Las respuestas al cambio de ciclo
Todo hace pensar en la necesidad apremiante de introducir ajustes importantes al modelo económico
Las estimaciones recientes de los organismos internacionales corroboran la finalización de un ciclo de bonanza externa y el inicio de un periodo menos favorable de desempeño económico de las diferentes zonas del mundo. En lo que toca a la región latinoamericana, las previsiones generales para este y el próximo año consisten en importantes recortes del nivel de crecimiento. De esta manera se confirma una vez más la vulnerabilidad externa de la región, cuyo comportamiento económico depende sustancialmente de las circunstancias imperantes en las economías centrales.
Incluso las economías más grandes de América Latina, como Brasil y México, no están en condiciones de generar dinámicas expansivas autónomas e independientes de las condiciones de su inserción internacional; dependen estructuralmente del curso que siga el ciclo de sus principales socios comerciales. Es por eso que la reducción de la demanda de China está afectando directa e indirectamente a toda la región por igual, que no ha cambiado en verdad su matriz de especialización internacional, basada en materias primas y productos básicos.
Por otra parte, también se puede sostener que las economías industrializadas de América del Norte y Europa no han superado las consecuencias de la crisis financiera de 2008. Con excepción de Estados Unidos, el resto de los países industrializados se encuentra atrapado en una recesión de largo plazo, agravada por una serie de conflictos geopolíticos.
Durante el ciclo expansivo mundial de 2003 a 2011 se pudo constatar trayectorias diferenciadas de crecimiento en tres niveles: las economías del sudeste asiático, las economías latinoamericanas y las economías industrializadas. También ahora se mantienen dichos tres niveles diferenciados, aunque recortados a la mitad. En el caso de Bolivia, las cifras oficiales pronostican un crecimiento entre 4% y 5%, bajo el impulso de la inversión pública y de la construcción, no obstante la caída de las exportaciones en una magnitud próxima al 30% en la primera mitad del año.
El modelo redistributivo imperante en los últimos diez años se funda en el excedente fiscal originado en las actividades exportadoras de recursos hidrocarburíferos y minerales. Como es muy poco probable que en los próximos años vuelva a ocurrir una nueva bonanza externa, todo hace pensar en la necesidad apremiante de introducir ajustes importantes al modelo económico.
Por principio de cuentas se requieren inversiones muy grandes para rehabilitar a los sectores generadores de excedentes. Así lo ha comprendido el Gobierno, y es por eso que ha decidido impulsar la exploración de hidrocarburos incluso en áreas protegidas. Mucho más compleja se presenta la situación en el ámbito de la minería, puesto que el país carece de un orden minero propiamente dicho. Coexisten en esta actividad empresas públicas y privadas de diferente tamaño, cooperativas y explotaciones en manos de avasalladores. Todas ellas están siendo afectadas por la caída de los precios, aunque de manera ciertamente desigual.
Todo lo anterior corrobora que el occidente del país necesita urgentemente una visión estratégica de largo plazo, respaldada por una interpretación desideologizada de las perspectivas de la industria minera en el mundo. De hecho no todos los minerales enfrentan las mismas circunstancias externas; bajo condiciones de organización y gerenciamiento apropiadas, algunos yacimientos mineralógicos podrían explotarse de modo rentable incluso con los actuales niveles de precios. Lo que hace falta es un plan realista de largo plazo, dotado de recursos financieros suficientes y amparado por un orden minero en forma, que tendría que ser consensuado de una manera racional y con todos los componentes legislativos pertinentes.