Soberanía tecnológica
Se puede hacer mucho por avanzar en la línea de la soberanía tecnológica
Hace pocos días, la Organización de las Naciones Unidas fue escenario de un histórico acuerdo mundial para mitigar el cambio climático. En esencia, el acuerdo consiste en disminuir las emisiones contaminantes y reducir la meta de incremento de la temperatura promedio mundial a menos de 2 °C para fines de este siglo. Hasta ahora, 175 países se unieron al compromiso.
Si bien el acuerdo es histórico, el avance es aún lento, a decir de algunos científicos que temen que la meta acordada sea insuficiente para salvar al planeta. Por otro lado, dicho convenio todavía no es ley y debe ser traducido en acciones concretas en cada uno de los países signatarios.
Las condiciones del mercado también tienen su influencia en la canasta energética de los países: con el petróleo a menos de $us 50 el barril, los incentivos a su uso pueden no disminuir a un ritmo suficientemente rápido. Pero, por otro lado, los saltos tecnológicos en las industrias de energías alternativas han provocado una disminución de sus costos y hoy son relativamente más asequibles. En este ámbito de las tecnologías que buscan el uso de energía alternativa, Bolivia ha logrado sorprendentes avances: por un lado, está el notable esfuerzo de los estudiantes de ingeniería de la UPEA que construyeron un prototipo de automóvil alimentado con energía solar, desarrollado para competir en el rally ecológico de Atacama (Chile) en el que ganaron. Otro prototipo inscrito para el mismo evento fue desarrollado en Cochabamba, con participación de capitales privados y ONG especializadas. Estos dos ejemplos son solo una muestra de lo que se puede hacer con investigación nacional.
Además de lo que se está haciendo en otros ámbitos, con fuerte inversión estatal, las universidades y los actores privados están efectuando enormes esfuerzos para desarrollar tecnología propia. Ya tenemos bolivianos en las empresas tecnológicas más grandes del planeta. El año pasado, a iniciativa del Presidente, se realizó un evento en el que participaron científicos nacionales de primer nivel que trabajan en el extranjero. Desconocemos si desde el Ejecutivo se han implementado acciones de desarrollo de las iniciativas planteadas en aquella ocasión.
No obstante, incluso sin una organización demasiado abultada, se puede hacer mucho por avanzar en la línea de la soberanía tecnológica aprovechando el camino recorrido por los científicos locales; por ejemplo, se puede hacer un concurso similar al del premio Eduardo Abaroa para iniciativas tecnológicas propias. De esa manera, se podría aprovechar los recursos del Estado, de las universidades y de los privados para potenciar el desarrollo de tecnología propia. Sea con ésta u otra idea de apalancamiento de recursos para el desarrollo de la soberanía tecnológica en Bolivia, es urgente empezar ahora. Las universidades y los actores privados ya tienen algo de recorrido en el ámbito. Es cuestión de fomentar y aprovechar.