Vivienda social
Convendría recuperar la sabiduría popular sobre cómo hacer viviendas apropiadas y sustentables.
Nuestros problemas urbanos son múltiples. Aparte de los consabidos como el transporte o la seguridad ciudadana, prefiero comentar sobre los estructurales, como ser salud, educación, infraestructura básica, prevención de riesgos o vivienda.
El problema de la vivienda tiene un carácter multifacético y transversal. Es un ámbito complejo en el que se estudian déficits cuantitativos y cualitativos, se proyectan y construyen casitas y/o viviendas que conllevan un sinnúmero de exigencias como infraestructura, espacios públicos, condiciones ambientales, financieras, etc.
En este tiempo, tanto el Gobierno nacional como el Gobierno Municipal de La Paz trabajan en vivienda social. El primero construye viviendas unifamiliares o multifamiliares con cifras históricas; mientras que el segundo construye los Barrios de Verdad, aportando calidad de vida a zonas de la periferia paceña. Son dos líneas de trabajo loables y tesoneras. Sin embargo, el déficit crece a galope y todo esfuerzo parece poco. Por ello es bueno tomar en cuenta experiencias latinoamericanas como la cubana.
Después de más de medio siglo, la revolución cubana ha transitado el problema de la vivienda por múltiples etapas, desde el idealismo de los primeros logros hasta las magras cifras de este nuevo siglo que presentan un déficit habitacional cuantitativo y cualitativo muy próximo al nuestro. ¿Qué falló en la isla? Quizás fue el embargo, la caída del bloque soviético o una mezcla de varias razones. Lo cierto es que ni la prefabricación rusa adaptada a la isla como sistema Sandino, ni la técnica de columnas y losas yugoeslava o los moldes deslizantes húngaros pudieron con el creciente déficit. Tampoco fue suficiente la organización política en microbrigadas o comités de la revolución. Ensayaron, además, todo tipo de mecanismos financieros, desde organismos centralizados que fracasaron por los inmensos problemas que genera la burocracia estatal y otras tentaciones.
Recordemos que aquí ya empezamos a sentir esas dificultades propias de un centralismo estatal. El pintoresco condominio Wiphala no termina de ocuparse y son evidentes sus problemas técnico-constructivos, sin mencionar los problemas culturales por los modelos de departamentos adoptados que chocan con la idiosincrasia andina.
Hoy en día Cuba quiere recuperar un potencial dormido que ha construido tanto o más que el Estado: la autoconstrucción. Piensa repartir el problema entre el nivel estatal y la capacidad innata de autoconstruir viviendas que tienen las clases populares. Aprendamos de esas experiencias y reformulemos las políticas de Estado para recuperar en este siglo la sabiduría popular sobre cómo hacer viviendas apropiadas, progresivas y sustentables.