¿Habrá un acuerdo con Irán?
Hoy parece estar cerca un acuerdo que permitiría el inicio de la pacificación en Oriente Medio
Durante el gobierno del presidente Barack Obama, la política exterior estadounidense respecto a Irán ha dado un giro de 180 grados. Si hasta hace pocos años Washington llegó a amenazar militarmente a Teherán acusándolo de llevar a cabo un programa nuclear, hoy parece estar cerca un acuerdo que permitiría el inicio de la pacificación en Oriente Medio.
Los especialistas en los temas relativos al conflicto árabe-israelí y aquellos que conocen las entrañas del mundo islámico apuntan a intereses concomitantes. De un lado, Estados Unidos y sus aliados (Francia, Gran Bretaña y Alemania) intentan que Irán no se convierta en un país de potencia bélica nuclear. Por su parte, el país que otrora fuera la gran Persia desea poner fin a décadas de aislamiento y estigmatización que le han acarreado duras sanciones económicas de Occidente, postergando un desarrollo más vigoroso al que aspira.
Si con el gobierno de Ahmadineyad la tensión con la potencia norteamericana estuvo a punto de estallar en un conflicto bélico, desde que Hasán Rouhaní fue elegido presidente del régimen de los Ayatolas (agosto de 2013) se ha encaminado una negociación que se impuso un plazo: 31 de marzo de 2015 para alcanzar un acuerdo. El plazo ha fenecido, pero las negociaciones continúan y todo parece indicar que se firmará un acuerdo nuclear.
Las bases del pacto son aún desconocidas, pero se prevé que las naciones occidentales nombradas anteriormente además de China y Rusia, que en conjunto forman el grupo de los cinco países con derecho a veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, permitirían a Teherán tener capacidad de enriquecer uranio, pero solo para fines pacíficos y por tanto le estaría prohibido fabricar una bomba nuclear. De aceptar Irán esta condición, se levantarían las sanciones económicas y este país se convertiría en poco tiempo en una potencia económica en Medio Oriente, lo que inquieta a varias otras naciones como Arabia Saudita e Israel.
Precisamente, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, es uno de los más férreos opositores a que el gobierno de Obama firme un acuerdo con Irán. Hace poco, en pleno proceso electoral en su país, Netanyahu viajó a Washington y en un gesto inédito pidió al pleno del Congreso norteamericano que ejerza un veto contra un eventual acuerdo, irritando a la Casa Blanca. En la lógica del bloque conservador que gobierna Israel, un acuerdo con Irán alteraría los equilibrios en la zona y no garantizaría del todo que ese país continúe —en secreto— desarrollando un programa nuclear con fines bélicos.
A pesar de que el plazo que los negociadores se autoimpusieron ya ha vencido, nadie se ha retirado de la mesa en Lausana, Suiza, donde se desarrollan las reuniones. Entretanto, los decibeles del conflicto en Medio Oriente se han elevado: Siria, Irak y Libia tienen agudos conflictos internos; ISIS (o Estado Islámico) ha llevado el terror a Túnez; y en Yemen se enfrentan sunitas y chiitas con el apoyo de Arabia Saudita a los primeros. Si a lo anterior agregamos el sempiterno conflicto palestino-israelí y el temor que aún existe en Occidente a organizaciones como Al Qaeda e ISIS, la desactivación del problema nuclear con Irán sería un triunfo para Obama (lo cual no necesariamente será del agrado de los conservadores en el Capitolio) de cara a un cercano proceso eleccionario en Estados Unidos. Es de esperar que en Lausana triunfe la paz.