Tragedia ambiental
Las autoridades locales y nacionales no hicieron lo necesario para evitar esta tragedia
Hace poco más de una semana, este diario informó que el lago Poopó, el segundo más grande del país después del Titicaca, ha quedado reducido a un gran desierto con apenas tres humedales y donde se observan rastros de contaminación, cadáveres de peces y esqueletos de otros animales que no pudieron emigrar. Se trata, pues, de una tragedia ambiental.
La Razón hizo un recorrido desde la orilla del lago Poopó, declarado en 2012 como sitio Ramsar (humedales de importancia internacional) por ser hábitat de una variedad única de peces y aves, hasta la Isla de Panza, un lugar ceremonial ubicado en medio del lago, donde encontró kilómetros de tierra árida, medio centenar de botes abandonados y pescadores dedicados a otras faenas para el sustento de sus familias. Ya en noviembre de 2014, los pescadores hallaron miles de peces y aves muertas en las orillas del lago, lo que motivó una ley departamental declarando la emergencia ambiental; sin embargo, de poco sirvió.
Entre las causas de este desastre se cuentan el calentamiento global, que ocasionó la paulatina evaporación de las aguas; una feroz sequía producto del fenómeno de El Niño y que solo es comparable con una similar ocurrida en 1980; la contaminación, producto de las actividades mineras en la región; y el desvío de las aguas del río Desaguadero, única fuente del ahora desaparecido lago.
La respuesta a la publicación periodística, y las muchas reacciones que ésta causó, ha sido el anuncio de nuevas inversiones de parte de la Gobernación de Oruro para tratar de remediar los daños ya causados, incluyendo el dragado del río Desaguadero, la construcción de diques de colas para frenar la contaminación minera y el inicio de programas productivos para los pobladores de la región. No obstante, algunos ambientalistas temen que sea muy tarde para revertir esta tragedia, que ha forzado a muchas familias a migrar en busca de mejores condiciones de vida.
En el análisis de situación, algunas autoridades han señalado que parte de la responsabilidad la tiene la Autoridad del Lago Titicaca, institución binacional de Bolivia y Perú que dejó de lado el cuidado de la cuenca del Poopó; sin embargo, es evidente que son las autoridades departamentales y nacionales las que en los últimos años no hicieron lo necesario para que la situación no llegue a los extremos que hoy se lamentan.
En tiempos cuando se vive un renovado compromiso de los países del mundo para frenar los devastadores efectos del cambio climático, el Estado boliviano, que ostenta una imagen de liderazgo en materia de cuidado de la Madre Tierra, afronta el que puede ser su mayor desafío en esta materia. Urge, pues, que se dispongan todos los recursos necesarios para remediar esta tragedia, pero también que se aprenda la lección para evitar que desastres similares se repitan en otras regiones del país.