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Sunday 16 Feb 2025 | Actualizado a 05:05 AM

Sionismo

Lo que hoy está en el poder israelí son judíos sionistas ideológicamente de extrema derecha

César Navarro

/ 9 de mayo de 2024 / 06:59

El mundo asiste al drama criminal que se ha vuelto cotidiano y normal; ojo, no es un eufemismo el genocidio en la Franja de Gaza contra el pueblo palestino.

Decenas de millones de hombres y mujeres en los cinco continentes, en cientos de ciudades importantes del mundo, universidades europeas, latinoamericanas y ahora norteamericanas… hay multitudinarias movilizaciones de condena al genocidio perpetuado por el ejército israelí, de rechazo al apoyo económico, militar y la protección diplomática que otorgan republicanos, demócratas y el gobierno de EEUU al gobierno sionista.

Consulte: Rózsa

Hay una denuncia ante la Corte Penal Internacional contra el primer ministro Natenyahu por “genocidio en la Franja de Gaza”, presentada por Sudáfrica y a la que se sumaron Brasil, Colombia y otros países; más de 250 juristas españoles le exigen al gobierno de Sánchez sumarse y varios gobiernos rompieron relaciones diplomáticas.

En febrero, los países árabes presentaron una resolución ante la ONU para el “cese de fuego” en Gaza y la ayuda humanitaria; en el Consejo de Seguridad, 13 países apoyaron la moción, Reino Unido se abstuvo y EEUU la rechazo, fue el tercer veto a ese tipo de iniciativas en menos de tres meses.

Argelia presentó un proyecto de resolución en representación de la Liga Árabe con respaldo de más de 60 países, para que Palestina sea reconocido como miembro pleno de derechos de la ONU: el país que vetó, como siempre, fue EEUU.

En la sesión del Consejo de DDHH de la ONU, la relatora y experta en materia de DDHH, Francesca Albanese, dijo que lo que “está sucediendo en la Franja de Gaza es genocidio”, funcionarios del Departamento de Estado y de la oficina de Democracia, Derechos Humanos para Medio Oriente de EEUU renunciaron porque no están de acuerdo con el apoyo militar a Israel y la negativa a reconocer el genocidio por el gobierno de Biden. El portavoz del Departamento de Estado, Matthew Miller, manifestó: “en lo que respecta a Estados Unidos, no estamos viendo ninguna acción que constituya genocidio”.

Según denunciaron organismos internacionales, cerca de 35.000 palestinos murieron, la mayoría niños, es decir, desde la invasión militar del ejército israelí, por día 158 personas fueron asesinadas.

Toda trama política, militar requiere de una narrativa que justifique sus acciones, pero a su vez una línea discursiva para atacar a quienes critican o rechazan su accionar.

La narrativa que impusieron fue “en defensa legítima ante la incursión de Hamás en nuestro territorio”, para justificar la invasión militar y el genocidio; la línea discursiva: los movimientos que critican al gobierno, al presidente y al pueblo israelí son “antisemitas”. Sobre estas dos líneas generales, los gobiernos y políticos de derecha, extrema derecha, multimedias transnacionales, justifican el apoyo a Netanyahu y niegan el genocidio.

Me adhiero a la opinión de millones en el mundo: “no somos antisemitas”, somos respetuosos del pueblo judío descendiente de Sem, uno de los hijos de Noé; somos respetuosos de su historia, su espiritualidad y tradición religiosa; condenamos al nazismo criminal que asesinó y exterminó a millones de judíos en la Segunda Guerra Mundial. El antisemitismo es la manifestación de violencia racial contra la comunidad judía.

Lo que representa hoy el gobierno israelí y Netanyahu es el “sionismo”, que según la Revista de Estudios Internacionales Mediterráneos No. 33 de la Universidad de Sevilla, es una ideología caracterizada por tres aspectos clave desde sus comienzos: el nacionalismo, el racismo y el colonialismo; convergió ideológicamente con la extrema derecha europea, americana y los movimientos xenófobos.

Esta afirmación no es una acusación, sino la identificación y caracterización del régimen sionista, por ello sus formas de manifestación política son los mismos métodos del fascismo y el nazismo.

Investigadores judíos identificaron que el origen del sionismo es antisemita, convergió previo al Holocausto con corrientes de extrema derecha antisemita europea. La descripción de M. Shaid Alam, docente pakistaní en universidades norteamericanas, es precisa: Hitler proscribió todas las organizaciones judías, excepto las que tenían objetivos sionistas, por ello la Federación Sionista Alemana ofreció colaboración al nazismo, porque compartían los mismas valores raciales y nacionalistas.

Lo que hoy está en el poder israelí son judíos sionistas ideológicamente de extrema derecha, que están empleando métodos nazistas y fascistas, y consideran al pueblo palestino una raza inferior que deben exterminar.

(*) César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda

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Poder, política y democracia

César Navarro Miranda

/ 13 de febrero de 2025 / 06:00

La política se entiende como la forma de organización de los órganos de poder del Estado, las formas de organización y disputa por el poder, el ejercicio del poder, la reproducción del poder. Ello implica procedimientos en el Estado de derecho o acciones fácticas en los regímenes militares.

La disputa por el poder y la reproducción del poder sintetiza el sentido de la política; este hecho se entiende a partir de la composición social de los sectores hegemónicos que inciden y deciden.

Tradicionalmente, las derechas constituyen sus élites en función de las temporalidades; se expresan por la vía liberal representativa y por lo militar; los núcleos que los articulan son grupos corporativo-empresariales, que retienen y se benefician del poder en dictadura y democracia; además, tienen la capacidad de construir su narrativa que expresa esa temporalidad como la “razón” del tiempo.

El valor de la reproducción del poder está en el sistema de creencias políticas, éticas, jurídicas, materiales constituidos; cuando ese valor ya no es la fuerza, son tiempos de crisis, de inestabilidad, de descomposición, pero también de recomposición, que no emerge de la materialidad de la crisis, sino de la capacidad de los actores que disputan la hegemonía de esa temporalidad.

A inicios del siglo, la Guerra del Agua (Cochabamba, 2000), la movilización indígena aymara y la conformación del Cuartel Indígena de Qalachaca (altiplano, 2001) y la Guerra (El Alto, 2003) derrumbaron el sistema de creencias neoliberal-colonial; los actores políticos, económicos, sociales, culturales, religiosos y mediáticos que enarbolaban esas banderas fueron arrastrados por la tempestad de lo plurinacional-popular.

El actor hegemónico de la política es lo sindical campesino e indígena que esta atravesado por identidades territoriales, productivas, culturales, deliberativas y orgánicas constituidas en movimiento social; se manifiesta electoral y políticamente en el paraguas de la democracia liberal representativa. Los núcleos dirigentes del movimiento son los aymaras y quechuas del altiplano, los cocaleros del Trópico cochabambino y sectores urbano-indígena-populares de El Alto.

Esta forma de manifestación política es la peculiaridad abigarrada de nuestra sociedad boliviana.

Desde 2002, la democracia liberal representativa está subordinada a la decisión que toman los actores político-sindical-campesino-indígenas de izquierda; esta elección no será una excepción, todas las opiniones generalmente negativas de los aspirantes a ser por lo menos candidato presidencial o sentimental, de los analistas convertidos en gurús de la predicción, los medios de comunicación públicos y —no todos— privados hilvanan alrededor de las decisiones, acciones y opiniones que surgen de los escenarios deliberativos desarrollados en el Trópico y están en suspenso por lo que diga Evo o Andrónico.

La tarjeta de presentación de los folklóricos opositores es quien tiene mayor impacto en la descalificación, no en la crítica, al actor que incide en el quehacer cotidiano de la política y en la perspectiva electoral; una vez concluida su plegaria llena de adjetivos, hablan del horóscopo electoral y terminan autonombrándose salvadores de Bolivia.

La intensidad de la temperatura política no está condicionada a la conformación de los binomios, sino a lo que resuelva el TSE cuando se postule Evo. Esta decisión marcará el resultado electoral y la conformación el próximo gobierno.

La ciudadanía política depende de la comunidad política, lo colectivo que tiene en el sindicato territorial y cultural ha trascendido la formalidad liberal representativa; por ello que hace imprescindible para las diferentes fracciones políticas de centro y derechas inhabilitar al referente histórico, inviabilizar el sentido político de la organización sindical para volver a ser el centro de la política como fueron durante 180 años desde inicios de la República.

La disputa en este tiempo electoral no está sujeta a la dinámica liberal representativa, sino que este escenario está contaminado por el ingreso de un actor institucional externo al proceso electoral, es el Tribunal Constitucional.

La disputa por el poder en este tiempo del sistema democrático ya no está sujeta a la admiración del Tribunal Electoral ni a la decisión democrática del soberano, sino a fallos constitucionales; esta distorsión de la institucionalidad es la gráfica de las formas republicanas en la disputa y ascenso al poder.

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Autodeterminación y soberanía

/ 16 de enero de 2025 / 06:02

La autodeterminación y la soberanía son principios que delimitan y definen las relaciones internacionales de los estados miembros de la ONU, es decir de un Estado y gobierno con los estados y gobiernos.

La autodeterminación es la facultad que tienen los pueblos de elegir su propio gobierno sin injerencia externa.

La manifestación del soberano está definida constitucionalmente en el sistema y forma de gobierno de cada Estado o República, es decir en la elección de las autoridades, en la conformación de los poderes públicos. La autodeterminación y la soberanía no está condicionada a ser validada por otro Estado u organismo internacional como legítima, el pueblo que es el depositario de la soberanía no tiene la condición de esclavitud para pedir autorización a su manifestación soberana.

La autodeterminación y la soberanía son conquistas de las luchas de los pueblos, no son derechos adquiridos, por ello mismo son requisitos de existencia de los estados independientes, que no se agota en la enunciación constitucional, sino en el ejercicio pleno.

El valor de la autodeterminación y la soberanía no reside en el principio de no injerencia, sino en el sentido de tutela y propiedad que tienen algunos estados que son el centro hegemónico del sistema imperial, estos estados —americanos y europeos— consideran sus áreas de influencia y seguridad interna a los estados de la periferia, entre los que están Centro América y América del Sur.

EEUU post Segunda Guerra Mundial se arrogó el derecho de intervenir estados e imponer gobiernos con la impunidad que otorgaba su rol hegemónico en el Consejo de Seguridad de la ONU, de la OEA, el control y despliegue militar de la OTAN, tener centenas de bases militares en varios países de los cinco continentes, ser los rectores del FMI, el BM y del Wall Street.

No fueron los que derrotaron al nazismo ni al fascismo europeo, por el contrario, importaron a nuestro continente para imponerlo en la segunda mitad del siglo XX a través de los golpes de Estado organizados por el Departamento de Estado, impusieron gobiernos militares con característica de regímenes fascistas y nazistas.

Ninguno de los gobiernos militares de facto fue hostigado o bloqueado, por el contrario, fueron reconocidos de forma inmediata y avalados en los organismos internacionales como la ONU y la OEA con el padrinazgo imperial.

Fueron décadas de violación sistemática de la autodeterminación y de la soberanía con la complicidad subordinada de las élites militares, políticas, económicas e incluso religiosas de la región.

La derrota a la dictadura militar, la conquista e institucionalización de la democracia como forma de gobierno implicó recuperar la autodeterminación y la soberanía, pero no implicó impedir la injerencia imperial, por el contrario, fueron los tiempos de las “democracias controladas” con las élites multipartidarias subordinadas incondicionalmente al tutelaje del norte.

La ruptura temporal con el tutelaje en la región se inauguró con la oleada continental a finales del siglo pasado con el movimiento y gobierno liderado por Hugo Chávez y los gobiernos antiimperialistas, de izquierda y progresistas de la región de Centro y Sud América.

Los golpes de Estado parlamentarios, judiciales, militares y el no reconocimiento a gobiernos electos democráticamente son el instrumento que utiliza el patrón del norte para acorralar a la oleada continental.

EEUU con la coreografía de la UE y los gobiernos de la región en un acto propia de soberbia de la extrema derecha desconocen la autodeterminación y soberanía del pueblo bolivariano de Venezuela, se arrogan el papel de tutelaje de la soberanía al querer revisar las actas electorales y sin ruborizarse toman juramento a presidentes de Walt Disney —Guaidó y González— reconocen a Mickey Mouse, Tom y Jerry como sus embajadores, los reciben en sus palacios de gobierno sin mayor argumento que la utilización de frases y adjetivos.

La autodeterminación y la soberanía tiene valor en el ejercicio pleno estatal, gubernamental y social, la diferencia está en la cualidad política e ideológica de subordinación o liberación de las autoridades y del pueblo.

Tener derechos enunciados no te otorga el cumplimiento de los derechos, ejercerlos es siempre afrenta al poder, ese es el momento de quiebre, sintetiza la sensación termina del tiempo político, de los actores y de las implicancias para la vida de los hombres y mujeres que habitamos un país.

César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda.

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La unidad de poxipol

César Navarro Miranda

/ 2 de enero de 2025 / 06:03

Se ha vuelto como una plegaria pre-electoral, la utilización recurrente de la palabra unidad desde inicios de este siglo de las diferentes fracciones, grupos, club de amigos de centro, de derecha y de extrema derecha, recurren a la retórica de la unidad como un acto de predestinación: “Bolivia nos convoca a la unidad para derrotar al masismo”, “es tiempo de la unidad de los bolivianos contra los indígenas masistas”, es toda una plegaria teológica con mayor o menor condimento folclórico, dependiendo quien sea el circunstancial orador mediático.

La unidad emerge nuevamente como excusa para descalificarse entre pares, porque creen que solo el que evoca ese deseo es el que tiene la aureola para lograr el “anhelo de los bolivianos”, los que no están embarcados en esa travesía electoral, serían cómplices de la derrota electoral y el triunfo nuevamente de los indígenas masistas y comunistas, por lo tanto, enemigos de la Bolivia.

Creen, no en su ingenuidad, sino en su soberbia, que son los llamados para decidir por encima de todos, lo que les da ese derecho es: tienen nombre e imagen mediática, varios millones verdes, padrinazgo del Tío Sam, es decir, ven a su masa votante como usuarios electorales, votan por consigna y no por un ideal.

Están convencidos que el nuevo líder que emerja de la unidad será el mesías que unirá a la bolivianidad como poxipol, que el plan de gobierno será como las tablas del Sinagoga que los redimirá, es tal la retórica que en el momento que lo anuncian predicen el futuro y se autonombran gobernantes.

Como todo deseo surge de la vivencia y por ello no puede prescindir de esa experiencia, retumba en sus oídos sus pasos y fracasos electorales, que no son muy lejanos, cada uno de los furibundos aspirantes al mesianismo presidencial tuvieron su cuarto de hora electoral, sembraron propaganda y cosecharon solo sticker, hoy vuelven con la promesa de no volver a morder el fruto equivocado.

El primer paso unitario fue la presentación pública, cuatro hombres de la nobleza política con la sonrisa serena, uniformados con camisa blanca y corbata cedieron su aspiración sin renunciar a su postulación, porque cada uno en su intimidad se considera superior al otro, aunque huelan todos a la misma loción ideológica, el segundo paso es definir la metodología para ver cuál de los cuatro tiene la mejor sonrisa presidencial.

En otra cuadra de la misma vereda derecha hay otro aspirante presidencial, que no quiere sumar a sus pares setentones, los mira de reojo, él cree en su intimidad de la llajta que la unidad que pregonan es el signo de débiles, les lanza un piropo, les invita a subirse a su carro electoral, pero como pasajeros o bulto, porque el conductor y dueño es el bigotón municipal.

Para él la unidad no surge de la suma, sino de adhesión subordinada, está actuando como gamonal dentro el fundo de derechas, que además tiene el visto bueno de los dueños del despacho Oval.

Él se considera un pique macho kochalo y a los otros los ve como platito de ispis, su retórica deambula en invalidar a sus competidores y en mostrarse como el que tiene la vara para resolver mágicamente la crisis.

Lo que los une no es la patria, es su anti-indigenismo evista, aún no superan la vergüenza de haber sido arriados del pedestal del Palacio Quemado, mientras tengan tiempo electoral necesitan cobrarse venganza, creen que cada elección es su momento y no piensan desaprovechar esta oportunidad.

Lo que ofrecen es su anti, su odio, piden otra oportunidad para la revancha, necesitan demostrar a sus benefactores que ahora si cumplirán con la promesa hecha al the White House.

Los votos fríos son números, los votos con rostro humano son deseos, emociones, esperanzas, tienen sentido común, carga simbólica, valoraciones políticas, ideológicas, religiosas, culturales, es decir, el valor de la democracia está en el soberano que es la fuente de su legitimidad y necesidad institucional, por eso la democracia es siempre subversiva porque crea y reproduce relaciones sociales de esperanza, los que reducen la democracia a la suma de votos y al ciudadano en usuario electoral están en la misma condición, porque son solo casillas de voto en la papeleta, son nombres, colores y slogans de campaña y que tienen tiempo de expiración.

La unidad es una construcción que sintetiza un horizonte, es liderazgo que integra y representa, es identidad múltiple fundido temporalmente en un ideal, no es un circo ambulatorio que exhibe cartelera cada vez que tiene que presentar una función electoral con el mismo tema: unidad.

César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda.

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Se vende, se alquila, se permuta siglas electorales

César Navarro Miranda

/ 19 de diciembre de 2024 / 06:00

La sigla electoral es un fetiche, ya no es ni siquiera una caricatura de partido político, es una mercancía que se ofrece a los caseritos/políticos, con combo de por medio, a sola condición de que a los dueños del puesto (sigla) electoral les den un curul parlamentario como pago por haber cuidado en la sombrita a la sigla electoral para que no pierdan sus colores originales, no estén t’ojras (descoloridos) y sigan siendo atractivos comercialmente.

Se vende, se alquila, se permuta siglas electorales para las próximas elecciones nacionales, es la oferta de la temporada electoral, tiene color, sigla, bandera, hasta plan de gobierno tiene, lo único que no tiene es militantes, solo tres o cuatro propietarios que se hacen llamar dirigentes nacionales.

Comúnmente a este tipo de organizaciones políticas les llamamos “taxi partidos’, porque toda la militancia cabe en un taxi, tienen la habilidad de ser suela huyas (cara de plantilla de zapato), no les ruboriza cambiar de discurso ni de candidato, siempre caen de parado y son miski simis (boca dulce) para hablar.

Son los eternos invitados a la fiesta electoral esperando con el traje planchado, solo cambian del color de la camisa, para caer bien al que paga la fiesta, es decir al señor candidato, que al momento del brindis le dirán todas la virtudes que le dijeron al anterior candidato electoral: “tú eres el elegido para salvar la patria”, “Dios te bendiga y te fuerza para que dirijas la nave del Estado con sabiduría” y una docena más de elogios que florece de sus labios, incluso algunos derraman lágrimas, los abrazan con tanta fuerza que parece bien sincero.

Al día siguiente están en todos los medios de comunicación relatando el guion desempolvado de la anterior elección: “se reunió el comité ejecutivo nacional del partido, vimos con mucha preocupación lo que pasa con la patria que nos vio nacer, que nos da trabajo y no se merece el gobierno actual que tiene, por eso decidimos desprendernos de nuestra legítimas aspiraciones de ser candidatos presidenciales, hemos decidido por unanimidad apoyar el hombre ideal para nuestra amada Bolivia”…. hacen una pausa, ven en su guion si cambiaron el nombre del candidato para no cometer errores y prosiguen con su relato. El periodista le pregunta ¿Qué recibirán a cambio por este desprendimiento? ¡Nada…. lo hacemos por la patria, porque somos demócratas!

El rostro que muestran es el de bondad, de la serenidad, de la madurez, están escenificando el drama del político filántropo al estilo del magnate Rockefeller, y dicen sin sonrojarse, viendo a la cámara “le ofrecemos al futuro presidente, nuestro partido, nuestra multitudinaria militancia que esta dispersa en todo el territorio nacional, para que puede conducirnos por la senda de progreso”

En su adolescencia vivaban al dirigente campesino Casiano Amurrio, rapidito se acercaron al MIR y vivaban a Jaime Paz, saborearon la miel del poder, fueron parte del binomio con el exdictador Banzer, se volvieron políticos añejos con su propia marca de vino electoral.

Estaban deambulando en su jubilación y sin querer queriendo como dijera nuestro eterno Chavo se encontraron con un mesías: don Carlitos Mesa, haciendo coro todos con sus arrugas salían detrás de don Carlitos para anunciar la buena nueva, se abrazaban, lloraban,  porque lograron cuidar con sus vidas la sigla electoral que salvaría a Bolivia de los indios comunistas, con la única condición que toda —dos— la militancia partidaria de los legionarios sean miembros de la corte parlamentaria como premio a su consecuencia.

Con el nuevo mesías ensayaron ser oposición y se aburrieron, se cansaron de escuchar las odas a la política de don Carlitos, y se preguntaron: “somos muy jóvenes para jubilarnos y se respondieron: nuestras canas son de sinvergüenzura digo, de sabiduría, debemos ver un nuevo camino para nuestra amada patria que nos necesita”. Desecharon a su colega jubilado y le ofrecieron la sigla a Tuto Quiroga el nuevo mesías, y empezó a reiterarse el mismo relato.

Parece un relato costumbrista, descrito con sarcasmo y picardía criolla, que cualquier semejanza con la realidad es pura casualidad, pero lamentable y cómicamente es el relato del sistema político criollo boliviano.

El exponente de este drama comercial y prebendal es el Frente Revolucionario de Izquierda (FRI).

Con que traguito burgués estarán ch’allando, aunque le vaya mal a su candidato circunstancial la multitudinaria militancia serán los parlamentarios. Como dice el dicho popular quechua “cay runas pirqa uya kanku” (estas personas cara de pared son), es decir, sinvergüenzas compulsivos.

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El bombón Olañeta

/ 5 de diciembre de 2024 / 06:00

Casimiro Olañeta, arquetipo del político criollo que aspiró el aroma político que le benefició en la fase de las luchas independentistas, era parte de la estructura política colonial de la Audiencia de Charcas. Se incorporó al Ejército Realista comandado por su tío, el español Pedro Antonio Olañeta, que defendía la Corona española. Encabezó, por encargo de su tío, una delegación al Río de la Plata para negociar un acuerdo que deje a Pedro Olañeta como jerarca de la Audiencia y aplacar los levantamientos independentistas.

Ante el inminente triunfo del ejército libertario, se autoproclamó anti Corona, se unió al Mariscal Sucre, abrazando las banderas de la Independencia. En 1825 fue parte de la Asamblea que declaró la Independencia. Algunos historiadores coinciden en que fue el autor de la denominación “República de Bolívar” a la naciente república. En 1826 fue miembro de la Asamblea Constituyente que aprobó la primera Constitución Política del Estado.

En 1828 fue parte de la conspiración contra el presidente Antonio José de Sucre y lideró el primer golpe de Estado de nuestra historia al derrocar y desterrar al Mariscal. 

En la segunda Asamblea Constituyente (1831), convocada por Andrés de Santa Cruz, fue uno de los redactores de la Constitución, fue ministro de los presidentes Santa Cruz, Ballivián, Belzu, Velasco y Linares, además de diputado y diplomático.

Olañeta, el político que mutó política e ideológicamente del colonialismo al republicanismo, pasó de glorificar a los libertadores a derrocarlo mediante un golpe de Estado. Ese recorrido le dio la aureola para ser un engranaje de la estructura de poder del republicanismo colonial. Olañeta siempre fue oficialista, sin importar quién esté en el poder.

Manfred Reyes Villa no tiene un recorrido de esa envergadura, pero se asemeja a la habilidad política para estar siempre con el poder; es decir, ser siempre oficialista.

Sus pasos iniciales en los 90 como concejal fue del Movimiento Bolivia Libre, partido que estaba en el gobierno con el MNR; en 1995 postuló como alcalde por ADN; en 1997, ya con partido propio, NFR, fue parte de la coalición de varios partidos que hizo del exdictador reconvertido en demócrata presidente de la República. En las elecciones presidenciales de 2002 tuvo como acompañante a un ícono de la oligarquía masónica cruceña. Por mediación, instrucción y padrinazgo del embajador norteamericano, en 2003 fue parte del gobierno de Sánchez de Lozada.

En las elecciones de 2005 fue electo prefecto; fundó otro partido, Alianza de Unidad Nacional (AUN). Se alineó a la extrema derecha; públicamente apoyó el separatismo cruceño con la célebre frase “Santa Cruz, adelante con su independencia”.

Se autoexilió en Estados Unidos en 2010, volvió en los primeros meses del gobierno de facto y apoyó a la presidenta Añez.

En las elecciones municipales de 2021 fue electo alcalde con otra sigla electoral, Súmate, y se distanció de la extrema derecha cruceña, pero se alineó al gobierno de Arce. El exvocero presidencial Richter, uno de los confidentes del Palacio, denunció que esa adhesión implicó que fue beneficiario directo de la tenebrosa Sala Cuarta del TCP, que le absolvió todas sus sentencias penales y anuló procesos pendientes, habilitándolo electoralmente para las elecciones de 2025.

Manfred no es un híbrido ideológicamente; si bien no tiene la lumbrera para explicitar su matriz, es un político pragmático que encubre su identidad política de derecha inclinado a la extrema con un rostro de gestor público y frases que adornan el sentido común popular: “El país está triste porque la situación es crítica, no hay gasolina, no hay dólares, no hay diésel, una situación muy complicada. Pero vamos a salir adelante, yo tengo el modelo, tengo el programa y tengo la solución para el país”.

Es un eterno candidato para el escenario que se presente; puede ser para alcalde, prefecto/gobernador o presidente; cambia de color y sigla partidaria, como cambia la moda verano-invierno, sin pudor. Su discurso es la enunciación pública del “yo” acomodado a la coyuntura.

Olañeta era la manifestación típica del criollaje político, pragmático; su ética era ser fiel a sí mismo mientras se beneficiaba del poder. En cambio, Manfred es la manifestación de la crisis de la derecha; es un comodín que da oxigenación y apoyo que necesitaba y requiere el poder, por ello deambula siempre en los pasillos del oficialismo.

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