Solo para escuchar
La música es el arte de combinar sonidos y silencios, con base en cierta armonía, melodía y ritmo
Independientemente de su complejidad, vale decir desde la música primitiva, la música pentatónica, como es el caso de la música cumbiera, pasando por las brillantes composiciones rock, hasta lo que se ha dado por denominar música culta, la música es el arte de combinar sonidos y silencios, con base en cierta armonía, melodía y ritmo, de tal forma de generar una secuencia de sonidos que generen un efecto estético agradable al oído.
Pero debe quedar claro que lo agradable es un concepto subjetivo que varía de persona a persona, y que está determinado por diversos factores, desde aquellos que hacen a la capacidad de entender abstracciones complejas, hasta los factores socioculturales. Entre los primeros está el de- sarrollo alcanzado por la corteza cerebral del lóbulo temporal, que codifica la información sonora y, en correspondencia con su desarrollo, puede diferenciar entre sonidos consonantes y disonantes. De manera sencilla, la capacidad de apreciación musical estaría en la manera en que se ha formateado nuestro lóbulo temporal para aceptar cierta cantidad de procesos sinápticos.
Entre los factores socioculturales está la cosmovisión que se tenga del mundo, es decir la manera en la que entendemos la existencia. De esta forma, la música clásica, que alcanzará su pináculo entre mediados del siglo XVIII y mediados del siglo XIX, no es otra cosa que el reflejo estético de la construcción de nuestra civilización occidental.
Ha sido el renacimiento el que ha impulsado que la música sea la expresión de la belleza de las cosas, la perfección de la creación, sin hacer referencia a su contenido ni a una determinada ideología, más allá del liberalismo que se constituye en uno de los pilares fundamentales de nuestra civilización.
En este periodo destacan las figuras más grandes de la historia universal de la música: Wolfgang Amadeus Mozart y Ludwig van Beethoven. Podríamos decir que Mozart fue quien inauguró el clasicismo, diluyendo la complejidad del periodo barroco; y que fue Beethoven quien lo cierra, inaugurando la época del romanticismo.
Escuchar a Mozart es un verdadero deleite, desde su Serenata N° 13, más conocida como Pequeña Serenata Nocturna, que terminó enloqueciendo a Antonio Salieri, hasta su magnífica Misa de Réquiem, que no logró acabarla, son piezas musicales que perdurarán la imagen del genio de Salzburgo por la eternidad. “¿Quién es el más grande de los músicos?, le preguntaron en una ocasión a Gioacchino Rossini, ¡Beethoven!, respondió el compositor sin vacilar. ¿Y Mozart? ¡Ah!, respondió entonces, él es único”.