Estamos a tiempo…
En diplomacia conmueve que se llamen ‘oportunidades perdidas’ a las gestiones fracasadas
Creo que fue Harold Nicholson quien definió al diplomático como “un hombre honesto enviado al extranjero a mentir en favor de su gobierno”. Ese concepto malvado podría aplicarse perfectamente a Felipe Bulnes, el agente chileno que defiende a su país en la demanda marítima planteada por Bolivia ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), por cuanto, según mis informaciones, aquel jurista se mostró ab initio contrario a impugnar la competencia de ese tribunal internacional —particularmente— en este caso. Pero, profanos en esos procedimientos, vencieron los expresidentes y a Bulnes le impusieron esa ingrata tarea que el 4 de mayo la cumplió con desgano en La Haya. Si la CIJ se declara competente en esta etapa preliminar o más tarde, al tratar el fondo de la cuestión dejará a Chile derrotado y en desventaja para negociar directamente con Bolivia una salida soberana y útil hacia el océano Pacífico.
Haciendo honor a la pedagogía, repetiremos una vez más que la estrategia para triunfar en esta batalla legal tiene tres aristas: la elaboración de la argumentación escrita y oral, la política comunicacional y el sostén académico traducido en lectura de apoyo consagrado a los 15 jueces que estudian el caso. En el primer terreno Bolivia ha demostrado solidez y erudición. En el segundo campo ha llevado la iniciativa con brío y con oportunidad. En cambio se ha ignorado por completo el tercer ángulo, que a partir de hoy, 9 de mayo, hasta la decisión del fallo, en los meses que vienen es, precisamente, el de mayor importancia, porque no es la opinión pública ni los comentarios positivos de figuras estelares del continente lo que va a definir la sentencia final, sino la posición que adopte la mayoría de los magistrados en cuyas manos descansa la más cara esperanza en política exterior de los bolivianos.
La pregunta formulada por el juez británico Christopher Greenwood, (exconsejero del gobierno mapochino), aparentemente ingenua, es la pieza maestra que ha alterado la estrategia inicial boliviana y ha solidificado la argumentación chilena refutando las pruebas presentadas por Bolivia, sustentando su tesis de la “obligación de negociar”. Curiosamente un inglés pregunta y otro inglés, el abogado Samuel Wordsworth, responde por parte de Chile, mientras el profesor americano Harold Hongju Koh amenaza con la inundación de peticiones de diferendos fronterizos si la CIJ se atreve a declararse competente para atender la demanda boliviana. ¿Complot anglosajón? No, simplemente articulación estratégica de una diplomacia sagaz, de la que Bolivia carece.
El sino trágico nacional, tanto en fútbol como en política externa, se parecen mucho: grandes jugadas hasta aproximarse al arco contrario, pero el momento de la verdad el remate ineluctablemente resulta desviado. En diplomacia conmueve que se llamen “oportunidades perdidas” a las gestiones fracasadas en nuestra demanda marítima, porque, acostumbrados a llegar al vértice del objetivo, perseguidos por la musa de la mala pata, surge un imponderable que detiene nuestra marcha. Esta vez estamos aún a tiempo para colocar en ciertas embajadas estratégicas a expertos operadores diplomáticos que se unan al servicio de la causa, coordinando sus esfuerzos con La Haya y La Paz.