Católicos, pero paganos
Básicamente, los bolivianos hemos bebido de dos vertientes religiosas, la católica y la ancestral
Básicamente, los bolivianos hemos bebido de dos vertientes religiosas, una la católica y la segunda, la ancestral. Sincretismo le llaman algunos historiadores, pero como quiera que se denomine, el fenómeno forma parte primordial de nuestra identidad, abarcando en todo el territorio a miembros de diferentes clases sociales y condiciones económicas.
Si bien la generalidad de los bolivianos hemos sido educados en la tradición católica, ésta ha sido ampliamente matizada por ritos paganos como la challa, el sahumerio, la ofrenda o wilancha, el culto a la Pachamama, a los achachilas y al Ekeko, entre otros. Y esto es comprensible si se voltea el rostro hacia el pasado y se recuerda que en nuestra milenaria cultura, fundamentalmente durante el imperio tiwanakota, se forjaron tradiciones espirituales que pervivieron durante siglos. En Tiwanaku (1580 a. C.-1187 d. C) por ejemplo se acostumbraba a quemar hierbas, entre ellas la khoa, para que el humo comunique el plano terrenal con el celestial, quedando como pruebas de esta tradición docenas de incensarios de cerámica zoomorfos con cabeza de puma o de llama. En esos tiempos también surgió el Ekeko, Ekako o Thunupa, como una deidad tan poderosa que sobrevivió en el inkario y reapareció en la Colonia, llegando con plena vigencia hasta nuestros días, aunque con diferente morfología.
En la otra mano tenemos a la religión católica surgida en Europa durante los primeros siglos de nuestra era, cobrando impulso hacia el siglo IV, en los últimos tiempos del imperio romano, y alcanzando su universalidad o “catolicismo” en la Edad Media, por obra de los francos, quienes se consideraban herederos de los romanos. Entre los últimos en convertirse al catolicismo estuvieron los visigodos que gobernaban Hispania, y que por su tardanza, y en arrepentimiento, asumieron con mayor rigor la ritualidad católica y fueron más despiadados en su persecución a judíos y musulmanes.
En el cierre de la Edad Media es “descubierta” América. Los españoles conquistan los imperios azteca primero, e inka después (1532). La religión se impone con la espada. Con el pretexto de evangelizar y durante tres siglos, los españoles saquean los recursos naturales, utilizando la mano de obra nativa de forma casi gratuita. Durante la extirpación de reliquias los cultos se superponen. Sobre los lugares nativos más sagrados se construyen templos, y las fiestas católicas se mezclan con las festividades ancestrales.
Tras la revolución de 1781 protagonizada por Túpaj Amaru y Túpaj Katari, la feroz represalia prohíbe la práctica de ritos precolombinos en el afán de no dejar ninguna reliquia viva. Pero las instituciones milenarias no pueden ser borradas. y los nativos siguen haciendo ofrendas y sahumerios, que denominan “misas” o “mesas”, y fabrican un Ekeko de yeso, con bigotes y decorosamente vestido.
Con los siglos y ante tanta energía telúrica, la Iglesia Católica se flexibiliza. No solo acepta costumbres como la Alasita, sino que los sacerdotes mojan con agua bendita las illas o miniaturas, que previamente habían sido khoadas, y aseguran que representan a la Virgen María. Las suntuosas entradas autóctonas y folklóricas que se realizan en todo el país son dedicadas al patrono local, llámese Virgen del Socavón, Señor del Gran Poder o Virgen de Urkupiña. Éstos somos los bolivianos del siglo XXI, religiosamente hablando.