está definido por la hegemonía discursiva del proyecto de Estado Plurinacional con autonomías y nacionalización. Las críticas opositoras apuntan a las formas de ejercicio del poder por parte del MAS y se circunscriben a la figura presidencial para reforzar su cuestionamiento a —supuestos— rasgos autoritarios de su estilo de gobierno.
Otras críticas se orientan a denunciar la subordinación de los órganos del Estado a los dictámenes del Órgano Ejecutivo, reclamando la vigencia de un “Estado de derecho”. O, bien, apuntan a los aspectos deficitarios en la gestión pública, aunque no desmerecen los logros en disminución de la pobreza y reducción de la desigualdad social; y ya no cuestionan la presencia del Estado en la economía. En pocas palabras, no hay voces que insistan en la contraposición entre república/Estado Plurinacional, tampoco que invoquen el mercado como alternativa a la nacionalización. Es decir, el margen para el debate programático se ha reducido porque prevalece la certeza estratégica. Entonces, es tiempo de incertidumbres tácticas. Veamos.
El planteamiento de un “frente único” nunca fue viable pero sí útil para impulsar la iniciativa de UN dirigida a forjar la figura de Doria Medina como referente en el campo opositor.
Esa propuesta se mutó en la formación del Frente Amplio, cuyo abanico de adscripciones terminó por difuminar su probable identidad política, la que se redujo a la imagen de Doria Medina afianzada en campañas mediáticas con fuerte personalización. Es decir, UN predica la conformación de una entidad supraorganizativa, pero privilegia la imagen de su jefe en torno a la cual se definirán acuerdos o alianzas.
El MSM y el MDS recorrieron un camino de convergencia, su cristalización definiría el campo opositor, puesto que esa coalición abarcaría un amplio arco de izquierda a derecha. Ese empeño enfrenta el difícil tema de la definición del binomio presidencial y el tiempo no juega a su favor. Por eso, el MSM realiza acciones paralelas como la incorporación de Rebeca Delgado, disidente del MAS, un refuerzo de su posición de izquierda. Y el MDS busca un equilibrio entre fortalecimiento regional e incidencia en la escena nacional, por ello su bandera es el pacto fiscal y un exgobernador beniano, su ficha en las negociaciones. No estoy diciendo que “se hace camino al andar” porque los partidos navegan con brújula, pero el reloj apremia y se acercan a un “jardín de senderos que se bifurcan”.