Condones en Carnaval
Iniciativas de este tipo contribuyen al fomento de una sexualidad responsable entre los jóvenes
Los festejos del Carnaval se caracterizan por un desenfreno no siempre saludable vinculado con los deseos del cuerpo (comer, beber, bailar y —no hay por qué esconderlo— tener sexo), seguido de una suerte de abstinencia establecida durante la Cuaresma, aunque por estas latitudes la fiesta viene acompañada con un aderezo ancestral vinculado al ciclo agrícola.
Como es de suponer, esta época del año se presta para las ideas más diversas de mercadeo y publicidad. Y en medio de un mar de mensajes publicitarios teñidos de colores carnavaleros destaca un puñado de iniciativas de publicidad no masiva, pero con alto contenido social; nos referimos a la distribución gratuita de preservativos envueltos con diferentes logos y/o mensajes que se buscan difundir, desde los viajes en teleférico hasta campañas electorales por el Sí o por el No.
Ahora bien, siendo ésta una temporada de transgresión no llama la atención que la distribución gratuita de condones se realice aprovechando casi cualquier motivo; de todas maneras cabe destacar tales campañas, en tanto contribuyen al fomento de una sexualidad responsable entre los jóvenes del país. En rigor, la iniciativa ya fue puesta en práctica el año pasado gracias al impulso de la Ministra de Salud. En aquella ocasión algunas voces conservadoras criticaron la medida, con argumentos alejados de la realidad que se vive hoy en día, en la que los jóvenes de ambos sexos desean explorar su sexualidad con mayor libertad.
A pesar de ello, huelga recordar que en octubre de 2015, una nota publicada en este diario a partir de una investigación elaborada por el Centro de Investigación, Educación y Servicios (CIES) alertaba que el simple hecho de comprar un preservativo podía convertirse en toda una odisea para las y los adolescentes del país, por cuanto muchos sufren discriminación y acoso en no pocas farmacias.
De allí que el repartir condones durante los festejos del Carnaval, además de prevenir embarazos no deseados (que en nuestro país afectan al 18% de las jóvenes entre 15 y 18 años) y evitar enfermedades de transmisión sexual, contribuye a romper prejuicios entre grandes y chicos que, bien mirados, constituyen un atentando contra la salud pública y el bienestar de las nuevas generaciones.
Y es que los efectos de los embarazos precoces entre los jóvenes y adolescentes son bastante conocidos y nocivos: las jóvenes madres ven coartadas las posibilidades de continuar sus estudios, pues deben insertarse de manera desesperada al mercado laboral cuanto antes, y al hacerlo de esta manera llegan con un bagaje de conocimientos y destrezas muy limitado, que las condena a ocupar los puestos más bajos y peor remunerados en la pirámide de oportunidades. Sin embargo, todo esto puede cambiar con iniciativas tan simples como la de repartir preservativos, antes, durante y después del Carnaval.