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Sunday 19 May 2024 | Actualizado a 00:17 AM

Libro, idioma, autor

Miguel de Cervantes fue un quijote en la España sanchopancesca. La vida lo vapuleó hasta su muerte

/ 22 de abril de 2015 / 04:02

Miguel de Cervantes Saavedra fue un quijote en la España sanchopancesca. La vida lo vapuleó hasta su muerte, el 23 de abril de 1616. Su cuerpo fue envuelto en un hábito de franciscano. Al morir supo que su libro El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha era un gran negocio de editores piratas. Por eso, el 23 de abril es el Día del Libro, de la lengua y de los derechos de autor. En esa misma fecha nació William Shakespeare, quien murió el mismo día y año, 1616.

Niño con hambre, Cervantes fue echado de una escuela por tartamudo. Padeció cárceles y afrentas de nobles y villanos. Unos traficantes de gente lo encadenaron en Argel junto a moros convictos. Se hizo soldado de paga y en una batalla (Lepanto) perdió el brazo izquierdo. Pidió ser indemnizado, pero España se burló de él y le birló el billete. De sus amoríos con Cilena, una dama pobre, nació un hijo que se llamó Promontorio. Por cinco meses fue esclavo de un negrero albanés. La iglesia lo excomulgó porque, cobrador de impuestos, exigió que los curas pagasen gabelas. Fue encarcelado por robarle dinero al fisco, siendo que el banco de usureros donde él depositaba los tributos quebró. Sus hermanas, Andrea y Magdalena, se prostituyeron para juntar el dinero de una fianza. Los célebres Lope de Vega y Quevedo gestaron su expulsión de una academia porque él presumió que podía escribir mejor. ¡Uff! Tal vez Quevedo le dedicó un aforismo maldito: un manco recauda más porque roba solo la mitad.

En su desesperanza, en 1587 pidió ser enviado a América como corregidor de la Ciudad de Nuestra Señora de La Paz. Fue rechazado por carecer de timbres nobiliarios; su currículum era el de un maleante. Se dice que si habría venido a La Paz, no hubiese escrito ese libro. “Don Quijote en rebeldía gracias porque propusiste venir aquí sin la triste figura de la agonía. Vivir loco a sangre fría y morir cuerdo dijiste, por esa praxis existe la libertad cada día. Amamos tu altiva traza cuando cabalgas la plaza Murillo sobre el desvelo. Igual si vas por El Prado con Sancho Pueblo a tu lado, señor que pisas el suelo” (JMT).

En la cárcel escribió Don Quijote de la Mancha, sin amargura y mucho humor. Novela polifónica, con las voces venidas de otras lenguas que hoy son nuestro idioma. Texto de gracia y tristeza, realismo y fantasía, delirio y razón, verdad y mentiras. La vida, pues. “La vez que leí el Quijote me provocó mucha risa; cierto, lo leí de prisa, pero qué gracia, qué dote del gran caballero al trote. Lo leí de nuevo en coro y me ganó cierto azoro, me puse serio, muy serio. Hoy, lo digo sin misterio, leo Don Quijote y lloro” (JMT).

En Madrid están diciendo que hallaron los restos de Cervantes, 399 años después. Puede que luego nos digan que dieron con la tumba de Don Quijote. Ja.

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Homenaje póstumo en vida

/ 19 de mayo de 2024 / 00:15

Tal como lo acaba de leer. Es una de las últimas metafísicas de Manuel Monroy Chazarreta. Tan profunda, tan tierna, que se convirtió en el techo de la más reciente presentación en el teatro Nuna de su entrañable La Paz. Convocó al sol y a varios talentos amigos, a testigos de su camino, admiradores de sus características irrepetibles que lo acompañaron y lo sostuvieron en un cuidado y a su vez emotivo aptapi musical, literario, poético… bien lindo shempre.

Antes de que se abra el telón, en mesas y graderías ya se paseaban las leales pizzas, se parquearon en un par de mesas botellas de vino, sin semáforos circulaban jugos, gaseosas. Hasta un postre con chocolate preludiaba un dulce concierto. Cuando de pronto, sin aspavientos, ingresa casi de puntas, acompañado solo por su guitarra, el joven alteño que Manuel ya nos presentó en otros encuentros, Mauricio Segález. No sólo ha sabido entender los ch’enkos del Manuel, no sólo sabe del valor del Manuel, también nos deleitó con una crónica en tono joven, en tono promesa. Tan promesa y presente como la Vero Pérez, que nos hizo cambiar de temperatura con su interpretación de Ego, una canción para ella y sólo para ella. Tan presente y tan consciente como el Christian Benítez, con una potente versión de una de las últimas composiciones papirrescas, Chabela para la revolucionaria Isabel Viscarra, que nos dejó hace poco: “ay, Chabela, Chabelita, compañera de los pobres, de Café Semilla y pan”. Ella se hizo presente en el aire.

Canción tras canción, nuestras almas vibraron exorcizando nuestras penas, saldando cuentas con el pasado, deletreando la luz del presente, sintiéndonos orgullosos de nuestro cantautor, de nuestro sentipensante, de nuestro pequeño Manuel que se quedó tan wawita sin su madre Anita, abrazado a su guitarra, de nuestro “Manuelitoshón” que se graduó bachiller del brazo de la chola Hilaria, su segunda madre y razón de su columna ideológica.

Esa noche de viernes también pusieron algunos punto y aparte. El actor Sergio Caballero revivió, sin huecos, algunas crónicas del Papirri que certifican que la calidad de sus composiciones está a la altura de sus textos. Tan íntimos, tan suyos, tan sinceros, tan entrañables, tan tan que parecen campanas. Con el corazón en la boca, un trago de vino, y a la siguiente canción. Sin embargo, ahora no hay control posible: entra la Tere Morales para romper toda la zona sur con una inigualable Ingratitud. Qué cueca, Tere.

Para los seguidores del Manuel, pocas pueden ser las sorpresas. Así y todo, hay que admitir que fue un regalo inesperado la presencia de Luis García en los teclados. Lo fue porque le dio un color diferente a todo, lo fue porque sus dedos fundiéndose en cada tecla deconstruyeron y reconstruyeron ese mágico teatro, lo fue porque contó cómo desde sus inicios musicales intentaba sacar las canciones de Monroy Chazarreta y no le salían pese a sus jóvenes esfuerzos. Hubo que tomarse muy en serio la formación musical para poder ponerse una prenda de Manuelitoshón. Su música es altamente original, su música es compleja. Su verso es siempre un nacimiento. Y su poesía, ¿de dónde vendrá su poesía? ¿De dónde sale: “esta quimba es la trinchera para fusilar la desconfianza” o “por qué agujero de tu alma se fue chorreando mi amor”? Y sobre todo, ¿cómo hay personas que creen y dicen, sin ruborizarse, que el Papirri no es más que buenas metafísicas y Bien le cascaremos? Mejor vuelvo al chisme de aquella noche en la 21 de Calacoto. Fue una presentación en la que sus alianzas musicales y de vida cuidaron cada pieza de un tiempo y espacio inolvidables: el muy changuito Ruddy García enmarcando con su decidida trompeta, Bilo Viscarra levantando el ánimo, Raúl Flores con un bajo que puso en alto el conjunto, Mauricio Cardona domando con temple su batería y la zampoña valiente de Kicho Jiménez, la alegría a toda prueba de Kicho. Hasta ahurita no entiendo por qué le dice “tío” al Manuel.

Desfilaron sus grandes composiciones (y aún así me faltaron tantas pero tantas canciones imprescindibles para mi vida, para La Paz, para el país). Mecieron como a wawa de pecho cada pedazo musical, cantaron con la fuerza de la tierra, leyeron con el corazón cada palabra, le dijeron al Papirri que es único en sus relatos, en sus composiciones, en sus letras, alumbraron su poesía, le agradecieron su probada generosidad, su versatilidad… bien lindo shempre.

Esta A, que no sabe tocar ni la puerta, no puede poner un punto final a esta columna sin reconocer el plurivalor de Manuel Monroy Chazarreta, el haber puesto música y poesía a mi vida. Y con esta última presentación, haberme enseñado que el verdadero homenaje póstumo es en vida, carajo.

Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.

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IA y soledad

Columnista de The New York Times.

/ 19 de mayo de 2024 / 00:14

Cuando estaba informando sobre mi serie sobre tecnología educativa, me topé con una de las cosas más inquietantes que he leído en años sobre cómo la tecnología podría interferir con la conexión humana: un artículo en el sitio de la firma de capital de riesgo Andreessen Horowitz titulado alegremente No es una computadora, ¡es una compañera! Comienza con esta cita de alguien que aparentemente ha aceptado plenamente la idea de tener un chatbot para su pareja: “Lo bueno de la IA es que está en constante evolución. Un día será mejor que una (novia) real. Un día, el verdadero será la opción inferior”. El artículo continúa describiendo casos de uso de “compañeros de IA”, sugiriendo que alguna iteración futura de chatbots podría sustituir a los profesionales de la salud mental o los compañeros de trabajo conversadores.

Esta semana, OpenAI lanzó una actualización de su chatbot ChatGPT, una indicación de que el futuro inhumano predicho por la historia de Andreessen Horowitz se acerca rápidamente. Ha habido muchas comparaciones entre GPT-4o y la película de 2013 Her, en la que un hombre se enamora de su asistente de inteligencia artificial, con la voz de Scarlett Johansson. Si bien algunos observadores no quedaron particularmente impresionados, ha habido mucho entusiasmo sobre el potencial de los chatbots con apariencia humana para mejorar los desafíos emocionales, particularmente la soledad y el aislamiento social.

Ciertamente, existen usos valiosos y beneficiosos para los chatbots de IA. Pero la noción de que algún día los robots serán un sustituto adecuado del contacto humano no comprende lo que realmente es la soledad y no explica la necesidad del contacto humano. Hay desacuerdos entre los académicos sobre el significado preciso de “soledad”, pero para abordarlo como un problema social, vale la pena intentar afinar nuestras definiciones. Eric Klinenberg, sociólogo de la Universidad de Nueva York y autor de varios libros sobre la conexión social, me describió la complejidad de la soledad de esta manera: “Pienso en la soledad como nuestros cuerpos, nos indica que necesitamos conexiones mejores y más satisfactorias con otras personas”. Y, dijo, “el principal problema que tengo con las métricas de la soledad es que a menudo no logran distinguir entre la soledad saludable ordinaria, que nos saca del sofá y nos lleva al mundo social cuando la necesitamos, y la soledad crónica y peligrosa, que impide: no nos levantamos del sofá, y nos lleva a una espiral de depresión y abstinencia».

La razón por la que me preocupa chatear con robots como una posible solución a la soledad es que podría ser un enfoque que atenúe el sentimiento lo suficiente como para desanimar o incluso impedir que las personas den ese paso del sofá para establecer conexiones con los demás. Y algunas investigaciones indican que la falta de contacto humano puede exacerbar los sentimientos de aislamiento.

¿Qué pasaría si incluso una pequeña porción de los miles de millones que se gastan en el desarrollo de chatbots con IA se pudiera gastar en cosas humanas y físicas que ya sabemos que ayudan a la soledad? Como dijo Klinenberg, para ayudar a las personas solitarias y aisladas, deberíamos invertir en cosas como viviendas colaborativas, parques, bibliotecas y otros tipos de infraestructuras sociales accesibles que puedan ayudar a personas de todas las edades a crear conectividad. 

Jessica Grose es columnista de The New York Times.

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El desprestigio de la ‘clase’ política

Guido Romay

/ 18 de mayo de 2024 / 00:26

Una vez más es necesario abordar la temática del rechazo y la indignación que ocasionan los “políticos” en la población y que derivan también en el denominado voto castigo cuando llega el momento de elegir o votar por una determinada opción política o candidatura.

Es lo que está ocurriendo en este último tiempo por ejemplo en la Asamblea Legislativa Plurinacional, donde unos y otros, oficialistas y opositores, evistas y arcistas, están cada vez más desgastados y desprestigiados porque cada quien pretende mostrarse como salvador de la patria, cuando en los hechos ocurre todo lo contrario, porque el común denominador en ellos es su interés personal o de grupo, y demagógicamente dicen defender o trabajar por los intereses de la patria…

Otra situación que origina indignación es la postura de los seguidores del expresidente Evo Morales y de él mismo como resultado de las pugnas y la división de la militancia del partido gobernante, ya que el Movimiento Al Socialismo (MAS) está en el peor momento de su historia y, tal como van las cosas, está camino a su autodestrucción.

A propósito de la facción denominada “evista”, sus portavoces y el mismo Morales en este último tiempo están empeñados en lanzar amenazas y advertencias con expresiones como del dirigente campesino Ponciano Santos, quien entre otras aberraciones dijo: “…correrá sangre en caso de que inhabiliten como candidato a nuestro líder Evo Morales”, y también habló de provocar una “guerra civil” en Bolivia.

Por su parte, el expresidente Morales, en tono amenazante, dijo que “por las buenas o por las malas”, él será nuevamente candidato presidencial y de no ser así, habrá convulsión social en el país, algo de lo que él y sus seguidores —como señaló— no serán los responsables, en cuanto a provocar luto y dolor.

A propósito de esta temática, el líder sudafricano Nelson Mandela sostiene lo siguiente: “Las mentes que buscan venganza, destruyen Estados; mientras que las mentes que buscan reconciliación construyen naciones. Al salir por la puerta de mi libertad supe que si no hubiera dejado atrás toda la ira, el odio y el resentimiento, todavía sería un prisionero. Somos lo que hacemos y no lo que decimos que vamos a hacer”.

En todo caso, cada vez es peor el desgaste, el desprestigio y la desconfianza de la ciudadanía contra oficialistas y opositores, contra evistas y arcistas, y ojo que se trata de señales muy riesgosas no solamente para la denominada “clase” política, sino también para la  democracia en Bolivia.

Guido Romay R. es periodista, profesor y escritor.

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Fútbol siete

/ 18 de mayo de 2024 / 00:23

Algún día aprendí que un equipo de fútbol se organiza de atrás para adelante, que la defensa se planifica y el ataque puede improvisarse. Que los centrales deben ser algo así como la guardia pretoriana de un onceno, los laterales deben ser primero vigilantes y si se puede, una vez liberada la zona de riesgo, combatientes de toque-ataque, de frente y costado (cómo no recordar a Cafú y Roberto Carlos), y que los delanteros están para inventar el desastre que pueda despatarrar a la defensa contraria, que al igual que la propia debe estar conformada por gladiadores dispuestos a evitar que pelota y rival pasen, y las posibilidades de que la portería propia no sea batida sean apreciablemente grandes. Defender es planificar, atacar es inventar, defender es recuperar la pelota de los pies del adversario, atacar es manejar la pelota para que el rival no pueda robarla y así enfilar hasta el otro arco y marcar.

Veo al Bolívar de Flavio Robatto perder por goleada contra el Flamengo de Tite, y lo primero que puede percibirse es que la Academia está organizada exactamente al revés: de adelante para atrás. Tiene los mejores delanteros del fútbol boliviano, un punta como Fran da Costa siempre con el arco entre ceja y ceja, mientras sus diabólicos muñecos-amuleto, Chucky y su novia Tiffany, descansan en el vestuario haciendo vigilia o brujería, quién sabe, para que Shico (así se pronuncia en el sur del Brasil) esté en condiciones de descoserla y anotar. Sus compañeros son Patricio Rodríguez (su sobrenombre, Patito, no le hace justicia a su temperamento), extremo izquierdo de gran movilidad que incursiona por la banda hacia adentro, lo mismo que hace por derecha Bruno Savio con la misma disposición escurridiza y eficacia para ingresar en el área rival, y él mismo, o alguno de sus socios estratégicos, hacer goles sin atenuantes.

Da Costa-Rodríguez-Savio conforman uno de los mejores frentes de ataque de Sudamérica, como se puede comprobar en esta Copa Libertadores en pleno desarrollo, y si a ellos le sumamos la conexión con Ramiro Vaca que abastece muy bien la zona combustible de Bolívar, respaldado por Justiniano y Saucedo en la mitad de la cancha, Bolívar con la pelota tiene necesariamente que ser protagonista, por iniciativa y calidad, y por ello no es casual que encabece la tabla de posiciones en su grupo y esté a medio paso de clasificarse por segundo año consecutivo a octavos de final. 

De vanguardia, con características de excelencia, Bolívar es un equipo inversamente proporcional hacia atrás, con una retaguardia que puede terminar de darle la razón al colombiano Faustino Asprilla que afirmó con desconsideración e irrespeto que “los bolivianos son de madera”. Bueno, en realidad, de madera podría ser uno que no es boliviano, Orihuela, central uruguayo que pifió una pelota a título de despeje y que ocasionó el segundo gol de Flamengo. Al minuto de iniciado el partido, Saavedra, que de lateral tiene nada, había dejado expedita la banda izquierda en la que debía estar para cubrir a Gerson, que anotó la apertura e inició el festival que concluyó con un 4-0 sin discusiones y que parece no incidirá en la inminente clasificación bolivarista, a falta de una fecha para la conclusión de la fase de grupos.

Con Orihuela, o mejor dicho, sin Orihuela, uno menos. Con Saavedra improvisado como lateral izquierdo, dos menos. Con Sagredo de lateral derecho, tres menos. Y con el recientemente recuperado de una lesión, el ecuatoriano Ordóñez, cuatro menos. Dos centrales y dos laterales que le hacen transpirar la gota fría al portero Carlos Lampe, que ataja muy bien, pero al que se le cuestiona por no saber manejar los pies. A rezar bolivaristas, el equipo más campeón del fútbol boliviano y con más participaciones en torneos internacionales puede contar con siete futbolistas que garantizan calidad y eficacia, pero, lamentablemente, con una base defensiva a la que puede poner en problemas el Fla, pero también el principiante y flamante campeón San Antonio de Bulo Bulo. Si se sabe atacar a Bolívar, la chapa de gran equipo se le puede terminar oxidando.

Hay que ser justos y memoriosos: con Roberto Carlos Fernández, que se fue al Baltika Kaliningrad de Rusia, y Diego Bejarano, que ahora está en Oriente Petrolero luego de una salida con portazo incluido, Bolívar contaba con laterales solventes y experimentados, y con otro uruguayo, el indisciplinado y violento Bentaberry, había más solidez en la zaga junto a Sagredo (no sé cuál es José y cuál Jesús, disculpas por mi desinformación, pero los gemelos pueden confundirnos). Para decirlo pronto y fácil: Bolívar tiene un equipo de siete, no de 11 futbolistas. Son el portero, los mediocampistas y el tridente ofensivo. La línea de fondo, habitualmente línea de cuatro, es un lamento boliviano. El presidente del club, Marcelo Claure, anuncia reajustes o refuerzos cuando se abra el libro de pases. Es justo y necesario. Un equipo con la historia y las ambiciones de Bolívar, necesita 11 futbolistas en el campo. No siete.

Julio Peñaloza Bretel es periodista.

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Cuidado con la mezquindad de los poderosos

/ 18 de mayo de 2024 / 00:21

Donald Trump no es exactamente Don Quijote, pero tiene algo contra los molinos de viento. De hecho, la animadversión de Trump hacia la energía eólica es una de las obsesiones más extrañas de un hombre con muchas preocupaciones inusuales (¡retretes, laca para el cabello!). A lo largo de los años, ha afirmado, falsamente, que las turbinas eólicas pueden causar cáncer, que pueden provocar cortes de energía y que la energía eólica “mata a todos los pájaros” (los gatos y las ventanas hacen mucho más daño). Ahora dice que si gana en noviembre, el “día 1” emitirá una orden ejecutiva que frenará la construcción de parques eólicos marinos.

Trump afirma, sin pruebas, que esos parques eólicos matan ballenas; de cualquier manera, si crees que a él le importan las ballenas, tengo algunas acciones de Truth Social que tal vez quieras comprar.

Pero dejando a un lado los molinos de viento de la mente de Trump, aquí hay una historia más amplia, una que va mucho más allá del expresidente: la notable mezquindad de muchas personas poderosas y el peligro que representa tanto para la democracia estadounidense como para el futuro del planeta.

Primero, unas palabras sobre el viento. Durante los últimos 15 años hemos visto avances revolucionarios en la tecnología de la energía renovable; la idea de una economía dependiente de la energía solar y eólica ha pasado de una fantasía hippie a un objetivo político realista. No es solo que los costos de la generación de electricidad renovable se hayan desplomado, las tecnologías relacionadas, especialmente el almacenamiento en baterías, han contribuido en gran medida a resolver el problema de que el sol no siempre brilla y el viento siempre sopla.

Y si bien la energía renovable, como casi todo en una economía moderna, tiene algunas consecuencias ambientales (sí, algunas aves vuelan hacia las turbinas eólicas), estas consecuencias son pequeñas en comparación con el daño causado por la quema de combustibles fósiles, incluso si se ignora el cambio climático y se concentra solo sobre los efectos sobre la salud de contaminantes como las partículas suspendidas en el aire y los óxidos de nitrógeno.

Entonces, ¿por qué querría Trump bloquear un progreso tecnológico tan beneficioso? Sus motivos realmente no son un gran misterio.

Primero, está la codicia. Los productores de combustibles fósiles siguen siendo grandes contribuyentes a las campañas y tienen un interés financiero en frustrar o retrasar las políticas que nos llevarán hacia la energía renovable. En una cena con ejecutivos petroleros en abril, Trump los instó a darle a su campaña mil millones de dólares, a cambio de lo cual revertiría muchas de las medidas del presidente Biden.

Pero no se trata solo del dinero. La protección del medio ambiente, como casi todo, se ha visto atrapada en las guerras culturales. Más allá de todo eso, sin embargo, para Trump, la energía eólica es algo personal. Su odio por las turbinas parece deberse a una disputa, hace más de una década, con políticos escoceses a quienes trató de intimidar para que cancelaran un parque eólico marino que, según dijo, arruinaría la vista desde un campo de golf de su propiedad. No logró bloquear el parque eólico, lo que al final no parece haber afectado el valor de su propiedad. Pero no importa: su ego parece haber sido herido. Y todo indica que está dispuesto a infligir un daño económico y ambiental considerable para mitigar su orgullo ofendido.

Ojalá pudiera decir que esta dinámica es exclusivamente trumpiana. Pero no lo es. El poder de la mezquindad plutocrática se puso de relieve durante los años de Obama, cuando muchos financieros ricos se enfurecieron ante un presidente que, objetivamente, no había hecho nada para merecerlo. Por el contrario, había ayudado a rescatar a muchos de ellos de las consecuencias de una crisis financiera que ellos ayudaron a causar. Pero de vez en cuando se atrevió a decir que Wall Street, efectivamente, había jugado un papel en la crisis y, en general, no parecía tratar a los banqueros ricos con la extrema deferencia que consideraban debida.

Como escribí en ese momento , lo que los hombres que pueden permitirse cualquier cosa tienden a desear, más que dinero per se, es adulación. Y cuando no lo entienden, con demasiada frecuencia se vuelven políticamente locos.

Hemos visto esta trayectoria entre algunos de los señores tecnológicos de Silicon Valley, que siguen siendo increíblemente ricos, pero ya no son los favoritos culturales que alguna vez fueron. Y parece probable que una parte importante de la élite tecnológica apoye a Trump (o al potencial saboteador de 2024, Robert F. Kennedy Jr.) en los próximos meses.

Entonces, aunque Trump es el ejemplo perfecto de alguien que hace de la política algo personal, no es el único en la forma en que permite que agravios menores impulsen sus posiciones políticas. E incluso los plutócratas que no tienen interés en convertirse en presidentes pueden causar mucho daño, porque el dinero compra poder. Trump, sin embargo, bien podría recuperar la Casa Blanca. Y si lo hace, tenga cuidado con las consecuencias de su frágil ego.

Paul Krugman es premio Nobel de Economía y columnista de The New York Times.

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