Corrupción universal
Los ‘Papeles de Panamá’ nos señalan que la corrupción no tiene color político ni origen racial
Antes de que aparezcan los afamados “Papeles de Panamá”, llevados a la luz pública por sicofantas motivados por incentivos inconfesables, en nuestra región de América Latina ya afloraron casos célebres donde los implicados fueron jefes de Estado de izquierda, de derecha y del centro.
Si en los miasmas panameños figuran políticos, deportistas, monarcas, delincuentes, laureados nóbeles y empresarios detrás de sociedades fantasmas o accidentales como biombos para ocultar su dinero —a veces oscuro—, o para evadir cargas impositivas, en los escándalos regionales a los protagonistas se les reprocha la apropiación pura y simple de fondos fiscales o el acopio de comisiones percibidas por la contratación de obras públicas con sobreprecio.
El juicio político (impeachement) instaurado contra la presidenta Dilma Rousseff, que también arrastra al exmandatario Luiz Inácio Lula da Silva, no es inédito en el Brasil; por caso, Fernando Collor de Mello fue destituido apenas siete meses después de su estreno en Planalto. Y lo propio ocurrió con Carlos Andrés Pérez en Venezuela en 1993.
Más recientemente, la chilena Michelle Bachelet fue contaminada por las travesuras de la mujer de su hijo Sebastián; episodio paralelo a las acusaciones contra los esposos Kirchner (2003-2015), sospechosos de tráfico de influencias. En Guatemala, el general-presidente Otto Pérez Molina fue desvestido de su mandato y se defiende desde la cárcel, como lo hizo su antecesor, Alfonso Portillo, quien además purgó una condena en Estados Unidos por lavado de dinero. Peor suerte tuvo el salvadoreño Francisco Flores (1999-2004), muerto en prisión el 30 de enero último, inculpado de malversación de fondos chinos. Cauto, su sucesor izquierdista, Mauricio Fuentes (2009-2014), hizo desaparecer los archivos presidenciales apenas dejó el cargo. En Panamá, el derechista Ricardo Martinelli (2009-2014) continúa fugitivo. El colmo se sitúa en Surinam, pues el coronel golpista Desi Buterse, sentenciado en Holanda por narcotráfico, presidió la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) hasta 2013 (el actual secretario general, expresidente colombiano Ernesto Samper, también fue privado de su visa americana).
Esos son los contenciosos más recientes, pero en la década pasada se comprobó que el general-dictador Augusto Pinochet no solo fue asesino, sino también ratero artesanal, cuyo fallecimiento lo salvó de un inminente encarcelamiento. Bolivia puede ufanarse de haber extraditado (del Brasil) sometido al debido proceso, sentenciado a 30 años y confinado al penal de Chonchocoro a Luis García Meza (1980-1981), por los latrocinios perpetrados durante su asalto al Palacio Quemado.
Los “Papeles de Panamá”, sin ser un consuelo por inevitable analogía, nos señalan que la corrupción no tiene color político ni dimensión geográfica o de origen racial. La naturaleza del hombre —sea negro, indio, mestizo o blanco— es la misma: aprovechar la oportunidad que le ofrece el poder político, delincuencial o empresarial para enriquecerse aceleradamente, sin importarle los medios y sin darse cuenta de que el paso del tiempo, siempre inclemente, no le alcanzará para disfrutar de sus atropellos a la Ley y a la moral.