Flexibilizar el plan de hospitales estatales
No debería descartarse la reformulación total del plan de hospitales en aras de mejores resultados.
La enorme e inédita inversión proyectada por el Gobierno para la construcción de 47 hospitales de segundo, tercer y cuarto nivel en el país podría estar en riesgo, si este megaproyecto no se ejecuta con lineamientos rigurosos, que tomen en cuenta el contexto en cada caso para su factibilidad y buen aprovechamiento.
Nuestro país se caracteriza por su extraordinaria diversidad geográfica, topográfica, cultural, climática y con áreas de gran dispersión poblacional; de allí que estandarizar las características de los centros hospitalarios podría afectar negativamente en el funcionamiento de estos proyectos, que todo nuestro pueblo necesita que sean exitosos y que brinden una adecuada atención médica. Por caso, pretender que todos los hospitales de tercer nivel, así como los institutos de cuarto nivel, tengan que construirse necesariamente en una extensión de cuatro hectáreas de terreno y que indefectiblemente deban diseñarse en módulos monoplantas y no en bloques de varios pisos, difiere con la realidad de cada lugar. Por ejemplo, es totalmente factible disponer de varias hectáreas planas en Beni, Pando, El Alto o el trópico de Cochabamba. Sin embargo, en la ciudad de La Paz es prácticamente imposible encontrar predios utilizables de más de una hectárea de extensión.
Por ello, debería revisarse el concepto de que los niveles de atención tienen que ser linealmente proporcionales al tamaño de la edificación. Existen institutos de cuarto nivel reconocidos mundialmente con edificaciones pequeñas que producen un alto impacto en la salud. Asimismo, la premisa de caracterizar rígidamente las edificaciones y el equipamiento según los niveles de atención debería migrar a un concepto más flexible de niveles híbridos coherentes con las necesidades específicas de cada realidad.
Otro aspecto que necesita ser revisado es la concepción que presupone que el denominado cuarto nivel requiere de edificaciones más grandes. Diseñar centros de tercer o cuarto nivel difíciles de administrar para áreas de baja densidad poblacional, con el fin último de cumplir los estándares predeterminados, puede generar gastos excesivos e injustificados, cuando hospitales híbridos más modestos con características de segundo y tercer nivel serían más eficientes.
En general, convendría cierta gradualidad y austeridad en la inversión para preservar recursos que aseguren la capacitación, puesta en marcha y sostenibilidad futura de los centros hospitalarios. Obstinarse en contar simultáneamente con los 47 hospitales en tres o cuatro años puede resultar desproporcionado con las capacidades reales para construirlos, equiparlos y gestionarlos. Experiencias de otros países pueden ser aleccionadoras al respecto.
El plan de hospitales que está impulsando el Gobierno puede hacer de Bolivia el país más equipado de la región en infraestructura sanitaria; no obstante, sería desastroso que hermosos y modernos hospitales no cuenten con el personal necesario o, peor aún, que tengamos que importarlo. Analizar con sentido constructivo los desafíos que conlleva equipar y mantener muchos hospitales de manera simultánea sería muy útil. Igualmente, sería deseable incorporar un perfil docente a los hospitales, pues resulta imprescindible que éstos participen en la formación de profesionales y de especialistas para el sistema de salud nacional.
Si se flexibilizaran los conceptos para cada caso, permitiendo la construcción de torres cuando no se disponga de predios amplios, ajustando las carteras de servicios de manera coherente con las demandas estudiadas en cada lugar, y reasignando montos según las características de cada proyecto, podría lograrse una mayor eficiencia, garantizando el éxito estos proyectos. Incluso no debería descartarse la posibilidad de reformular completamente el plan de hospitales en aras de mejores resultados.
Finalmente, debemos insistir en que de poco servirá tener la mejor infraestructura, el más moderno equipamiento y los mejores profesionales si no avanzamos en la construcción concertada de un sistema único de salud idóneo, con una sólida estructura organizacional y un modelo de gestión transparente y eficiente. Y es que sin esta necesaria institucionalidad, los nuevos hospitales serán como los actuales, gélidos escenarios en los que los más pobres seguirán sufriendo. Esto requiere grandes pactos sin exclusiones, priorizar la atención primaria contenida en la política de Salud Familiar Comunitaria Intercultural (Safci) y garantizar la perfecta sincronía despartidizada entre los gobiernos central, departamentales y municipales en el área de salud.