Nuevas expresiones en la ciudad
En la ciudad de La Paz, la relación entre el arte y la realidad está siendo superada por la cultura
La Paz fue y sigue siendo una ciudad que da la oportunidad a toda expresión ciudadana referida al arte, también teñida de contenido social, salvo en ciertas etapas como las dictaduras. Así, no es nueva la aparición de expresiones como la pintura en las paredes de la urbe. Murales que si bien no tienen la calidad de los que se encuentran en el museo de la plaza Villarroel o en la UMSA, son expresiones de ciertas aspiraciones e ideales de la ciudadanía.
Fue justamente en los 60 cuando reapareció el arte con contenido social, el cual buscaba su esencia en consignas como: “todas las actividades humanas debieran servir al hombre”.
Evidentemente aquello sucedía en momentos en que el arte buscaba reproducir la vida y enjuiciar sus fenómenos, según reflejan diferentes escritos. De esa manera, la relación entre el arte y la vida social llevó a afirmar que el primero debía contribuir al desarrollo de la conciencia humana. Empero, esto no siempre fue aceptado por todos los artistas, quienes señalaban que el arte es un objetivo en sí y que tratar de convertirlo en un medio para alcanzar otros objetivos ajenos, así sean los más nobles, equivalía a disminuir el mérito de toda obra de arte.
Actualmente, en la ciudad aparecieron murales con un contenido distinto que denota que la relación entre el arte y la realidad está siendo superada por la cultura, como si buscasen reproducir la fuerza del pasado y recuperar los símbolos culturales, especialmente tiwanakotas.
Esas composiciones aparecen en distintos lugares, como por ejemplo el muro del lado lateral del mercado Lanza, donde sin embargo no se ha dado la atención necesaria a ciertas condiciones básicas como las dimensiones o el límite de uso de esa pared. Allí se nota que lo que realmente interesa es mostrar los elementos rememorativos de nuestra cultura ancestral.
Empero, obras de colores brillantes y primarios no debieran ser repetidas muy frecuentemente, porque pierden su valor. Si bien este criterio podría ser cuestionable ya que un artista no tiene “el deber de”, y menos se le debiera imponer obligaciones desde fuera, parece evidente hacer notar que toda repetición (continua o similar) no solo desmerece el contenido, sino esencialmente el significado de su mensaje.
Asimismo, cuando esos murales y composiciones aparecen hasta en las columnas de un puente (el cual solo cuenta con el valor de la ingeniería en las dimensiones y alturas de las columnas), dichas expresiones pierden su esencia cultural, para convertirse en meros ornamentos. Y parecería que no se trata de aquello. Lo prudente es recordar que esas formas nacen de las raíces culturales de La Paz. Este hecho es similar al que se dio hace algunos años cuando cientos de monolitos “aparecieron” en las calles y avenidas de esta urbe.
Hoy se podría decir que están dadas las condiciones sociales y políticas para que esos artistas urbanos sigan alentando la creación de obras con significación cultural, sin olvidar por supuesto lo fundamental: su sello particular en cada una de aquéllas. Con ello, no cabe duda de que su participación en la realidad actual será más efectiva, a través de la creación artística.